sábado, 2 de febrero de 2013

ASASIF ▲ Reconstruyen el ‘techo astronómico’ de Karakhamón » La Aventura de la Historia, revista de divulgación elaborada por expertos y catedráticos de prestigio

Reconstruyen el ‘techo astronómico’ de Karakhamón » La Aventura de la Historia, revista de divulgación elaborada por expertos y catedráticos de prestigio

Antiguo Egipto / revelación
Reconstruyen el ‘techo astronómico’ de Karakhamón
31 enero 2013
El experto José Miguel Parra analiza la recuperación de los fragmentos "celestes" descubiertos en la necrópolis de Asasif, frente al templo de Hatshepsut, en Luxor, una representación egipcia del cosmos del siglo VIII a. C.

 

A pesar de lo que generalmente se cree, los egipcios no poseían unos desmesurados conocimientos astronómicos. Los sacerdotes sólo estaba interesados en calcular con cierta precisión el paso de las horas y los días, algo básico para sus festividades, sus ceremonias y para saber aproximadamente la fecha en la cual llegaría la crecida. Esto significa que sólo conocían los cuerpos celestes más importantes del sistema solar visibles a simple vista, los cuales sabían diferenciar perfectamente de las estrellas fijas. En realidad, la sabiduría astronómica egipcia sólo alcanzaba para un uso práctico. Algo que, no obstante, les permitió crear el calendario de 365 días que todavía utilizamos.

Como se han perdido los posibles papiros que pudieran haber escrito los egipcios sobre la cuestión, nuestros conocimientos sobre la astronomía faraónica proceden, sobre todo, de los llamados «techos astronómicos». Estas escenas, presentes en unas pocas tumbas y templos, son representaciones de los cielos donde aparecen las estrellas y planetas conocidos y utilizados por los astrónomos egipcios. No existen muchos de estos techos astronómicos —el más famoso es el de la tumba de Senenmut, de la XVIII dinastía—, de modo que cualquier nuevo descubrimiento supone toda una alegría para los especialistas.

La última incorporación a este limitado corpus astronómico ha sido el techo de la tumba  del sacerdote nubio Karakhamón (TT 223), situada en la necrópolis de Asasif (en la orilla occidental de Luxor, frente al templo de Hatshepsut). Un personaje que vivió en Luxor en torno al año 710 a. C., cuando Egipto estaba gobernado por los faraones nubios de la XXV dinastía.


Aculturados por milenios de presencia egipcia en sus territorios, los gobernantes del reino nubio de Kush se consideraban más faraones que los faraones. Por eso, cuando vieron la tremenda inestabilidad que reinaba en el valle del Nilo durante la XXIV dinastía, decidieron conquistar Egipto para devolverle el esplendor perdido.
Una vez logrado su objetivo, impulsaron un retorno a los textos y tradiciones ancestrales, buscando en la tradición un medio de legitimarse. En el caso de la necrópolis tebana, esto se puso de manifiesto en la construcción de grandiosas tumbas subterráneas semejantes a templos —algunas contaban con salas hipóstilas— y decoradas con escenas funerarias dejadas de utilizar hacía 150 años. Una de las primeras tumbas de este tipo fue la de Karakhamón, convertida en modelo para otras posteriores.

El techo astronómico de Karakhamón fue descubierto en agosto del 2010 por los miembros del Proyecto de conservación del Asasif sur, dirigido por la  egiptóloga Elena Pishikova. Y de la ardua tarea de recomponerlo se encarga Miguel Ángel Molinero, profesor de la Universidad de La Laguna. Una labor en la que ha contado con ayuda del epigrafista Daniel Méndez y la arqueóloga Soraya Luján, acompañados por los restauradores del Servicio de Antigüedades Egipcias. La tardanza en presentar el descubrimiento al público se explica porque el techo apareció caído en el suelo de la tumba roto en unos 6000 fragmentos, entre los cuales había también restos de la decoración de las paredes de la cámara.

El trabajo de restauración comenzó ya in situ, de tal modo que mientras se iba desescombrando la cámara, Molinero y su equipo se encargaban de recuperar los fragmentos e ir agrupándolos según su temática. Por un lado los decanos —un grupo de 36 estrellas o asterismos que aparecen consecutivamente en el firmamento nocturno a lo largo del año—, por otro las constelaciones y más allá el cuerpo de la diosa Nut. Todo ello al tiempo que separaban los pedazos correspondientes a la decoración de las paredes, donde se podía ver la escena del pesaje del corazón ante Osiris en el otro mundo.

El esfuerzo dio sus frutos y los egiptólogos españoles no tardaron en comprobar que se encontraban ante un techo astronómico que representaba el cielo nocturno septentrional y el meridional separados por la diosa Nut, cuyo alargado cuerpo representaba la Vía Láctea y hacía de eje central de la composición.

De todo este rompecabezas, cuyos primeros resultados serán publicados esta primavera por la Universidad Americana de El Cairo, ya se han colocado en su sitio los primeros quinientos fragmentos. Son los más grandes, y servirán de puntos de referencia para ir situando los demás. Como dice Miguel ángel Molinero: «Lo que más impresiona es el azul tan intenso del cielo y los nombres de las estrellas en amarillo, de manera que los signos de la escritura representan a la propia estrella, como Sirio-Sopdet y las que componen la constelación de Orión, y los planetas». Un nuevo e importante descubrimiento que viene a sumarse a nuestro conocimiento de la astronomía egipcia.
Sigue también a J. M. Parra en www.lahistoriaempiezaenegipto.com

Queen Hatshepsut

el dispensador dice:
nada coincide,
algún alma de aquel tiempo observa y se ríe,
¿qué es lo que dice?,
¿qué es lo que dicen?,
no estuvieron allí,
la soberbia los rinde...

lo que el oportunismo expresa,
es desprecio que reza,
el Sol de la plaza,
seca cabezas,
¿no ves sus obras?,
todas estratégicas,
sus energías se han vuelto añejas,
ninguna historia queda entre rejas...

nada es según lo cuentan,
deberías soñar alguna vez con Tebas,
sabrías de oráculos,
también de cuentas,
no hay mejor matemáticas,
que las que se piensan,
las neuronas crecen,
cuando se las riega,
nada reemplaza,
lo que Dios entrega...

¿notas el cielo,
sobre tu cabeza?,
¿sabes qué dice,
sabes qué reza?,
no uses tus ojos,
ni tu cabeza,
ver con el alma,
descubre la pieza,
un número llave,
abre su puerta...
si por allí ingresas,
ya no regresas...

¿sabes qué es conectar los umbrales?,
revelar qué significan los ventanales,
puedes asomarte y cruzar portales,
puedes asustarte y hallar visiones infernales,
puedes entender sobre sendas celestiales,
puedes comprender que hay paralelas que no son iguales,
puedes descubrir ángulos a raudales,
puedes deslizarte hacia fuentes equidistantes,
puedes ser tangente a cualquier esfera,
ser radio es parte de la consigna de la espera,
todo conduce a nodos espirituales,
reconocer las místicas,
no concede habilidades,
pero sí inicia e impulsa hacia luces iguales...

la luz es el comienzo,
también el fin de las cosas,
no sabes de esencias,
si no sabes de rosas,
no es juego de palabras,
ni cambiar las cosas,
geometrías de luz,
son buenas alfombras...

ven a Asasif,
mira sus estrellas,
usa el alma,
sabrás de ellas,
nada es como lo cuentan,
navegar hacia allá... no deja huella,
y la clave está,
en navegar sobre piedras.
Febrero 02, 2013.-
sabios y genios deben morar juntos, sus mentes se enlazan más allá de este mundo, haciendo posible sumar al conjunto, deben despejarse ecuaciones y punto. La Tierra no es otra cosa que una idea transformada en fórmula de pasos y sombras, el que halla su llave asume el silencio y obtiene su cobre.

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