y me quedé con la imagen estampada en el alma,
regresé la mirada para verla por última vez,
no tenía importancia el momento en que sucedía...
siempre, a lo largo de la vida, uno debe volver la espalda e irse...
quedaban en mi mente las paredes descoloridas,
que contenían algo, poco o mucho de mi espíritu.
Había respirado dentro, también en su alrededor...
el jardín guardaba mis olores tanto como yo guardaba sus perfumes,
los árboles y yo éramos una sola cosa,
savia y sangre... sangre y savia...
las aves miraban silenciosas desde sus nidos,
a sabiendas de su instinto sabio, qué vendría...
soplaba la brisa, acariciando la despedida,
y así como así, con el alma desgarrada,
el silencio se hizo lágrima...
y partí según el destino lo tenía decidido,
porque uno jamás debe escapar al destino,
lo que está escrito, escrito está...
lo bueno de ser consciente de ello,
es saber que siempre, siempre hay un mañana
que te da revancha luminosa...
la lágrima se impregnó en el suelo
y la raíz de la palmera la hizo suya,
savia de eternidad verde...
el dispensador: recorriendo nostalgias de jardines pasados. Junio 25, 2009.-
DEDICADO A: el tiempo de espera...
pinturas del maestro Jorge Frasca.
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