Sombra que espía
La narradora colombiana Margarita García Robayo arremete con brillantez contra los mitos fundacionales de la persona, se llamen padre, madre, pareja, hogar o sexo
La escritora colombiana Margarita García Robayo. TRÁNSITO
Primera persona lo componen diez piezas de carácter autobiográfico dedicadas a temas a veces forzados por las exigencias temáticas de las revistas donde se publicaron originariamente: el amor, las obsesiones, el territorio… Uno podría presuponerle, por lo tanto, una laxa organicidad autobiográfica; más si tenemos en cuenta lo espaciado de las fechas de escritura de los textos, desde 2011 hasta diciembre de 2018. Pero nada más torpe que estos prejuicios. La exactitud de Primera persona no sólo se mide por la unidad de la crónica novelada de una vida que impugna sus orígenes, sino también, y quizá sea más significativo, por la pertinencia y la ambición de su calado ensayístico: la crítica de las falsificaciones con las que construimos nuestro lugar en el mundo. El resultado es, por lo tanto, un libro profundamente unitario. E incluso donde las cualidades de otras obras de la colombiana Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), por ejemplo la disección de las relaciones íntimas y la búsqueda obsesiva del matiz moral de los relatos de Cosas peores, Premio Casa de las Américas de 2014, o de la magnífica novela Tiempo muerto (2017), brillan con mayor alcance.
Otra de las evidencias de Primera persona es que su autora es una pensadora de primera. Ya dediqué un artículo al desarraigo de una vida pautada por las mudanzas, a su odio al mar (exótico en una caribeña), a las dificultades de la lactancia, la educación sexual en un colegio religioso o la literatura que se practica como margen, la originalidad de su escritura se ejercita llevando la contraria a esas ideas fáciles en las que, por lo común, caemos voluntariamente por comodidad. García Robayo es un espíritu anticursi, precavido de la proyección optimista. No pretende ser buena ni blanda ni seductora, pero, paradójicamente, la complejidad de su pensamiento se manifiesta con un estilo amable, en el mejor sentido del término. Una amabilidad en la incomodidad: contradicción de gran prosista.
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