jueves, 18 de abril de 2013

EL LÁPIZ OLVIDADO || El salto del ángel por Ángel Gabilondo Pujol >> Blogs EL PAÍS

El salto del ángel por Ángel Gabilondo Pujol >> Blogs EL PAÍS

Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo
Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

Escribir a mano

Por: | 16 de abril de 2013
Marie marziac je me souviens
No se excluye que suceda con otros modos, pero escribir a mano nos ofrece la posibilidad de experiencias singulares de pensar. Al cesar de hacerlo, nos despedimos de formas de enfrentar nuestro propio cuerpo y de considerar lo que hay, que propiamente se corresponden con su peculiar proceder. Sin nostalgia, pero con voluntad de constatación, al dejar de escribir de esa manera, no es sólo la manera lo que se deja. Y no es una distinción que pueda medirse en términos de calidad de la escritura, ya que se producen excelentes resultados y magníficas creaciones con diferentes escrituras y formatos. No parece residir el secreto en que el texto pase por tejerse a mano. Aunque, en algún sentido, siempre lo hacemos.

La pausada y pormenorizada caligrafía, como escuela de estilo, de organización y de cuidado de los detalles, desborda la estética y garantiza el marco en el que nace la necesidad del estilo singular. Y efectivamente, se dice que cada quien tiene su letra, en muchas ocasiones bien reconocible. Su reiteración viene a ser una firma que nos confirma. Y hay toda una legibilidadque no se agota en el aspecto y que nos permite decir que es buena o mala. En el espejo de nuestra propia escritura nos desvelamos incluso ante nosotros mismos, en una suerte de desprendimiento. Al escribir a mano nos ofrecemos de un modo corporal. Una nota, una carta, un texto se expiden como envío que nos llega siempre en cierta medida de alguien. Nos dice. Y si eso ocurre en cualquier caso, más en especial cuando la mano se ha deslizado hasta dibujar y conformar letras, sílabas y palabras.

La escritura a mano es una escuela de vinculación, de enlace, de memoria, en la que los rasgos se dan en una continuidad únicamente quebrada por la irrupción en blanco de pausas y silencios. Y empieza por ser la vertebración de toda nuestra posición vertida en cada punto en los que la elaboración de lo que decimos se va conformando poco a poco mediante la acción artesanal de esta escritura a mano. Entonces resulta tan personal que viene a ser de puño y letra. Hasta el extremo de que puede considerarse el pensamiento de la mano, la mano como pensamiento. No se trata sólo de entregarla al quehacer del pensar, sino a la efectividad de una mano que a su vez participa en las decisiones, es postura y posición, es peculiar diferencia frente a cualquier indicio de uniformar. Es como si cada letra singular aguardara su efectiva articulación en las palabras que componen este juego fecundo en el que consiste el ejercicio físico que es también la escritura.

Se ofrece entonces la mano como donación del cuerpo de los afectos entregado en dicha escritura. De no hacerlo, todo se reduciría a garabatear letras y signos. En otro caso, queda en el texto el rastro de ese cuerpo entregado.

Marie marziac N-í 8
Precisamente por semejante donación, la escritura no es sólo expresión o manifestación, sino que viene a ser algo otro que nosotros mismos. Va más allá de sí y por ello nos alcanza. Tal vez a eso obedece que se haya señalado que “la mano no sólo aprehende y coge, no sólo presiona y empuja. La mano ofrece y recibe. Y no solamente objetos, sino que se da a sí misma y se recibe a sí misma en la otra. La mano mantiene. La mano sostiene. La mano designa, probablemente porque el hombre es un signo. Las manos se pliegan, cuando ese gesto ha de transportar al hombre a la gran simplicidad”. Y no deja de ser significativo que Heidegger escriba estas palabras preguntándose qué significa pensar.
La mano que escribe se ve acompañada de la mano que vela, la mano que da junto a la mano que sostiene, y ambas son movimiento y composición. Y no es cosa de ignorar que de una u otra manera cada vez que escribimos nos situamos sobre aquello que parece aguardar nuestra intervención. Y colocamos nuestras manos como quien las impone, no en un gesto de posición sino de hospitalidad.Tal planteamiento no excluye diferentes modalidades de escritura. Más bien señala hasta qué punto es fecundo remitirlas a la escritura a mano, siquiera para subrayar que en algún sentido son otro modo de proceder.
Marie_Marziac,_Amon_amour
Sin embargo, la letra de cada quien tiene algo, si no de delación, sí al menos de síntoma, en el que uno mismo se expide hasta procurar lo que consideramos tan peculiar, personal y decisivo que hace guardar con afecto, y no pocas veces con emoción, un manuscrito. Más que su simple contenido, se ofrece todo un mundo que no se reduce a un conjunto de detalles y que es más que cualquier otro objeto personal. Hasta en la nota menos relevante se revela un aire confidencial. Quizás aún preservamos con esmero y fervor la carta, el escrito en el que alguien inolvidable puso sus letras, tal vez sus primeras letras. O sus últimas. Y sentimos que algo muy suyo se preserva en su única y singular palabra que es arte de escritura y que no se limita a lo que pone en ella. Algo de su pasión y de su identidad, que se vislumbra en lo que el propio texto tiene no ya de recuerdo sino de memoria viva.

Y la llegada de una carta a mano, la sorpresa en el buzón, en el cajón, nos resulta ya extraño y singular y parece alcanzarnos más propiamente, como naipe, como mapa, para un modo de encuentro personal e irrepetible. Entonces, todo tiene el sabor de lo peculiar, dirigido más especialmente a nosotros y parece ser propicio para la confidencia, para el pensamiento, para el afecto. Ello no excluye que esas tantas distintas modalidades que utilizamos no busquen y en ocasiones logren esa cercanía. Se abre entonces el espacio de otros lenguajes, también el del decir de las propias letras, el de la tipografía, por ejemplo, que dibuja diferentes formas de pensamiento. Ahora bien, al recibir un texto escrito a mano, algo aún más físico, una suerte de espíritu de las letras, que es a la par presencia o ausencia de alguien, nos alcanza.
Marie marziac  N- i´1
(Imágenes: Pinturas de Marie Marziac, Je me souviens; N-í 8; A-mon-amour; y N-í 1)


el dispensador dice:
cada vez son menos...
cada vez son menos aquellos que escriben con sus manos,
apretar teclas desmerece los pasados,
mientras se expanden los negados,
los correos aparecen desolados,
ya no hay estampillas,
las expectativas se han evaporado,
ya nadie espera las cartas,
porque los afectos están aislados,
desconociendo los sentidos,
apartando las esperanzas...

los lápices están olvidados,
han quedado presos en algún cajón,
y ya nadie atiende sus llamados,
mientras los sacapuntas se extinguen,
las gentes no recuerdan las formas,
el sentido geométrico de las vocales,
aquello que las consonantes producen,
cuando se fabrican palabras,
cuando se diseñan oraciones,
cuando se ocupan renglones,
con notas nacidas en sensibilidades,
de movilizados corazones...

los dedos presionan energías,
la electrónica domina pasiones,
y con ellas sus días,
las gentes están perdiendo el sentido de sus manos,
será por ello que ya nadie recuerda,
para qué eran los abrazos,
qué se sentía al estrechar los afectos,
enlazando hilos invisibles,
que subliman los sentidos,
expandiendo auras y sentimientos,
las teclas suenan acompasadas,
el no sentir la hoja,
modifica lo que sucederá mañana,
mientras las densidades crecen,
mucho es lo que se diluye,
otro tanto lo que se desmerece...

hay una conexión,
entre el corazón y la mano,
hay una conexión,
entre el alma y el abrazo,
hay una conexión,
entre la mirada y el ocaso,
hay una conexión,
entre el amanecer y el pasado,
hay una conexión,
entre el recuerdo y lo olvidado,
hay una conexión,
entre lo escrito y lo esperado,
hay una conexión,
entre el apuro y lo negado...
necesitas ejercitar los sentidos,
donde las formas de las letras,
alimentan el espíritu,
al verse reflejados...
ABRIL 18, 2013.-
 
cuando escribes [con tus manos]... vives en ti mismo.

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