miércoles, 1 de mayo de 2019

Mundo zoo | Babelia | EL PAÍS

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Mundo zoo

Virginia Navalón firma un libro sorprendente que cautiva por el vértigo imaginativo de unos versos que parecen reclamar la etiqueta de “realismo onírico”

Mundo zoo
En Bestiario (Premio Emilio Prados), el cuarto libro de poemas de Virginia Navalón, los animales no son los protagonistas de apólogos morales ni de fábulas domésticas, sino los testigos de un universo donde el “yo” se descompone y regenera siguiendo la pauta de los ciclos naturales. Como en otro ilustre Bestiario —el de Cortázar—, las criaturas zoológicas permiten introducir la extrañeza en el discurso y desvelar las grietas fantásticas que se esconden bajo la superficie de la cotidianidad. En el caso de Navalón, los salmones de piscifactoría, los escarabajos peloteros y las hormigas rojas funcionan como el vehículo de una reflexión ontológica que se proyecta sobre las cinco secciones de las que consta el libro: el peso de la rutina (‘Mundo’), el paso del tiempo (‘Tiempo’), el desamparo vital (‘Sola’), la crisis de identidad (‘Daño’) y la búsqueda de un nuevo horizonte (‘Tránsito’). Las composiciones se distribuyen como estampas minimalistas donde no faltan piruetas alegóricas (“El miércoles también iré / a la oficina zoo. / Jugaré el jueves / a cruzar cebras, / a saltar semáforos”) ni aforismos vestidos de paisano: “En una gota de rocío­ / cabe el cielo”, “Puedes encerrar una vida / en la palabra ausencia”.

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