miércoles, 6 de agosto de 2014

HORMIGUERO ▲ El abecedario del arte gratis en Londres | Actualidad | EL PAÍS

El abecedario del arte gratis en Londres | Actualidad | EL PAÍS


Una visitante posa junto a la obra 'Casa Tomada', de Rafael Gomezbarros, en la muestra 'Pangaea: Arte Nuevo de África y América Latina' en la galería Saatchi de Londres. / ADRIAN DENNIS (AFP)

El abecedario del arte gratis en Londres

De las las enormes hormigas de Gomezbarros en la Saatchi a la muestra inspirada en el alfabeto de la Wellcome Collection

Hay vida artística más allá del Louvre y el Pompidou

ÁLEX VICENTE París 1
París ofrece varios museos gratuitos y semidesconocidos, con propuestas y exposiciones que van desde la vida romántica hasta el videoarte

Usted decide cuánto cuesta esta exposición

I. C. / C. M. Nueva York
Muestras en las que el visitante fija el precio y citas sin coste con Marcel Duchamp marcan el estío en Nueva York
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TRES CAPITALES CULTURALES, CERO EUROS

El abecedario del arte gratis en Londres

Una ruta por museos sin pagar por la entrada



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Una visitante posa junto a la obra 'Casa Tomada', de Rafael Gomezbarros, en la muestra 'Pangaea: Arte Nuevo de África y América Latina' en la galería Saatchi de Londres. / ADRIAN DENNIS  (AFP)

Si está usted este verano en Londres y es amante del arte y la cultura, tiene dos opciones: gastarse un montón de dinero viendo las grandes exposiciones del momento o buscar exhibiciones más modestas pero quizás con más intríngulis y, sobre todo, gratuitas.
Si el dinero no es un problema y le gusta presumir de la gran cultura de consumo, Malevich y Mattise le esperan en la Tate Modern, Virginia Woolf en la National Portrait Gallery, Dennis Hooper en la Royal Academy y Bill Viola en la catedral de San Pablo, por citar cinco posibilidades. Pero sepa que a un matrimonio con dos hijos y la abuela, ese baño de cultura le saldría por 333 euros, descuentos incluidos.
Otra opción es ir a los cuatro puntos cardinales de Londres y visitar exhibiciones que no le costarán ni un duro en el Imperial War Museum, la National Gallery, la Saatchi, la Whitechapel y la Wellcome Collection. Por supuesto, también puede visitar gratis las colecciones permanentes de los grandes museos y galerías.
Nuestro recorrido, solo una posibilidad entre muchísimas otras y no necesariamente la más interesante o la más a la última, podría empezar a primera hora de la mañana en el Imperial War Museum, en el sur de Londres, para ver las nuevas salas dedicadas a la I Guerra Mundial coincidiendo con el centenario de su inicio, que se cumple precisamente estos días. Conviene llegar temprano porque se puede encontrar uno con la sorpresa de tener que esperar varias horas para poder entrar debido a las colas.
Dentro le esperan todo tipo de recuerdos de la guerra, desde uniformes y armas cortas y largas a cuchillos, bayonetas, algún cañón de considerables dimensiones y numerosas pantallas de todas dimensiones que le transportarán en la penumbra hasta el frente del Oeste. Como ocurre casi siempre en Europa occidental, es una visión de la I Guerra Mundial centrada en las trincheras del frente del Oeste. Y, como no podía ser de otra manera, con el denominador común de la presencia británica por todas partes.
Pero tendrá ocasión de sentirse en el barro del Somme, calibrar el tamaño de una tanqueta o comprender pequeños detalles de la vida cotidiana en el frente, desde el sistema de censura de las cartas de los soldados a las latas de comida o las pequeñas tarjetas de visita que repartía un burdel especializado en servir a las tropas británicas, a las que atraía con la leyenda: “Où irons-nous ce soir? Chez Madame Juliette, 7 rue Héronval, ARRAS, English Spoken”. La calle aún existe en Arras, 180 kilómetros al norte de París y escenario en 1917 de una de las grandes batallas de la ofensiva británica en el norte de Francia. El burdel, seguramente ya no.
Para dejar atrás la pesadilla de la guerra nos podemos dirigir a la cercana estación de Lambeth North y viajar con la Bakerloo Line hasta Charing Cross, en el corazón de la capital. Son solo dos estaciones y el metro nos dejará a un paso de la National Gallery. Una vez dentro, no se deje amilanar por los rebaños de turistas que trasuntan por los largos pasillos de la gran pinacoteca londinense discutiendo a gritos si van a ir a comer a un pub o a un restaurante. Si quiere, déjese tentar por la gran exhibición del momento, Making colour. No es de las caras (los tres adultos pueden entrar por 23 libras en total y los menores de 16 años no pagan si van acompañados) pero difícilmente encontrará allí el recogimiento que se respira en la Sunley Room, donde se exhibe la minúscula pero deliciosa exposición Building the picture: Arquitectura en la pintura del renacimiento italiano.
Ahí podrá descubrir cómo el a veces anodino trasfondo arquitectónico de los cuadros renacentistas esconde claves sobre el lugar, la fecha o el simbolismo de la escena representada. En La Anunciación, con San Emidio (1486), Carlo Crivelli nos da numerosas claves de la época a partir de la arquitectura, pero por encima de todo utiliza el edificio para dar una visión privilegiada de María al observador externo que no tienen ni el Espíritu Santo ni el resto de personajes del lienzo. Otros autores se basan en los edificios para dar una idea del tiempo en que sitúan una escena. O pintan un edificio real para situarnos geográficamente.
La segunda jornada de este recorrido podría empezar en Chelsea, en el Oeste de Londres. En la Saatchi Gallery se exhibe Pangaea: Arte Nuevo de África y América Latina. La visita vale la pena aunque solo fuera por las hormigas gigantes del colombiano Rafael Gomezbarros que reciben al visitante y que ya invadieron en el pasado la fachada del Congreso Nacional en Bogotá o el Altar de la Patria en la Quinta Bolívar, en Santa Marta.
Si es su primera visita a la Saatchi, no se pierda 20:50, la genial instalación de Richard Wilson creada en 1987. Por desgracia, en su actual emplazamiento no se permite al público utilizar la pasarela que penetra en la obra misma (“para evitar incidentes”) anulando el 95% del encanto de la instalación. Pero, aún y así, no se lo pierda.
Luego vaya a Sloane Square y tome la District Line hacia el Este, hasta Aldegate East. En la puerta contigua a la estación se encuentra la mítica Whitechapel Gallery. Allí podrá poner a prueba sus dotes de intelectual zambulléndose en el mundo conceptual de Giulio Paolini, turinés de adopción nacido en Génova en 1940, y su exhibición To Be or Not to Be,que toma el nombre de una de sus obras clave. Si no le convencen sus montajes en plexiglás o sus fotografías con imágenes yuxtapuestas, tome de nuevo el metro y viaje hacia Noroeste con la Hammersmith and City Line hasta Euston Square. Allí, muy cerca, está la Wellcome Collection, un centro que combina arte, ciencia, pedagogía y actividades lúdicas puesto en marcha por el Wellcome Trust, una organización benéfica que explora las conexiones entre la medicina, la vida y el arte.
Allí puede visitar ABC idiosincrático de la condición humana, una exhibición que toma cada letra del alfabeto para explorar nuestra idiosincrasia. Desde la D de Deleite a la H de Hereditario, la M de Música o la Y de Yawn (bostezo), el visitante puede expresar sus emociones, compartirlas con el resto del mundo, probar su memoria o simplemente pensar e interactuar. Una forma de encontrarse con uno mismo si su baño de arte le ha hecho antes sentirse algo tonto o le ha hecho dudar de su lugar en el mundo.
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el dispensador dice: siempre he sentido curiosidad por los hormigueros, tanto de rojas como de negras... de modo que cuando viví en Brasil, me dedicaba en los ratos libres a seguir los hormigueros magistrales en las selvas cercanas a San Pablo... siempre me llamó la atención su laboriosidad extrema, esa que no tiene descanso y que permanece constante mientras dura la vida de un insecto que es minúsculo en su tamaño, pero mayúsculo en sus hechos... 

indudablemente existe un lenguaje químico que el ser humano no ha descubierto, y que los insectos han desarrollado a lo largo de una extensa evolución... y desde luego, dicho lenguaje químico se traduce en una señal cultural desconocida para el razonamiento humano... ya que el humano necesita del arte para sentirse expresado, revelado de sí mismo... mientras que los insectos como hormigas y abejas, se traducen mediante sus labores incesantes...

del mismo modo solía seguir a las abejas y a las avispas en sus tareas comunitarias, ya que ello hace a las colmenas / panales y a sus existencias sociales... en general, el hombre toma la miel elaborada por ellas, pero no ha aprendido nada de sus aspectos culturales y sociales, seguramente aduciendo a faltas del tiempo para dedicarse a ello, pero en verdad el hombre está cada vez más lejos de la naturaleza, de sus especies, y ni qué hablar de sus ciclos, ya que las ciencias de conveniencias alientan todo aquello que quiebra los equilibrios naturales, desde los sintético hasta lo transgénico, químicas que se van traduciendo como "naturalezas de plástico"... todo inerte... gestor de daños a distancia... pero jamás reconocidos por el sentido corporativo tergivesador de los valores intrínsecos y sus fuentes...

el arte humano suele traducir los hechos que la sociedad, en sus apuros, pasa por alto, disimula, no observa, no tiene en cuenta... dicho de otra manera, el arte humano llama la atención de aquellos que andan urgenciados por sus vidas, convocándolos a reparar en las cuestiones minúsculas que hacen a las grandes necesidades insatisfechas, a los sentimientos incumplidos, valorando todo aquello que se pisa sin asumir que hay "alguien debajo"... a veces suelo preguntarme... ¿qué sería si todo sucediese a la inversa?, esto es que las hormigas tuviesen el tamaño de un hombre, y el hombre fuese como una hormiga... las cosas se pondrían realmente feas... y ello queda demostrado en que cada vez que el hombre se cruza con ellas, se establecen conflictos que terminan llevando el caos a los hormigueros, que aún arrasados, se recuperan... sin que el humano asuma sus fracasos...

curiosamente, esas mismas hormigas, esas mismas abejas, avispas, o lo que sea, con sus lenguajes químicos, tienen un perfecto sentido de los sucesos naturales por ocurrir, previéndolos con mucha anticipación, tomando los recaudos del caso, una "sensibilidad" de los que carece esta civilización humana, que dispone de mucha tecnología, pero que está invadida por huecos de sensaciones y sentidos...

cuando miras hacia los laterales, te das cuenta que los lenguajes químicos, tienen mucho que ver con aspectos culturales que pasan desapercibidos... indudablemente las hormigas no necesitan de la lectura ni tampoco de la escritura, por ende tampoco de la pintura ni de la escultura, siendo que han desarrollado otras capacidades mucho más sofisticadas y útiles al vivir al ras de los suelos, o bajo ellos, en extensas galerías que revelan inteligencias superiores que destacan el valor social de la especie...

el humano discrimina y es intolerante con aquello que no le cuadra...

los insectos sólo discriminan a aquellos de su especie incapaces de persistir en la tarea que revela al esfuerzo extremo... indicando que les sobra voluntad para quebrar cualquier inercia... y ello es un hecho distintivo a sus sapiencias, ya que quien no contribuye al hecho social en sí mismo, es rápidamente excluído del hormiguero o del panal, a efectos de evitar contaminaciones masivas, esas que son comunes y propias del hombre y sus individualismos...

mucho del arte humano no considerado... negado por las galerías... expulsado de los conciertos... supera largamente el valor intríseco de aquel que se compra y se vende... y como siempre sucede, ése, el arte no considerado por los agentes de la necrosis social y cultural... son justamente los que sobreviven a los dramas humanos y sus tragedias... porque se nutren de la esencia de los días y sus rutinas... mientras que los otros, sólo se compran y se venden... por ende valen poco y nada, no agregando valor social alguno. AGOSTO 06, 2014.- 

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