El ‘biohackeo’ feminista
Helen Hester rechaza en un ensayo la equivalencia entre feminidad y activismo ecológico y aboga por un activismo adaptado a un mundo atravesado por la tecnología
Protesta por los derechos reproductivos en Pittsburgh en 1974. BARBARA FREEMAN GETTY
En 2015, el colectivo anónimo Laboria Cuboniks —un anagrama del también grupo anónimo matemático Nicolas Bourbaki— publicaba en una web rutilante y no apta para epilépticos su manifiesto Xenofeminismo: una política por la alienación. El provocador y contemporáneo texto abogaba por “un futuro en el que la realización de la justicia de género y de la emancipación feminista contribuya a una política universalista”, partiendo de “la alienación como estímulo para generar nuevos mundos”. Nacía pues el xenofeminismo. En su base estaba, por encima de todo, la necesidad de que los feminismos se pusieran en consonancia con los sistemas complejos que dominan el siglo XXI y respondieran a las urgencias ecológicas, sociales y tecnológicas de nuestra era.
Sobre esta premisa llega ahora el libro Xenofeminismo: tecnologías de género y políticas de reproducción (Caja Negra), de la académica Helen Hester, una de las integrantes de Laboria Cuboniks. La obra pretende desarrollar las ideas del manifiesto xenofeminista en profundidad: estamos ante una propuesta que parte del ciberfeminismo y el poshumanismo que busca ir más allá de los conceptos de género, raza, especie y clase, y que entiende el mundo como un espacio atravesado por la tecnología. La premisa de Xenofeminismo es provocadora y analítica: quiere recordarnos que el mantra feminista “lo personal es político” no debe quedarse en lo intuitivo, sino que debe tener relevancia social, y también debe ser sujeto a crítica. Propone una alianza con todo lo distinto, lo extraño, lo alienígena. Únicamente a partir de la solidaridad, explica Hester, se abandona la noción de individualismo, también desde los feminismos.
El ensayo brilla especialmente cuando toma el relevo del seminal Manifiesto Cyborg, de Donna Haraway; propone una realidad que siempre ha sido híbrida, y rechaza “lo natural” como premisa válida. Así, pese a tener raíces en el feminismo ecologista, Hester destroza con soltura la (falsa) equivalencia entre activismo ecológico y feminidad, la relación entre una Madre Tierra y la maternidad biológica, y de paso pone una necesaria puntilla sobre el discurso del proceso de embarazo como algo “natural” a lo que las gestantes deben rendirse como mandato reproductivo. La idea parece tener tintes antirrománticos, aunque no tecnófilos —Hester conoce perfectamente los inconvenientes de la excesiva medicalización de los partos, y lo evidencia—.
Resulta también interesante el análisis crítico a los discursos biologicistas con respecto a la familia —se aboga aquí por replicar el “más parientes y menos niños” de Haraway—, aunque con la cautela de lo que puede parecer paradójico y no lo es: el feminismo quiere la soberanía individual de los cuerpos y la responsabilidad colectiva de la planificación familiar.
Quizá lo mejor del libro sean sus ejemplos: pese a que el xenofeminismo se sitúa en el terreno del pensamiento especulativo, algunas de las prácticas que aborda son historias fascinantes. El caso más paradigmático es el Del-Em, un dispositivo de extracción menstrual inventado por activistas en los setenta que permitió a las mujeres practicar abortos tempranos sin pasar por el sistema médico. El Del-Em se usa en el libro como ejemplo del DIY —háztelo tú mismo— que surge gracias a la combinación de redes de solidaridad y conocimiento tecnológico. Hester realiza un paralelismo osado e interesante entre esta segunda ola feminista, que puso en práctica el Del-Em, y los foros online sobre el transfeminismo contemporáneo y el uso de hormonas. Estas dos corrientes, a menudo consideradas antagónicas, se analizan a partir de los cuerpos, que cobran poder a través de las redes y la tecnología. Pasar del háztelo tú mismo al biohackeo, propone la autora, sólo es una cuestión de tiempo.
Con todo, Xenofeminismo no es un manual, sino una lectura compleja y condensada que requiere pasión por la filosofía y el pensamiento contemporáneo. Sin lugar a dudas, está destinada a convertirse en un referente.
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Autor: Helen Hester (traducción de Hugo Salas).
Editorial: Caja Negra (2018).
Formato: tapa blanda (144 páginas).
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