viernes, 17 de mayo de 2019

AMITHABA. | Thuk Je Che Tibet - Publicaciones

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AMITHABA.

El Buda celeste Opame (Amithaba), mirando hacia abajo desde su Tierra Pura, contempló el mundo y vio el sufrimiento de todos los seres. Opame sintió gran compasión por ellos. De este sentimiento de compasión nació Chenrezik (Avalokiteshvara), la encarnación de la compasión, el Señor de la Compasión. 

Las montañas se abrieron y el agua salió a raudales cubriendo la tierra y corriendo ha
sta el Océano Índico. Chenrezik apareció en una isla en el centro de Lhasa y, viendo el sufrimiento de todos los seres, hizo el voto de ayudar a todos ellos a realizar el Nirvana, la realidad última, la paz. Chenrezik hizo el voto de no abandonar este mundo hasta que todos los seres, hasta la última brizna de hierba, alcanzaran la paz.

En el lago había muchos seres y todos ellos clamaban por un cuerpo. Chenrezik, oyendo sus voces, les dio a los seres los cuerpos que pedían, pero todos éstos era iguales y, por ello, todos los seres suplicaron ser distintos unos de otros. Chenrezik les dio entonces a cada uno de ellos un cuerpo distinto, cada uno característico y diferente de los demás.

Chenrezik, el Señor de la Compasión, predicó el Dharma, la enseñanza de todos los Budas, para que todos los seres del lago, en número incontable, pudieran alcanzar el Nirvana. Muchos seres obtuvieron la paz del Nirvana, pero cada vez que Chenrezik volvía al lago, había muchos más seres, muchos más de los que ya había ayudado. De nuevo, Chenrezik predicó el Dharma, y de nuevo muchos seres alcanzaron el Nirvana.

Cuando Chenrezik contempló el lago por tercera vez y vio a tantos seres necesitados de ayuda, se llenó de desesperación. Comprendiendo lo imposible que era la tarea que se había impuesto, clamó al Buda celeste Opame diciendo que quería revocar su voto, pues la tarea era demasiado grande para que él solo pudiera llevarla a cabo. En su desesperación y compasión, el cuerpo de Chenrezik se fragmentó en innumerables pedazos.

Opame, viendo su situación, reconstruyó su cuerpo, dándole más poder todavía para ayudar a todos los seres vivos. Chenrezik tenía ahora once cabezas, coronadas por la cabeza del propio Opame, y mil brazos, y un ojo omnividente en la palma de cada mano.

Aun así, Chenrezik veía imposible llevar a cabo su tarea. Incluso con mil brazos y once cabezas, eran innumerables los seres que había y sus mentes estaban completamente oscurecidas por pensamientos impuros. Chenrezik lloró y de una lágrima cristalina de su mejilla, nació Dolma (Tara) para ser su ayuda.

Así pues, no existe un solo ser, por insignificante que sea, cuyo sufrimiento no alcance a ser visto por Chenrezik o por Dolma, y que no pueda ser tocado por su compasión.


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