La sonrisa horizontal
Cuatro libros para reír esta primavera: un esperpento irlandés, un compendio de Gila, una novela llena de hosca chanza nórdica y un ensayo humanista-chistoso de rabiosa actualidad
Ilustración de Miguel Gila incluida en el libro de Blackie Books.
Una vez, hace tiempo, contraté a un joven chispas para realizar la instalación eléctrica de mi piso nuevo. El chaval tenía aspecto de electricista; ponía rictus de electricista al empalmar cables; trajo a casa un cuadro eléctrico mayor que el del aeropuerto de Atlanta; incluso respondía al nombre de “chispas” (“¿quién le trae una cervecita al chispas?”, me gritaba, desde la otra punta del piso). Y sin embargo, cuando, con la expectación de un parto de trillizos, dimos la luz, tuvo lugar un cortocircuito a gran escala que chamuscó las persianas eléctricas y redujo el timbre a humeante charco de gremlin. ¡El fulano aquel no era electricista, después de todo! ¡Solo lo hacía ver! Aún hoy me desvelo en mitad de la noche con una pregunta aporreando en mi cerebro: ¿Qué era lo mejor que creía aquel tipo que podía suceder?
Y es que las cosas deberían hacer lo que dice la etiqueta. Las prendas que no encogen deberían mantener su tamaño, el dentífrico “con blanqueador” debería blanquear y los libros de humor deberían hacer reír. Es lo mínimo que les exigimos. Y sin embargo mi armario está lleno de calcetines que, tras un solo lavado, le van pequeños a un Click de Famobil, mis dientes siguen siendo del color de una vieja cubitera de plástico y topo a menudo con libros “cómicos” que no contienen humor. ¿Confiaba el autor en que no nos diésemos cuenta? Porque, al leerlos, es difícil no percibir que No-Hacen-Reír. Ni el viejo arqueado de ceja (de carcajadas ni hablamos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario