OPINIÓN | Muerte de José Luis Sampedro
Un faro en la penumbra
Efe
"Mi única ambición ahora es morir como un río en el mar. Ya noto la sal", me dijo José Luis Sampedro en la Academia, el último jueves que asistió al pleno. Nos sentábamos juntos Nieva, Mingote, él y yo y manteníamos una amistad de más de cuarenta años. José Luis Sampedro se ha muerto ocupando la más alta cota de prestigio intelectual y de influencia en las nuevas generaciones.
Se podrá coincidir con él. Se podrá discrepar de él. Pero sus análisis son tan penetrantes y tan provocadores que asombran. En una entrevista realizada por Luz Sánchez-Mellado afirmaba, con ciertas remembranzas a Lorca: "Somos naturaleza. Poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe".
José Luis Sampedro certificó la agonía del capitalismo salvaje: "La actual barbarie dará paso a un nuevo sistema". Al reflexionar sobre la realidad actual, el gran escritor, con varias docenas de libros a las espaldas, explicaba la crisis de la sociedad del siglo XXI: "Esto se acaba por degradación moral. Hemos olvidado justicia y dignidad". Frente a la voracidad de la clase política, cada día más corrupta; frente al periodismo alfombra que nos degrada, la voz de José Luis Sampedro se encendía como un faro en la penumbra.
Tras alejarse del Knossos clásico, Sampedro reflexiona: "...la especie humana es la misma de aquel tiempo. Sus sueños y sus ambiciones, sus ansias de poder, son las mismas que las cantadas por Sófocles o Esquilo en el teatro de Epidauro". Las mismas que desnudó Artaud, las mismas de los personajes de Bertolt Brecht o Samuel Beckett. Las mismas que Angélica Liddell desgarra sobre el escenario con el sobrino de Rameau de la mano y la acritud de Diderot entre los pechos.
Sampedro, como diría Ogatai, era un arquero apuntando al cielo. Y disparaba sus flechas, con el carcaj de la Historia al hombro, contra el hedonismo de los que se creen ajenos a las atrocidades de la época que vivimos. El autor de La senda del drago no solo denunció a políticos, financieros y gentes aún peor, sino también la cobardía moral de los que pudiendo hablar e indignarse no lo hacen.
"Cuando reflexionemos sobre el siglo XX -escribió Martín Luther King- no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados sino el escandaloso silencio de las buenas personas".
el dispensador no dice nada, porque la vida misma es suficiente testimonio de grandeza.
Se podrá coincidir con él. Se podrá discrepar de él. Pero sus análisis son tan penetrantes y tan provocadores que asombran. En una entrevista realizada por Luz Sánchez-Mellado afirmaba, con ciertas remembranzas a Lorca: "Somos naturaleza. Poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe".
José Luis Sampedro certificó la agonía del capitalismo salvaje: "La actual barbarie dará paso a un nuevo sistema". Al reflexionar sobre la realidad actual, el gran escritor, con varias docenas de libros a las espaldas, explicaba la crisis de la sociedad del siglo XXI: "Esto se acaba por degradación moral. Hemos olvidado justicia y dignidad". Frente a la voracidad de la clase política, cada día más corrupta; frente al periodismo alfombra que nos degrada, la voz de José Luis Sampedro se encendía como un faro en la penumbra.
Tras alejarse del Knossos clásico, Sampedro reflexiona: "...la especie humana es la misma de aquel tiempo. Sus sueños y sus ambiciones, sus ansias de poder, son las mismas que las cantadas por Sófocles o Esquilo en el teatro de Epidauro". Las mismas que desnudó Artaud, las mismas de los personajes de Bertolt Brecht o Samuel Beckett. Las mismas que Angélica Liddell desgarra sobre el escenario con el sobrino de Rameau de la mano y la acritud de Diderot entre los pechos.
Sampedro, como diría Ogatai, era un arquero apuntando al cielo. Y disparaba sus flechas, con el carcaj de la Historia al hombro, contra el hedonismo de los que se creen ajenos a las atrocidades de la época que vivimos. El autor de La senda del drago no solo denunció a políticos, financieros y gentes aún peor, sino también la cobardía moral de los que pudiendo hablar e indignarse no lo hacen.
"Cuando reflexionemos sobre el siglo XX -escribió Martín Luther King- no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados sino el escandaloso silencio de las buenas personas".
Luis María Anson
De la Real Academia Española
el dispensador no dice nada, porque la vida misma es suficiente testimonio de grandeza.
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