Aprender a tener una cara
Andrea Valdés ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su vida con la escritura
Portada de 'Distraídos venceremos'
Una de las maneras más sencillas e inteligentes de superar el debate que enfrenta una supuesta literatura de los hechos de otra ficcional (y cada bando, con su juguete demediado en las manos, mira al otro con recelo y cierta envidia) podría ser concebir la escritura como una forma de vida. Incluso aceptar que la escritura, en este caso la escritura autobiográfica, pudiera ser la cicatriz protectora de una herida que ella misma ha abierto. Por sincronizar dos frases célebres: el pensamiento sana la herida que él mismo es (Hegel); la autobiografía vela una desfiguración de la mente causada por ella misma (Paul de Man). Espero que se me perdone comenzar tan arriba esta reseña, pero para abordar Distraídos venceremos uno debe desarmar algunos prejuicios cuanto antes, por ejemplo la ilusión de que exista alguna experiencia previa al relato, pues de otro modo corremos el riesgo de perdernos las principales cualidades de este maravilloso y breve libro. Con un material a veces publicado en revistas (El Estado Mental) y trabajado posteriormente como investigación del centro de arte La Virreina, Andrea Valdés (Barcelona, 1979) ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su “vida con la escritura”. Y también viceversa. “A quienes admiro, precisamente, porque llevaron su impostura más lejos, más allá incluso de nuestra incredulidad”.
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