viernes, 1 de febrero de 2013

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo
(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo:

El enigma del regreso

Por: | 29 de enero de 2013
En un poema, dedicado a su hijo Gabriel, Eduardo Mitre le dice: "Hay un país solo, triste, / pobre, mágico, difícil, / casi imposible. Errantes nosotros, / hijo, de allá nomás somos". De allá: "Oruro fue mi cuna / y el Altiplano la época del aire / y de mi infancia", escribe en Susana San Juan. De allá nomás somos, de Bolivia. Y, de tanto en tanto, a los errantes les toca regresar. Ahora la editorial PreTextos ha reunido en Obra poética los libros de versos que Eduardo Mitre fue escribiendo entre 1965 y 1998. Están sus poemas de muy al principio, luego sus primeros libros, donde estuvo probando su voz y jugaba con las palabras en la página y hacía filigranas. Hasta que, poco a poco, va cogiendo esas maneras que se le fueron conociendo más tarde. Una poesía transparente, cargada con la verdad propia, pegada a la tierra. En su Testamento, incluido en Camino de cualquier parte, de 1998, les vuelve a hablar a sus hijos (a Ernesto y Gabriel) y les dice al principio: "Siempre díganle sí a la vida / como en su vuelo los pájaros, / aunque se les venga abajo / el cielo, y San Pedro encima. // Nuestra casa es el tiempo: / un desierto y un vergel. / Y a veces --con mar o sin él-- / un paraíso terreno". Y, luego, ya al final: "La muerte no existe. / Existen los muertos. / Todos nos dejan maltrechos / pero vivos. Son buenos. // Les dejo mi verso preferido. / Es de mi amigo Pessoa. / Guárdenlo en la memoria / y protéjanme del olvido: // Solo para oír pasar el viento / vale la pena haber nacido". Tiene razón Pessoa, tiene razón Mitre. Y para quien no lo crea, ahí tiene el Altiplano. El viento del Altiplano.

11 Eduardo-Mitre-Foto-Victor-Gutierrez-archivo_LRZIMA20121026_0097_11Mitre (la foto es de Víctor Gutiérrez) nació en Oruro en 1943, pero se fue muy pronto con su familia a Cochabamba. Allí estudió Derecho. Viajó después a Francia para aprender literatura francesa, y luego se instaló en Estados Unidos para dedicarse a la  literatura latinoamericana: se doctoró en la Universidad de Pittsburgh con una tesis sobre Vicente Huidobro. Ha enseñado en Nueva York, en New Hampshire, en Cochabamba. Y lleva ya años en Manhattan donde da clases en la Saint John’s University. Copio todos estos detalles de su biografía para dar cuenta de sus vagabundeos. En los distintos libros incluidos en esta Obra poética salen ciudades y lugares muy diferentes: París, Oaxaca, Taxco, Baeza, Úbeda, Querétaro, Hanover, habla de un lugar "donde se juntan las aguas frías del Ayutla y las aguas calientes del Concá", se refiere a Bruselas, al puerto de Ostande, va camino de Amagá...

Hay un poema, sin embargo, en el que habla de su regreso. Empuja la puerta del baño, se encuentra con un espejo: "Se asoma y, de pronto, / como de otra orilla del tiempo, / un niño lo mira / sin reconocerlo". Va por las calles, ve hileras de mujeres con sus retoños, no sabe si son quechuas o aymaras. Ahí está el viejo mundo que dejó hace ya tiempo. Le llega un verso de Óscar Cerruto ("y hasta el olvido al fin se olvida"), se pierde caminando sin rumbo. Está la vieja ciudad, está su antigua casa. No, no ha regresado, escribe Eduardo Mitre, ha venido: "Bajo el cielo natal: / la tierra de la extrañeza". O también esos otros versos: "Y la tristeza por el pecado / de estar por fin uno aquí / y sentirse extraño”.

No hay manera de regresar, el tiempo lo ha destruido todo. Simplemente se viene. A veces no hay ya ni siquiera casa y, por tanto, ni baño, ni espejo donde haya un niño incapaz ya de reconocer al extraño. Las cosas son así. No importa. Mitre no deja de celebrar la vida. Como en Prólogo al presente: "Abre los ojos. Despierta: / el paraíso está aquí / en la luz pasajera". O, en fin, no deja de dar cuenta de cómo somos. Ahí está su maravillosa Confidencia de Lucrecio: "Solamente una vez sentí piedad /(esa suerte de indefensión compartida): / fue al comparar y contrastar / la breve duración de nuestra vida / con los ingentes caudales del deseo, / como un vaso destinado / vanamente a vaciar el mar / y a quebrarse en el intento".


el dispensador dice:
hay cordillera,
piedras, silencios, vientos y olvidos,
yendo de camino,
así los he visto,
ellos han sido mis testigos,
he extendido mi mano,
hacia otros sin abrigos,
algunos han aprovechado,
inocencias que son talentos,
no entienden que el que salva,
es aquel que porta la gracia...

con el tiempo, sólo con él,
uno va aprendiendo que la vida es mucho más que un papel,
miré en sus ojos que semejaban ser granitos,
allí todo reflejaba vacíos,
reclamos, cuentas pendientes y algunos gritos,
se había acostumbrado a capturar voluntades,
a robar sueños y a inventar bondades,
inexistentes bondades... 
busqué en sus ojos y vi vendavales,
no había lágrimas,
sí excusas brotando a raudales,
justificando palabras injustificables,
conciertos desafinados, abismos sin finales...
extendí mi mano pretendiendo salvarle,
un sólo motivo, el poder ayudarle,
dudó en sí mismo asfixiado en mentiras,
prometí que al caer acumularía heridas,
no me creyó, una niebla le envolvía,
se dejó caer desprendiéndose de la vida...
¿hacia dónde vas, sensación hervida?,
el peso me lleva siempre hacia arriba,
no entendí lo que sentía,
la confusión del silencio,
devoró su día.
Febrero 01, 2013.- 

siempre hay un enigma en la partida,
así como también lo hay en el regreso,
hay motivos íntimos que movilizan,
se guardan en silencio por toda una vida...

aún cuando se cuenten,
relaten o se escriban,
nada revelará la circunstancia de la partida,
sólo serán excusas al paso,
para dar entidad al recuerdo en su día...

y si se regresa, 
por casualidad atrevida,
la estancia será corta,
lo que se ha vivido,
ya no guarda esquina.
Febrero 01, 2013.- 

  
 

 
  

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