en la soledad de la quebrada,
transcurridos los tiempos,
derramadas las aguas,
modelado por el amor de los vientos,
permanece oculto el anfiteatro natural
lugar extraño de la naturaleza si los hay...
donde puedes sentirte pequeño
con solo levantar un poco la mirada,
siguiendo los dibujos que los siglos
han ido diseñando en los paredones,
acantilados majestuosos de un océano olvidado
que talló sin manos un teatro
para deleite de observadores, pensadores y hasta de los negados.
quizás los más sensibles,
aquellos de las almas puras,
dejen caer una lágrima ante semejante obra,
quizás dos o más, viendo la obra de Dios...
habrá días en que en la soledad podrás oir
el susurro de la brisa
habrá noches en que desde allí mismo
podrás divisar un cielo inimaginado...
estrellas sí, pero sentirás el manto..., entonces
seguramente te preguntarás, de qué estamos hablando
referenciamos al anfiteatro
donde las piedras hablan,
el viento atiende,
la lluvia bautiza,
y la música te toma el alma,
empequeñeciendo el espíritu hasta hacerlo nota,
nota musical que sube hasta hacerse viento...
convertirse luego en nube,
para regresar al suelo,
como bendición del cielo.
para ser pisada, ofrendar la piedra, besar el suelo,
para regresar a ser nota, nota olvidada en el tiempo.
El dispensador: admirando lo que está ahí, sin que nadie haya hecho nada. Obra de Dios devenida en gracia para los observadores sanos de espíritu. Marzo 17, 2009.-
DEDICADO A: a la mujer de los ocres, a la otra de los pasteles, a aquellas que llevan el color en el alma y el faro en la piel.-
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