Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
VIDAS EN SIMULTÁNEO
La experiencia en el Tíbet le cambio la vida… siempre había pensado en
el qué y el cómo de las cosas… siempre había tenido la sensación de cómo era
que funcionaba el concierto del universo… de niño, allá por los cincuenta,
había conocido a un experto en alta montaña que había estado en los Himalaya,
cuando aún no representaba negocio para nadie. Cuando ni siquiera había sido
escalado… y aquel hombre le había dicho que en el Tíbet ocurrían cosas que
nadie podía explicar y que algún día, si era pertinente, podría verlo por él
mismo… aquellas palabras fueron premonitorias… aquel hombre no hablaba de
hazañas sino de búsquedas tal él las entendía… era un hombre que sabía de
hielos, de clavos, de cuerdas y de ventisqueros… sabía de nubes como nadie y
sobre todo, tenía una singular sensibilidad para encontrar senderos que lo
condujeran hacia donde él quería… aún estando acá, siempre estaba allá… y hacia
la segunda mitad de los años cincuenta, su rastro se perdió para siempre…
quizás nunca volvió… tal vez nunca regresó… posiblemente él se encontraba allá
y no aquí… como sea, no dejó rastro y la memoria que había sobre su persona se
perdió para siempre, gracias a la rutina que atropella y condena… ¿habrá
encontrado su Shangri-La?... ¿habrá encontrado su reino de Shambala?... cuando
descubres que hay un paralelo del sí mismo… casi siempre permaneces en él… se
siente más confortable, menos humano…
Así es que este hombre personaje de estas líneas, acudió al Tíbet
habiendo tenido una revelación previa… y la experiencia consiguiente, de desdoblar
alma, espíritu y consciencia, separándolas del cuerpo… le significó el tomar
distancia de nudos y ataduras… encontrarse, abrazarse, reconocerse… descubrir
que estaba solo y que siempre había estado solo… descubrir que los amigos
genuinos eran escasos y de tanto mínimos, mientras que los oportunistas eran
muchos y los saqueadores mucho más… descubrir que cuando las personas arreglan
todo con dinero, están sacrificando el valor del afecto… descubrir que cuando
das dinero, estás humillando al que lo recibe…
descubrir que amor sin consonancia es un infierno… descubrir que cuando
el esfuerzo es propio y único, el resto se aprovecha de tu viento de cola para
tomar posición, tomar ventaja, y asegurarse que en algún torbellino podrá
apoderarse de todo, dejándote sin nada y a la deriva… él lo había vivido… así
es que nada lo tomaba por sorpresa, solía sentir detrás de las paredes así como
solía ver bajo el agua turbia… sabía cuándo le mentían y sentía en el alma
cuando lo traicionaban… haciendo alarde de segundas intenciones propias del
humano miserable, o bien, del humano mezquino… las personas sensibles más allá
de la piel, van descubriendo cómo está formado el concierto que los rodea…
quién es quién… qué papel juega cada uno… qué rol desempeña y cuál otro rol
pretende para sí mismo… más tarde, cuando el escenario se pone claro, partir es
sólo cuestión de tiempo… tal te lo he dicho en renglones anteriores, cuando
caes en la cuenta que siempre estás solo, la soledad se encuentra contigo y se
transforma en la amistad con el sí mismo, amistad genuina cuando entiendes que
la primera premisa es no engañarse a uno mismo, jamás … ya que todo lo demás,
suena a hueco y las palabras que puedas oír, suenan a vacío… cuando las
palabras no son armónicas con la nota musical de un cuenco tibetano, suenan a
nada, no llevan ningún mensaje verdadero y se pierden en la lontananza de la
estupidez humana…
La primera visita al Tíbet y su primera experiencia en el paralelo
simultáneo, no le abrió los ojos… le abrió el alma… no hacía falta más… ahora
sabía que lo que siempre había sentido era tal cual él lo entendía… tenía
motivos para llegar allí en absoluta soledad… sintiéndose bendecido de
semejante oportunidad…
La segunda visita al Tíbet fue providencial, él encontró la puerta que
simultáneamente lo encontró a él, es decir, ambos se estaban buscando y el
encuentro era cuestión de “momentos”… hasta que hubo resonancia y el milagro se
produjo… sortear la puerta significaba un montón de cosas… y algo le decía en
lo más íntimo de su alma, que cualquier regreso posterior, ya no sería a la
misma realidad… y así fue… el monasterio que se abrió por segunda vez en su
vida, no sólo fue revelación, sino la isla adecuada para el naufragio que
verían aquellos que lo odiaban mientras decían amarlo, aquellos que le
recitaban amistad pero se lo sacaban de encima… por otra parte, no se trataba
sólo de un monasterio, tampoco era un santuario, mucho menos un templo, era la
paz en sí misma, porque quienes ocupaban dicho espacio estaban en paz con ellos
mismos y con todo el concierto no humano de un paralelo con geometrías distintas
a las conocidas en la Tierra densa… ¿cómo habían llegado allí?... era una
pregunta que no merecía respuesta… ¿eran humanos desertores de sus vidas?...
indudablemente no… parecían estar allí desde siempre… conformes con lo que se
les había concedido y agradecidos con la eternidad que los contenía… reconocer
la eternidad no es un tema fácil, demanda desprenderse del ego y de todo lo
demás, que pesa…
¿qué hacen ustedes aquí?... surgió la pregunta… hacemos, sólo hacemos,
cayó como respuesta… aquí nadie duerme, todos laboran por desconocidos que
acuden al encuentro…
¿tienen una vida en la Tierra y otra espiritual aquí?... brotó la
pregunta… desde que llegamos no hemos salido, tenemos todo lo necesario para
ser nosotros mismos aquí, produciendo circunstancias que otros transitarán, se
respondió…
No había nada más para preguntar, sólo había que acostumbrarse a tener
un cuerpo con vida propia, que los demás asumirían como un humano más, y luego
entender que espíritu, alma y consciencia, constituían un grano de arena en el
paralelo simultáneo para el que se le había concedido la oportunidad de seguir
siendo sin dejar de ser…
Para sus adentros él pensaba que la duplicación duraría poco y que
finalmente recalaría en este regalo que había recibido de un cielo que no era
el de los otros… no suponía mal, sólo
que en la Tierra hay un tiempo humano que todo lo condena, mientras que allí no
había tiempo… no había día ni noche… era algo semejante a un vórtice de energía
que se mantenía en equilibrio inestable dentro de una estabilidad organizada
por el mismo pensamiento de los monjes que allí habían depositado sus almas…
todo parecía indicar que estaban allí desde siempre… ese siempre que no halla
comienzo y que no encuentra final…
Al desprenderse del ego, el pensamiento se corporizaba en la comunión de
las almas con un fin común… en este paralelo simultáneo las almas no tenían
sed, por ende no necesitaban beber, pero el agua de la que se disponía era como
un ser vivo más… en este paralelo simultáneo las almas no necesitaban aire para
respirar, por consiguiente no lo hacían, pero el aire que se hacía sentir
sonaba a caricia… las almas de aquí se alimentaban del sí mismo, por ende no
necesitaban de comida… luego, el pensamiento era suelo y cielo, o dicho de otra
forma, la conjunción de pensamientos daban forma a una idea con propio suelo y
propio cielo… además, el monasterio tenía techo sólo cuando se pensaba en él…
tenía muros cuando se pensaba en ellos… y tenía comodidades mínimas cuando se
pensaba en ellas… cuando el pensamiento se enfocaba en otra cosa, todo dejaba
de existir para transformarse en nada… la nada misma… nada es más importante
que la eternidad que contiene el viaje de cada quién… algunos entienden el viaje,
otros lo rechazan… algunos perciben el sentido de la doble vía y sus estaciones,
otros lo niegan… algunos sienten el valor de la barcaza, otros suponen asirse a
maderos para mantenerse a flote… todo depende del karma y su esencia… nada es
comparable y mucho menos criticable… cada uno viene a la Tierra por su búsqueda
y se consume en ella… o no…
Éste era el final del camino, ¿era el final del camino?... ante el
pensamiento, algo le dijo que nunca se llega al final del camino y que el final
del camino sólo se traduce en el encuentro con el uno mismo… vivir es apenas un
destello en la eternidad… un flash que se apaga antes de emitir luz…
Si no te ves a ti mismo, no logras ver a nadie…
FIN, ¿FIN?...
NOTA: el fin no existe, sólo es un eterno recomenzar…
Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
todo está bajo registro de propiedad intelectual
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