interruptor_Situacionismo en Uruguay o la cultura por dos pesos
LA VERDAD EN UN MUNDO INVERTIDO
Situacionismo en Uruguay o la cultura por dos pesos
Amir Hamed
Persiste la duda. ¿Fue en realidad
un acting situacionista disfrazado de acto de campaña electoral o en rigor otra cosa? Al menos eso sería lo más alentador, porque, a fin de cuentas, qué hubiera sido de aquel Mayo Francés sin ellos, los situacionistas que promovían el secuestro de las creaturas del capitalismo y la distorsión tanto de su significado como de su uso original para producir un efecto crítico, instancia a la que llamaban détournement. Se trataba en aquel entonces, y acaso se siga tratando, de tomar esas expresiones de la cultura de medios y sus eslóganes y devolvérselos, como una solemne escupida, tanto a los publicistas como alstatus quo político.
un acting situacionista disfrazado de acto de campaña electoral o en rigor otra cosa? Al menos eso sería lo más alentador, porque, a fin de cuentas, qué hubiera sido de aquel Mayo Francés sin ellos, los situacionistas que promovían el secuestro de las creaturas del capitalismo y la distorsión tanto de su significado como de su uso original para producir un efecto crítico, instancia a la que llamaban détournement. Se trataba en aquel entonces, y acaso se siga tratando, de tomar esas expresiones de la cultura de medios y sus eslóganes y devolvérselos, como una solemne escupida, tanto a los publicistas como alstatus quo político.
De haber sido una performance situacionista, generada a partir de una campaña electoral pero diseñada por los mismos participantes en la campaña, el futuro se abre rosáceo, auroral, con ribetes de dorado. A fin de cuentas, en aquel espectáculo participaban dramatistas autoproclamados de vanguardia y un intelectual de prominente cargo administrativo, y entonces, ¿cómo descartar que se tratara de un meticuloso diseño pensado para hacernos concienciar, como se decía antaño, es decir, introyectar de manera crítica, el lamentable estado de la vida y de la cultura en este capitalismo hipertardo y en eso que llaman la sociedad de la información?
Si el situacionismo había secuestrado una campaña electoral, esto explicaría, entre otras cosas, queinterruptor se demorara lo que se está demorando en reseñar el acontecimiento, sabiendo como sabemos que lo último a confundir es política con sufragio, porque lo que se escribe en temporada de cacería de votos termina, a su turno, secuestrado por las partes en pugna. Una premisa del situacionismo reaplicado a estos días sería, entonces, que se trata de una actividad retroactiva, o solo resimbolizable de forma retroactiva, como en el caso de esta retrorreseña.
Retroactivamente, entonces, cabe re-situar aquello, desplegado bajo pretexto de coronar una agotadora campaña electoral que tuvo por últimos concursantes alhoy electo presidente Tabaré Vázquez y a Luis Lacalle Pou y su eslogan “por la positiva”. El situacionismo retrotraído a estas tierras, entonces, con casi medio siglo de retardo (Julio Cortázar habría sido, tal vez su único exponente platense, aunque como se sabe se trataba Cortázar de un belga argentino-parlante con residencia en París). Y entonces, si por ejemplo Jarry y Ionesco recién fueron puestos en escena en Uruguay en la década de 1960, tardía llegada del absurdo que, sin embargo,ayudaría más tarde al país a ir desembarazándose de una dictadura, por qué no pensar que, si el absurdo epigonal resultó liberador en su coyuntura uruguaya, el tardosituacionismo ahora pueda estarnos librando de algo, si acaso menos aprehensible, no menos venenoso que un gobierno de charreteras ignaras y asesinas.
Pero ya no nos demoremos en lecturas de contexto; vayamos sin más al detalle. Cultura x +, el evento en cuestión, diseñado para coronar la presentación de los planes de Tabaré Vázquez (el continuismo, según lo llamaba su opositor), había decidido poner de relieve aquello que las campañas presidenciales en el país antiguamente descuidaran con premeditación y alevosía: la cultura. Y si el situacionismo, en sus días de Europa, pretendía mostrar cómo los acontecimientos no son sino una construcción previa, un staging meticuloso desarrollado por el Poder, y legitimado por los medios de comunicación, ahora el evento era transmitido a todo el país por el canal de televisión que se especializa en fútbol y murgas.
Se podía ya sospechar, de inicio, una magistral dirección que ponía en escena, con pulso inflexible, un guión secreto y apabullador. Entre los participantes destacaban actores/directores teatrales que proclaman una vanguardia tan rebuscada que a veces hay que buscar detrás de ella una hibridación de Walt Disney con el Teatro de la crueldad (uno de ellos, aplaudido enfant terrible, hace pensar que Tribilín acaba de ser tocado por el siempre inquieto daimón de Antonin Artaud). Pero había también un experto de medios audiovisuales cuyo informe agotador, azotado por un tartamudeo de cifras, hacía comparecer un desarrollo floreciente de la industria audiovisual del país, sobre todo, entiéndase bien, de avisos publicitarios.
De que la cultura era cuestión de cifras quedaba avisado el público al empezar no más, porque entre los ponentes había una contadora especializada en cultura, pero también más temprano que tarde nos desayunábamos, todos, de que esas cada vez más cuantiosas cifras del audiovisual no solo estaban sostenidas por la producción de avisos publicitarios sino que eran, además, avisos publicitarios.
¿Cómo no darnos cuenta, entonces, de que participábamos de un happening? Bastaba recordar a uno de los campeones del situacionismo, a Guy Debord, autor de La sociedad del espectáculo, quien ya para 1967 entendía que “en el mundo realmente invertido, loverdadero es un momento de lo falso”.
Así que la cultura son los avisos publicitarios, capturaba cualquiera que lo mirase por televisión, y ahí caía también en la cuenta de que no es que hubiera gente del espectáculo hablando de cultura sino que, en todo el elenco, no figuraba historiador, ni escritor, ni filósofo ninguno, ni siquiera un antropólogo, sino que los ponentes eran todos gente espectacular, con excepción del Director de cultura saliente, hombre de letras que, sin embargo y según su exposición entendía que desarrollar cultura era, en buen romance, cumplir con el Pacto de Derechos Económicos y Sociales, cosa que dejó para el final de su alocución, en extremo aplaudida.
Si un rumor se puede dar en secreto, entonces eso es lo que ocurría para entonces. Había como un coreo íntimo en que el espeso auditorio, atenaceado todavía por sus butacas, ya se sentía, sin embargo, tomando las calles, clamoreando unánime si esto no es cultura, la cultura dónde está. Situacionismo, situacionismo: como no comparece Jean Paul Sartre para ponerse al frente de la marcha, entonces que la cultura sea, sencillamente, el circo (“el espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente”, entendía Debord. “No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real”). La reacción del público había sido sabiamente alimentada, manejando cada anticlímax, contrastando las tundas de números propinadas por los administrativos con una temprana confesión que dejó el sentimiento a flor de piel. El escándalo meticuloso y provocado: una de las dramatistas, muy emocionada porque de alguna forma el evento, según avisaba, le permitía conjugar la letra escrita y la voz, ya había proclamado que “no podés ser artista y no votar al Frente”.
La emoción no se apagó en días, ni en comentarios de corredor ni tampoco en Facebook, donde hubo, cómo no, gente indignada por semejante salida del clóset de la gente de las tablas que se saca de un solo manotazo todas las máscaras y establece, a secas, la cósmica necesidad del aparatchik, la felicidad de vivirse en nomenklatura.
Queda a este reseñista, sin embargo, la obligación de apuntar que el exabrupto fue atroz, como señalaban los indignados, escandaloso, sin duda, y agréguese también, cierto: desde Felisberto Hernández aquellos partidos que no sean autoproclamados de izquierda no han contado entre sus filas, en Uruguay, con intelectuales o artistas de fuste (puede que alguno se me escape, pero no muy descollante), y eso es señal estentórea de la incapacidad ya casi atávica de estos partidos de discutir los tiempos con un mínimo de aplomo intelectual (claro que, por contrapartida, la mayoría, por ejemplo, de los escritores importantes del país, empezando por Juan Carlos Onetti, siguiendo por Marosa di Giorgio o Mario Levrero, se han mantenido al margen del engagement frenteamplista por entenderlo, a todas luces, craso).
Y como todo lo que se da por estas tierras, también se trató de una vanguardia adaptada, de un situacionismo, si es que lo fue, aristotélico, porque para entonces ya había despertado piedad y horror, y establecido, además, todas sus reglas de necesidad. En la sociedad del espectáculo, recuerda Debord, “cada noción no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real”. El espectáculo devenido aparatchik ya para entonces nos había avisado que vivimos en alienación recíproca, es decir que nos estaba mostrando, en su alienación, y como querían los situacionistas, “la esencia y el sostén de la sociedad existente”.
¿Faltaba algo? ¿Podía alguien ver algo más en la despiadada nitidez del espectáculo? Tal vez no, pero si se necesitaba un remate trágico, éste llegaría en las palabras del entonces candidato quien, a partir de lo dicho por todos sus partenaires, desprendía una conclusión natural, irrefutable, indiferible: debía aprobarse, ya mismo, la Ley de medios, largamente discutida en el parlamento. Epifanía y conmoción, y acto seguido, como se corroboraría, aprobación de la ley de medios. De momento, y como en el circo romano, las masas se levantaban unánimes, apretadas en un solo aplauso, porque la Ley de medios venía a conjugar, al parecer, lo que se pudiera decir sobre cultura: la cultura está en los medios, que son su quintaesencia, porque ahora los canales de televisión deberán llenar una programación nacional que dé empleo a guionistas, actores y músicos uruguayos. De vivir, Debord hubiera moqueado de emoción ante el espectáculo de la cultura desintegrada, en el estado en que debe exhibirla un situacionista cabal, rematada por dos pesos. La cultura en la epifanía de su desintegración, pulverizada en el entretenimiento, desentendida por completo de la cultura.
Claro que no hay que descartar que este reseñista se haya equivocado de cabo a rabo y no se tratase, entonces, Cultura x + de un espectáculo debordeano sino de muy otra cosa, de algo más establecido, menos rupturista, más formal. A fin de cuentas, cualquiera sabe que si alguien, en una obra de teatro, pregunta por la cantante calva, la respuesta natural debe ser “Sigue peinándose de la misma manera”.
el dispensador dice: hay gente que no entiende que el Sol no se apaga con un interruptor justo a la tarde noche, y tampoco entiende que no se enciende al amanecer levantando el mismo interruptor... curiosamente, en el universo todo funciona ordenadamente sin que el hombre haga nada por ello... lamentablemente, donde el hombre mete la mano, seguro habrá más de un problema, y más allá, habrá más de un problema y ninguna solución adecuada...
también hay gentes que no logran entender que el universo que los contiene está ordenado desde sí mismo... no dependiendo de ninguna mano humana... no dependiendo de ninguna mente humana... aún cuando la soberbia académica suele decir todo lo contrario... concediendo al hombre una extraña sociedad con la creación, sea como Verbo, sea como acción, y todas sus búsquedas conducen a dicha justificación, esto es estar siempre en el centro de cualquier discusión...
no obstante ello... el SOL no se enciende por la mano del hombre ni tampoco se apaga por su voluntad... simplemente la Tierra orbita gestando dicha realidad...
también hay gentes que no logran entender que el universo que los contiene está ordenado desde sí mismo... no dependiendo de ninguna mano humana... no dependiendo de ninguna mente humana... aún cuando la soberbia académica suele decir todo lo contrario... concediendo al hombre una extraña sociedad con la creación, sea como Verbo, sea como acción, y todas sus búsquedas conducen a dicha justificación, esto es estar siempre en el centro de cualquier discusión...
no obstante ello... el SOL no se enciende por la mano del hombre ni tampoco se apaga por su voluntad... simplemente la Tierra orbita gestando dicha realidad...
durante la década infame de los años noventa (1990-1999) las infamias recorrieron el mundo globalizándolo... empobreciendo a miles de millones de seres humanos... depredando recursos ajenos como nunca antes se había visto... asaltando a la naturaleza de manera descarnada, como si hubiese alguna alternativa para reeemplazarla... inventando un nuevo desconcierto laboral donde las personas son meros números de peores estadísticas que los convierten en variables de ajuste, por consiguiente, descartables... ¿personas descartables?, sí, ya que en este nuevo paisaje la historia siempre es corta, esto es que se borra inmediatamente a que se satura de verdades peligrosas a los fines perversos del imperio gestante de males peores...
durante la década infame millones de personas perdieron sus trabajos y fueron condenados a ceder sus dignidades a cambio de ser felpudos de los intereses del imperio...
durante la década infame millones de personas perdieron sus bienes gracias un novedoso mecanismo bancario que hipoteca los futuros de los laboriosos, alentando las delincuencias y las marginaciones... también amadas por el imperio aliado de criterios medievales y conceptualmente nazi...
durante la década infame se implantaron dos modelos convergentes... el de los estados ausentes, por un parte... y el de los terrorismos de estados, por el otro... ambos hacia una misma finalidad, exterminar el estado social del derecho, sustituyéndolo por el "sálvase quien pueda"... y para ello se le dio entidad a un dólar conveniente y a un euro que, en conjunto, corroen lo que tocan... es decir oxidan a las personas, destruyen a las gentes... raro, pero demasiado real...
durante la década infame América Latina conoció el "todo por dos pesos"... una forma ignorante de implantar la descartabilidad cultural de los pueblos, por ende de las sociedades humanas involucradas...
no fueron pocos los físicos, los matemáticos, los teóricos de las éticas y los pragmáticos de las filosofías, incluyendo además a químicos cuánticos y de los otros, que alertaron de los peligros de desintegrar el átomo, al menos hacerlo sin conocer las consecuencias inmediatas, y peor aún, las mediatas, atemporales, que alteran el concierto transformándolo en desconcierto que afecta el todo sin que nadie repare en los detalles...
durante la década infame se impulsaron peores desintegraciones atómicas que habían sido prolijamente estudiadas por cuánticos nucleares de la Ex-URSS... hallando partículas subatómicas cuyos efectos en la Tierra humana podrían alterar todo lo conocido hasta degradarlo en un instante (¿nanosegundo?)... desde luego, las ciencias de conveniencias son burras de consciencias, y en ellas no mora la ética, por consiguiente siempre encontraron la justificación propicia a cualquier cosa que fuese injustificable...
curiosamente, dos señales angulares, ocurridas antes y después de los noventa, colocarían al mundo humano en un estado de inestabilidad espacial peligrosa... la primera de la señales angulares del "todo por dos pesos" fue premonitoria... aconteció en Chernobyl y permanece irresuelta... la segunda de las señales del "todo por dos pesos" tuvo lugar en nuevo siglo (XXI) milenio... aconteció en Fukushima y permanece irresuelta... enseñando que el hombre, donde mete la mano, pudre la consecuencia...
cuando desintegras el átomo no sólo produces reacciones atómicas menores, por el contrario, suceden otras que afectan lo que se ve, lo que se toca, lo que se come, lo que se sueña, lo que se espera, lo que se... léase, altera el concierto geométrico dimensional y espacial estableciendo alteraciones en el espacio tiempo que contiene a la cultura humana...
la cultura humana es hoy despreciada por el concierto político, porque no le es funcional a sus cajas negras, tampoco a sus terrorismos, mucho menos a sus esclavismos, o lo que es lo mismo, al imperio de lo descartable... la cultura es peligrosa en sí misma porque más tarde o más temprano, "despierta"... al soberano y lo hace tomar consciencia de que le han robado su identidad y por consiguiente su dignidad...
allí, el hombre mediocre mira el cielo y al menos comprende que las estrellas no se encienden ni tampoco se apagan, están siempre, aún cuando él mismo no sea consciente de ello... y lo mismo sucede con el SOL y la LUNA, y con un montón de hechos de la vida que están presentes aún cuando el hombre no participe en cualquiera de las realidades que le son ajenas...
allí la paradoja se manifiesta y se torna consciencia...
la cultura por dos pesos es descartable... tanto como el hombre lo es... tanto como la naturaleza lo es... tanto como los bosques lo son... tanto como el aire lo es... tanto como las aguas lo son... esto es que al imperio le importa un bledo las personas y sus dones y sus talentos y sus gracias y sus destinos... porque según el pensamiento imperial, todo se compra, todo se vende, y todo no vale más de dos pesos, incluyendo en ello al ser humano descartable, variable de ajuste que le dicen...
recibo informes diarios del estado solar... allí la desintegración atómica se produce por sí sola segundo a segundo... y gracias a Dios, el hombre no puede meter su mano... no obstante ello, tal te lo he dicho en otras líneas de estas mismas páginas, este año 2015, la luz se separará del tiempo... y allí caducará la civilización humana conocida y también la descartable de las corporaciones, por ende, el todo por dos pesos de la cultura de lo desechable, también lo hará... a decir verdad no me importa si ocurrirá tal como me ha llegado la idea... pero matemáticamente sucederá, un poco antes o un poco después... y la humanidad está a un paso de ser una era perdida, semejante a la de los dinosaurios...
antes de irme quiero decirte que: la cultura humana no es efímera, es eterna, y se resucita a sí misma, por ser esférica... la cultura humana en su conjunto, agrega valor siempre, por consiguiente vale no por su precio sino por su contenido moral, ético, filosófico... y para concluir, la cultura humana es un arte cíclico, que funciona al modo de un ADN, muta... pero jamás se pierde... igual que las energías que sostienen el universo visible, y todos los otros, de los que el hombre es un ignorante. ENERO 30, 2015.-
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