VOCES NUEVAS
Carlos de Hita
Llega la primavera, y con el paso de los días el sonido del campo se enriquece con nuevas voces. Primero fueron las que despertaron de los fríos invernales, a las que se suman ahora las de los que van llegando, las aves migratorias que se refugiaron en África y vuelven para pasar aquí la buena estación.
Por lo general estas secuencias tienen formato de reportaje, de relato en el que se describen los acontecimientos a medida que van pasando. Al fin y al cabo, aunque digital, esto es un periódico. Pero hoy sólo hablará el campo, en una noche serena y oscura de primavera; una noche de luna nueva, llena a su vez de voces nuevas.
Noches así habrá muchas. Pero en este caso vamos a reconstruir una muy concreta, según un guión escrito en 1971 por Josep Pla, un escritor que escuchaba con atención los sonidos del campo. En el texto, un fragmento del libro 'Las Horas', Pla le cuenta a su acompañante lo que podría oír si se aventurase a salir de la ciudad para sumergirse en la naturaleza.
Por la noche no oiría cantar al gorrión, al jilguero ni al pinzón; no oiría los chillidos de las golondrinas, ni a los verderones ni a los mirlos. Pero oiría al ruiseñor, que por estas fechas canta como un loco; a las codornices y al cuco, que canta el “no puc” en el fresco nocturno; oiría al mochuelo, a la lechuza y al cárabo, aparte del grillo, que se pasa la noche entera dando cuerda a su pequeño reloj, y al sapo y a la rana, que tocan la flauta y el oboe. ¡Oiría tantas cosas! En las noches de primavera hay sobre la tierra una vida densa, fabulosamente compleja. Oiría el hormigueo de los insectos sobre las hierbas húmedas; el gemido del viento en las ramas de los árboles y en las matas espesas; la oscilación de los tallo de trigo que la savia impulsa a crecer y esa palpitación viva, el jadeo sordo, viscoso, húmedo, pero viriloide e impelente, que, en pocas palabras, llamamos la vida o, si quiere, la fecundación de la vida.
Noche sin luna en un campo en primavera. | Carlos de Hita.
Una vida densa, tanto que algunos de los recién llegados, de carácter diurno como el cuco, le roban horas a la noche para liberar sus ansias.
Y esto no ha hecho más que empezar.
el dispensador dice:
suelen susurrarse las noches,
pensamientos sin lunas en las primaveras,
puede suceder lo propio en otoños,
dependiendo de las quimeras,
pero las noches en ciernes,
no son pertenencia de cualquiera,
es necesario respirar profundo,
sentir el rocío en el aura,
apreciar como se traduce en calma,
aquello que se reclina,
no es sólo cuestión de clima,
es intensidad de sentimientos...
al asomarse el otoño austral,
al amanecer la primavera boreal,
nada parece ser igual,
en el espíritu cansino,
se va acercando al despunte,
cascadas de imágenes de sueños,
las esperanzas se anotan,
las ilusiones se brotan,
el aire se torna seda,
acomodando a los pasantes,
no hay huella de caminante,
que no se inscriba en el cielo...
las migraciones se suceden,
alteraciones en los muelles,
los horizontes son fuelles,
de observadores atentos,
el mar impulso alientos,
y las montañas sonrisas,
es necesario no ir de prisa,
para alcanzar el poniente,
cuando la tarde se aquieta,
cuando el alma se apacigua,
hay espíritus vagando,
en las dimensiones contiguas...
ya nadie se santigua,
al descubrir los santuarios,
las almas andan entre sudarios,
peregrinando por sus vidas,
nostalgiosos de heredadas heridas,
que van sembrando a su paso,
la oración está como ocaso,
el mundo está envuelto en diatribas,
ya nadie mira para arriba,
para ser bendecido en los ocasos...
los valores se han perimido,
son obsoletos los destinos,
muchos andan sin abrigos,
padeciendo los rocíos,
parecen haber olvidado,
parecen no haber descubierto,
que las gracias son desiertos,
cuando los dones no se iluminan,
y si los talentos no se cultivan,
terminan arrinconados justo donde terminan...
suelo detener mi paso,
deseo elevar mi vista,
no ando corriendo tras la pista,
de estocadas recibidas,
prefiero omitir las heridas,
para seguir observando,
la vida que va pasando,
me bendice con sonrisas,
por ello no voy de prisa,
sólo me quedo esperando,
la bendición es rocío,
en la noche que va llegando...
bajo estrellas silenciosas,
titilantes y preciosas,
he sentido hablar al búho,
decir algo del perfume de rosas,
he respondido con jazmines,
y florescencias del paraíso,
así de seguro Dios lo quiso,
para anunciar su presencia,
no alcanza la inteligencia,
para recibir la sapiencia,
lo que se cultiva en alma,
se exhala como paciencia,
y es de humildes la consciencia,
cuando lo que eleva es la inocencia.
Marzo 27, 2012.-
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