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El Rin desemboca en el Liceo para celebrar el bicentenario de Wagner
El teatro barcelonés se embarca en la ambiciosa tetralogía de ‘El anillo del nibelungo’
Daniel Verdú Barcelona 18 ABR 2013 - 00:54 CET8
El Walhalla está en obras. Media docena de bloques de hormigón cuelgan suspendidos por grúas sobre la cabeza de los dioses. Wotan, su rey supremo, recupera la lucidez por un instante y entrega a regañadientes el anillo de oro a los gigantes Fasolt y Fafner. El director musical Josep Pons gesticula ajustando a la orquesta y Robert Carsen, responsable de la escena, toma notas en uno de los últimos ensayos antes del estreno del sábado. Entonces, un impresionante telón de nieve blanca se precipita al fondo del escenario como símbolo de la puerta que atraviesan los dioses hacia su nuevo y frío hogar. Es el comienzo de la decadencia en el mito y el final de este sobrio y sutil El oro del Rin del director canadiense. Y así empieza también La Valquiria la temporada próxima, segunda parte de la tetralogía de El anillo del nibelungo de Wagner que el Liceo ofrecerá durante cuatro años. Broche de oro al bicentenario del compositor germánico en uno de sus templos del sur de Europa.
Como señala su director artístico, Joan Matabosch, la celebración (con la visita del Festival de Bayreuth en septiembre y la versión en concierto de Rienzi en junio) rebosa sentido en Barcelona. “Es importante que se conmemore de una forma solemne. El inicio de una tetralogía es una de las cosas grandes y complicadas que puede hacer un teatro”. En este caso sería más fácil señalar en qué año no se ha programado una obra de Wagner en el Liceo. Desde hitos como el de 1955, cuando los Festivales de Bayreuth desembarcaron con tres puestas en escena de Wieland Wagner, hasta 2000, cuando Peter Konwitschny desató la furia con su polémico Lohengrin. Aquella escuela que servía de metáfora de una sociedad gregaria y dividida por los conflictos domésticos. La demolición total en el Liceo de la iconografía tradicional de Wagner. Discutida. Pero repuesta con gran éxito en 2006. En este caso, El oro del Rin es quizá la pieza de la tetralogía menos representada. “Hemos tenido montajes de estética muy contrastada. Pero siempre buscamos que respeten el sentido de la obra y de lo que Wagner quiere expresar. Carsen es uno de ellos y su tetralogía es una de las mejores”, sostiene Matabosch.
Este anillo (con diseño escenográfico de Patrick Kinmonth y las voces del barítono Albert Dohmen en el papel de Wotan, o de Ewa Podles como Erda), estrenado en Colonia en 2000, es una producción simple y austera en lo estético. Muy poco intervencionista y profundamente respetuosa con la música y el código narrativo del compositor. “Queríamos que fuera muy simple. La música es la gran expresión de Wagner y ningún efecto visual puede describir mejor su obra. No me interesa lo complicado o recargado”, señala Carsen al término del ensayo.
El montaje es también un alegato ecologista que invoca al Wagner más moderno, al hombre preocupado por la naturaleza y su destrucción a manos de la ambición y avaricia humana. Al final, como todas las grandes tragedias, pinta también un retrato de esos líderes y prohombres sin proyecto o con una idea deliberadamente equivocada sobre el camino correcto. Perfectamente, como explicaba Carsen a los cantantes durante el ensayo, reflejo hoy de algunos políticos, de trabajadores mal pagados y castas geográficas esclavizadas.
“Desde su inicio concebimos este ciclo como una advertencia ecológica. La naturaleza aquí es importante por su ausencia. No hay agua, los árboles están muertos, el pájaro de Siegfried también. Es una lección que el hombre debe comprender: la naturaleza es una fuerza poderosa que no se puede controlar. Por eso es una obra muy contemporánea. El ciclo del anillo es siempre fascinante. Wagner quería que su trabajo no tuviera límites”, insiste Carsen. Tan pocos que incluso funcionó como inspiración para películas como El señor de los anillos o La Guerra de las Galaxias.
Quizá sea lo que Matabosch define como trascender la anécdota a través del mito. “Es una obra visionaria que tiene que ver con el capitalismo del XIX. Utiliza un mito porque es una forma de explicar la naturaleza humana sin restringirla a una pura anécdota. Carsen \[que ya trajo un un Tannhäuser en 2008\] evita lo espectacular por lo espectacular. Pero no da ninguna sensación de pobreza”. Lo vemos en la expresión de la profundidad del Rin. Una franja roja como representación del fondo de un río convertido en estercolero. O en un Walhalla en obras repleto de grúas. Más poética que narrativa, la luz azul también alude al río y la amarilla al enloquecedor oro. Pero hay algo que distingue este prólogo (concebido al final del proceso de escritura por Wagner). “Es diferente del resto de la tetralogía porque es divertida e irónica. Las otras son más filosóficas y meditativas. Esta es todo acción”, analiza Carsen.
Y es también otra prueba de fuego para la orquesta del Liceo, en pleno proceso de reflotación. Dice su nuevo director, Josep Pons, que “se la ha demonizado excesivamente”. Procedente de la Orquesta Nacional de España (ONE), ha aterrizado en Barcelona con la misión de devolver brillo a la formación. Fundada en 1847, es la más antigua de España y la han dirigido Prokofiev, Stravinski, Bruno Walter, Toscanini o Strauss.
Hoy se encuentra en un estado un tanto precario (según Pons faltan unos 40 músicos más y “no hay otro camino”) y en proceso de rearmar su autoestima. ¿Cómo? Para empezar, se acaba de crear un ciclo sinfónico paralelo que permita a la formación salir del foso y afinar la maquinaria. “La atención prestada a la orquesta en los últimos años no ha sido la misma que a las voces o la escena”. Hoy, con todo lo que implica, eso está cambiando. Y Wagner, difícil de maquillar, marcará el tono actual de la orquesta.
La Fura convierte a Wagner en cultura de masas | Cultura | EL PAÍS
Como señala su director artístico, Joan Matabosch, la celebración (con la visita del Festival de Bayreuth en septiembre y la versión en concierto de Rienzi en junio) rebosa sentido en Barcelona. “Es importante que se conmemore de una forma solemne. El inicio de una tetralogía es una de las cosas grandes y complicadas que puede hacer un teatro”. En este caso sería más fácil señalar en qué año no se ha programado una obra de Wagner en el Liceo. Desde hitos como el de 1955, cuando los Festivales de Bayreuth desembarcaron con tres puestas en escena de Wieland Wagner, hasta 2000, cuando Peter Konwitschny desató la furia con su polémico Lohengrin. Aquella escuela que servía de metáfora de una sociedad gregaria y dividida por los conflictos domésticos. La demolición total en el Liceo de la iconografía tradicional de Wagner. Discutida. Pero repuesta con gran éxito en 2006. En este caso, El oro del Rin es quizá la pieza de la tetralogía menos representada. “Hemos tenido montajes de estética muy contrastada. Pero siempre buscamos que respeten el sentido de la obra y de lo que Wagner quiere expresar. Carsen es uno de ellos y su tetralogía es una de las mejores”, sostiene Matabosch.
Este anillo (con diseño escenográfico de Patrick Kinmonth y las voces del barítono Albert Dohmen en el papel de Wotan, o de Ewa Podles como Erda), estrenado en Colonia en 2000, es una producción simple y austera en lo estético. Muy poco intervencionista y profundamente respetuosa con la música y el código narrativo del compositor. “Queríamos que fuera muy simple. La música es la gran expresión de Wagner y ningún efecto visual puede describir mejor su obra. No me interesa lo complicado o recargado”, señala Carsen al término del ensayo.
El montaje es también un alegato ecologista que invoca al Wagner más moderno, al hombre preocupado por la naturaleza y su destrucción a manos de la ambición y avaricia humana. Al final, como todas las grandes tragedias, pinta también un retrato de esos líderes y prohombres sin proyecto o con una idea deliberadamente equivocada sobre el camino correcto. Perfectamente, como explicaba Carsen a los cantantes durante el ensayo, reflejo hoy de algunos políticos, de trabajadores mal pagados y castas geográficas esclavizadas.
“Desde su inicio concebimos este ciclo como una advertencia ecológica. La naturaleza aquí es importante por su ausencia. No hay agua, los árboles están muertos, el pájaro de Siegfried también. Es una lección que el hombre debe comprender: la naturaleza es una fuerza poderosa que no se puede controlar. Por eso es una obra muy contemporánea. El ciclo del anillo es siempre fascinante. Wagner quería que su trabajo no tuviera límites”, insiste Carsen. Tan pocos que incluso funcionó como inspiración para películas como El señor de los anillos o La Guerra de las Galaxias.
Quizá sea lo que Matabosch define como trascender la anécdota a través del mito. “Es una obra visionaria que tiene que ver con el capitalismo del XIX. Utiliza un mito porque es una forma de explicar la naturaleza humana sin restringirla a una pura anécdota. Carsen \[que ya trajo un un Tannhäuser en 2008\] evita lo espectacular por lo espectacular. Pero no da ninguna sensación de pobreza”. Lo vemos en la expresión de la profundidad del Rin. Una franja roja como representación del fondo de un río convertido en estercolero. O en un Walhalla en obras repleto de grúas. Más poética que narrativa, la luz azul también alude al río y la amarilla al enloquecedor oro. Pero hay algo que distingue este prólogo (concebido al final del proceso de escritura por Wagner). “Es diferente del resto de la tetralogía porque es divertida e irónica. Las otras son más filosóficas y meditativas. Esta es todo acción”, analiza Carsen.
Y es también otra prueba de fuego para la orquesta del Liceo, en pleno proceso de reflotación. Dice su nuevo director, Josep Pons, que “se la ha demonizado excesivamente”. Procedente de la Orquesta Nacional de España (ONE), ha aterrizado en Barcelona con la misión de devolver brillo a la formación. Fundada en 1847, es la más antigua de España y la han dirigido Prokofiev, Stravinski, Bruno Walter, Toscanini o Strauss.
Hoy se encuentra en un estado un tanto precario (según Pons faltan unos 40 músicos más y “no hay otro camino”) y en proceso de rearmar su autoestima. ¿Cómo? Para empezar, se acaba de crear un ciclo sinfónico paralelo que permita a la formación salir del foso y afinar la maquinaria. “La atención prestada a la orquesta en los últimos años no ha sido la misma que a las voces o la escena”. Hoy, con todo lo que implica, eso está cambiando. Y Wagner, difícil de maquillar, marcará el tono actual de la orquesta.
La Fura convierte a Wagner en cultura de masas | Cultura | EL PAÍS
La Fura convierte a Wagner en cultura de masas
El grupo teatral congrega a 25.000 personas en Linz con su ‘Parsifal’
Presumen en Linz de tener el teatro musical más moderno de Europa. Se
han gastado 180 millones de euros en la construcción —con el arquitecto
Terry Pawson al frente— de un edificio racional en la distribución de
espacios, tecnológicamente avanzado y con la mirada artística puesta en
una oferta plural. Y el auditorio ya ha gozado de un bautismo a la
altura de sus afanes vanguardistas, gracias a un encargo a Carlus
Padrissa, de La Fura dels Baus, de una versión nocturna al aire libre de
Parsifal sobre el fondo de la entrada al teatro (un espacio de
65 metros de ancho por 24 de alto) y el vecino Volksgarten, un parque
cuya hierba se protegió para la ocasión con láminas de madera, por si la
asistencia a las sesiones wagnerianas de La Fura era masiva. Y, en
efecto, lo fue. Un elevado número de voluntarios locales participaron
como figurantes en el montaje. Sumaron más de 25.000 espectadores entre
las tres noches, según los cálculos más moderados, que, en cualquier
caso, sobrepasan todas las previsiones.
Curiosamente, Padrissa ha simultaneado dos lecturas diferentes de Parsifal en Colonia y en Linz. La primera se estrenó el Viernes Santo, con artesanos panaderos elaborando en vivo y en directo desde el primer acto el pan que después se repartiría en el último, con Wagner encarnando al moribundo Titurel y con Nietzsche poniéndose en la piel de Amfortas. Lo de Linz es otra historia, más próxima a lo que los fureros llaman familiarmente “macro”, es decir, un espectáculo de grandes dimensiones con despliegue de tecnología avanzada. De hecho se titula Ein Parzival —Un Parsifal— para no llevarse a engaños. Dura algo más de 50 minutos y la música procede de grabaciones discográficas emblemáticas, en las que no falta el mítico director musical Hans Knappertsbusch, y a cuya selección se incorporan desde la soprano Maria Callas —que canta Kundry en italiano— y el legendario tenor Georges Thill —que canta, claro, en francés—.
La idea es potenciar la universalidad de la obra. Dicho de otra forma, se pretende una versión para todos los públicos, con la música como elemento de fascinación y la escena como complemento visual lleno de sorpresas. La propuesta plástica está en la línea de los espectáculos de calle de La Fura, con figuras gigantescas —el muñeco que encarna Parsifal mide unos 10 metros—, utilización del espacio abierto en el movimiento de los distintos artilugios, potenciación del fuego (los servicios de seguridad de bomberos no están lejos, por si acaso) y la luz, y un tipo de belleza que podríamos llamar de ciencia ficción. Es posible que a los wagnerianos de pro les chirríe una puesta en escena semejante, pero para el público desprejuiciado tiene una capacidad de comunicación inmensa, tal y como se pudo comprobar en las veladas austriacas, con personas de todas las edades absolutamente entregadas.
El espectáculo está también en el público, con un continuo centelleo de flashes desde los móviles, para captar fotográficamente cada momento de la representación. Para la mayoría es una ceremonia de iniciación a la ópera. El carácter gratuito potencia la asistencia masiva. En una escena se introduce durante unos instantes, por conveniencia dramática, un fragmento de La valquiria, y no pasa nada. Al final, después de mecanismos que simulan los episodios más conocidos de Parsifal, desde la escena de las muchachas-flor a los encantos del Viernes Santo, el espectáculo desemboca en una traca de fuegos artificiales mientras los caballeros del Grial ascienden a lo más alto en una actitud de gesto solidario. Los numerosos niños se quedan perplejos, los mayores embelesados. No hay sillas, aunque algunos se las traen de sus casas, y el público acude con más de una hora de antelación para buscar un árbol o una valla de protección donde apoyarse. La duración limitada se agradece.
Linz ha tenido la osadía de poner en escena una mirada tan atípica sobre el drama escénico sagrado de Wagner. Es una ciudad tranquila, de apenas 200.000 habitantes, entre Salzburgo y Viena, que históricamente acogió durante 12 años como organista en un par de iglesias al gran Anton Bruckner, tan afín a Wagner, y que estos días no ha escatimado en los actos de inauguración del nuevo auditorio, con buenos espectáculos de teatro musical, ballet, una ópera de las de toda la vida —El caballero de la rosa, de Richard Strauss, con Anne Schwanewilms y Kurt Rydl encabezando el reparto— y el estreno del último título para la escena de Philip Glass (Spuren der Verirrten) con libreto a partir de un texto de Peter Handke y dirección musical de Dennis Russell Davies, el mismo que dirigió El americano perfecto en el Real de Madrid recientemente.
Linz ha apostado en la planificación de su nuevo teatro por llevar la ópera a todos los públicos y por ofrecer una programación que abarque todas las estéticas y variantes del teatro musical. ¿Conseguirá sus objetivos? Esperemos que todo sea tan placentero como ese Danubio azul que atraviesa la ciudad y da nombre a su aeropuerto.
La Fura se acerca a Wagner con una perspectiva inocente y populista, de efectos especiales.
Además, asistiremos hoy al estreno de El oro del Rin en el Liceo de Barcelona. Es la primera parte de la tetralogía de El anillo del nibelungo, del director de escena Robert Carsen, que el teatro catalán programará durante los próximos tres años. Al otro lado del Atlántico, Manaos celebrará el 22 de mayo (día exacto del bicentenario) un Parsifal brasileño-mexicano. Bayreuth, por su parte, celebrará el año Wagner con un nuevo Anillo con dirección escénica de Frank Castorf y musical a cargo de Kirill Petrenko.
La Fura convierte a Wagner en cultura de masas | Cultura | EL PAÍS
Richard Wagner - Wikipedia, la enciclopedia libre
Richard Wagner, con nombre completo Wilhelm Richard Wagner (Leipzig, Reino de Sajonia, Confederación del Rin, 22 de mayo de 1813 – Venecia, Reino de Italia, 13 de febrero de 1883), fue un compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo. Destacan principalmente sus óperas (calificadas como «dramas musicales» por el propio compositor) en las que, a diferencia de otros compositores, asumió también el libreto y la escenografía.
En sus inicios, fundamentó su reputación como compositor en obras como El holandés errante y Tannhäuser que seguían la tradición romántica de Weber y Meyerbeer. Transformó el pensamiento musical con la idea de la «obra de arte total» (Gesamtkunstwerk), la síntesis de todas las artes poéticas, visuales, musicales y escénicas, que desarrolló en una serie de ensayos entre 1849 y 1852, y que plasmó en la primera mitad de su monumental tetralogía El anillo del nibelungo. Sin embargo, sus ideas sobre la relación entre la música y el teatro cambiaron nuevamente y reintrodujo algunas formas operísticas tradicionales en las obras de su última etapa, como en Los maestros cantores de Núremberg. Las obras de Wagner, particularmente las de su último periodo (que se corresponden con su etapa romántica), destacan por su textura contrapuntística, riqueza cromática, armonía, orquestación y un elaborado uso de los leitmotivs (temas musicales asociados a caracteres específicos o elementos dentro de la trama). Wagner fue pionero en varios avances del lenguaje musical, como un extremo cromatismo (asociado con el color orquestal) o la ampliación del cosmos armónico a través de un continuo desplazamiento de los centros tonales, lo que influyó en el desarrollo de la música clásica europea.
Su ópera Tristán e Isolda se describe a veces como punto de inicio de la música académica contemporánea. La influencia de Wagner se extendió también a la filosofía, la literatura, las artes visuales y el teatro. Hizo construir su propio teatro de ópera, el Festspielhaus de Bayreuth, para escenificar sus obras del modo en que él las imaginaba y que contienen diseños novedosos. Allí tuvo lugar el estreno de la tetralogía del Anillo y Parsifal, donde actualmente se siguen representando sus obras operísticas más importantes en un Festival anual a cargo de sus descendientes. Los puntos de vista de Wagner sobre la dirección orquestal también fueron muy influyentes. Escribió ampliamente sobre música, teatro y política, obras que han sido objeto de debate en las últimas décadas, especialmente algunas de contenido antisemita y por su supuesta influencia sobre Adolf Hitler y el nazismo.
Wagner logró todo esto a pesar de una vida que se caracterizó, hasta sus últimas décadas, por el exilio político, relaciones amorosas turbulentas, pobreza y repetidas huidas de sus acreedores. Su agresiva personalidad y sus opiniones, con frecuencia demasiado directas, sobre la música, la política y la sociedad lo convirtieron en un personaje polémico, etiqueta que todavía mantiene. El impacto de sus ideas se puede encontrar en muchas de las artes del siglo.
el dispensador dice:
se habla de tesoros,
de reinos perdidos,
de reinas y tronos,
se habla de metales preciosos,
se codician las piedras preciosas,
desde los diamantes hasta las rosas,
desde las turmalinas hasta cualquier cosa,
pero las riquezas que atormentan y acosan,
no son nada...
comparadas con la gracia del genio,
que ahuyenta las sombras...
genio profundo,
Curiosamente, Padrissa ha simultaneado dos lecturas diferentes de Parsifal en Colonia y en Linz. La primera se estrenó el Viernes Santo, con artesanos panaderos elaborando en vivo y en directo desde el primer acto el pan que después se repartiría en el último, con Wagner encarnando al moribundo Titurel y con Nietzsche poniéndose en la piel de Amfortas. Lo de Linz es otra historia, más próxima a lo que los fureros llaman familiarmente “macro”, es decir, un espectáculo de grandes dimensiones con despliegue de tecnología avanzada. De hecho se titula Ein Parzival —Un Parsifal— para no llevarse a engaños. Dura algo más de 50 minutos y la música procede de grabaciones discográficas emblemáticas, en las que no falta el mítico director musical Hans Knappertsbusch, y a cuya selección se incorporan desde la soprano Maria Callas —que canta Kundry en italiano— y el legendario tenor Georges Thill —que canta, claro, en francés—.
La idea es potenciar la universalidad de la obra. Dicho de otra forma, se pretende una versión para todos los públicos, con la música como elemento de fascinación y la escena como complemento visual lleno de sorpresas. La propuesta plástica está en la línea de los espectáculos de calle de La Fura, con figuras gigantescas —el muñeco que encarna Parsifal mide unos 10 metros—, utilización del espacio abierto en el movimiento de los distintos artilugios, potenciación del fuego (los servicios de seguridad de bomberos no están lejos, por si acaso) y la luz, y un tipo de belleza que podríamos llamar de ciencia ficción. Es posible que a los wagnerianos de pro les chirríe una puesta en escena semejante, pero para el público desprejuiciado tiene una capacidad de comunicación inmensa, tal y como se pudo comprobar en las veladas austriacas, con personas de todas las edades absolutamente entregadas.
El espectáculo está también en el público, con un continuo centelleo de flashes desde los móviles, para captar fotográficamente cada momento de la representación. Para la mayoría es una ceremonia de iniciación a la ópera. El carácter gratuito potencia la asistencia masiva. En una escena se introduce durante unos instantes, por conveniencia dramática, un fragmento de La valquiria, y no pasa nada. Al final, después de mecanismos que simulan los episodios más conocidos de Parsifal, desde la escena de las muchachas-flor a los encantos del Viernes Santo, el espectáculo desemboca en una traca de fuegos artificiales mientras los caballeros del Grial ascienden a lo más alto en una actitud de gesto solidario. Los numerosos niños se quedan perplejos, los mayores embelesados. No hay sillas, aunque algunos se las traen de sus casas, y el público acude con más de una hora de antelación para buscar un árbol o una valla de protección donde apoyarse. La duración limitada se agradece.
Linz ha tenido la osadía de poner en escena una mirada tan atípica sobre el drama escénico sagrado de Wagner. Es una ciudad tranquila, de apenas 200.000 habitantes, entre Salzburgo y Viena, que históricamente acogió durante 12 años como organista en un par de iglesias al gran Anton Bruckner, tan afín a Wagner, y que estos días no ha escatimado en los actos de inauguración del nuevo auditorio, con buenos espectáculos de teatro musical, ballet, una ópera de las de toda la vida —El caballero de la rosa, de Richard Strauss, con Anne Schwanewilms y Kurt Rydl encabezando el reparto— y el estreno del último título para la escena de Philip Glass (Spuren der Verirrten) con libreto a partir de un texto de Peter Handke y dirección musical de Dennis Russell Davies, el mismo que dirigió El americano perfecto en el Real de Madrid recientemente.
Linz ha apostado en la planificación de su nuevo teatro por llevar la ópera a todos los públicos y por ofrecer una programación que abarque todas las estéticas y variantes del teatro musical. ¿Conseguirá sus objetivos? Esperemos que todo sea tan placentero como ese Danubio azul que atraviesa la ciudad y da nombre a su aeropuerto.
Hitos del bicentenario
Las fronteras entre lo popular y lo culto se difuminan con montajes de este tipo. Se ha hablado incluso de representar algo semejante en Montserrat. Seguramente sea lo más osado estéticamente en lo que va del año Wagner, y también lo más divulgativo para acercarse sin condicionantes a la música más compleja del compositor. Hengelbrock descubrió en Madrid la belleza austera de los instrumentos originales en Parsifal.Thielemann sentó cátedra en el Festival de Pascua de Salzburgo con la Staatskapelle de Dresde.La Fura se acerca a Wagner con una perspectiva inocente y populista, de efectos especiales.
Además, asistiremos hoy al estreno de El oro del Rin en el Liceo de Barcelona. Es la primera parte de la tetralogía de El anillo del nibelungo, del director de escena Robert Carsen, que el teatro catalán programará durante los próximos tres años. Al otro lado del Atlántico, Manaos celebrará el 22 de mayo (día exacto del bicentenario) un Parsifal brasileño-mexicano. Bayreuth, por su parte, celebrará el año Wagner con un nuevo Anillo con dirección escénica de Frank Castorf y musical a cargo de Kirill Petrenko.
La Fura convierte a Wagner en cultura de masas | Cultura | EL PAÍS
Richard Wagner - Wikipedia, la enciclopedia libre
Richard Wagner, con nombre completo Wilhelm Richard Wagner (Leipzig, Reino de Sajonia, Confederación del Rin, 22 de mayo de 1813 – Venecia, Reino de Italia, 13 de febrero de 1883), fue un compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo. Destacan principalmente sus óperas (calificadas como «dramas musicales» por el propio compositor) en las que, a diferencia de otros compositores, asumió también el libreto y la escenografía.
En sus inicios, fundamentó su reputación como compositor en obras como El holandés errante y Tannhäuser que seguían la tradición romántica de Weber y Meyerbeer. Transformó el pensamiento musical con la idea de la «obra de arte total» (Gesamtkunstwerk), la síntesis de todas las artes poéticas, visuales, musicales y escénicas, que desarrolló en una serie de ensayos entre 1849 y 1852, y que plasmó en la primera mitad de su monumental tetralogía El anillo del nibelungo. Sin embargo, sus ideas sobre la relación entre la música y el teatro cambiaron nuevamente y reintrodujo algunas formas operísticas tradicionales en las obras de su última etapa, como en Los maestros cantores de Núremberg. Las obras de Wagner, particularmente las de su último periodo (que se corresponden con su etapa romántica), destacan por su textura contrapuntística, riqueza cromática, armonía, orquestación y un elaborado uso de los leitmotivs (temas musicales asociados a caracteres específicos o elementos dentro de la trama). Wagner fue pionero en varios avances del lenguaje musical, como un extremo cromatismo (asociado con el color orquestal) o la ampliación del cosmos armónico a través de un continuo desplazamiento de los centros tonales, lo que influyó en el desarrollo de la música clásica europea.
Su ópera Tristán e Isolda se describe a veces como punto de inicio de la música académica contemporánea. La influencia de Wagner se extendió también a la filosofía, la literatura, las artes visuales y el teatro. Hizo construir su propio teatro de ópera, el Festspielhaus de Bayreuth, para escenificar sus obras del modo en que él las imaginaba y que contienen diseños novedosos. Allí tuvo lugar el estreno de la tetralogía del Anillo y Parsifal, donde actualmente se siguen representando sus obras operísticas más importantes en un Festival anual a cargo de sus descendientes. Los puntos de vista de Wagner sobre la dirección orquestal también fueron muy influyentes. Escribió ampliamente sobre música, teatro y política, obras que han sido objeto de debate en las últimas décadas, especialmente algunas de contenido antisemita y por su supuesta influencia sobre Adolf Hitler y el nazismo.
Wagner logró todo esto a pesar de una vida que se caracterizó, hasta sus últimas décadas, por el exilio político, relaciones amorosas turbulentas, pobreza y repetidas huidas de sus acreedores. Su agresiva personalidad y sus opiniones, con frecuencia demasiado directas, sobre la música, la política y la sociedad lo convirtieron en un personaje polémico, etiqueta que todavía mantiene. El impacto de sus ideas se puede encontrar en muchas de las artes del siglo.
el dispensador dice:
se habla de tesoros,
de reinos perdidos,
de reinas y tronos,
se habla de metales preciosos,
se codician las piedras preciosas,
desde los diamantes hasta las rosas,
desde las turmalinas hasta cualquier cosa,
pero las riquezas que atormentan y acosan,
no son nada...
comparadas con la gracia del genio,
que ahuyenta las sombras...
genio profundo,
enseñanzas de otros mundos,
mensajes rotundos,
anuncian los rumbos,
muchas sendas conducen al submundo,
despejar la ecuación,
revela de dónde eres oriundo...
de pronto no hay genio,
se transforman los reinos,
es necesario navegar,
por mares serenos,
allende los cielos,
lo que parece lejos,
está en curso de velero,
si se sigue la estrella,
el polo es eterno.
ABRIL 20, 2013.-
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