martes, 19 de agosto de 2014

CARTA


Carta del jefe sioux Seathl a Franklin Pierce, presidente de los Estados Unidos

El decimocuarto presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce (1853-1857) hizo una oferta para comprar unos terrenos pertenecientes al pueblo sioux a cambio de entregarles una reserva. La carta de contestación del Jefe sioux, Seathl, es de una belleza y lirismo que hace, todavía a día de hoy, estremecer al más frío de los hombres:

El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestra tierra. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto es amable de parte suya, puesto que nosotros sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos en cuenta su oferta, porque estamos seguros de que si no obramos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. El gran jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe Seathl, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas: nada ocultan.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo y el calor de la Tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo . Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina de pino brillante, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Nunca podemos olvidarla porque ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila: estos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello cuando el gran jefe blanco de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el gran jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua, sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra tierra deben recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada, y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y, una vez conquistada, sigue su camino dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle.

Les secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden, como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde del estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para un piel roja, ya que todos los seres compartimos un mismo aliento: la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira, como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si le vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si le vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada; como un lugar donde el hombre blanco puede saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no entiendo cómo el caballo de hierro que fuma puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual, porque lo que les sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va unido. Todo lo que hiere a la Tierra también herirá a los hijos de la Tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas y ensucian sus cuerpos con comidas y bebidas fuertes.

Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de nuestros días. No quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos más y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez existieron sobre estas tierras o que anduvieron en pequeñas bandas en los bosques quedarán para lamentarse ante las tumbas de una gente que una vez fue poderosa y tan llena de esperanza. Una cosa nosotros sabemos y que el hombre blanco puede algún día descubrir. Nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede pensar que ahora usted es dueño de él, así como usted desea hacerse dueño de nuestra tierra. Pero usted no puede. Él es el Dios del Hombre. Y su compasión es igual para el hombre blanco que para el hombre piel roja. Esta tierra es preciosa para Él, y hacerle daño a Tierra es amonontonar desprecio hacia su creador. Los blancos también pasarán-tal vez más rápidos que otras tribus-. Continúe ensuciando su cama y alguna noche terminará asfixiándose en su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, los caballos salvajes todos amansados y los rincones secretos de los bosques se llenen con el aroma de muchos hombres y la vista de las montañas se colme de esposas habladoras, ¿dónde estará el matorral? Desaparecido ¿dónde estará el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz, adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la subsistencia. Nosotros tal vez entenderíamos si supiéramos qué es lo que el hombre blanco sueña; que esperanzas les describe a sus niños en las noches largas del invierno.; qué visiones queman su mente para que ellos puedan desear la mañana. Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros, y porque están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reserva que nos han prometido. Allí tal vez podremos vivir los pocos días que nos quedan, como es nuestro deseo.

Cuando el último piel roja de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gentes, porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes la memoria de la tierra tal y como estaba cuando se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla para sus hijos y ámenla, así como Dios nos ama a todos. Una cosa nosotros sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes, esta tierra es preciosa para Él. Y el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común.

el dispensador dice: cada tanto regreso a leerla... ayer la encontré en facebook y descubrió su lugar en mi memoria... antes de cualquier cosa, debo decirte que creo en las cartas, y creo en ellas cuando lo que se escribe traduce los sentimientos de alma... fijate vos que hay gente que no escribe, aduciendo razones literarias, cuando en verdad ello se debe a vacíos del alma, que impiden traducir los genuinos contenidos del espíritu cristalino...

el descubrimiento y la conquista denigraron la condición humana de nuestros ancestros originarios... sus propias ignorancias les impidieron ver y valorar cuánta sabiduría anidaba en aquellos linajes y sus respectivas estirpes... sabidurías que laten como ecos aún hoy, cuando la historia fue arrasada para verse reelaborada por extrañas intencionalidades comunes a las miserias humanas de las gentes mezquinas...

como siempre te digo, y no me cansaré de repetirte, el sacrificio de los inocentes regresa a conservar sus esencias... no importa el tiempo humano que tarde en regresar, siempre lo hace... esto te lo puedo decir como investigador, pero más allá te lo puedo decir como viejo... ciertamente el precepto bíblico revela que "donde esté tu corazón (si lo tienes), allí estará tu amor (afecto)", siempre, estableciendo un vínculo invisible que es atemporal, que dura por siempre... porque ello pertenece al sentido de las fuentes, asumiendo que todo lo demás, no es más que "lo demás" de cada circunstancia... suena difícil de entender, pero es así de simple... justamente porque la vida es muy simple, y sólo las miserias humanas la hacen difícil de digerir, por ello, cuando lo simple se torna complejo y laberíntico, hay que tomar distancia para regresar a las simplezas...

nunca supe los por qué de mis afinidades al pensamiento nativo originario... aún siendo descendiente de europeos (mitad italianos, mitad vascos), algo me convoca y hace "pertenecer", y curiosamente no reniego de ello, más aún... pertenezco sin peros algunos... porque nosotros, todos, somos hijos del mismo Dios, no importando que religión se elija, somos hijos de su gracia, de su aliento, y hasta de su tiempo... por ende somos hermanos, todos, ante él y sus razones, y esto es prescindiendo de cualquier razón humana... por eso, y dado que de aquí sólo nos llevamos el alma que portamos... nada nos pertenece... absolutamente nada más que los afectos que sembramos y recogemos...

más allá, la Tierra es propiedad de Dios, y de nadie más... más allá, todo lo que hay en ella es propiedad de Dios, y de nadie más...

las argucias del hombre blanco han podrido el mundo humano... muchos cinismos... muchas hipocresías... muchas soberbias... muchos desprecios... muchas intolerancias propias de las envidias... mucha perversidad... mucha competencia mentida y peor dirigida, que confronta lo innecesario para inmediatamente crear una descalificación del oponente, negando su condición humana tanto como su genio, el que siendo poco o siendo mucho, es siempre valorable por las razones que hacen que esa alma encarne para cumplir con los designios de la divinidad...

los nativos originarios tenían una conexión con Dios, con la Tierra, con la naturaleza, y con los elementos, que se ha perdido... justamente porque el hombre blanco está atrapado entre urgencias, apuros, y por esa extraña necesidad de mentirse a sí mismo, engañándose para aturdirse y decir que todo está bien, cuando en verdad dista de estarlo... no obstante ello, la Tierra sigue siendo de Dios y de la creación, del mismo modo que sigue sin pertenecer a ningún hombre, a ninguna corporación, ni a ninguna razón humana...

aquel gran jefe Washington se ha convertido en un nuevo gran jefe imperio, mucho más ciego que aquel, mucho más sordo que aquel, mucho más soberbio que aquel, por ende mucho más miserable que aquel, y dado que cuando sé es miserable sé es también mezquino, el mundo humano está padeciendo globalmente aquellas razones que llevaron a los primeros colonos de las tierras americanas, que hacían referencia a un "sueño americano", a que aquel sueño se transforme en pesadilla universal, una pesadilla que ya supera los límites de la atmósfera terrestre expandiéndose al espacio exterior, habiendo hecho pié en Venus, en Marte, y en cada lugar donde el hombre mete las narices exhibiendo sus locuras y sus demencias de poder... sin embargo el imperio se está comiendo a sí mismo... y dada la maldad contenida, nada puede evitarlo ni tampoco revertirlo...

indudablemente, la cultura humana debe regresar a sus fuentes... porque ya está siendo demasiado tarde...

indudablemente, la cultura humana debe regresar al consejo de ancianos... superior cuerpo colegiado a cualquier desconcierto político de estados tan ausentes como miserables...

indudablemente, la cultura humana debe comprender que la "vida está para honrarla"... y que para hacerlo, se debe partir de la premisa de que todos somos hermanos ante un mismo Dios...

indudablemente, la cultura humana debe regresar al valor del destino propio... un destino que se teje a partir de circunstancias únicas...

indudablemente, la cultura humana debe comprender, de una vez por todas, que sólo las esencias hacen a las fuentes y a sus valores... y que nada justifica el quebrar los puentes que conducen a ellas (fuentes)...

debo confesarte que mi salud se deteriora más rápido de lo que camino, por ende no quiero dejar para mañana aquello que puedo decirte hoy, porque al fin y al cabo, aún cuando no nos hayamos estrechado en un abrazo, somos hermanos ante Dios, y ello sólo es suficiente razón para decirte lo que siento, más allá que lo compartas o no... el hombre debe decir lo que siente, y debe decirlo con la sencillez de la inocencia, porque en sí mismo, ése es un acto de amor "universal"... AGOSTO 19, 2014.-



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