| ||
Virginia Woolf nació el 25 de enero de 1882 en Londres. Hoy se olvida o se omite que es hija de uno de los críticos más prestigiosos de su tiempo, Leslie Stephen, que dejó una obra inmortal, Hours in a Library (Horas en una biblioteca). En esa biblioteca fue educada la futura autora de Orlando, que en 1912 se casó con Leonard Woolf. En 1917 fundaron la editorial Hogarth Press. La casa de ambos, cerca del Museo Británico, se convirtió en el centro del grupo autodenominado “de Bloomsbury”, que incluía a Vita Sackville-West, Lytton Strachey, E.M. Forster, Arthur Waley y John Maynard Keynes. Entre sus novelas podemos nombrar Noche y día (1919), El cuarto de Jacob (1922), La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928) y Las olas (1931). Desarrolló una técnica de escritura en la que las palabras y las acciones de los personajes adoptan una alineación precisa y consistente del pensamiento, que evita la vaguedad y la oscuridad asociadas a menudo con la escuela sometida a “la corriente de la conciencia”. Admirada con la misma pasión como crítica, Virginia Woolf escribió El lector común (dos series, 1925, 1932); Flush (1933), una biografía del perro de Elizabeth Barrett Browning y un estudio sobre el pintor y crítico de arte Roger Fry (1940). Borges tradujo al castellano Un cuarto propio. En 1938 publicó Tres guineas en apoyo de los derechos de la mujer. En 1941, se ahogó deliberadamente en el río Ouse, a causa, entre otras cosas, de una crisis sufrida durante la Segunda Guerra. La muerte de la polilla y otros ensayos Virginia Woolf encontró la clave para que vida y literatura fluyan en la página con pareja intensidad. La materia puede ser una carta a un joven poeta, la memoria personal e histórica del imprevisible Henry James, las primeras mujeres profesionales o el relato desnudo, donde la autora ejecuta una nota de elegancia elegíaca por la muerte de una polilla. En cada caso, Virginia Woolf revela que es sin duda uno de los genios más admirables y amistosos de la literatura universal. La percepción recupera el valor intrínseco de la anécdota; una irreverencia fecunda proporciona desde el vamos el método riguroso e intransferible de la argumentación o el análisis. Recopilado poco después de la muerte de la escritora por el marido, Leonard Woolf, para darle continuidad a la variada sutileza de Un cuarto propio y El lector común, La muerte de la polilla y otros ensayos contiene el fuego indestructible de la autora de Orlando y Las olas, un elemento que cada uno reservará para sí mismo como un obsequio personal. Leonard Woolf recopiló póstumamente los ensayos de La muerte de la polilla en 1942. "La muerte de la polilla" y otros ensayos. La Bestia Equilátera editorial Una biblioteca con vista Si hay un tono, una música que puede escucharse en Virginia Woolf, es el de la contemplación de la vida a través de una textura literaria, que observa, se detiene y se maravilla como si el mundo fuese un libro subrayado y un espejo astillado al mismo tiempo. En esta colección de ensayos, la escritora inglesa parece invitar a escuchar con ella el sonido de esa membrana permeable que separa sin dividir la vida y la lectura. Por Esther Cross En “La muerte de la polilla”, Virginia Woolf se encuentra en una situación típica de ella: está leyendo en un cuarto y desde afuera llegan señales de una “energía” que le impide “mantener los ojos estrictamente clavados sobre el libro”. La vida –resumida en una polilla– la interrumpe. Por eso piensa a su manera, que es escribiendo, y una, que es su lectora común, la sigue en ese viaje a la “extrañeza de la vida”, patética y grandiosa al mismo tiempo. No es un tour inofensivo a la existencia, porque la guía es especial. Propone una crítica que registre “los pensamientos que se forman” al calor de la lectura, “sin deberes hacia los editores ni consideraciones a los amigos”. Renunció al “arte de la vida familiar” matando a golpes al Angel de la Casa –que es la señora que siempre queda bien– porque ese ángel “habría arrancado el corazón de la escritura”. Escribe cartas, novelas y cuentos, lleva un diario, concibe un plan literario y de acción, que encima cumple: releer toda la literatura inglesa –toda la literatura impuesta–. Cuando mira la polilla y piensa en la vida, piensa en la muerte porque si “al leer la mente teje una red”, como dice en otro texto, al escribir las palabras hacen lo mismo. La biografía de solapa de esta excelente edición, recuerda que Woolf creció bajo la influencia literaria de su padre, Leslie Stephen, autor de Horas en una biblioteca. Woolf dice que “todos los grandes escritores tienen una atmósfera” preferida y la de ella es la lectura, como forma de comprensión en general, que comparte en este libro. Dice que Henry James “está en su elemento cuando se trata de recuerdos” y lo cierto es que ella está en el suyo cuando se trata de leer. ¿Pero qué significa leer cuando ella está a cargo? Nadie diría al verla leer en su cuarto que es una mujer de acción. “Leer es abrir la puerta a una horda de rebeldes que la atacan a una en veinte flancos distintos a la vez”, dice en su “Carta a un joven poeta”. Suena movido pero vale la pena. “No hay nada más desesperante que abrir la puerta y no obtener respuesta”, agrega. Para confirmarlo, responde desde la primera página, sin distinguir categorías ni géneros. Ficción o no ficción, se trate de una crítica de “suave superficie”, o de la revelación de “Tres pinturas”, del registro de un paseo por la calle, del ensayo sobre un escritor o un libro, la lectura siempre tiene el ritmo sostenido de un pensamiento pura sangre –un “highbrow” por usar sus términos–. “Es imposible leer demasiado”, agrega. E. M. Forster dijo que a Virginia Woolf escribir le gustaba “con una intensidad que alcanzaron pocos escritores”. Ese deseo poderoso se contagia. Es una de esas escritoras que mejoran al lector. Lo hacen escribir en voz baja mientras lee, todo el tiempo. Página 12 |
el dispensador dice: la polilla se asocia con tediosos agujeros en las telas de algodón de los pulloveres (no sé si el término está castellanizado) y otras que aún siendo sintéticas adyuvan a la mutación genéticas de aquellas (polillas) que necesitan alimentarse a pesar del hombre. Antes de los algodones y sus agujeros, las gentes que vestían linos (hace mucho de esto) sabían que las polillas transportaban ciertas energías no visibles, ni siquiera imperceptibles, sin embargo cuando ellas aparecían, las personas sabían que se producirían cambios que se condicionaban según las especies de estas (polillas), sus tamaños, sus colores, la envergadura de sus alas, y algunos etcéteras que se han perdido gracias a la concepción de los tiempos. Tanto es así que las polillas podían anunciar la presencia de los ángeles de las tinieblas, o bien modificar las ondas hasta atraer a sus opositores, los ángeles de la luz... ángeles que en ningún caso podían influir decididamente sobre las almas, dejando a éstas (almas) la discrecionalidad de su pertenencia (luz y/o tinieblas). Lo antedicho formaba parte de uno de los recordados manuscritos del Mar Muerto, escritos mucho antes que dicho mar lo estuviese (muerto) y que nunca llegaron a formar parte de la colección de las grutas, tal vez por acción de ellas mismas (polillas). Usted creerá que las polillas no saben leer... lamento desilusionarlo... ellas saben qué deben comer y reconocen qué documentos no deben caer en manos inapropiadas... de allí que aquel manuscrito se haya perdido, quedando sus contenidos a salvaguardia de las tinieblas siempre dispuestas a comprar dignidades, voluntades, esfuerzos y talentos, para luego esclavizarlos. Sabía ver polillas de extraños colores en un campo perdido, un campo que contenía un santuario que fue invadido por las tinieblas que hoy tienen atrapada a algunas almas de la Tierra, haciéndoles creer que sus soberbias y sus desprecios son más que las inocencias y las humildades de los anónimos... hoy, observo que inmensas polillas de alas realmente pintorescas, geométricas, muy amistosas, se llegan cerca mío a anticipar la modificación de los cursos de las alteradas energías que están ingresando al planeta humano (y de las especies que forman parte de la creación)... estas polillas, hermosas por cierto, están anunciando las inquietudes solares y terrestres, también las humanas y de las otras especies. Su presencia es síntoma de cambios y hasta se han animado a decirme que los faros ya no podrán salvaguardar a las naves cercanas a las costas ni a ningún otro arrecife, incluyendo en ellos a los invisibles que moran en el espacio contiguo de dimensiones ignotas, esas que contienen todo aquello que el ser humano desprecia, ignora o niega por simple conveniencia. Conversando en su lengua (la de las polillas) supieron informarme sobre el cambio en el curso de los vientos, los que se adaptarán según las energías que están envolviendo a la Tierra... para luego asegurar que dichas modificaciones darán lugar a otras más importantes aún. Pregunté si les afectaría sus vuelos... desde luego me respondieron que de ninguna manera... no así el caso del hombre que verá deformada su huella tanto como su sombra... de inmediato reparé que nadie me creería semejante aseveración, por lo que decidí guardarla en lo profundo de mi alma, tal suelo hacer con todo aquello que entiendo como signos y señales angelicales.
Claro está, la polilla más allá de las raras visiones irracionales del ser humano, no deja de ser una mariposa... y ellas hablan el idioma de las hadas y los ángeles, tanto el dialecto que emplean los hijos de la luz, como el otro, el de los hijos de las tinieblas... de allí que ellas estén siempre, aún cuando no se las pueda ver, mimetizadas con las inconsciencias temporales que acucian a los destinos negados y a los otros perdidos. Es bueno saber que los antiguos reconocían rápidamente los cambios en ciernes gracias a la presencia de las polillas, incluso ellas colaboraban con los humanos de aquellos tiempos anunciándoles los sismos y sus levedades, así como los terremotos y sus alcances... tanto es así que, según la hora del día en que manifestaran su presencia se daría la significancia de los aconteceres. Hoy, las gentes están muy apuradas y no hablan con las polillas, tampoco tienen voluntad alguna para ello, por el contrario, ellas dicen estar solas... cumpliendo con la gracia que les fue encomendada desde la creación, esta vez en otal soledad. No obstante, vale la pena que el ser humano sepa que no es lo mismo una polilla sobre una pared que sobre un faro... cuando se coloquen cerca del faro... éste se apagará. Antes solían encenderlo como en Alejandría... pero aquellos humanos eran bien otros... el de estas horas tiene sus pies tan pesados como sus almas, y ello, aunque no lo parezca, también hace que hasta las polillas tomen distancia. ¿Será que saben lo que viene?... me animaría a asegurar que sí, y dicen que sucederá este mismo año... el año de ellas... el año de la polilla. Marzo 31, 2012.-
por las dudas, cuando veas una polilla en tu casa... no se te vaya a ocurrir hacerle daño. No sea cosa que una estirpe de ellas decida invadir tu destino, convirtiéndote en algo semejante a un Prometeo encadenado a sus miserias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario