Luis Sepúlveda y Mordzinski firman la crónica del final de la Patagonia
El escritor chileno y el fotógrafo argentino fueron testigos de una forma de vida que "moría inexorablemente por la globalización"
Libros | 25/01/2012 - 13:54h
Madrid. (EFE/Ana Mendoza).- A lo largo de diez años, el escritor chileno Luis Sepúlveda y el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski realizaron varios viajes a la Patagonia "sin rumbo fijo", y fueron testigos de una forma de vida que "moría inexorablemente por la globalización", como refleja el libro Últimas noticias del sur.
Publicado por Espasa, esta obra nació como "la crónica de un viaje realizado por dos amigos", pero "los cambios violentos de la economía" lo transformaron "en un libro de noticias póstumas, en la novela de una región desaparecida", afirma Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949).
"Esa región ya no existe como nosotros la vimos", asegura el escritor en una entrevista con Efe, en la que recuerda algunas de las historias que les contaron en esa región que se reparte entre Argentina y Chile, cuya escasa densidad de población "hace que las relaciones humanas sean muy ricas". "Las historias se nos pegaban a la piel", dice Mordzinski.
Con su obra traducida a más de cincuenta idiomas, Sepúlveda deja muestras de su mejor prosa en este libro, que cobra toda su dimensión con las excelentes fotografías de Mordzinski, conocido como "el fotógrafo de los escritores".
En 1996, el escritor y su "socio" -así lo llama a lo largo del libro- planearon un viaje a la Patagonia del que "tal vez podría salir un libro". "Daniel, como buen argentino, no conocía esa región", comenta.
"Partimos con un plan muy ambicioso, el de hacer 4.000 o 5.000 kilómetros en un mes, y la verdad es que en un primer viaje no nos movimos de un radio superior a los 100 kilómetros por la cantidad de gente que íbamos encontrando", recuerda Sepúlveda.
Hicieron un segundo viaje del que volvieron "con unas cuantas historias más" y finalmente, en 2006, hubo un tercer viaje coincidente con el rodaje de la película Tierra del Fuego, de Miguel Littín, y cuyo guionista es Sepúlveda.
Aquel último recorrido les dio la clave del libro, porque Sepúlveda y Mordzinski volvieron "con la sensación" de que habían sido "testigos de un tiempo que se acababa", debido a la globalización y a "otras muchas cosas que son difíciles de entender desde Europa", recuerda el escritor.
Porque difícil es comprender que "las alambradas de púas" cambien una forma de vida, pero es así. La firma Benetton, que ha comprado 900.000 hectáreas, "lo llenó todo" de ese tipo de vallas y eso impide la trashumancia en una región donde "las especies animales que hay son nómadas".
Poseer tierras en la Patagonia se ha puesto de moda entre los multimillonarios y, además de los Benetton, también adquirieron terreno Ted Turner, creador de CNN, y el actor Sylvester Stallone, que pretende construir "una ciudad del Far West para turistas". El rigor del clima va retrasando esos proyectos.
Mordzinski, asegura el autor de Un viejo que leía novelas de amor, es "un gran fotógrafo" y "trabaja solo con tres elementos: luz, sombra y respeto, un profundo respeto por la persona a quien fotografía".
Ese respeto se trasluce en las imágenes que ilustran Últimas noticias del sur, como la de Delia Rivera de Cossio, una anciana de 95 años que vivía sola en su casa, en mitad de la estepa patagónica.
"-¿Sola? No. Vivo con el perrito, con las ovejitas, con las plantas y las flores", respondió Delia cuando los autores del libro se extrañaron de que viviera sola.
Mordzinski dudó "mucho" si incluir las fotografías de esa anciana en el libro porque, como le dice a Efe, no sabía "hasta dónde tenía derecho a entrar en la intimidad de esta mujer cuyo único patrimonio era su vida, sus recuerdos".
Singular es también la historia de "el Tano", un hombre con el que los autores se encontraron en un camino solitario y que, según les dijo, estaba "buscando un violín".
"¿Por qué no? ¿Puede haber algo más sensato que buscar un violín en medio de la estepa?", pensaron los autores, acostumbrados ya a la singularidad de la gente que vive al sur del paralelo 42º.
En realidad, "el Tano" es un lutier que llegó a la Patagonia en 1980, "convencido de que en los bosques andinos encontraría la madera necesaria para confeccionar estupendos instrumentos".
La gente que vive en el sur del mundo "es admirable", asegura Sepúlveda, a quien le llena de satisfacción que los chilenos, a través del movimiento "Patagonia sin represas", se hayan opuesto a la construcción de cinco represas en esa región del planeta.
"Hay que pensar que solo para instalar las torres de alta tensión, tienen que desforestar 230.000 hectáreas, que es el equivalente a 230.000 estadios de fútbol", señala Sepúlveda.
Luis Sepúlveda y Mordzinski firman la crónica del final de la PatagoniaPublicado por Espasa, esta obra nació como "la crónica de un viaje realizado por dos amigos", pero "los cambios violentos de la economía" lo transformaron "en un libro de noticias póstumas, en la novela de una región desaparecida", afirma Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949).
"Esa región ya no existe como nosotros la vimos", asegura el escritor en una entrevista con Efe, en la que recuerda algunas de las historias que les contaron en esa región que se reparte entre Argentina y Chile, cuya escasa densidad de población "hace que las relaciones humanas sean muy ricas". "Las historias se nos pegaban a la piel", dice Mordzinski.
Con su obra traducida a más de cincuenta idiomas, Sepúlveda deja muestras de su mejor prosa en este libro, que cobra toda su dimensión con las excelentes fotografías de Mordzinski, conocido como "el fotógrafo de los escritores".
En 1996, el escritor y su "socio" -así lo llama a lo largo del libro- planearon un viaje a la Patagonia del que "tal vez podría salir un libro". "Daniel, como buen argentino, no conocía esa región", comenta.
"Partimos con un plan muy ambicioso, el de hacer 4.000 o 5.000 kilómetros en un mes, y la verdad es que en un primer viaje no nos movimos de un radio superior a los 100 kilómetros por la cantidad de gente que íbamos encontrando", recuerda Sepúlveda.
Hicieron un segundo viaje del que volvieron "con unas cuantas historias más" y finalmente, en 2006, hubo un tercer viaje coincidente con el rodaje de la película Tierra del Fuego, de Miguel Littín, y cuyo guionista es Sepúlveda.
Aquel último recorrido les dio la clave del libro, porque Sepúlveda y Mordzinski volvieron "con la sensación" de que habían sido "testigos de un tiempo que se acababa", debido a la globalización y a "otras muchas cosas que son difíciles de entender desde Europa", recuerda el escritor.
Porque difícil es comprender que "las alambradas de púas" cambien una forma de vida, pero es así. La firma Benetton, que ha comprado 900.000 hectáreas, "lo llenó todo" de ese tipo de vallas y eso impide la trashumancia en una región donde "las especies animales que hay son nómadas".
Poseer tierras en la Patagonia se ha puesto de moda entre los multimillonarios y, además de los Benetton, también adquirieron terreno Ted Turner, creador de CNN, y el actor Sylvester Stallone, que pretende construir "una ciudad del Far West para turistas". El rigor del clima va retrasando esos proyectos.
Mordzinski, asegura el autor de Un viejo que leía novelas de amor, es "un gran fotógrafo" y "trabaja solo con tres elementos: luz, sombra y respeto, un profundo respeto por la persona a quien fotografía".
Ese respeto se trasluce en las imágenes que ilustran Últimas noticias del sur, como la de Delia Rivera de Cossio, una anciana de 95 años que vivía sola en su casa, en mitad de la estepa patagónica.
"-¿Sola? No. Vivo con el perrito, con las ovejitas, con las plantas y las flores", respondió Delia cuando los autores del libro se extrañaron de que viviera sola.
Mordzinski dudó "mucho" si incluir las fotografías de esa anciana en el libro porque, como le dice a Efe, no sabía "hasta dónde tenía derecho a entrar en la intimidad de esta mujer cuyo único patrimonio era su vida, sus recuerdos".
Singular es también la historia de "el Tano", un hombre con el que los autores se encontraron en un camino solitario y que, según les dijo, estaba "buscando un violín".
"¿Por qué no? ¿Puede haber algo más sensato que buscar un violín en medio de la estepa?", pensaron los autores, acostumbrados ya a la singularidad de la gente que vive al sur del paralelo 42º.
En realidad, "el Tano" es un lutier que llegó a la Patagonia en 1980, "convencido de que en los bosques andinos encontraría la madera necesaria para confeccionar estupendos instrumentos".
La gente que vive en el sur del mundo "es admirable", asegura Sepúlveda, a quien le llena de satisfacción que los chilenos, a través del movimiento "Patagonia sin represas", se hayan opuesto a la construcción de cinco represas en esa región del planeta.
"Hay que pensar que solo para instalar las torres de alta tensión, tienen que desforestar 230.000 hectáreas, que es el equivalente a 230.000 estadios de fútbol", señala Sepúlveda.
el dispensador dice: sí. hubo otra Patagonia... tuve oportunidad de conocerla cuando contaba con 14 años, otros eran mis ojos, pero mi alma ya venía golpeada... será por eso que aprendí a amar esas distancias largas, interminables, de fríos de intensos y calores agobiantes... pero en aquellos años no se hablaba del cambio climático porque aún no se hacía notar, es más, no existía... recién salíamos del hito científico del Año Geofísico Internacional y las ciencias, que aún no habían sido atrapadas por las conveniencias, estaban de fiesta. Antártida era un reducto de gentes que amaban sus profesiones tanto como la naturaleza de la Tierra y su futuro, más que eso, la posteridad de sus hijos. Por entonces había zonas de la Patagonia donde sólo se hablaba "inglés", en otras "galés", en algunas "araucano" o alguno de sus dialectos... por entonces la Patagonia quedaba lejos y en sus distancias siempre aparecían manos dispuestas y gentes abiertas... era un tiempo en que Argentina no había fabricado los discensos que luego nos caracterizarían como disgregantes de valores, y supe hacer amigos entre ingleses, galeses y hasta alemanes radicados por aquellos lares, gentes de pieles curtidas, sencillas, llenas de laboriosidades y energías emprendedoras. Faltaba mucho para los desatinos militares en Malvinas y nada separaba al pensamiento anglosajón de un tierra en la que los argentinos habían plantado bandera para luego desconocerla, como siempre antes, como ahora. Alguna vez, a más de 100 kilómetros al sur de Comodoro Rivadavia, poco antes de Caleta Olivia, me preguntaba, mirando la inmensidad del Atlántico imponente... ¿qué habrá pensado Darwin?... apreciando semejante universo a su entera disposición... algo semejante a un museo de historias perdidas y de otras controvertidas. Mucho años después, en una recorrida bien diferente, mi alma apreciaba con tristeza que la globalización había arrasado aquello que llamábamos Patagonia... mi madrina se había ido del Neuquén buscando una paz ansiada, luego de su trajinar en la Cruz Roja Internacional, experimentando catástrofes cuando los "topos" no habían nacido, ni siquiera habían sido pensados. Supe caminarla paso a paso, supe recorrer espacios que aún no habían sido declarados "parques nacionales" y eran lejanías sin tiempo, pero con muchos vientos esperando a los que se aventuraban por distancias donde no había absolutamente nada. Bosques petrificados... fósiles... historias aulladas por los vientos... piedras pronunciantes... horizontes increíbles, siempre abiertos a pastos duros, peinados por remolinos temerarios, gentes silenciosas, capaces de soportar la peor de las nevadas apenas con lo puesto, sin techo, sin estado que supiese de su existencia... sí, la globalización aplastó a la Patagonia, y aquello que estaba a salvo, que quedaba lejos, iluminada por el Faro del Fin del Mundo, de pronto ya estaba cerca de emprendimientos inmobiliarios comunes a lavados incipientes, mentiras crecientes, burlas anidadas en otras miradas de distintas gentes. Pero para la Argentina política, la Patagonia es algo semejante a un incordio... sirve para justificar Malvinas, pero luego es una molestia que la clase política desprecia porque tuvo que ver con Sarmiento, y porque en el fondo y en el frente, toda la Patagonia representa la palabra "sacrificio", eso que por estos lares nadie quiere hacer... de allí que para los extranjeros radicados allí se trate de un vergel, mientras que para muchos argentinos se trate de una carga demasiado pesada. Desde el lado chileno, la belleza es incomparable... y han sabido cuidar y proteger aquello que los argentinos hemos desdeñado, aún a pesar de llenarnos la boca con los turismos del Bariloche, del San Martín de los Andes, del Perito Moreno, o del cerro Torre... con la globalización el paisaje ha ido cambiando, y donde no había nada de nada, ahora hay demasiados intereses, expuestos muchos, muchos más ocultos. Todo es muy raro, el mundo utilitario habla de las ballenas de Puerto Madryn, un lugar paradisíaco porque la mayoría de los humanos no se le animan más de allá de excursiones cortas... avistajes rápidos... muchas fotos que nadie verá... luego huir, el viento helado te mata. El turismo facilista monta escenarios y omnubila las inconciencias de los apurados que pasan por el lugar... en el fondo a nadie le importa qué sucede allí donde se termina el mundo... la patria la hacen sólo los que se quedan... los demás apenas si la usan. Creo que me iré de este mundo sabiendo que Patagonia es, a pesar del hombre, sinónimo de reserva de la próxima era... sí, estoy convencido que así será, porque aún cuando las gentes no lo sepan, esa tierra no es para cualquiera... eso mismo me dijo hace muchos años un lugareño: "... ésta es tierra de sacrificios... y las gentes de este tiempo no quieren saber nada con los sacrificios... prefieren quedar atrapados por las luces de las grandes ciudades y por el mundo de oportunidades añoradas, esas que prometen mañanas que nunca llegarán". Cierto, me digo a mí mismo, justo cuando veo como se aleja el trencito de mis sueños... yo anduve por allí, he dejado mi huella y eso, eso ya es motivo suficiente para darse por satisfecho. De aquí no te llevas nada, nada más que lo que has vivido. Enero 26, 2012.-
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