CARLOS GARCÍA GUAL | ESCRITOR
Un ‘Edipo’ audaz y potente para el lector del siglo XXI
El filólogo presenta en un libro su nueva traducción de la tragedia de Sófocles y un detallado ensayo
Partiendo del drama sofocleo y de una nueva y refinada traducción propia, Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) nos pone en la mano un libro riquísimo y de óptica muy personal. La abundancia documental no enturbia su amenidad, lleno de sugerentes iniciativas en la investigación e interpretación de lo que, a todas luces, se nos antoja una presencia de obstinada constancia, eso que abona su carácter permanente de mito y de clásico.
Sin ningún afán didáctico, pero con precisión, haciendo gala de una erudición muy reglada, García Gual asume el papel de guía en el laberinto iniciático. Edipo regresa potente a un lector contemporáneo que debe, en cierto sentido, abstraerse para la inmersión textual. No carece la nueva traducción de vuelo, fuerza interior y tono, teniendo el acierto de que el lenguaje no nos parezca ajeno o distante, lejano en un tiempo mítico y en la forma, sino todo lo contrario. Esa sutil manera (habilidad) para acercar al lector, sea el estudioso o el actor, hasta el dramaturgo clásico, ya es en sí misma una eficiente presentación, una reafirmación de lo que el propio García Gual después, con precisión cirujana, analiza. Y ahí está también la justificación del orden o índice elegido: primero, el texto de la tragedia en la nueva traducción y luego una amplia segunda parte donde el estudio se escalona primero en el mito, una panorámica del teatro en Atenas, la tragedia de Edipo, la larga sombra de Sófocles y finalmente las múltiples interpretaciones de ese mito, desde Girard a Freud, entre otros.
Anteriormente a este Enigmático Edipo el Fondo de Cultura Económica había desplegado ya en su colección de Antropología una serie del propio García Gual con tres títulos que en cierto sentido hacen biela y bisagra con el nuevo volumen: Prometeo: mito y literatura (FCE, 2009, nueva edición ampliada con tres capítulos de las primeras Prometeo: mito y tragedia —Peralta, 1979 y Hiparión, 1995); lo mismo que sucede con Mitos, viajes, héroes (FCE, 2011, antes Taurus, 1981 y 1996) y Encuentros heroicos: seis escenas griegas (FCE 2009 y 2010). El autor ha respondido a EL PAÍS sobre algunos temas tanto sofocleos como los que atañen más amplia y genéricamente al mito:
Pregunta. Dos premisas para poner al lector en situación. ¿Qué le animó a volver sobre un texto tantas veces vertido antes al castellano y a todas las lenguas modernas? ¿Completaría un ciclo con la traducción (mucho menos practicada) de Edipo en Colono, si es que no la ha emprendido ya o la tiene hecha?
Respuesta. He escrito el libro para plantear y exponer con claridad —ante todo para mí mismo— las cuestiones centrales del mito y la tragedia, de sus inquietantes motivos y figuras. Tras numerosas lecturas y reflexiones, quería señalar unas pautas para su lectura e interpretación sin fin y liberarme así de un tema que me resultaba una vieja obsesión. Es verdad que hay numerosas versiones de Edipo Rey; esta mía es una más y quiere ser clara y precisa. No encontré un libro de conjunto como el que me habría gustado leer y por eso lo he escrito. He traducido muchos textos griegos, pero nada de Sófocles, es todo un desafío. No seguiré con Antígona ni Edipo en Colono —de ambos hay buenas versiones y apunto aquí lo que pienso de ellos—. Antígonas de G. Steiner es por otra parte, un espléndido estudio de la tradición del mito y la tragedia.
P. Acerca de la verdadera naturaleza de la Esfinge, usted dice: "Es a la vez seductora y rapaz, un monstruo ambiguo, marcado por su capacidad para el canto y su extraña y destructora sexualidad". También ella trajo la muerte a muchos mancebos tebanos, como recuerda el coro de las Fenicias, de Eurípides. ¿A esta definición responde el imaginario plástico del monstruo?
R. En la mitología griega los monstruos espantosos tienen figuras femeninas. Como la Esfinge, las Arpías, las Sirenas, las Parcas... etc. Tal vez algún psicólogo diría que evocan oscuras Madres Terribles. Unas más agresivas, otras más tentadoras.
P. En la representación de la Esfinge escogida para la portada de su libro [Kylix ático de figuras rojas de los Museos Vaticanos] la cabeza del monstruo es especialmente efébica y masculina, en contradicción a su contemporánea del Louvre [vasija del 470 a.C.] más claramente femenina. Sobre esto se ha escrito bastante. ¿Cuál es su criterio?
R. Tal vez alguna presente perfil efébico en algún relieve, pero son seres femeninos e híbridos, con alas, garras, y cuerpos de león o de ave rapaz.
P. ¿Puede considerarse que es muy tardía la primera traducción española, como usted apunta, "notablemente fiel al texto de Sófocles", de fines del siglo XVIII [Edipo Tirano, de Pedro Estala -1793]?
R. En España la traducción de los dramas griegos clásicos es a menudo tardía, de fines del XVIII y XIX. Indica la pobre y escasa atención hispana a esos grandes textos.
P. La mayor parte del teatro de Voltaire ha sido olvidado, pero es precisamente su Edipo una de sus pocas obras escénicas que aún se puede leer con cierto ánimo. ¿Esto se debe a la naturaleza del mito o como usted dice "a la muy significativa libertad en la recreación del drama" que hizo el autor francés?
R. En Francia esa tradición es mucho más rica, como muestran tantos dramas sobre el mito de Edipo: de Corneille, Racine, Voltaire y varios más. Si el de Voltaire tiene aún más lectores que otras piezas suyas se debe al magnífico tema, y también a su estilo ágil y su aguzada interpretación política (sobre el esquema trágico de Séneca).
P. Acerca del nombre de Edipo, Oidípous (pies hinchados), usted expresa que "parece muy poco apropiado para un héroe épico". ¿De dónde viene este nombre? ¿No puede haber acaso en ello un símbolo del efecto del tránsito, del viaje agotador?
R. En efecto, "Pié hinchado" no es un nombre noble ni épico, sino de un raro personaje de cuento popular. Se explica por el abandono del niño con un pie taladrado; pero hay que notar que en ningún texto antiguo Edipo aparece cojeando.
P. Edipo Rey se sigue reponiendo en teatros de todo el mundo y en múltiples versiones. ¿Qué opinión le merece la tendencia del teatro moderno a la transposición de época en la representación de los clásicos? ¿Y acerca del vertido o versionado de Edipo rey en el teatro musical (la ópera y el ballet) donde siempre aparece como una fuente de inspiración segura?
R. Edipo rey se sigue reponiendo por dos claros motivos: por la fuerza misma de la trama del mito y por la perfección de su construcción dramática es la "tragedia familiar perfecta" (Aristóteles). Y no hace falta ser un clasicista para sentir su impacto.
P. ¿Sófocles se inventa Edipo en Colono como una redención última de su mártir predilecto? Usted aclara que en esa obra el autor se aleja bastante del mito original, al final de la saga familiar y donde se trata la muerte del viejo rey en el exilio.
R. Edipo en Colono tiene una trama inventada por Sófocles. Creo que lo explico bien: un ajuste de cuentas final del viejo dramaturgo con su héroe más noble.
P. ¿Hay o ve usted algún vínculo entre Ájax, una obra temprana y Edipo Rey, una obra de madurez? Pienso en dos elementos con algo de comunidad: las predicciones del vidente Calcas en Ájax y de Tiresias en Edipo, así como el cierto paralelo entre el suicidio de Ájax y el desesperado acto de Edipo al sacarse los ojos, como si en ambos esa acción límite y trágica funcionara como expurgo.
R. Entre Áyax y Edipo, en los dramas de Sófocles, descubro cierta afinidad. Ambos son grandes héroes que cometen, sin quererlo, sus crímenes, los reconocen y al final se castigan a sí mismos: Áyax con el suicidio y Edipo con la ceguera. Ellos son sus propios jueces y verdugos, y avanzan en escena, solitarios y altivos a la catástrofe. El enfrentamiento de Edipo con el adivino Tiresias es una escena de feroz ironía sofoclea. El ciego ve la verdad, pero no quiere decirla, y el rey sabio no atisba su propio destino.
P. Aunque como usted dice "el teatro no tiene en nuestra sociedad moderna el alcance cultural, la repercusión social y la proyección educativa y colectiva que tuvo en la ciudad democrática donde se fundó a finales del siglo V a.C.", y ya despojado ese teatro griego clásico en el arte dramático europeo contemporáneo de su significado religioso, ¿puede aún mantener sus valores como vehículo político? ¿No estará ahí parte de su valor más trascendente y de su potencial vigencia?
R. El teatro en nuestro mundo ha sido socialmente desplazado por el cine y la televisión, medios de masas, evidentemente. Solo en Grecia, en el mundo occidental, tuvo la dramaturgia un fuerte sentido religioso y político; pero la historia del teatro europeo es esencial en nuestra cultura. La tragedia murió (como dijo Steiner) y solo sobrevive fantasmal, como gran literatura, si bien el teatro moderno, de Shakespeare hasta hoy, sigue vivo e inquietante, es lamentablemente para unos pocos, sobre las pautas clásicas.
P. En el epílogo usted dice que el núcleo del drama sofocleo es un flash-back donde reconocimiento y catástrofe [anagnórisis y peripéteia] coinciden. ¿Es este hallazgo en la redacción teatral atribuible como invención a Sófocles o existe un precedente en el propio teatro griego?
R. Me parece un gran hallazgo de Sófocles que resume el pasado en un rato.
P. Siendo Edipo, como usted afirma, "el más inolvidable y recurrente de los héroes del teatro trágico", a la vez matiza que ese Edipo "no parece haber sido un gran héroe épico" y que su mito, del que intenta escapar a su destino, "triunfa y fracasa a la vez". ¿Es una concepción del éxito en el fracaso, una suerte de consolación metafórica ante el error o lo inevitable?
R. La grandeza de un héroe se mide no solo por sus hazañas, sino también por su firme actitud en el dolor. Eso es la lección de la tragedia. Los más grandes sufren más, pero resisten con nobleza la caída; Edipo es un gran ejemplo. Según los mitos griegos, solo los dioses son felices; y, tal vez, algunos tipos mediocres y vulgares se libran de las penas trágicas. Pero a estos no los recuerda la poesía ni la historia.
P. Ante el desbarajuste del mundo moderno (crisis global incluida) las tragedias griegas se refrescan solas, adquieren un sentido y una vigencia donde no hay que forzar nada, como si el contexto social moderno también encierra a los personajes (Edipo, Ájax... etc.) y los conduce a un fin conocido. ¿Cómo lo ve desde la perspectiva especializada de un conocedor del mundo antiguo?
R. La literatura clásica ofrece sentido a inquietudes de siempre y horizontes lejanos a miradas de hoy. Suscribo que: "Los clásicos consuelan, aunque no del todo".
Sin ningún afán didáctico, pero con precisión, haciendo gala de una erudición muy reglada, García Gual asume el papel de guía en el laberinto iniciático. Edipo regresa potente a un lector contemporáneo que debe, en cierto sentido, abstraerse para la inmersión textual. No carece la nueva traducción de vuelo, fuerza interior y tono, teniendo el acierto de que el lenguaje no nos parezca ajeno o distante, lejano en un tiempo mítico y en la forma, sino todo lo contrario. Esa sutil manera (habilidad) para acercar al lector, sea el estudioso o el actor, hasta el dramaturgo clásico, ya es en sí misma una eficiente presentación, una reafirmación de lo que el propio García Gual después, con precisión cirujana, analiza. Y ahí está también la justificación del orden o índice elegido: primero, el texto de la tragedia en la nueva traducción y luego una amplia segunda parte donde el estudio se escalona primero en el mito, una panorámica del teatro en Atenas, la tragedia de Edipo, la larga sombra de Sófocles y finalmente las múltiples interpretaciones de ese mito, desde Girard a Freud, entre otros.
Anteriormente a este Enigmático Edipo el Fondo de Cultura Económica había desplegado ya en su colección de Antropología una serie del propio García Gual con tres títulos que en cierto sentido hacen biela y bisagra con el nuevo volumen: Prometeo: mito y literatura (FCE, 2009, nueva edición ampliada con tres capítulos de las primeras Prometeo: mito y tragedia —Peralta, 1979 y Hiparión, 1995); lo mismo que sucede con Mitos, viajes, héroes (FCE, 2011, antes Taurus, 1981 y 1996) y Encuentros heroicos: seis escenas griegas (FCE 2009 y 2010). El autor ha respondido a EL PAÍS sobre algunos temas tanto sofocleos como los que atañen más amplia y genéricamente al mito:
Pregunta. Dos premisas para poner al lector en situación. ¿Qué le animó a volver sobre un texto tantas veces vertido antes al castellano y a todas las lenguas modernas? ¿Completaría un ciclo con la traducción (mucho menos practicada) de Edipo en Colono, si es que no la ha emprendido ya o la tiene hecha?
Respuesta. He escrito el libro para plantear y exponer con claridad —ante todo para mí mismo— las cuestiones centrales del mito y la tragedia, de sus inquietantes motivos y figuras. Tras numerosas lecturas y reflexiones, quería señalar unas pautas para su lectura e interpretación sin fin y liberarme así de un tema que me resultaba una vieja obsesión. Es verdad que hay numerosas versiones de Edipo Rey; esta mía es una más y quiere ser clara y precisa. No encontré un libro de conjunto como el que me habría gustado leer y por eso lo he escrito. He traducido muchos textos griegos, pero nada de Sófocles, es todo un desafío. No seguiré con Antígona ni Edipo en Colono —de ambos hay buenas versiones y apunto aquí lo que pienso de ellos—. Antígonas de G. Steiner es por otra parte, un espléndido estudio de la tradición del mito y la tragedia.
P. Acerca de la verdadera naturaleza de la Esfinge, usted dice: "Es a la vez seductora y rapaz, un monstruo ambiguo, marcado por su capacidad para el canto y su extraña y destructora sexualidad". También ella trajo la muerte a muchos mancebos tebanos, como recuerda el coro de las Fenicias, de Eurípides. ¿A esta definición responde el imaginario plástico del monstruo?
R. En la mitología griega los monstruos espantosos tienen figuras femeninas. Como la Esfinge, las Arpías, las Sirenas, las Parcas... etc. Tal vez algún psicólogo diría que evocan oscuras Madres Terribles. Unas más agresivas, otras más tentadoras.
P. En la representación de la Esfinge escogida para la portada de su libro [Kylix ático de figuras rojas de los Museos Vaticanos] la cabeza del monstruo es especialmente efébica y masculina, en contradicción a su contemporánea del Louvre [vasija del 470 a.C.] más claramente femenina. Sobre esto se ha escrito bastante. ¿Cuál es su criterio?
R. Tal vez alguna presente perfil efébico en algún relieve, pero son seres femeninos e híbridos, con alas, garras, y cuerpos de león o de ave rapaz.
P. ¿Puede considerarse que es muy tardía la primera traducción española, como usted apunta, "notablemente fiel al texto de Sófocles", de fines del siglo XVIII [Edipo Tirano, de Pedro Estala -1793]?
R. En España la traducción de los dramas griegos clásicos es a menudo tardía, de fines del XVIII y XIX. Indica la pobre y escasa atención hispana a esos grandes textos.
P. La mayor parte del teatro de Voltaire ha sido olvidado, pero es precisamente su Edipo una de sus pocas obras escénicas que aún se puede leer con cierto ánimo. ¿Esto se debe a la naturaleza del mito o como usted dice "a la muy significativa libertad en la recreación del drama" que hizo el autor francés?
R. En Francia esa tradición es mucho más rica, como muestran tantos dramas sobre el mito de Edipo: de Corneille, Racine, Voltaire y varios más. Si el de Voltaire tiene aún más lectores que otras piezas suyas se debe al magnífico tema, y también a su estilo ágil y su aguzada interpretación política (sobre el esquema trágico de Séneca).
P. Acerca del nombre de Edipo, Oidípous (pies hinchados), usted expresa que "parece muy poco apropiado para un héroe épico". ¿De dónde viene este nombre? ¿No puede haber acaso en ello un símbolo del efecto del tránsito, del viaje agotador?
R. En efecto, "Pié hinchado" no es un nombre noble ni épico, sino de un raro personaje de cuento popular. Se explica por el abandono del niño con un pie taladrado; pero hay que notar que en ningún texto antiguo Edipo aparece cojeando.
P. Edipo Rey se sigue reponiendo en teatros de todo el mundo y en múltiples versiones. ¿Qué opinión le merece la tendencia del teatro moderno a la transposición de época en la representación de los clásicos? ¿Y acerca del vertido o versionado de Edipo rey en el teatro musical (la ópera y el ballet) donde siempre aparece como una fuente de inspiración segura?
R. Edipo rey se sigue reponiendo por dos claros motivos: por la fuerza misma de la trama del mito y por la perfección de su construcción dramática es la "tragedia familiar perfecta" (Aristóteles). Y no hace falta ser un clasicista para sentir su impacto.
P. ¿Sófocles se inventa Edipo en Colono como una redención última de su mártir predilecto? Usted aclara que en esa obra el autor se aleja bastante del mito original, al final de la saga familiar y donde se trata la muerte del viejo rey en el exilio.
R. Edipo en Colono tiene una trama inventada por Sófocles. Creo que lo explico bien: un ajuste de cuentas final del viejo dramaturgo con su héroe más noble.
P. ¿Hay o ve usted algún vínculo entre Ájax, una obra temprana y Edipo Rey, una obra de madurez? Pienso en dos elementos con algo de comunidad: las predicciones del vidente Calcas en Ájax y de Tiresias en Edipo, así como el cierto paralelo entre el suicidio de Ájax y el desesperado acto de Edipo al sacarse los ojos, como si en ambos esa acción límite y trágica funcionara como expurgo.
R. Entre Áyax y Edipo, en los dramas de Sófocles, descubro cierta afinidad. Ambos son grandes héroes que cometen, sin quererlo, sus crímenes, los reconocen y al final se castigan a sí mismos: Áyax con el suicidio y Edipo con la ceguera. Ellos son sus propios jueces y verdugos, y avanzan en escena, solitarios y altivos a la catástrofe. El enfrentamiento de Edipo con el adivino Tiresias es una escena de feroz ironía sofoclea. El ciego ve la verdad, pero no quiere decirla, y el rey sabio no atisba su propio destino.
P. Aunque como usted dice "el teatro no tiene en nuestra sociedad moderna el alcance cultural, la repercusión social y la proyección educativa y colectiva que tuvo en la ciudad democrática donde se fundó a finales del siglo V a.C.", y ya despojado ese teatro griego clásico en el arte dramático europeo contemporáneo de su significado religioso, ¿puede aún mantener sus valores como vehículo político? ¿No estará ahí parte de su valor más trascendente y de su potencial vigencia?
R. El teatro en nuestro mundo ha sido socialmente desplazado por el cine y la televisión, medios de masas, evidentemente. Solo en Grecia, en el mundo occidental, tuvo la dramaturgia un fuerte sentido religioso y político; pero la historia del teatro europeo es esencial en nuestra cultura. La tragedia murió (como dijo Steiner) y solo sobrevive fantasmal, como gran literatura, si bien el teatro moderno, de Shakespeare hasta hoy, sigue vivo e inquietante, es lamentablemente para unos pocos, sobre las pautas clásicas.
P. En el epílogo usted dice que el núcleo del drama sofocleo es un flash-back donde reconocimiento y catástrofe [anagnórisis y peripéteia] coinciden. ¿Es este hallazgo en la redacción teatral atribuible como invención a Sófocles o existe un precedente en el propio teatro griego?
R. Me parece un gran hallazgo de Sófocles que resume el pasado en un rato.
P. Siendo Edipo, como usted afirma, "el más inolvidable y recurrente de los héroes del teatro trágico", a la vez matiza que ese Edipo "no parece haber sido un gran héroe épico" y que su mito, del que intenta escapar a su destino, "triunfa y fracasa a la vez". ¿Es una concepción del éxito en el fracaso, una suerte de consolación metafórica ante el error o lo inevitable?
R. La grandeza de un héroe se mide no solo por sus hazañas, sino también por su firme actitud en el dolor. Eso es la lección de la tragedia. Los más grandes sufren más, pero resisten con nobleza la caída; Edipo es un gran ejemplo. Según los mitos griegos, solo los dioses son felices; y, tal vez, algunos tipos mediocres y vulgares se libran de las penas trágicas. Pero a estos no los recuerda la poesía ni la historia.
P. Ante el desbarajuste del mundo moderno (crisis global incluida) las tragedias griegas se refrescan solas, adquieren un sentido y una vigencia donde no hay que forzar nada, como si el contexto social moderno también encierra a los personajes (Edipo, Ájax... etc.) y los conduce a un fin conocido. ¿Cómo lo ve desde la perspectiva especializada de un conocedor del mundo antiguo?
R. La literatura clásica ofrece sentido a inquietudes de siempre y horizontes lejanos a miradas de hoy. Suscribo que: "Los clásicos consuelan, aunque no del todo".
Enigmático Edipo. Mito y tragedia. Carlos García Gual. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2012. 276 páginas. 15 euros
el dispensador dice:
entre raras alegrías,
de corta estadía,
las gentes se tornan tristes,
circunspectas, portadoras de heridas,
algunas bajo razones excesivas,
otras para ocultar sonrisas,
muchas para disimular sus propios días,
sabiendo que otros las esclavizan,
para sus propios provechos,
desidias que exterminan...
la Tierra está perdiendo poesía,
la historia se ha vuelto mentira,
las vidas son tragedias,
porque las ausencias brillan,
y lo demás... pasa y se olvida...
omitiendo razones elementales,
que traen a las gentes a la vida,
si la gracia no se reconoce,
los consuelos se eternizan...
significo "pies hinchados",
sobran los tiempos andados,
travesías, travesuras,
frustraciones, fracasos,
se edematiza el alma,
de tanto apuro,
de tanta urgencia,
de tanto andar por vida,
insultando inteligencias,
haciendo del día una escena,
que concluye cuando desbordan penas...
los oráculos solían no equivocarse,
premonicios negadas... no pueden ser enterradas,
tampoco burladas,
aún cuando no sean entendidas,
deben ser aceptadas...
Edipo en sus abandonos,
reconoció las distancias,
sin vislumbrar futuros,
sin pretender tronos...
nadie escapa a su destino,
aún cuando el artilugio esconda el rollo...
las circunstancias solas se entrelazan,
a veces sin saberlo,
aquello de los crees huir,
se dobla y te atrapa,
y pasas a ser parte de una trama,
de factura inesperada,
pero escrita y guionada,
pronta a ser cargada,
sobre el broche de cada aura,
y aunque se quiera escapar,
lo que debe suceder,
siempre te alcanzará...
el genio griego era maestro,
enseñando lo posible,
partiendo de lo siniestro,
para inducir el pensamiento,
para mover a la reflexión,
antes hay que despertar,
las químicas del corazón,
agitando aquellas lógicas,
que desplazan a la razón,
contraponiendo las partes,
que anudan cada sensación.
toda vida tiene sus tragedias,
al estilo de Esquilo, o al de Sófocles,
así como toda vida tiene sus dramas,
sus alegrías...
sus presencias,
sus ausencias,
nutriéndose de enseñanzas,
o perdiendo la oportunidad de tomarlas...
pero en el fondo,
todo depende de la calidad del alma,
de cada espíritu en sus calmas,
esas perspectivas que asumiendo las distancias,
dan sentido a las hojas, a los brotes y sus ramas.
ABRIL 06, 2013.-
cuando crees que lo sabes todo, que has visto todo, siempre descubres algo más...
PARA SABER MÁS...
de la wikipedia:
Edipo - Wikipedia, la enciclopedia libre
Edipo (en griego antiguo Οἰδίπους, cuyo significado es pies hinchados[1] ) era un rey mítico de Tebas, hijo de Layo y Yocasta que, sin saberlo, mató a su propio padre y desposó a su madre.
Más tarde Edipo encontró a la esfinge, un monstruo enviado por Hera que se había aposentado en el monte Ficio y daba muerte a todo aquel que no pudiera adivinar sus acertijos, incluido Hemón, el hijo de Creonte y atormentando al reino de Tebas. A la pregunta de «¿cuál es el ser vivo que con una sola voz tiene cuatro patas, dos patas y tres patas?», Edipo respondió correctamente que es el hombre puesto que cuando es un bebé gatea, camina sobre dos cuando crece y cuando es anciano se apoya sobre un bastón.[6] [7] Había también otro acertijo: «Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la primera». Edipo contestó: el día y la noche.[8] Furiosa, la Esfinge se suicidó lanzándose al vacío y Edipo es nombrado el salvador de Tebas. Como premio, Edipo fue nombrado rey y se casó con la viuda de Layo, Yocasta, su verdadera madre. Tuvo con ella cuatro hijos: Polinices, Eteocles, Ismene y Antígona y los dos hermanos se enfrentarían más tarde entre ellos a muerte por el trono tebano. Otra tradición afirma que los hijos de Edipo no fueron de Yocasta sino de Euriganía.[9]
Edipo emprende las averiguaciones para descubrir el culpable, y gracias a Tiresias descubre que en realidad es hijo de Yocasta y Layo y que es él mismo el asesino que anda buscando. Sobre lo que sucedió a partir de ese momento circulan múltiples versiones:
Al saber Yocasta que Edipo era en realidad su hijo, se dio muerte, colgándose en el palacio. En versiones alternativas, siguió viviendo hasta que en el ataque de los siete contra Tebas sus hijos se dieron muerte el uno al otro, momento en el que ella se suicidó.[10] [11]
Edipo se quitó los ojos con los broches del vestido de Yocasta, huyó o fue exiliado de Tebas, o fue encerrado por sus hijos en el palacio, o siguió reinando en Tebas por algún tiempo. Maldijo a sus hijos Polinices y Eteocles y sólo su hija Antígona le acompañaba en su destierro para servirle de guía.[12] [13] [14]
En Colono, fue acogido por el héroe mítico Teseo y allí murió. Se decía que su tumba se encontraba en un santuario de las Euménides que había entre la Acrópolis y el Areópago de Atenas.[15] [16]
Edipo en la tragedia griega
La referencia más antigua del mito de Edipo se encuentra en la Odisea, en el capítulo Evocación de los muertos. Allí, Epicasta, su madre, marcha a la morada de Hades a purgar el incesto, mientras Edipo, aunque con contratiempos, sigue reinando sobre los cadmeos de Tebas.
Sófocles trató el tema de Edipo y sus descendientes en tres obras, Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona. Estas obras se estrenaron en años distintos: Antígona en el 442 a.C., Edipo Rey hacia 430-425 y Edipo en Colono, su última obra, en el 406. No forman, pues, una trilogía.[17]
Al comienzo de Edipo Rey aparece el pueblo de la ciudad de Tebas postrado a los pies de Edipo, que es el gobernante de la ciudad (tras haberla salvado de las garras de la Esfinge). Un sacerdote, en nombre de los demás suplicantes, pide a Edipo que ponga fin a la terrible epidemia que azota a la población. Edipo tratará de averiguar la causa de la crisis enviando a su cuñado y a la vez tío, Creonte, a Delfos a consultar al oráculo. Al volver de Delfos, Creonte transmite a Edipo y al pueblo de Tebas, la sentencia del oráculo: "los dioses exigen que las tierras mancilladas con el asesinato de Layo sean purificadas con el destierro del responsable del crimen". Edipo toma, entonces, la determinación de perseguir sin descanso al asesino y castigarlo muy duramente, sin saber que así, se está cavando su propia tumba. A partir de este momento, y mientras el protagonista realiza todo lo posible por desenmascarar al asesino,varios personajes de la obra, como Tiresias, su madre Yocasta, y hasta un criado -habiendo tomado conocimiento de quién es a él mismo a quien se busca-, tratarán de hacerle desistir de tal propósito. Pero, a pesar de todo, Edipo seguirá desentrañando el caso hasta saber la verdad.
En la obra, el pueblo tebano, (representado como el coro), cobrará un papel muy importante, opinando sobre todas las decisiones que toman los gobernantes de la ciudad, y teniendo mucha influencia sobre esas decisiones. Sófocles hace insistente uso de la ironía trágica y aparece la idea de que el personaje acaba por reconocerse a sí mismo, por saber quién es él en realidad (anagnórisis). Se alcanzan momentos de máxima tensión: el conflicto entre Tiresias y Edipo, la discusión entre Creonte y Edipo, y finalmente la conversación entre Edipo y Yocasta, que trata de distraerlo a toda costa para que abandone la investigación sobre su destino trágico. Ya lo había dicho el Oráculo de Delfos a Layo cuando él nació: "matará a su padre y se casará con su madre". Para evitarlo, Layo había mandado a matarlo: lo dejaron colgado de los pies en un bosque. Lo halló un criado piadoso que lo entregó en crianza a otros padres. Ya adulto, en una encrucijada del camino hacia Tebas, Edipo había tenido un mal encuentro con un hombre a quien dio muerte, y ese hombre era Layo, su padre. Yocasta -con quien había tenido cuatro hijos-, era su propia madre. Cuando Edipo conoce su destino trágico, se quita los ojos con sus propias manos y se autoexilia de la ciudad, de la mano de una de sus hijas, Antígona, que no lo abandonará hasta su muerte. Cabe mencionar que el destierro era una pena de máxima en la Antigua Grecia, pena considerada en sí misma como una muerte.
Prácticamente el último año de su vida, Sófocles escribió Edipo en Colono, libro en el cual, el protagonista, convertido en ese mendigo que vaga sin rumbo, ciego, y de la mano de Antígona, acabará muriendo en un bosque cercano a Atenas, donde será enterrado y se le rendirán grandes honores. Se presenta también en esta obra el trágico conflicto entre los dos hijos de Edipo (Eteocles y Polinices)
el dispensador dice:
entre raras alegrías,
de corta estadía,
las gentes se tornan tristes,
circunspectas, portadoras de heridas,
algunas bajo razones excesivas,
otras para ocultar sonrisas,
muchas para disimular sus propios días,
sabiendo que otros las esclavizan,
para sus propios provechos,
desidias que exterminan...
la Tierra está perdiendo poesía,
la historia se ha vuelto mentira,
las vidas son tragedias,
porque las ausencias brillan,
y lo demás... pasa y se olvida...
omitiendo razones elementales,
que traen a las gentes a la vida,
si la gracia no se reconoce,
los consuelos se eternizan...
significo "pies hinchados",
sobran los tiempos andados,
travesías, travesuras,
frustraciones, fracasos,
se edematiza el alma,
de tanto apuro,
de tanta urgencia,
de tanto andar por vida,
insultando inteligencias,
haciendo del día una escena,
que concluye cuando desbordan penas...
los oráculos solían no equivocarse,
premonicios negadas... no pueden ser enterradas,
tampoco burladas,
aún cuando no sean entendidas,
deben ser aceptadas...
Edipo en sus abandonos,
reconoció las distancias,
sin vislumbrar futuros,
sin pretender tronos...
nadie escapa a su destino,
aún cuando el artilugio esconda el rollo...
las circunstancias solas se entrelazan,
a veces sin saberlo,
aquello de los crees huir,
se dobla y te atrapa,
y pasas a ser parte de una trama,
de factura inesperada,
pero escrita y guionada,
pronta a ser cargada,
sobre el broche de cada aura,
y aunque se quiera escapar,
lo que debe suceder,
siempre te alcanzará...
el genio griego era maestro,
enseñando lo posible,
partiendo de lo siniestro,
para inducir el pensamiento,
para mover a la reflexión,
antes hay que despertar,
las químicas del corazón,
agitando aquellas lógicas,
que desplazan a la razón,
contraponiendo las partes,
que anudan cada sensación.
toda vida tiene sus tragedias,
al estilo de Esquilo, o al de Sófocles,
así como toda vida tiene sus dramas,
sus alegrías...
sus presencias,
sus ausencias,
nutriéndose de enseñanzas,
o perdiendo la oportunidad de tomarlas...
pero en el fondo,
todo depende de la calidad del alma,
de cada espíritu en sus calmas,
esas perspectivas que asumiendo las distancias,
dan sentido a las hojas, a los brotes y sus ramas.
ABRIL 06, 2013.-
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Edipo - Wikipedia, la enciclopedia libre
Edipo (en griego antiguo Οἰδίπους, cuyo significado es pies hinchados[1] ) era un rey mítico de Tebas, hijo de Layo y Yocasta que, sin saberlo, mató a su propio padre y desposó a su madre.
Nacimiento e infancia
Layo, rey de Tebas, había recibido el oráculo de que si engendrase alguna vez un hijo, el niño, una vez adulto, le daría muerte. Sin embargo, estando ebrio, se unió a su esposa Yocasta, y tuvo un hijo. Al nacer el niño, Layo le atravesó con fíbulas los pies y lo entregó a un pastor para que lo abandonara. Layo esperaba escapar así del oráculo puesto que matarlo directamente habría sido una impiedad y creía que nadie recogería a un recién nacido con los pies atravesados. Así pues, fue abandonado en el monte Citerón pero fue hallado por otros pastores que lo entregaron al rey Pólibo de Corinto. Peribea o Mérope, la esposa de Pólibo y reina de Corinto, se encargó de la crianza del bebé, llamándolo Edipo, que significa ‘de pies hinchados’.[2] [3][editar] Retorno de Edipo a Tebas
Al llegar a la adolescencia, Edipo, por habladurías de sus compañeros de juegos, sospechó que no era hijo de sus pretendidos padres. Para salir de dudas visitó el Oráculo de Delfos, que le auguró que mataría a su padre y luego desposaría a su madre. Edipo, creyendo que sus padres eran quienes lo habían criado, decidió no regresar nunca a Corinto para huir de su destino. Emprendió un viaje y, en el camino hacia Tebas, Edipo se encontró con Layo, que viajaba a Delfos, en una encrucijada. El heraldo de Layo, Polifontes ordenó a Edipo que le cediera el paso pero ante la demora de éste, mató a uno de sus caballos. Edipo se encolerizó y mató a Polifontes y a Layo sin saber que era el rey de Tebas, y su propio padre. El rey de Tebas pasó a ser Creonte, hermano de la esposa de Layo, Yocasta.[4] [5]Más tarde Edipo encontró a la esfinge, un monstruo enviado por Hera que se había aposentado en el monte Ficio y daba muerte a todo aquel que no pudiera adivinar sus acertijos, incluido Hemón, el hijo de Creonte y atormentando al reino de Tebas. A la pregunta de «¿cuál es el ser vivo que con una sola voz tiene cuatro patas, dos patas y tres patas?», Edipo respondió correctamente que es el hombre puesto que cuando es un bebé gatea, camina sobre dos cuando crece y cuando es anciano se apoya sobre un bastón.[6] [7] Había también otro acertijo: «Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la primera». Edipo contestó: el día y la noche.[8] Furiosa, la Esfinge se suicidó lanzándose al vacío y Edipo es nombrado el salvador de Tebas. Como premio, Edipo fue nombrado rey y se casó con la viuda de Layo, Yocasta, su verdadera madre. Tuvo con ella cuatro hijos: Polinices, Eteocles, Ismene y Antígona y los dos hermanos se enfrentarían más tarde entre ellos a muerte por el trono tebano. Otra tradición afirma que los hijos de Edipo no fueron de Yocasta sino de Euriganía.[9]
[editar] Destierro y muerte
Al poco, una terrible plaga o escasez de alimentos cayó sobre la ciudad, ya que el asesino de Layo no había pagado por su crimen y contaminaba con su presencia a toda la ciudad.Edipo emprende las averiguaciones para descubrir el culpable, y gracias a Tiresias descubre que en realidad es hijo de Yocasta y Layo y que es él mismo el asesino que anda buscando. Sobre lo que sucedió a partir de ese momento circulan múltiples versiones:
Al saber Yocasta que Edipo era en realidad su hijo, se dio muerte, colgándose en el palacio. En versiones alternativas, siguió viviendo hasta que en el ataque de los siete contra Tebas sus hijos se dieron muerte el uno al otro, momento en el que ella se suicidó.[10] [11]
Edipo se quitó los ojos con los broches del vestido de Yocasta, huyó o fue exiliado de Tebas, o fue encerrado por sus hijos en el palacio, o siguió reinando en Tebas por algún tiempo. Maldijo a sus hijos Polinices y Eteocles y sólo su hija Antígona le acompañaba en su destierro para servirle de guía.[12] [13] [14]
En Colono, fue acogido por el héroe mítico Teseo y allí murió. Se decía que su tumba se encontraba en un santuario de las Euménides que había entre la Acrópolis y el Areópago de Atenas.[15] [16]
Edipo en la tragedia griega
La referencia más antigua del mito de Edipo se encuentra en la Odisea, en el capítulo Evocación de los muertos. Allí, Epicasta, su madre, marcha a la morada de Hades a purgar el incesto, mientras Edipo, aunque con contratiempos, sigue reinando sobre los cadmeos de Tebas.
Sófocles trató el tema de Edipo y sus descendientes en tres obras, Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona. Estas obras se estrenaron en años distintos: Antígona en el 442 a.C., Edipo Rey hacia 430-425 y Edipo en Colono, su última obra, en el 406. No forman, pues, una trilogía.[17]
Al comienzo de Edipo Rey aparece el pueblo de la ciudad de Tebas postrado a los pies de Edipo, que es el gobernante de la ciudad (tras haberla salvado de las garras de la Esfinge). Un sacerdote, en nombre de los demás suplicantes, pide a Edipo que ponga fin a la terrible epidemia que azota a la población. Edipo tratará de averiguar la causa de la crisis enviando a su cuñado y a la vez tío, Creonte, a Delfos a consultar al oráculo. Al volver de Delfos, Creonte transmite a Edipo y al pueblo de Tebas, la sentencia del oráculo: "los dioses exigen que las tierras mancilladas con el asesinato de Layo sean purificadas con el destierro del responsable del crimen". Edipo toma, entonces, la determinación de perseguir sin descanso al asesino y castigarlo muy duramente, sin saber que así, se está cavando su propia tumba. A partir de este momento, y mientras el protagonista realiza todo lo posible por desenmascarar al asesino,varios personajes de la obra, como Tiresias, su madre Yocasta, y hasta un criado -habiendo tomado conocimiento de quién es a él mismo a quien se busca-, tratarán de hacerle desistir de tal propósito. Pero, a pesar de todo, Edipo seguirá desentrañando el caso hasta saber la verdad.
En la obra, el pueblo tebano, (representado como el coro), cobrará un papel muy importante, opinando sobre todas las decisiones que toman los gobernantes de la ciudad, y teniendo mucha influencia sobre esas decisiones. Sófocles hace insistente uso de la ironía trágica y aparece la idea de que el personaje acaba por reconocerse a sí mismo, por saber quién es él en realidad (anagnórisis). Se alcanzan momentos de máxima tensión: el conflicto entre Tiresias y Edipo, la discusión entre Creonte y Edipo, y finalmente la conversación entre Edipo y Yocasta, que trata de distraerlo a toda costa para que abandone la investigación sobre su destino trágico. Ya lo había dicho el Oráculo de Delfos a Layo cuando él nació: "matará a su padre y se casará con su madre". Para evitarlo, Layo había mandado a matarlo: lo dejaron colgado de los pies en un bosque. Lo halló un criado piadoso que lo entregó en crianza a otros padres. Ya adulto, en una encrucijada del camino hacia Tebas, Edipo había tenido un mal encuentro con un hombre a quien dio muerte, y ese hombre era Layo, su padre. Yocasta -con quien había tenido cuatro hijos-, era su propia madre. Cuando Edipo conoce su destino trágico, se quita los ojos con sus propias manos y se autoexilia de la ciudad, de la mano de una de sus hijas, Antígona, que no lo abandonará hasta su muerte. Cabe mencionar que el destierro era una pena de máxima en la Antigua Grecia, pena considerada en sí misma como una muerte.
Prácticamente el último año de su vida, Sófocles escribió Edipo en Colono, libro en el cual, el protagonista, convertido en ese mendigo que vaga sin rumbo, ciego, y de la mano de Antígona, acabará muriendo en un bosque cercano a Atenas, donde será enterrado y se le rendirán grandes honores. Se presenta también en esta obra el trágico conflicto entre los dos hijos de Edipo (Eteocles y Polinices)
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