Hallada la primera traducción al español del 'Elogio de la Locura'
La obra fue escrita por Erasmo de Rotterdam en 1509
La versión castellana data del siglo XVII
Ha sido encontrada en la Sinagoga Portuguesa de Rotterdam
Las bibliotecas siguen guardando joyas desconocidas, y la de la Sinagoga Portuguesa de Ámsterdam acaba de desvelar una histórica. Se trata de la primera traducción al español de El Elogio de la Locura, la obra señera del humanista holandés Erasmo de Rotterdam. El original fue escrito en 1509 y publicado luego en 1511. La versión española ahora rescatada data del siglo XVII y su existencia se consideraba solo un rumor.
Erasmo fue uno de los autores más censurados por la Inquisición, y buena parte de sus trabajos acabaron en el Índice de obras prohibidas por la Iglesia católica. De modo que, hasta la fecha, figuraba como primera traducción oficial la aparecida en 1842, ocho años después de la desaparición del Santo Oficio, durante el reinado de Isabel II.
El hallazgo ha corrido a cargo del hispanista español Jorge Ledo, y de su colega holandés Harm den Boer, expertos en literatura Ibero Románica de la Universidad suiza de Basilea. Para ellos, se trata de un hito en su carrera. El manuscrito, con tapas de pergamino, tiene una caligrafía propia del siglo XVII español, y figuraba en el catálogo de la biblioteca de la Sinagoga Portuguesa. Sin embargo, no se había reparado en la importancia histórica de la traducción. Ambos expertos preparan ahora un ensayo crítico sobre el volumen que esperan tener listo este mismo año. Queda por averiguar aún cómo llegó a Ámsterdam el libro mismo.
Según el Museo Histórico Judío de la capital holandesa, se trata de un “descubrimiento espectacular”. “Erasmo fue prohibido por la Inquisición, y hasta el siglo XIX no surgieron las primeras versiones al español”, han señalado sus portavoces. El museo menciona asimismo la teoría de expertos en lingüística que relacionan esta traducción española con una impresión anterior del Elogio, del siglo XVI y dada por perdida. Ello explicaría las menciones a la obra hechas en la novela anónima española El Lazarillo de Tormes, cuya edición más antigua data de 1554.
Para la comunidad judía de ascendencia portuguesa de Ámsterdam, la traducción resulta también significativa. Erasmo era un autor muy popular entre sus miembros, que incluía a los conversos españoles (nuevos cristianos) perseguidos por los Reyes Católicos. De ahí que la Sala de los Tesoros de la Sinagoga haya decidido exponer a partir de hoy el libro.
Erasmo de Rotterdam escribió El Elogio de la Locura en una semana y a la vuelta de un viaje a Roma. Después la corregiría y analizaría con su amigo Tomás Moro, el teólogo y pensador inglés, además de canciller de Enrique VIII, al que visitó en su domicilio. Decepcionado con la curia, Erasmo criticó en clave de sátira la corrupción que había contemplado, acelerando a su vez la reforma protestante. Al final del libro, que tuvo un éxito inmediato y fue traducido al francés, inglés y alemán, describe los verdaderos valores cristianos.
Erasmo fue uno de los autores más censurados por la Inquisición, y buena parte de sus trabajos acabaron en el Índice de obras prohibidas por la Iglesia católica. De modo que, hasta la fecha, figuraba como primera traducción oficial la aparecida en 1842, ocho años después de la desaparición del Santo Oficio, durante el reinado de Isabel II.
El hallazgo ha corrido a cargo del hispanista español Jorge Ledo, y de su colega holandés Harm den Boer, expertos en literatura Ibero Románica de la Universidad suiza de Basilea. Para ellos, se trata de un hito en su carrera. El manuscrito, con tapas de pergamino, tiene una caligrafía propia del siglo XVII español, y figuraba en el catálogo de la biblioteca de la Sinagoga Portuguesa. Sin embargo, no se había reparado en la importancia histórica de la traducción. Ambos expertos preparan ahora un ensayo crítico sobre el volumen que esperan tener listo este mismo año. Queda por averiguar aún cómo llegó a Ámsterdam el libro mismo.
Según el Museo Histórico Judío de la capital holandesa, se trata de un “descubrimiento espectacular”. “Erasmo fue prohibido por la Inquisición, y hasta el siglo XIX no surgieron las primeras versiones al español”, han señalado sus portavoces. El museo menciona asimismo la teoría de expertos en lingüística que relacionan esta traducción española con una impresión anterior del Elogio, del siglo XVI y dada por perdida. Ello explicaría las menciones a la obra hechas en la novela anónima española El Lazarillo de Tormes, cuya edición más antigua data de 1554.
Para la comunidad judía de ascendencia portuguesa de Ámsterdam, la traducción resulta también significativa. Erasmo era un autor muy popular entre sus miembros, que incluía a los conversos españoles (nuevos cristianos) perseguidos por los Reyes Católicos. De ahí que la Sala de los Tesoros de la Sinagoga haya decidido exponer a partir de hoy el libro.
Erasmo de Rotterdam escribió El Elogio de la Locura en una semana y a la vuelta de un viaje a Roma. Después la corregiría y analizaría con su amigo Tomás Moro, el teólogo y pensador inglés, además de canciller de Enrique VIII, al que visitó en su domicilio. Decepcionado con la curia, Erasmo criticó en clave de sátira la corrupción que había contemplado, acelerando a su vez la reforma protestante. Al final del libro, que tuvo un éxito inmediato y fue traducido al francés, inglés y alemán, describe los verdaderos valores cristianos.
el dispensador dice: tantos son los locos, y tantas más las locuras que enseñan, que el mundo debería recibir la condición de un "hospicio" donde todos deambulan entre inconsciencias y demencias, diseñando discursos aparentemente razonables, pero al sólo efecto de disimular las realidades contiguas, esas mismas que indican habitualmente que el mundo ha perdido ya no sólo un tornillo, también la tuerca y su respectiva arandela, para luego caer en la cuenta que los egos andan desprendidos de engranajes y que todo anda suelto en busca de magnetismos conducentes. Se aprecia que las locuras se elogian, también se premian, y junto con ellas reverdecen las soberbias y los desprecios hacia los otros menos locos, siempre anónimos, desconocidos sin acceso al "gran espejo" de las vanidades insoportables, ése que muestra rostros bonitos y hasta preciosos, pero que oculta almas mezquinas y espíritus impuros, contaminados por las incertidumbres de la burla inquieta. En dichos espejos se enseñan cuerpos esculturales propios de culturas ancestrales especializadas en capacidades perdidas para dar forma a los mármoles, pero al mismo tiempo, esos mismos cuerpos están vacíos de contenidos valorables aunque repletos de obsecuencias y palabras perdidas en mediatismos facilistas. A veces ese espejo tiene forma de televisión o de diario, pero a decir verdad, el mejor de ellos es asomarse por la ventana y mirar hacia la calle, o peor aún abordarla (calle) y convivir con los dementes que circulan a tu lado, hablando solos con aires contaminados, respirándolos y siendo luego devorados por el desprecio público... ¿yo señor?... ¿no señor?... y los magnetismos se tocan y hasta se repelen según sus polos, creando virtualismos burlescos que producen risa y enseñan un mundo sin "quicio", consumido por el desquicio. Tanto es así que los locos dicen asistir a trabajos donde no se produce nada que sirva genuinamente a nadie, algo que por lo que se pagarán fortunas para luego tener escasos beneficios, tales como usar una licuadora una vez por año ante un antojo de licuado de frutas... quizás esta sea la civilización de los antojos y los caprichos, de las demandas y los desmerecimientos invocados para despreciar el ánimo y las voluntades de prójimos sorprendidos al observar que las locuras de los otros son más importantes que las propias. Entre tanta demanda de sanías y otras insanías revertidas, aparecen cuestiones sociales tales como dar por bueno aquello que no lo es, que nunca lo ha sido y jamás lo será, considerando que dar por bueno lo malo, favorece los mediatismos de seguir de largo sin que nadie lo note, o bien ganar espacio y entidad en un mundo donde algunos prefieren ser autistas antes que locos declarados (estoy en este grupo), lo cual no evita ni las chifladuras ni tampoco las demencias. A veces prefiero hablar solo... contestarme, sin necesidad de mirarme al espejo, intentando la incomodidad de disgustarme con mi propia imagen deteriorada por el paso implacable de los años... prolapso de tejidos y de vergüenzas, aunque no de sapiencias. Prefiero caminar conmigo mismo, en la seguridad de no verme acompañado por atormentadores de circunstancias que hacen de tu fracaso un culto y de sus éxitos un imperio, creando ambigüedades imprudentes sobre las vidas de los otros... aunque a decir verdad, siempre les he respondido con la misma frase: "cuando la guerra terminó, somos todos generales"... haciendo clara alusión a que siempre fácil descalificar al otro, negando sus capacidades y enalteciendo las inconveniencias de oportunidad. Sea como sea, nacer, vivir y transcurrir demandan cierto grado de locura... he llegado a la conclusión que nadie en su sano juicio querría pasar un segundo en este mundo humano. De allí que la mayoría de los espíritus prefieran estar en el más allá y perderse eso del más acá... ¿será por eso que los que se van no vuelven?... seguramente sí. En lo personal, y atándome a mis locuras, prefiero andar entre ángeles y conciencias, al menos sé que están allí y me contestan apropiadamente, sin segundas intenciones de índole alguna. Siento que los humanos me acosan y esto de ser loco me sirve para "vender" una imagen de "cuerdo"... Febrero 16, 2012.-
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