La extinción en masa se hace un selfi
Un antiguo mar interior de Dakota revela la catástrofe del meteorito que barrió a los dinosaurios
Peces fósiles acumulados en el yacimiento de Tanis. U. BERKELEY/ROBERT DEPALMA
Atrasemos el reloj 70 millones de años y aterricemos en el Cretácico. Es fácil imaginar a los dinosaurios que hay allí, porque son más o menos los que sacó Spielberg en Parque Jurásico, aunque pusiera un título erróneo a la película. Los dinos del Jurásico, el periodo geológico anterior al Cretácico, no habrían dado para una película ni así siguiera vivo I. A. L. Diamond, el guionista de El apartamento, Primera plana y La vida privada de Sherlock Holmes. Los grandes protagonistas de la cinta de Spielberg –el tiranosaurio, el velocirráptor— no son del primitivo Jurásico, sino del posterior Cretácico.
América y el viejo mundo estaban por entonces mucho más juntos que ahora, separados solo por un Atlántico que apenas aspiraba a océano frente al Pacífico y el Tethys. Una gigantesca franja de aguas someras recorría Norteamérica de norte a sur partiéndola en dos mitades. Y a la orilla de uno de esos humedales se encontraba Tanis, un yacimiento paleontológico en la actual Dakota del Norte que ha revelado un tesoro científico increíble: una evidencia directa del impacto del gigantesco meteorito que causó la extinción del 75% de las especies de finales del Cretácico, incluidos los dinosaurios. Léelo en Materia contado por el investigador de Madrid y Nueva York Alberto González Fairén. Créeme, es un historión.
Pese a estar a 3.000 kilómetros de la península mexicana del Yucatán, donde cayó el meteorito del némesis, el mar interior que entonces era Dakota, que se nos presenta ahora como un estrato geológico de un metro y medio de altura en ese estado norteamericano, revela los signos de la catástrofe exacta que cabría esperar de un impacto tan brutal llegado del cielo. La energía de mil millones de hiroshimas (la primera bomba atómica se ha convertido ya en una unidad de medida) no solo mató de inmediato a los habitantes locales del golfo de México, sino que causó un tsunami de tal magnitud que, incluso en un mar interior 3.000 kilómetros al norte, causó unas olas de 10 metros cuyos efectos podemos ver ahora fosilizados: una mezcla de peces de agua dulce y salada, algunos en una posición vertical que delata la violencia de su muerte, mamíferos del tamaño de un ratón, plumas, pétalos y tal vez un dinosaurio (esto no está confirmado a prueba de agua), todos en la perfecta confusión que cabe esperar de un desastre. Y cubiertos por la capa de iridio extraterrestre que define el final del Cretácico en todo el planeta.
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