El viaje a China de Don Quijote de la Mancha
La novela Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes (1547-1616), ha adquirido tanta fama mundial que se afirma que ningún otro libro, excepto la Biblia, ha tenido tantas traducciones. Pero la primera traducción al Chino se realizó de manera parcial en 1922 y hasta el año 1959 no existió una traducción completa.
En 1615 veía la luz la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. Así culminaba el proyecto que Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) había comenzado diez años antes, cuando apareció la primera parte de esta obra (1605). Y se completaba de ese modo la pieza más relevante de la literatura española y una de las principales de las letras universales. Hoy en día, tanto la novela como el propio autor son mundialmente conocidos. Las aventuras y desventuras del caballero de La Mancha son leídas también, por supuesto, en China. Don Quijote, ingenuo y excéntrico (más que loco), y su escudero Sancho, fiel y sencillo, se convirtieron hace tiempo y siguen siendo, a ojos de los extranjeros –incluidos los chinos– en símbolos de España, de su personalidad y de su cultura.
Por otra parte, el 23 de abril de cada año se celebra en todo el mundo el Día del Libro, que conmemora la muerte no solo de Cervantes, sino también del gran dramaturgo inglés William Shakespeare, justamente en 1616, hace ahora también cuatro siglos. En realidad, Cervantes murió el 22 de abril de 1616 si bien es cierto que fue enterrado el 23. Por otra parte, las defunciones no sucedieron el mismo día pues existía en ese momento un desfase entre el calendario inglés y el español. De modo que, para los ingleses, Shakespeare murió el 23 de abril pero para los países de credo católicos, que adelantaron el calendario 10 días a partir de 1582, ocurrió el 3 de mayo. Sin embargo, y en definitiva, aunque estrictamente no haya coincidencia, el valor simbólico de la fecha es el que ha prevalecido.
El ingenioso hidalgo don Quijote, como recordamos todos, vive “en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. Cervantes lo presenta así, como un humilde hidalgo, sin más vicio que el de la lectura, que le lleva a soñar despierto con la posibilidad de protagonizar las aventuras de sus héroes de ficción: Amadís de Gaula, Tirante el Blanco, Palmerín de Inglaterra y otros muchos. Para la compra de los libros de caballerías protagonizados por estos personajes ha tenido que malvender tierras. Pero al pobre hidalgo, “del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”. La locura le conduce a pensar que lo leído es verdadero y que es posible resucitar la vida caballeresca de otros tiempos, retratada en esos libros. Y así es como empezará su periplo de encuentro con la realidad de la Castilla de la época.
Según se aprecia en la estructura, Don Quijote es una novela itinerante, pero que revolucionó las novelas de caballería tradicionales con un enfoque creativo a través de la distancia, la ironía y la comicidad. La trama de la novela la constituye la sucesión de episodios, paradas y fondas, organizados siempre en torno al héroe andante, que vaga por la Mancha, Aragón o Cataluña, sin un objetivo geográfico preciso, como hacían los héroes medievales Lanzarote del Lago o Tristán de Leonís, en busca de acontecimientos o lances que el azar pusiera en su camino. Pero Don Quijote es, de hecho, la primera novela moderna y la primera que lleva adelante una verdadera polifonía de voces que representan personalidades diferentes y enfrentadas, reflejando de manera compleja la realidad de su época. Será esencial para dicho coro de voces el contrapunto del personaje de Sancho Panza, hombre de pueblo, sencillo y rudo, al principio aparentemente simple en sus ideas, pero que irá demostrando cada vez más sentido común. Y la imagen de Dulcinea del Toboso, la dama perfecta que mueve las hazañas de todo caballero andante, aunque se trate en la realidad de la vulgar campesina Aldonza Lorenzo.
Movido por esos ideales de caballería transcurrirán escenas memorables, en las que don Quijote confundirá los molinos de viento con gigantes, los galeotes encadenados con prisioneros inocentes, las ventas con castillos, las mesoneras con princesas, los leones de circo con fieros animales, los caballos de madera con voladores corceles, los títeres de teatro con personajes reales, los bandoleros con caballeros, etc. Al mostrar la realidad de su tiempo, a través de los ojos y las ideas de un personaje excéntrico, Cervantes se permitió una crítica y una ironía imposibles de concebir antes. Y eso es lo que apreciaron los lectores, españoles primero, pero de todo el orbe posteriormente. Hay que tener en cuenta que la traducción al inglés de la primera parte de Don Quijote, de Thomas Shelton, apareció en 1612. Y los críticos reconocen que la huella de la obra de Cervantes fue casi tan profunda en Inglaterra como en España. No hay escritor inglés, entre el XVIII y el XIX que no lo reconozca: desde Daniel Defoe, Jonathan Swift, Henry Fielding o Laurence Sterne, hasta Walter Scott o Charles Dickens. Y, a partir de aquí, las traducciones a otros idiomas se multiplicaron. Se afirma que ningún otro libro, excepto la Biblia, ha tenido tantas traducciones como Don Quijote.
Y es aquí donde comienza su viaje a China. Desde 1922 hasta la fecha han aparecido hasta 21 traducciones de la novela pero fue Zhou Zuoren el primero en introducir la novela. Leyó Don Quijote a principios del siglo XX, en Japón, e incluyó una reseña de la obra en su Historia de la Literatura Europea, escrita en 1918. Sin embargo, los lectores chinos tuvieron su primer contacto con el texto de la novela gracias a Lin Shu y Chen Jialin. A través de la interpretación oral de Chen, Lin tradujo el texto de Cervantes al chino en 1922, desde la versión inglesa, y tradujo su título como “La Biografía de un Caballero Mágico” (“魔侠传”mó xiá zhuàn). Sin embargo, esta traducción solo contiene la primera parte y de ella se eliminaron algunos episodios. En los 30 años siguientes, todas las traducciones de esta obra fueron abreviaciones y adaptaciones de la versión de Lin y Chen.
En las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado, la sociedad china se encontraba inmersa en un período de cambio social. Tomando como base esa nueva realidad, don Quijote, un hombre que actúa de manera atropellada, golpeando sin sentido a diestro y siniestro, enajenado de la realidad, aunque lleno de ilusiones, fue tomado fundamentalmente como un personaje cómico y ridículo por sus lectores. Además, puesto que aún no existía ninguna traducción completa de la obra, sus primeros lectores no lograban comprender el espíritu de aspiración sublime e ideal que se podía esconder tras sus comportamientos aparentemente absurdos. Luego, desde finales de los años 30 hasta los años 40, la traducción, la investigación y la crítica de novelas como Don Quijote quedaron relegadas a causa de la convulsa situación del país. Hasta el año 1959 no existía una traducción completa y fue Fu Donghua quien finalmente tradujo las dos partes al chino, pero desde el inglés, por lo que se convirtió en la primera traducción completa en China. Fue entre 1977 y 1978 cuando una nueva edición de las obras clásicas, de la editorial “Literatura del Pueblo”, provocó una oleada de lecturas. En esa década de los años 70 comenzaron a penetrar en la cultura los ideales y las letras occidentales, lo que estimuló las traducciones al mandarín de nuevos textos de literatura occidental de diferentes períodos.
Transcurridos 20 años desde la traducción de Fu Donghua, se publicó en 1978 la primera transcripción realizada directamente del español al chino de Don Quijote, por la traductora Yang Jiang. Para hacerlo posible, Yang aprendió castellano de forma autodidacta, cuando tenía casi 50 años, y empezó su trabajo en 1961. Los 100.000 ejemplares de la primera tirada se agotaron al poco de salir a la venta y lo mismo ocurrió con la segunda impresión de otros 100.000. En 1987 se publicó la segunda edición, con dos tiradas más: en 1989 la editorial Lianjing de Taiwan presentó la versión en chino tradicional, y en 1995 la “Literatura del Pueblo” ofreció una encuadernación de lujo para coleccionistas y finalmente, en 2005, salió la versión ilustrada. De aquí se puede deducir la afición de los lectores chinos por esta traducción y se puede confirmar la contribución de Yang a la divulgación de esta obra clásica en su país.
En 1978, cuando se publicó por primera vez la traducción de Yang, el rey de España se encontraba de visita en China. Deng Xiaoping le ofreció a Juan Carlos I, como regalo, esta traducción de Don Quijote. Gracias a la misma, Yang Jiang obtuvo la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Según los datos de la editorial “Literatura del Pueblo”, hasta el año 2001 vieron la luz 700.000 ejemplares de su traducción, sin duda la más vendida de entre todas las de este libro en China. Otras traducciones que cabría mencionar y destacar, sin embargo, son la de Dong Yansheng (publicada en 1995 y revisada en 2006); y la de Sun Jiameng (que vió la luz en 2001), ambas con premios importantes a la interpretación literaria.
En conclusión, durante cuatro siglos, millones de lectores han disfrutado de la lectura de la obra de Cervantes y decenas de expertos la han traducido, analizado e interpretado. El afamado escritor checo Milan Kundera calificó Don Quijote como la primera novela moderna. Y, en efecto, encabeza la lista de las mejores obras literarias de la historia, establecida a partir de votaciones anónimas de escritores de más de medio centenar de países. En el caso del público chino ha sido contemplada y estudiada desde múltiples perspectivas y enfoques, teniendo en cuenta que sus personajes, sentimientos, aspiraciones e ideales conectaban con las preferencias lectoras de un amplio sector de la población ansiosa de conocimientos; y tomando en consideración también el contraste con el desarrollo de la literatura y cultura de la China moderna a partir de su pasado. Y es que este es, exactamente, el valor inherente de las obras clásicas: puede transcurrir el tiempo y podrán continuar atrayendo a los lectores de diferentes períodos, con distintas patrias y sentimientos, pero con sensibilidades afines y universales a la hora de captar a través de la ficción las complejidades del alma humana, como Cervantes supo hacer de manera magistral.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 35. Volumen II. Marzo de 2016.Leer este reportaje en la edición impresa
No hay comentarios:
Publicar un comentario