El perfil izquierdo de EE UU
‘Los jardines de la disidencia’ de Jonathan Lethem desgrana el lado más activista de su país
BLANCA CIA Barcelona 21 AGO 2014 - 00:06 CEST
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“Es una pena que no pueda publicar directamente en segunda mano. Soy un verdadero apasionado de los libros usados, no de los nuevos”. Sin embargo, los ejemplares de Los jardines de la disidencia, la última novela del escritor norteamericanoJonathan Lethem (Nueva York, 1964), publicada en castellano por Literatura Random House, acaban de salir de imprenta por lo que los libros no tienen ni el olor ni el tacto de papel viejo que le gustan al autor. Su relación con las librerías de segunda mano, donde empezó a trabajar hace años, permanece intacta y sigue al frente de una de ellas en Maine. No tiene nada en contra de losebookspero se define como un loco del papel, de las librerías y de las charlas.
Después de Chronic city (2011), un retrato mordaz de los habitantes de Manhattan, Lethem se ha sumergido en la historia de los movimientos de izquierda de Estados Unidos en Los jardines de la disidencia. En la historia de su país y, en parte, en su familia. No es autobiográfica pero personajes centrales de la novela, como Rose Zimmer, se han inspirado en su abuela. “En realidad, se centra en lo poco que recuerdo de ella y, sobre todo, en lo que he llegado a imaginar”, explica. Una señora que en una foto de los años treinta del siglo pasado portaba una pancarta en una manifestación contra el nazismo en Manhattan. “Yo no sé del todo si fue comunista o no, ella pensaba que era socialista y se sentía muy patriota”, comenta. De esas cosas conversó Lethem junto a su hermana, la también escritora Mara Lethem, en el festival Primera Persona, celebrado el fin de semana pasado en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Sentados en un sofá revisaron recuerdos familiares y de lecturas. Una familia de izquierdas, artista y del movimiento hippie. Las fotos no dejaban ningún atisbo de duda de ello.
Estamos bajo una forma muy seductora e insidiosa de control”
Un poso que se nota en Los jardines de la disidencia, una novela que da voz a varios personajes de tres generaciones con un punto en común: son de izquierdas. Y se adaptan generacionalmente al registro del momento: Rose Zimmer es del Partido Comunista de los Estados Unidos —que la expulsa de sus filas—, su hija Miriam recoge el testigo ideológico —es hippie— pero desde el movimiento cultural y pacifista que —contradicciones— le lleva a morir en Nicaragua, y Sergius —el hijo y nieto de las dos, respectivamente— que se cría en una comuna —como el propio Lethem— y acaba en el movimiento Occupy Wall Street.
Un poso que se nota en Los jardines de la disidencia, una novela que da voz a varios personajes de tres generaciones con un punto en común: son de izquierdas. Y se adaptan generacionalmente al registro del momento: Rose Zimmer es del Partido Comunista de los Estados Unidos —que la expulsa de sus filas—, su hija Miriam recoge el testigo ideológico —es hippie— pero desde el movimiento cultural y pacifista que —contradicciones— le lleva a morir en Nicaragua, y Sergius —el hijo y nieto de las dos, respectivamente— que se cría en una comuna —como el propio Lethem— y acaba en el movimiento Occupy Wall Street.
Un devenir de los personajes que son el hilo conductor de la mirada de Lethem sobre los avatares de los movimientos sociales de Estados Unidos, de la Gran Depresión del 29, la II Guerra Mundial, el bombardeo de Guernica, Vietnam y la revolución sandinista, entre otros. “Para escribirlo investigué sobre la historia y la cultura porque necesitaba un control del siglo antes de poder liberar a mis personajes”. De cómo, por ejemplo, el idealismo de Rose Zimmer y su marido —Albert, un judío alemán de familia rica— se viene abajo cuando Stalin firma el pacto con Hitler. Los personajes de Lethem no se pueden entender sin el tiempo en el que viven: “Es una manera de expresar la forma de vida de Estados Unidos porque, a diferencia de los europeos, nosotros mantenemos vivo el mito de que nos hemos liberado de la historia”. En la novela lo expresa con más contundencia: “Los americanos son un pueblo ahistórico. Los europeos no se lo pueden permitir”.
“En realidad bajo los nombres del partido comunista o socialista lo que subyace son reflexiones nostálgicas y parciales. Por otro lado, el deseo fundamental y utópico de un mundo mejor sigue intacto, ese sueño sigue vigente”, subraya. Lethem es un autor reconocido en los Estados Unidos —se le ha enmarcado dentro de la llamada Next Generation, escritores nacidos en los sesenta como Chuck Palahniuk o Michel Chabon— donde recibió el Premio Nacional de la crítica por la novela Huérfanos de Brooklyn (2001), que será llevada a las pantallas de cine por Edward Norton y que actualmente se encuentra en proceso de preproducción y casting.
En Los jardines de la disidencia, Lethem utiliza el ir y venir de sus personajes para abordar algunos episodios oscuros de la historia reciente de los Estados Unidos que ilustran la persecución de supuestos comunistas, como la época del macartismo —que promovió el senadorJoseph McCarthy durante la Guerra Fría— y el todopoderoso director del FBI , Edgar Hoover. ¿Algún parecido con la actualidad? Lethem no se piensa demasiado la respuesta: “Ahora es fácil sobreestimar nuestra libertad, pero lo cierto es que estamos bajo una forma muy seductora e insidiosa de control con la que, en realidad, somos cómplices porque somos ávidos consumidores y felices. Estamos inmersos en una sociedad corporativa y empresarial”.
La historia de los últimos 100 años fue la base que inspiró trama y personajesNo falta la ironía en Los jardines de la disidencia, como la absurda retención en un aeropuerto de Estados Unidos de uno de los personajes porque, según la policía, ha pasado demasiado rato desde que ha entrado en la terminal hasta que se ha dirigido a la puerta de embarque. Ocurre después de los atentados del 11-S y el policía sospechaba que podía tratarse de un terrorista. La realidad era mucho más divertida, se trataba de un apresurado encuentro sexual en los lavabos.
el dispensador dice: se habla de unión... de convergencia... de confluencia... de "unión", estrellas en conjunción, barras de color... pero la rutina enseña que la palabra "unión" es interpretada por unos como su propia conveniencia, para tomar distancia de otros cuyos pensamientos se alejan ante una realidad que atrasa, otra que se oxida, mientras una más se añeja... y entonces comprendes que la unión no es más que una "mentira" urdida por el poder, para atudir y entretener, obligar y comprometer, y que aquello que alguna vez estuvo dividido... sigue más dividido que antes de cualquier combate... una verdadera secesión de ideas, de maneras de vivir, de modelos de esfuerzos y de modelos de voluntades traducidas en los hechos... donde unos viven a costillas de los esfuerzos y las voluntades ajenas... donde unos escriben y otros venden ganando lo que nunca ganarán los que escriben... donde unos pintan y otros venden ganando lo que nunca ganarán los que pintan y crean... y lo mismo con los que actúan, y lo mismo con los que cincelan, y lo propio con los que interpretan... donde unos investigan lo que otros patentan... lo que unos venden para que otros enfermen... sumando padecimientos que encierran... entonces la realidad destroza a la novela... todo va más allá de la letra... entonces no hay derecha, ni tampoco izquierda, sólo interés de una sola conveniencia, usar al prójimo hasta exprimir su esencia, para luego declamar libertades, derechos constitucionales, ciudadanías y dignidades... pero cuando sales a la calle, todos son vendavales... el que crea es descartable... el que se opone es devorable... el que piensa es cocinable... justamente, porque el hombre puede ser comprable... y entonces... la sociedad es una química destilable... donde todos los residuos secos son desechables...
en verdad el perfil es relativo...
la derecha resta y no agrega valor alguno...
la izquierda resta y no agrega valor alguno...
porque el humanismo es utópico cuando el derecho esencial es avasallado aduciendo falsas razones de estados...
mientras tanto la lupa... que todo lo controla... que todo lo persigue... que traduce lo que no entiende, justamente, buscando crear enemigos entre las gentes que han perdido sus abrigos, que viven a la intemperie, padeciendo las inclemencias de las corrupciones de unos y otros políticos, de los poderosos que nunca tienen frío, porque se cobijan bajo billetes sin reparar en los desposeídos, haciendo donaciones que les salvan ante raros testigos, que hablan de solidaridades cuando en verdad se trata de "mentirosos que han mentido" para ser reconocidos, por sus manos extendidas, y por los abrazos que han traicionado a aquellos que decían eran sus "amigos"...
sucede que no hay mentiras buenas... sucede que no hay mentiras malas... las mentiras son sólo mentiras... y aún cuando se compren los testigos, aún cuando se asevere lo que nadie ha visto ni tampoco comprendido... permanece el sin sentido que la inteligencia social tiene sobre aquellos que han mentido...
hay una inteligencia social... que el poder no ha dimensionado, ni tampoco comprendido...
hay una consciencia social... que el poder no ha atendido, porque antes de ello no la ha leído...
y las conexiones existen en el "inconsciente colectivo"... a pesar del poder y sus testigos (falsos)...
entonces la historia que se escribe a sí misma, juzga... sin necesidad que nadie haya dicho lo que ya fue repetido... y aquello que estaba atado, aparece desprendido, suelto, libertino... enfrentando una realidad muy distinta, a la que unos pocos puedan haber referido. AGOSTO 21, 2014.-
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