El religioso que transformó una antigua capilla en un centro comercial
En la localidad beninesa de Bougou se ha creado un proyecto destinado a mujeres con discapacidad o en riesgo de pobreza para desarrollar sus habilidades y emprender
Bougou (Benín)
Calle principal de Bougou (Benín). CHEMA CABALLERO
“He decidido convertir la antigua capilla en un centro comercial. Además, las tiendas más visibles serán para mujeres con discapacidad o en riesgo de pobreza”, proclama el padre Marcos Delgado Arce, misionero de la Sociedad de Misiones Africanas y párroco de Bougou, una población mediana en el oeste de Benín, no muy lejos de la frontera con Togo. El edificio fue desacralizado hace 10 años, cuando se construyó la nueva iglesia y utilizado como internado para estudiantes. Ahora ha encontrado un nuevo uso. Las obras de transformación del templo avanzan a ritmo rápido. Hay obreros que transportan sacos de cemento, otros empujan carretillas cargadas de arena, aquellos mezclan con movimientos rápidos de pala, estos enfoscan paredes, unos pocos rompen piedras… La actividad es frenética y el cambio del edificio religioso en centro comercial ya empieza a vislumbrarse.
“En esta parte, la que da a la carretera y a la entrada principal, están las mejores tiendas, atrás habrá más, a la izquierda irá un restaurante con una gran terraza”, explica Delgado. “Los mejores lugares están destinados a mujeres con discapacidad, el resto podrán ser alquilados por cualquier comerciante y la renta servirá como fuente de ingresos a la misión para continuar con sus programas de ayuda a los más desfavorecidos”, añade el religioso, que ha tenido la osadía de transformar la antigua capilla en un centro comercial donde estas mujeres con discapacidad, tras un periodo de formación, pueden ganarse la vida de forma digna y autónoma.
Si Jesús echó a los comerciantes del templo, el padre Delgado los ha traído de vuelta por lo que parece una buena causa. De hecho, los tres primeros locales ya están ocupados. En el de la derecha de la fachada principal, Asia ha abierto una peluquería. Varias mujeres, que cubren sus cabezas con hijabs, charlan tranquilamente sentadas en los bancos de la entrada mientras esperan a ser atendidas. Asia es una persona que puede hablar y además tiene discapacidad auditiva. Ha aprendido el oficio y ahora gracias a esta oportunidad se está forjando una clientela y, además, tiene un par de aprendizas. Con señas se hace entender por todos, especialmente de su hija Yumail, de dos años, a la que le gusta estar en los brazos de las clientas y los visitantes.
Si Jesús echó a los comerciantes del templo, el padre Delgado los ha traído de vuelta
Su vecina se llama Odine y se traslada de un lado a otro en una silla de ruedas con forma de triciclo que controla con un manillar. Cuando llega a su destino, aparca, saca sus muletas y camina despacio. Sus piernas están sustentadas por hierros y sus brazos son fuertes. No para de sonreír. Ella es modista y en su local hay varias máquinas de coser, dos más tradicionales y la otra eléctrica que le permite hacer todo tipo de bordados. En las primeras se sientan las aprendizas, desde la otra preside ella el negocio.
En el lateral izquierdo, justo enfrente a donde los obreros dan los últimos toques al que será el restaurante del centro comercial, el primer local es el de Victorie, una mujer con seis hijos. Uno de ellos casi ha perdido la visión y ella decidido dejar a su marido tras sufrir malos tratos durante años. También es modista y ha sacado su máquina al porche para tener más luz. Un poco más allá, en lo que es el centro cultural católico, Albertine, afectada de poliomielitis, gestiona un local de fotocopias y ordenadores.
La discriminación contra las personas con discapacidad es algo común en Benín. La mayoría de ellas depende de la buena voluntad de organizaciones humanitarias para salir adelante ante la falta generalizada de apoyos de las administraciones públicas, explica la organización Gender Links for Equality and Justice. Estas personas suelen estar excluidas de los puestos de toma de decisiones tanto en el ámbito local como estatal, del mercado laboral e incluso, muchas veces, carecen de acceso a la educación al no estar los centros escolares adaptados a sus necesidades. Por eso, es difícil que sus problemas y reivindicaciones lleguen a los políticos. También tienen que hacer frente a graves cuestiones de accesibilidad y movilidad. Y las mujeres con discapacidad son doblemente discriminadas: por su género y por su discapacidad.
Benín ha firmado distintos tratados internacionales que reconocen sus derechos. El último fue justamente la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, en 2011. Desde entonces poco se ha hecho para favorecer su implementación. Una prueba de ello es que ha tardado siete años, hasta mayo de 2018, en presentar el primer informe de seguimiento del mismo y lo ha hecho bajo la presión del PNUD. Es este organismo internacional el que insiste ante el Gobierno beninés para que tome medidas encaminadas a la promoción y plena inclusión de estos ciudadanos.
Delgado ha hecho una opción muy especial por las personas con discapacidad y las mujeres
La situación de estas personas es todavía más deplorable si habitan en zonas rurales, como es el caso de Bougou. La escasez de medios, unida a la ignorancia y la superstición de muchos que achacan su condición a fuerzas superiores, maldiciones o brujería, no ayudan a su integración. Es quizás por eso, que desde su llegada a Benín, el padre Delgado ha hecho una opción muy especial por las personas con discapacidad y las mujeres. Muchos de los programas que ha puesto en marcha y dirige tienen a estos colectivos como beneficiarios. Los fieles católicos no tienen problemas para practicar su culto, justo enfrente de la que será esta nueva área de tiendas y restauración se alza la misión católica presidida por la nueva iglesia que se construyó hace algunos años para dar cabida a la creciente comunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario