IDA Y VUELTA
Travesía a la Antártida
La Antártida es el único lugar en el que todavía se puede experimentar la sensación de límite
Algunos sueños se cumplen y resultan ser mucho mejores que las promesas de la imaginación
La palabra Antártida es el nombre más resplandeciente de la geografía. Un viaje a la Antártida sigue teniendo algo de viaje mitológico, no sólo por la distancia y la inaccesibilidad y los peligros de un mar sembrado de grandes icebergs, sino por el sonido mismo de la palabra. La Antártida suena casi como La Ilíada o la Eneida, como La Argonáutica, y en esas vocales y consonantes parece que ya están contenidas las aristas del hielo y las inmensidades blancas del único continente todavía no desfigurado sin remedio por la invasión humana.
Sedentario y medroso, yo imagino cómo será viajar en un buque científico y observar la proximidad de la Antártida
Por eso me fui directo, en una librería donde buscaba otra cosa, hacia una portada austera en la que no había nada más que un título inapelable, Un viaje a la Antártida. Lo ha publicado Tusquets, en la colección de temas científicos que dirige Jorge Wagensberg, y su autor es alguien que se parece mucho a ese personaje que yo imagino para una novela antártica: Sergio Rossi, un biólogo de Barcelona al que le despertaron de niño las fantasías de descubrimientos no las novelas de Verne sino los documentales del comandante Cousteau. La realidad contiene en sí misma el fulgor de los símbolos. Entre los concursos y los anuncios y las tonterías habituales de una televisión que ya es en color, las aventuras semanales de la nave Calypso en su travesía perpetua por los océanos tienen la belleza de las navegaciones mitológicas y de las aventuras en busca de tesoros. En La Odisea, Calypso es la ninfa que acoge al náufrago Ulises en su isla y se enamora tan ciegamente de él que le ofrece la inmortalidad si elige quedarse para siempre con ella. Yo ya era un adulto en la época en que Sergio Rossi veía en televisión los programas del comandante Cousteau, pero puedo imaginar su entusiasmo de niño, alimentado no sólo por las imágenes del mundo submarino, por la belleza real del buque con las velas al viento y las tareas enérgicas de los marineros y los investigadores, sino por algo mucho más antiguo, el gran arquetipo narrativo del viaje por mar, el de Ulises y el de los Argonautas, el del marino Simbad, el de la Hispaniola de Stevenson y el Pequod de Melville.
Algunos sueños se cumplen y resultan ser mucho mejores que las promesas de la imaginación. Sergio Rossi se especializó en biología marina y el año 2000 hizo su primer viaje de investigación a la Antártida, en un buque laboratorio alemán que tiene nombre de novela de aventuras, el Polarstern. Su libro es una crónica de tres expediciones sucesivas a lo largo de doce años, y también una enciclopedia comprimida de todo lo que más importa saber sobre aquel continente, remoto y casi inhabitable, y al mismo tiempo decisivo para el equilibrio climático del planeta entero. Las corrientes de aguas muy frías que fluyen desde la Antártida hacia el norte compensan el calor excesivo del ecuador y los trópicos. En las aguas antárticas, en esa zona fronteriza en la que los hielos se funden y vuelven a formarse cada año, la vida marina tiene una riqueza y una diversidad incomparables. En las narraciones épicas y en las novelas de aventuras los navegantes suelen medirse con criaturas inmensas —monstruos fantásticos, ballenas, pulpos gigantes—. Sergio Rossi cuenta el prodigio de los organismos microscópicos que están en la base de toda la fecundidad de la vida en el mar, las algas unicelulares, los diminutos crustáceos que se alimentan de ellas, el krill, el plancton espeso del que depende todo el tamaño de las grandes ballenas, los pececillos que devoran el krill y son a su vez devorados por las focas, por los pingüinos, por los cormoranes y los albatros. Lo más ínfimo importa tanto en el gran equilibrio de la vida marina como lo más desmesurado. La desaparición de un solo elemento trastorna el edificio entero. Las heces monumentales de las ballenas desatan la fertilidad de grandes zonas submarinas.
Sergio Rossi despierta mi imaginación de lector de Verne con la descripción del lago Vostok, que está sepultado bajo el hielo
Sergio Rossi celebra la maravilla de la Antártida y también anota con alarma y tristeza los malos augurios que el cambio climático y la invasión humana proyectan sobre ella: los ecosistemas alterados, las especies que se extinguen, la sombra de la codicia que más tarde o más temprano conducirá a la explotación de los recursos naturales. Pero lo que a mí más me sobrecoge, lo que despierta mi imaginación de lector de Julio Verne, es la descripción que hace Rossi del lago Vostok: está sepultado bajo tres mil metros de hielo, y tiene una extensión de 14.000 kilómetros cuadrados. A tres grados bajo cero el agua se mantiene líquida por la presión tremenda de la capa de hielo. Saber que existe ese lugar es el mejor tesoro de este viaje mío tan descansado a la Antártida.
Un viaje a la Antártida. Un científico en el continente olvidado. Sergio Rossi. Tusquets. Barcelona, 2013.
www.antoniomuñozmolina.esel dispensador dice:
frío que no cabe en la imaginación,
sentimiento de observación,
sentido de contemplación,
lugar de conservación,
helado de intimidación,
blancos en expansión,
azules y reflejos en relación,
no alcanza la circunstancia,
para ascender la inclusión...
miras un pingüino,
pero el pingüino te mira a ti,
sabe que no eres de allí,
que el frío se puede padecer,
que el frío se puede oir,
que el frío puede herir,
cuando los sentidos no alcanzan,
para ingresar al mundo helado... donde cambia el sentido del vivir...
no puedes imaginar,
cuánto frío hace allí...
al mismo tiempo,
mientras lo helado cerca el sentir,
no alcanzan los ojos,
para mirar los reflejos,
que el hielo guarda para sí,
para mirar las distancias,
de algo que no tiene fin,
para imaginar que en esos fríos,
la vida puede persistir,
allende los pensamientos,
las intenciones, el percibir...
aunque no lo creas hay arte,
que no se ha extinguir,
aunque no lo creas hay letras,
que han de pervivir,
aún cuando nada exista,
aún después de partir,
porque en esas soledades se respira,
qué motivos te traen a esta Tierra,
qué motivos tienes... para trascender el vivir...
qué sentido tiene... el destino y su sentir...
de allí que el mundo helado,
te convoque a descubrir,
que allí se te ha invitado,
para hallar el significado,
de lo que has venido a vivir.
JUNIO 22, 2013.-
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