martes, 6 de marzo de 2012

SIN CERROJOS || Madrid, siglo XVIII | Cultura | elmundo.es

Madrid, siglo XVIII Cultura elmundo.es


LITERATURA | 'El cerrajero del Rey'

Madrid, siglo XVIII

Quienes hoy pasean por los aledaños del Palacio Real, en la madrileña Plaza de Oriente, poco o nada saben de la historia de este hermoso lugar: a principios del siglo XVIII, se levantaba allí el Alcázar Real, al que un desafortunado incendio prendió fuego por entero el 24 de diciembre de 1734. En ese mismo lugar, 4 años más tarde, comenzó a construirse el imponente Palacio que hoy puede contemplarse.

Muy cerca, en el Convento de San Gil, fue donde primero se dieron cuenta del incendio, tocando las campanas a rebato: el Alcázar se estaba quemando y quienes más ayudaron a salvar las obras de arte que contenía y las pertenencias reales fueron los cerrajeros de la zona, las únicas personas que, en ausencia de los reyes, podían acceder a las diferentes estancias palaciegas.

Ese convento hoy se llama Café de Oriente y su Salón del Aljibe fue el lugar elegido para presentar la obra
'El cerrajero del Rey' (editado La Esfera de los Libros, sello del grupo Unidad Editorial al que también pertenece EL MUNDO), de la historiadora María José Rubio. Tras el éxito editorial de ensayos como 'La Chata. La Infanta Isabel de Borbón y la Corona de España' o su serie ‘Reinas de España’, en la misma editorial, la autora se inicia en la novela con esta historia de amor e intrigas palaciegas. "Estamos en los albores de la Ilustración", comenta, "una corriente que imprimió su sello en ámbitos tan dispares como la cultura o la sociedad. Pero, sobre todo, en la economía. Es aquí donde comienza el espionaje industrial".

En esa España recién salida de una Guerra, donde se reparten el amor y el odio de la Corte dos reinas como Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza es donde se mueve el personaje central del libro, el aprendiz de cerrajero Francisco Barranco, "un personaje que existió realmente, como todos los de la novela, pero del que hay muy poca documentación", completa María José Rubio.

Natural de la villa de Morata de Tajuña, por quiebros del azar el joven llega al taller del maestro cerrajero José de Flores, cerrajero real, un cargo con muchos privilegios pero también responsabilidades. Las casualidades en la vida del joven Francisco Barranco se suceden una tras otra y, desde los primero capítulos, se encuentra con María Sancho Barona, condesa de Valdeparaíso, una de las protagonistas femeninas de la novela junto a Josefa de Flores.

Con Francisco, "un ser ambicioso pero también noble", la autora se encontró "hace ya mucho tiempo, cuando preparaba una tesis doctoral sobre el gremio de cerrajeros de Madrid. He tenido la historia en mente desde entonces, pero escribir novela es mucho más difícil que escribir ensayo: hay que crear los personajes, la trama, la ambientación... En el ensayo es más cómodo porque te ciñes a la realidad, a las fechas que conoces con certeza", asegura.

"Los personajes y las localizaciones son reales. No sabemos si lo que cuento sucedió, pero pudo haber sucedido. Los protagonistas van llegando casi solos al final del libro gracias a la documentación y a la rigurosa ordenación de la información recopilada", comentó la autora en la presentación.

Y hablando de localizaciones, la Calle de Rebeque o la Plaza de Ramales son algunos de los escenarios más reconocibles hoy en día, junto al actual Palacio Real. En la Calle del Rebeque, al final de la escalinata, se situaba la cerrajería real del maestro De Flores, con pozo de agua propio para surtir al oficio, "algo muy importante en el Madrid de la época, donde el agua escaseaba y los 'aguadores' hacían su agosto vendiendola a precio de oro", completa.

En la Plaza de Ramales se situaba la parroquia que daba servicios a los criados de palacio -"En su osario estuvo enterrado Velázquez", afirma María José Rubio- y el actual Palacio Real se levanta donde antaño estuvo el Alcázar Real, en el incendio del cual se perdieron incontables joyas fundidas al calor y obras de arte que quedaron calcinadas.

La obra también es un 'paseo virtual' por lugares emblemáticos de la geografía española como La Granja de San Ildefonso, el madrileño Casón del Buen Retiro, Aranjuez... donde se mueven a sus anchas un sinfín de personajes históricos de gran relevancia: los Goyeneche, grandes empresarios que poseían el privilegio de impresión de 'La Gaceta de Madrid'-, los arquitectos Churriguera, Sabatini o Bonavía, artistas como Farinelli y Scarlatti y los propios monarcas en cuyos reinados está ambientada la obra: los reyes Felipe V y Fernando VI y sus esposas, las reinas Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza, respectivamente.

Gracias al retrato que María José Rubio realiza de las mujeres, personajes centrales tanto en esta obra como en las anteriores de la autora, el lector podrá entender cada estamento social reflejado en la novela: maestros artesanos, artistas, criados del rey u hombres de gobierno van completando el 'cuadro costumbrista' de la época que consigue pintar la autora en las páginas de su libro.


el dispensador dice: las puertas más importantes del universo, aquellas que no se ven en la Tierra, esas mismas que no pueden ser vistas mediante los ojos, no necesitan de cerrojos, tampoco de llaves... los umbrales se abren (aparecen) ante los invitados a cruzarlos, siempre en el momento justo, nunca antes, nunca después, ya que el sentido de oportunidad concedido por el verbo causal no permite ni tampoco habilita a que los sucesos se anticipen, tampoco que se demoren. Los umbrales suelen tener dos puertas, una de acceso anterior, otra de acceso final... la primera de ellas lleva hacia el túnel umbilical que contiene la luz de la gracia de cada quién... sí, uno por cada ser humano nacido de madre. Luego de atravesar el canal de la luz, vaso comunicante con la dimensión contigua, el alma se conduce hacia un segundo portal que no necesita de llave, cerrojo ni custodio alguno. Todo lo que existe se ajusta a los patrones del verbo causal, el creador, bajo el precepto que establece que: "las esencias se cuidarán a sí mismas y se situarán más allá de las gracias, más allá de las existencias, más allá de las vivencias, teniendo entidad por sí mismas". Ello indica que no es necesario custodiar los sentidos del espíritu ya que ellos se recrean de cara a la eternidad, deviniendo desde ella misma. Las praderas del Señor también contienen puertas sin cerrojos, del mismo modo que los infiernos las tienen... todo está cerca, lo suficiente como "sentirse" y hasta "verse", sin embargo, las distancias entre una y otra dimensión contenedoras de almas, son imposibles de imaginar y de tanto, son ininteligibles. Al hombre de estos tiempos, le apasionan las cerraduras, las puertas magnéticas, las llaves electrónicas, todo ello para proteger los bienes efímeros, esos que pueden acumularse pero jamás llevarse... tanto es así, que esas almas llegan a sus umbrales vacías de contenidos, esperando la paz de los cielos, o bien tocar el cielo con las manos ya ausentes... no supieron reconocer los valores ante el culto de su propia gracia... tampoco los podrán reconocer ante el imperio de la luz... y ya sin sombra, seguirán siendo perseguidos por ellas, ahora con entidad implacable... y esas mismas sombras los conducirán hacia las penas que cultivaron en los otros, sus prójimos. El recinto donde se pesan las palabras en comparación con las intenciones subyacentes, tiene varios portales... uno de acceso, que se abre por sí solo al llegar el alma que contemplará lo que pronunció versus lo que guardaba como intención real ante cada una de ellas (palabras)... los otros portales (varios) conducen a las almas hacia destinos calmos, destinos aparentes, destinos invisibles, destinos desérticos, destinos hirvientes, destinos celestiales, y asimismo, otros destinos que no deben decirse, nunca pronunciarse, porque forman parte de las revelaciones subsiguientes a los tiempos respirables. No hay ascensores, pero algunas almas ascienden... o pueden descender hacia abismos insondables... y ello no es un eufemismo. Más allá, los portales dimensionales son comunes en el universo invisible, mucho más que en el que percibe el ser humano, un espejismo propio de la vida... algo que no existe. Los portales que conservan los accesos a lo realmente importante, se abren sólo ante el valor genuino de la voluntad inocente, sólo ante ella. Marzo 06, 2012.-

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