Lo que Orson Welles se contaba a sí mismo
La autobiografía inacabada del cineasta aparece en las cajas de su última pareja, Oja Kodar, adquiridas por la Universidad de Michigan
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL Los Ángeles 22 MAY 2015 - 23:50 CEST
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El título provisional era Confessions of a one-man band, algo así como “confesiones de un hombre orquesta”. En retrospectiva, no está mal como definición de sí mismo para un artista total como Orson Welles. Así se habrían titulado las memorias que había empezado a esbozar el cineasta y que ahora han sido halladas por archivistas de la Universidad de Michigan. Se trata de recuerdos desordenados que el cineasta mecanografió a modo de proyecto de libro y donde se le puede leer hablando “como padre, como amigo, como colaborador”, explica en conversación telefónica Phillip Hallman, archivista del departamento de cine. “Este material es increíble. Todavía me pellizco a mí mismo y me pregunto, madre mía, cómo tengo yo acceso a esto”, dice desde las afueras de Detroit.
El hallazgo surgió en una primera revisión del último material personal de Welles adquirido por la universidad y que llegó a sus instalaciones la semana pasada. Se trata de ocho cajas enviadas por la pareja sentimental de Welles, la actriz Oja Kodar, que vive en Croacia y guarda buena parte del archivo personal del director, con quien compartió más de dos décadas de relación hasta su muerte. Kodar es una de las principales fuentes de material de la Universidad de Michigan, que ya disponía del que es probablemente el archivo de documentos personales de Welles más grande del mundo, según sus responsables.
En sus archivos hay 200 cajas de papeles con guiones, cartas, fotos nunca vistas, explica Hallman. Kodar viajará a Michigan a principios de junio para un seminario sobre Welles y para ayudar en la tarea de catalogación de este nuevo material. “Podremos hablar largo y tendido sobre lo que Welles quería hacer con esto”.
Lo que se presenta como memorias era apenas un proyecto. No tenía aún forma de libro, explica Hallman, sino que son anécdotas mecanografiadas, recuerdos escritos a modo de diario. “Quiero dejar claro que son fragmentos", insiste. Estaban mezclados con otras cosas. Junto a ellos, hay una foto en un sobre que dice “foto para el libro”. "Claramente era un proyecto de libro”, dice Hallman. No cree que se pueda publicar como autobiografía.
Incómodo ante Griffith
Orson Welles falleció en 1985 a los 70 años como un director de culto, décadas después de haberse dado la espalda mutuamente con Hollywood. A los 26 años había conquistado lo más alto de la radio, del teatro y del cine, con una película, Ciudadano Kane (1941), que si no aparece en alguna lista entre las tres mejores de la historia se considera una provocación. En uno de los papeles del proyecto de autobiografía, Welles relata su encuentro por aquellos años con D. W. Griffith, maestro de las grandes producciones cine mudo. Welles explica lo incómodo que se sintió al saludar a un ídolo de su juventud en decadencia, cuando a él lo acababa de encumbrar Hollywood como el mayor talento de su generación.
La catalogación definitiva de estos recuerdos llevará meses antes de que el público pueda disfrutar de ellos. Los papeles comprenden sobre todo los últimos años de vida de Welles, por lo que buena parte son proyectos inacabados. Según Hallman, en las cajas duermen fotos que nadie ha visto y cartas de Welles con directores como Martin Scorsese, Jean-Luc Godard o John Houston. Pero también, al centrarse sobre todo en última etapa, “tenemos muchas cosas que nunca terminó”. Entre ellas, “cuatro o cinco guiones” completos que Welles nunca llegó a rodar cuando apenas encontraba financiación. Aún esperan su oportunidad. Uno de esos proyectos era The other side of the wind (El otro lado del viento) cuyo guion estaba en Michigan. Se trata de una película inacabada rodada en los años 70 y que un grupo de cineastas trata de terminar este año a través de un proyecto de crowdfunding.
-.-.-.-el dispensador dice: llevo conmigo una caja que me dio Pandora... he tenido la precaución de llevarla siempre vacía, es decir, aparentemente vacía... a efectos de que en caso que me la quiten (ya lo han intentado varias veces), o que me la roben (cosa que ya hicieron varias veces), al abrirla no encuentren nada de lo que esperaban...
uno de los humanos que supo robármela... tenía tanta curiosidad por lo que había dentro que antes de huir... la destapó quedando perplejo... tanto que me preguntó para qué llevava una caja vacía... lo miré a los ojos y le respondí... porque así es la vida... algunos llevan mochilas pesadas y otros llevamos cajas vacías... los que llevan mochilas pesadas creen estar a salvo de sus propias vidas... y los que llevamos cajas vacías... sabemos que sólo tenemos a salvo el instante en que respiramos cada uno de nuestros días...
me miró desesperado (el ladrón)...
¿Usted no tiene nada?, me espetó... sí le respondí... mi FE, por un lado, y mi esperanza por el otro, ambas intactas... ¿y dónde las tiene?... en mi karma, le respondí, porque ése sólo me pertenece... y no puede ser compartido con nadie, por una simple cuestión de consciencia, sabe...
Usted es un idiota... dijo sin reparos... respondiéndole... eso ya lo sé desde hace rato... ando con lo puesto, que es más barato...
lo vi escaparse corriendo en zig-zag...
ah!... antes de huir, tuvo la bonomía de retornarme la caja... intacta... enseguida le dirijí una mirada a Pandora (que es invisible a los ojos humanos, pero no a los míos), nos guiñamos un ojo... y seguimos andando en busca del tiempo perdido.
MAYO 24, 2015.-
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