jueves, 4 de abril de 2013

ALTURAS || Un viaje cautivante a través de nuestras alturas - La Gaceta

Un viaje cautivante a través de nuestras alturas - La Gaceta

Un viaje cautivante a través de nuestras alturas



CRUCES SEMBRADAS HACIA EL CIELO. "El trigal", una de las
FOTOGRAFÍA
VALLES CALCHAQUIES
GRUPO POR IMAGEN
(La Feria del Libro - Tucumán)

Una estremecedora puesta de sol en San Carlos (Salta), y una breve descripción geográfica, abren la puerta a un viaje cautivante a través del Valle Calchaquí. Este es un libro especial en el que, quizás, no hacen falta las palabras, porque la riqueza de su contenido está en las imágenes.

La osada propuesta es del Grupo por Imagen, integrado por profesionales tucumanos que, impulsados por el amor a la fotografía, decidieron -desde 1984- hacer de su afición un lugar de encuentro de valores artísticos en un marco colectivo.

Aparecen impresos aquí los trabajos fotográficos de Patricia Bertini, Luis Cutín, Efraín David, Graciela Lavado, Daniel Más, Oscar Paz, Sergio Quiroga y Analía Sorrentino. La selección de imágenes de estos autores sirve como un estímulo para "ver" y "leer" la fotografía. Pero especialmente nos ayuda a recordar que cuando las imágenes dejan las pantallas y los soportes digitales, se vuelven "cuerpo y alma" impresas en el papel.

Este libro de fotografías ofrece la posibilidad de percibir el brillo, la luz y los colores que lucen auténticos. La unidad de esos elementos son los que refuerzan la expectativa por develar lo que encontraremos al dar vuelta cada página y descubrir el placer único e irreemplazable e un paisaje de ensueño.

Una a una, con un diseño que realza cada imagen, más de 100 fotografías dan cuenta de los tonos, las texturas, y la riqueza legada de la arquitectura jesuítica en las capillas de San Carlos, de Seclantás, de Molinos y de Cachi.

Ríos y cascadas, ovejas y llamas, menhires y vasijas, pimentón y viñedos, álamos y sauces, nieve y desierto, se entrelazan con retratos de la fiesta de la Pachamama, de la mujer pomeña, de iglesias, cementerios, y artesanías regionales. Todo cabe en esta selección de fotografías de los integrantes del Grupo por Imagen, que nos invita a recorrer una geografía única que va desde el río Los Sosa, en Tucumán, hasta La Poma, en Salta.

El Valle Calchaquí tiene una extensión de más de 300 kilómetros -desde Punta de Balasto, en Catamarca, hasta el Abra de Acay, en Salta- y el libro resume el espíritu de la vida bajo el sol en uno de los paisajes más bellos de nuestra Argentina.

Una obra literaria, pero casi sin palabras, donde las imágenes transmiten un mensaje supremo y dejan constancia de un instante irrepetible. Un libro recomendado para quienes ya desandaron estos caminos de valles y montañas y para quienes todavía no lo hicieron, pero quieren descubrirlos en toda su dimensión.

© LA GACETA
OSCAR FERRONATO



el dispensador dice: no porto cámara fotográfica... a veces tomo algunas imágenes con el celular, pero se trata de situaciones irrepetibles... de lo contrario suelo rehuir a las fotografías, tal vez porque nunca me sentí fotogénico... o quizás porque siempre pensé que las fotografías congelan el alma tanto como el tiempo, creando agujeros negros en nuestros destinos... algo que permanece inmovilizado permitiendo o habilitando a ciertas "habilidades singulares" a introducirse en los nitratos generando ecuaciones químicas contrarias a los sentidos, así como a las inocencias. Las gentes atrapadas por las tecnologías, omiten considerar que las químicas contienen ecuaciones que según los procederes, crean masa o crean huecos, y en ellos se escurren pizcas de las vidas de cada quien... o algo más que pizcas... vaya a saber, ¿no es cierto?... De allí que me guste apreciar... ver... utilizar el sentido de la vista... aplicar diferentes perspectivas para abordar un mismo hecho, una misma oportunidad... siempre he necesitado "observar", reflexionar en silencio, introyectar, llevar hacia al alma aquello que nuestro camino nos enseña. Escuchar las señales de los magnetismos de las piedras... atender los signos que se huelen desde los suelos... percibir los sentidos de los vientos... contemplar y comprender lo que dicen los "fuegos"... y también, fundamental, dimensionar la importancia de las fuentes, las aguas "benditas", esas que emanan desde las entrañas de la tierra, sin que nadie atine a saber de dónde proceden... creen saberlo... pero en verdad no lo saben. Cuando te vas metiendo en el corazón de la cordillera de los Andes, aquí, allá, en cualquier parte de las Américas... van apareciendo cosas impensadas... pertenecen a estos tiempos... provienen de otros tiempos... o están fuera de nuestro tiempo... esto es, que se producen bolsones donde los agraciados pueden reconocer monumentos que ya no existen, o bien conocer personas que ya no pertenecen a estos cielos. Adentrarse en la cordillera puede asumirse como un acto meramente turístico... pero las esencias te pasarán de largo... la aseveración significa que habrás pasado sin detenerte en las "substancias", o lo que es lo mismo, habrás pasado de largo...  Cuando te vas haciendo parte del paisaje, comprendes que es necesario conectarte... con los aires, con los suelos, con todo lo que forma parte del lugar que pisas y con aquellas distancias que alcanzas con la vista... pero es mucho mejor "ver" con el alma, prescindir de los sentidos comunes, y emplear las capacidades ocultas en el espíritu. Suelo perderme en El Divisadero... o en las fuentes del Chuscha... en el Aconquija... o en los parajes de El Alfarcito... más allá de Tastil, más allá de Jama, en Pastos Grandes... en salinas que no están en los mapas... Cachi adentro... Molinos, Tacuil, Humalao... Angastaco... cada paraje tiene sus "cosas", sus hechos y sus desechos. En la alta cordillera aparecen iglesias para pocos, anónimos, donde las misas son ocasionales, condicionadas por los fríos de las alturas o de calores raros, aires que se espesan y aligeran según las alquimias de los duendes. También aparecen grutas con extrañas formas, donde suenan campanas que no existen... donde se oyen voces de gentes que no hay... donde se ven luces, muchas, respaldando inteligencias invisibles. Por lo general no hay humanos en esos lugares, y si los hay son nativos cuyas culturas se centran y se concentran en los sentidos del silencio... ¿para qué hablar de aquello que nadie va entender, aceptar, o hasta de lo que se va burlar?... mientras hilan, miran... están atentos a los aires... y tal he dicho, las piedras hablan. Una vez, un viejo artesano misionero, radicado en las soledades del paraje Las Ventanas, a unos treinta kilómetros de Cafayate, me decía que sólo tomaba las piedras que lo llamaban... en verdad sus artesanías contenían las esencias del alma, un valor que muy pocos pueden agregar a los talentos creativos de la naturaleza... ya no está... dicen que su alma perdió entre Los Castillos, un lugar digno de la saga del Señor de los Anillos... un lugar que conozco tan bien que me he prometido a mi mismo no hablar jamás de lo que allí he visto... porque todo es indescriptible... no hay palabras para transmitir lo que se siente en un lugar donde los seres humanos son más que raras avis. Hoy, no me dan las rodillas, y casi no puedo respirar en las alturas... pero he logrado cruzar las fronteras de los momentos, de allí que me cuele en lugares inaccesibles, recónditos, olvidados, o bien donde nadie se atreve. Cuando descubres que los paisajes se superponen, y que lo que ves con los ojos no es lo mismo que lo que ves con el alma, comienzas a desentrañar los sentidos del destino... estás allí por algo... al no haber nadie más, te sientes elegido... al apreciar lo que se te ofrece, te das cuenta que has sido bendecido... y curiosamente allí, justo allí, te das cuenta que lo que tiene "valor", es aquello que no conlleva "precio". ABRIL 04, 2013.- 

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