Los reinos de Taifas de José María Merino
El escritor y académico reclama una memoria histórica que una a la ciudadanía
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Federico García Lorca se marchó, obligado por la metralla de un fusil franquista, la noche del 18 al 19 de agosto de 1936. Casi ocho décadas después, la memoria de los contemporáneos falla. O eso es lo que piensa la letra m de la Academia, José María Merino (La Coruña, 1941). Prolífico, conciso, de voz grave, recogió el pasado año el Premio Nacional de Narrativa por El río del Edén (Alfaguara) —uno más entra la extensa colección de galardones que ostenta—. “Tenemos poca memoria histórica. Y no solo por la Guerra Civil. También hemos olvidado las cuatro lamentables y sangrientas guerras del siglo XIX”.
El veterano escritor, que recuerda las lecturas de Lorca que su padre hacía en casa cuando él aún no se levantaba más de un metro sobre el suelo, está profundamente convencido de que la memoria histórica debería servir para llegar a un acuerdo. “Un país tan antiguo y rico como el nuestro, en leyendas, gastronomía, fiestas… y que nos llevemos tan mal. La memoria puede servir para llevarnos bien. Lo estamos viviendo ahora con el separatismo catalán. ¿Por qué no nos reconciliamos ya?”, se pregunta el gallego de nacimiento y leonés de adopción durante una pausa de Una experiencia en la ficción, un curso magistral de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo que imparte hasta el próximo 22 de agosto.
La literatura, la poesía, la cultura… son anclajes de un pasado común que siguen sin usarse para conciliar, según Merino, que reivindica el abandono del sectarismo y la adopción de lo mejor del pasado: “Debería asumirse el pasado desde eso, porque es lo que nos une. ¿Menéndez Pelayo era de derechas? Pues bueno, a mí me cuenta que tiene el marco de una de las primeras novelas históricas”.
La derecha y la izquierda política sigue siendo una línea divisoria. Las fronteras entre comunidades autónomas también. El académico ni lo entiende, ni lo comparte. Recuerda, con las manos apoyadas una sobre la otra, el año en que se marchó a Francia. Fue después de terminar el bachillerato, y allí, amén de no aprender apenas francés, hizo un amigo irlandés que, al conocer la procedencia de Merino, le dijo: “¡Ah!, del pequeño continente”. Merino sonríe: “Por ser un mundo de una variedad riquísima. Yo tengo la suerte de pertenecer a él. Todo está aquí”.
En Cádiz comiendo pescaíto, en León tomando una tapa, o en Barcelona bebiendo algo en una terraza; el literato asegura que no se siente distinto, “aunque tengan distintas melodías para el lenguaje. Si para alguien es distinto… Así terminó la España árabe por los reinos de Taifas, entrar ahí es un error absoluto”.
Lo que no fue una equivocación fue decir sí a impartir el curso magistral de la UIMP. Aunque cuando le hicieron la proposición se quedó perplejo, o eso asegura. “En otras ocasiones eran expertos hablando de mi obra y yo asistiendo de cuerpo presente. En esta ocasión era yo quien tenía que decir algo sobre mi propio trabajo. Y en eso siempre hay un poco de petulancia”. El miedo del primer momento se convirtió en terapia y en reflexión: “Ha sido como una reconsideración de mi papel como escritor, recordando mi trabajo. Una vuelta al pasado”.
La recapitulación de su propia obra le está resultando grata. Cuando mira hacia atrás descubre matices olvidados, recuerdos ocultos: “Pero lo que más nítidamente he descubierto ha sido coherencia. Ya en los primeros poemas estaba latente el gusto por el sueño, por la ficción, la mezcla de realidad y ficción. Si de algo puedo presumir, es de coherente”. ¿Algo que no le haya gustado de ese vistazo a su pasado? Asegura que no, su prurito por darle cientos de vueltas a cada letra ha conseguido que a día de hoy, pueda decir que no hay nada que sea una chapuza: “Todo lo que he llevado a cabo siempre ha sido a conciencia”.
La ficción
La Real Academia de la Lengua define ficción como la acción y efecto de fingir. Para Merino la ficción es la base profunda del ser humano, de la realidad; y es consustancial a lo que somos. Se puede fingir algo real y algo fantástico. Él ha jugado más con lo realista, aunque afirma que cada novela tiene sus requisitos: “Hay que cumplir con lo que uno mismo se marca. Hasta el final. Sea lo que sea lo que te impusieras”.
El autor asegura que nuestro lenguaje es capaz de construir ficciones que a su vez construyen la realidad: “Ficción, y no mentira. Hay que distinguir entre mentira, ficción y realidad. Ésta última por ejemplo no necesita ser verosímil, la creemos suceda lo que suceda”. No ocurre lo mismo con la ficción: “Si en una novela apareciera el virus del ébola, un terremoto, la corrupción… muchos dirían ‘¡venga ya! ¡esto no es posible!”. Y lo es. Sucede. Está sucediendo. Sin embargo, Merino cree que los temas candentes no deben reflejarse en las novelas, sino en el día a día de los medios de comunicación: “La novela no va al mismo tiempo que la realidad. Requiere reposo, hace falta una perspectiva”.
En septiembre La trama oculta (Páginas de espuma) reposará sobre los estantes de las librerías. Una colección de relatos que une cuentos realistas, futuristas, fantásticos y microcuentos. “Siempre he alternado un volumen de cuentos con uno de novela. Así que, en cuanto a la novela, vislumbro algo, pero es como un bulto en la niebla. No sé cómo será”, sonríe Merino. Y se marcha de vuelta a su terapia personal, la que le ha brindado la oportunidad de repasarse a sí mismo.
el dispensador anota al margen: Las taifas (en árabe: طائفة ṭā'ifa, plural طوائف ṭawā'if, palabra que significa "bando" o "facción") fueron hasta treinta y nueve pequeños reinos (ملوك الطوائف) en que se dividió el califato de Córdoba después del derrocamiento del califa Hisham III (de ladinastía omeya) y la abolición del califato en 1031. Posteriormente, tras el debilitamiento de los almorávides y los almohades, surgieron los llamados segundos (1144 y 1170) y terceros reinos de taifas (siglo XIII). El origen de todas las dinastías de las taifas era extranjero, salvo el de los Banu Qasi y los Banu Harun, que era muladí.
el dispensador dice: la humanidad es una sola, compuesta por hombres y mujeres en sus gracias y en sus roles y sus circunstancias, pero antes que ello la humanidad expresa al conjunto de seres humanos, donde hombres y mujeres son sinónimos, semejantes y equivalentes, con todo lo que ello implica, con un agravante, la mujer puede dar a luz y el hombre no, por consiguiente tiene una capacidad singular para soportar cualquier dolor, cosa en la que el hombre siempre pierde... más allá, las verdaderas escrituras sagradas, esas que están ocultas a los ojos de los mortales... indican que la inteligencia femenina es dramáticamente superior a la del varón de cualquier condición... algo que el occidente utilitario se ha ocupado en desmentir apelando a los viejos trucos de la iglesia católica inquisidora y fundamentalista, que fue sumando mentira tras mentira hasta hacerle creer al mundo que era bueno ser pobre, que era mejor robar para luego ser solidario, que era más sutil ser pirata para luego mostrarse misericordioso, y que hasta era bueno ser usurero para luego enaltecerse mediante compasiones, sin reparar en que la sumatoria de mentiras, jamás resulta en verdad alguna... traducido, las miserias humanas siempre han estado a la orden del día, pero antes había muchos menos miserables que los que circulan hoy día...
no en vano... los oráculos eran regenteados por mujeres... así como no en vano, las ciencias de las matemáticas y las geometrías también lo eran (regenteados por mujeres)...
¿mejor?, ¿peor?, no importa... lo que sí importa es que la humanidad es una sola, única en el planeta Tierra, también único, y que curiosamente, nadie en todo el concierto humano puede autoerigirse como propietario (a pesar de los imperios), como nadie puede decirse titular de tal o cual patente (a pesar de los imperios), como nadie puede arrogarse el derecho de propiedad intelectual de nada, sin tener en cuenta que todos dependemos del mundo de las ideas conectadas a sus gracias (a pesar de los imperios)... los humanos son mortales y los mortales, al estar de paso, son efímeros...
ahora bien, toda realidad, cualquiera de ellas (realidades) supera largamente a cualquier ficción... y las realidades inhiben a que los involucrados se escapen de ellas y del imperio de la historia que no se escribe, sino que se escribe a sí misma... ¿por qué?, porque todo, absolutamente todo, es una cuestión de consciencia, desde lo que se dice hasta lo que se hace... y así como nadie puede escapar a su destino, tampoco puede hacerlo de su gracia, esto es que no puede ocultarse de su ángel de la guarda, como tampoco puede renegar (ante Dios) de los hechos/dichos de su consciencia, mal que le pese a quien sea...
cuando das vuelta la página, te das cuenta que el cuento no era otra cosa que una versión pálida de alguna realidad... por consiguiente, sea mito o sea leyenda, todo proviene de la misma esencia, y en ello, va todo el "bando" humano, que a pesar de sus diferencias... sigue siendo uno solo, desde que la creación mantiene ordenado el caos...
más allá, ninguna inteligencia por grande que sea, habilita a sabiduría alguna, ya que para ser sabio, hay que saber desprenderse de los humanismos, por ende de los cuerpos, por ende de los suelos, por ende de los aires, por ende de los tiempos... y ello es inexorablemente así, desde que la eternidad es tal... después, todo será cuestión de genios, embotellados o sueltos y a granel... pero cuando te la crees, terminas siendo nada... ni inteligente... ni genio... mucho menos sabio... antes bien, un ignorante más. AGOSTO 20, 2014.-
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