Los cronistas de la ruina de Europa
Por: F. Javier Herrero | 20 de febrero de 2014
Una madre alemana cocina para su familia en una calle del Berlín de 1945 / Corbis
La caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 inició el proceso que acabaría con las últimas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Un año después, la reunificación alemana que lideró el canciller Helmut Kohl era un hecho que se desarrolló con suma rapidez en paralelo al proceso de construcción política de Europa. Por aquellas fechas el ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger temía que ese proceso terminase en un eurocentrismo económico, liberal hacia dentro y proteccionista hacia el exterior, una nueva “Fortaleza Europa”, en un sentido demográfico y económico, potencial generadora de tensiones. A modo de posible vacuna, Enzensberger entendía, acertadamente, que no se había llevado a cabo un análisis complejo de los “años fundacionales” de la nueva Europa y la situación que afrontó su población. Son los años de la posguerra europea, los años en que el continente era materialmente un montón de ruinas y los europeos, no solo los alemanes, se encontraban en un pozo político y moral.
Al constatar que la filosofía europea se dejó llevar por una abstracción que le alejaba de un frío análisis de la realidad y que la literatura de memorias posterior carecía de credibilidad, la aportación del pensador alemán para iluminar esos oscuros años que van de 1944 a 1948, fue publicar en 1990 Europa en ruinas, una recopilación de crónicas de los mejoresreporteros y escritores americanos, que siguieron a los ejércitos aliados en su avance hacia Alemania, y de otros que provenían de países neutrales, outsiders que daban las impresiones más lúcidas, aunque solo fuesen relativamente acertadas, acerca de las calamidades que sufrían los supervivientes europeos. Enzensberger recurrió a ellos porque en la disposición intelectual de los periodistas de los países afectados era palpable la autocensura interior que aplicaban a sus análisis y reportajes. En palabras de él mismo, “no solo había quedado devastado el entorno físico, sino también la capacidad de percepción. Toda Europa estaba por así decirlo, como si le hubieran propinado un porrazo en la cabeza”. Capitán Swing ha publicado a finales de 2013 el libro en español y lo hace en un momento muy adecuado, cuando los valores de la esencia del proyecto común europeo están en entredicho, en medio de una crisis económica de dimensiones desconocidas desde 1929, con Alemania convertida en el líder de una Unión Europea que promueve una política de austeridad que puede llegar a dividir al norte del sur de Europa. En un momento, en definitiva, en que los logros del estado del bienestar se tambalean y florecen de nuevo los populismos y la extrema derecha repartidos por toda la geografía europea.
Niño polaco víctima de la guerra en la arrasada Varsovia / Corbis
“Nadie es un nazi. Nadie lo ha sido jamás. Tal vez había un par de nazis en el pueblo de al lado (…) durante seis semanas tuve escondido en mi casa a un judío (…). Ay cómo hemos sufrido. Las bombas…”. En abril de 1945 la norteamericana Martha Gellhorn escucha declaraciones parecidas de todos los alemanes con los que se cruza en Renania. Se pregunta “cómo es posible que ese detestable gobierno nazi, al que nadie apoyaba, fuera capaz de mantener esta guerra durante cinco años y medio”. Gellhorn ve “un pueblo entero que declina toda responsabilidad” y que “no constituye una visión edificante”. Se trata de negar una realidad que cada vez adquiere perfiles más terribles, una especie de amnesia colectiva se propaga. Dos años después, en julio de 1947 Janet Hanner envía una crónica desde Berlín que estremece: “La nueva Alemania es solo un despojo de la Alemania muerta de Hitler (…) enemistada con todo el mundo, parece, curiosamente, muy satisfecha consigo misma (…) los alemanes no demuestran ningún interés especial o compasión alguna por el sufrimiento y las pérdidas que han ocasionado a otros (…). Solo unos pocos alemanes parecen acordarse todavía de las palabras que algunos clarividentes pronunciaron al comienzo de los ataques de 1940: ¡Gozad de la guerra!, ¡La paz será terrible!”. Hanner es testigo de una pérdida general de las referencias morales entre los supervivientes alemanes, que deja perplejos a estos reporteros anglosajones. Observadores europeos como el sueco Stig Dagerman consiguen mejores resultados cuando intentan explicarse el comportamiento de los alemanes de la posguerra. Este escritor sueco viajó durante el otoño de 1946 por toda Alemania y afortunadamente hemos podido contar con su capacidad de análisis cuando describe a los antifascistas alemanes como “las ruinas más bellas de Alemania” o cuando viaja en tren cerca de Hamburgo y “excepto nosotros dosnadie se asoma a la ventanilla para contemplar lo que probablemente sea el campo de ruinas más escalofriante de Europa. Cuando alzo los ojos me encuentro con miradas que dicen: Éste no es de aquí”. Los mecanismos de supresión de la memoria ya están activados.
En octubre de 1944 Martha Gellhorn se encuentra en la recién liberada Nimega, una ciudad holandesa que describe como plácida y aburrida en el pasado pero enclavada en una zona peligrosa, al lado de la Línea Sigfrido y el cauce del Rin. Gellhorn entra en una escuela convertida en cárcel llena de colaboracionistas de los nazis. Entre todos ellos destaca un grupo, “mujeres jóvenes con expresión sombría que yacen en el lecho, enfermas, con bebés muy pequeños; son las mujeres que vivían con soldados alemanes, que ahora son madres de hijos alemanes…”, y nos preguntamos si esas mujeres eran nazis convencidas o buscaban un medio, por peligroso que fuese, de sobrevivir.
En “unas circunstancias que semejan la temprana Edad Media. Como beduinos, los napolitanos acampan entre las ruinas…”. Norman Lewis describe así el Nápoles de octubre de 1944 que sufre de hambre y sed, porque los alemanes han destruido los sistemas de suministro de agua. Pero si alguien sabe sobrevivir en un medio hostil, esos son los napolitanos. Allí el mercado negro llegó a ser próspero como nunca lo fue. De cada tres barcos de los Aliados que eran descargados en el puerto desaparecía el cargamento de uno, y en los alrededores del Tribunal de Justicia se vendía en un ruidoso mercado lo poco que antes había sido robado.
Habitantes de Dresde suben a un tranvía en 1945 / Corbis
John Gunther llega a Varsovia en el verano de 1948, la ciudad que, después de Stalingrado, ha sufrido la mayor devastación en la guerra. Un polaco se dirige al periodista: “Vosotros en Occidente podéis tener el más alto nivel de vida del mundo. Pero nosotros los polacos tenemos el más alto nivel de muerte”. No se puede resumir mejor lo que ha sufrido esta ciudad desde que fue invadida en 1939 cuando contaba con 1.300.000 habitantes y en 1945 contaba con 700.000 menos. Gunther relata como, a pesar de todo, esos perseverantes polacos salen de sus catacumbas cada día comprometidos a reconstruir una ciudad que los nazis quisieron borrar del mapa en octubre de 1944, con una fortaleza y optimismo que sorprenden precisamente porque Varsovia gracias a ellos vuelve a estar viva.
Max Frisch, dramaturgo y autor de Homo Faber, recorrió varias ciudades alemanas en 1946. La maestría con que traslada a las palabras sentimientos y emociones es algo que ha estado al alcance de solo unos pocos en el siglo XX. Por ello, su prosa elegante y delicada nos conmueve cuando describe la desolación y desesperanza que abruma a los civiles alemanes derrotados en esos años. En la primavera de 1946 visita Frankfurt en cuya estación de ferrocarril se encuentra a unos refugiados de territorios que ya no pertenecen a Alemania, abandonados y sin ayuda para los que “su vida solo es una ilusión, algo ficticio, una espera sin esperanza, ya no sienten ningún apego por ella; solo la vida continua adherida a ellos, como un espectro (…) respira en los niños dormidos que yacen sobre los escombros, con la cabeza entre los bracitos consumidos, acurrucados como embriones en el seno materno…”.
París, Roma, Londres, Praga, Budapest, el infierno de Dachau…con Europa en ruinas viajamos a través del caos mental y material de la Europa coventrizada y hambrienta que, curiosamente, a pesar de tantos y tantos bombardeos, no será convertida en un todo homogéneo con la reconstrucción. Las diferencias entre europeos persistirán. El trabajo de Enzensberger con la recopilación de estas crónicas y textos es encomiable y demuestra la necesidad de recordar ese sufrimiento y reivindicar esa memoria por sus efectos preventivos ya que no debemos dar la paz en el continente como algo por supuesto. No olvidemos que hace casi dos décadas, al poco de aparecer este libro por primera vez, 8.000 bosnios eran asesinados en Srebrenica.
Dado que el presente se levanta sobre lo que ya pasó, no es mala idea echar un vistazo atrás para entender lo que está pasando. Cicerón lo dijo antes y mejor: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser eternamente niños”.
SOBRE LOS AUTORES
Coordinadora: Tereixa Constenla. Periodista deEL PAÍS. Descubrió la Historia en 2008, cuando aterrizó en la sección de Cultura, y comprobó que el pasado era un filón para el presente.
Isabel Burdiel recibió el Premio Nacional de Historia en 2011 por su biografía sobre Isabel II. Es especialista en liberalismo europeo del siglo XIX y catedrática de la Universidad de Valencia. "Para que sirva para algo, la Historia no tiene que quedarse en el círculo de especialistas", sostiene.
Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, defiende, como Eric J. Hobsbawm, que los historiadores son "los 'recordadores' profesionales de lo que los ciudadanos desean olvidar". Es autor de una veintena de libros sobre anarquismo, Guerra Civil y siglo XX.
Manuel Morales es periodista de EL PAÍS y profesor de Periodismo Digital en la Escuela de EL PAÍS/UAM. Para liberarse de tanta actualidad busca refugio en historias del pasado, sobre todo las que han dejado huella en la fotografía.
María José Turrión fue la primera directora del Centro Documental de la Memoria Histórica, creado sobre el esqueleto del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca. Cree firmemente que los archivos contribuyen "a la salvaguarda de los derechos humanos y al desarrollo pleno de las democracias".
Javier Herrero es documentalista de EL PAÍS y licenciado en Historia Moderna y Contemporánea. Le interesa indagar en los antecedentes históricos de acontecimientos que saltan a la primera línea informativa.
Eduardo Manzano Moreno es profesor de investigación del CSIC y autor de numerosos libros sobre Al-Andalus, la Edad Media y la memoria histórica. Cree en el poder transformador del conocimiento histórico y en la necesidad de forjar una conciencia que nos convenza de que se pueden cambiar las herencias recibidas.
había una vez....
una historia que no fue cuento,
que contó días terribles,
por lo trágico y lo cruento,
de almas que viajan sin tiempo,
quitando a otros sus alientos,
para luego destrozar destinos,
arrojándolos a los vientos...
gentes que ocupan poderes,
llenando ciertos puestos,
que no saben reconocer opuestos,
imponiendo sentidos siniestros,
comenzando por las hogueras,
terminando por los secuestros,
para luego atropellar la historia,
como si se tratase de un cuento...
había una vez un pueblo,
que no aprendió de sus errores,
que siempre sembró temores,
miedos y momentos horrendos,
en las espaldas de otros pobres,
que cercados por ajenas locuras,
se vieron envueltos en ruinas,
que otros decían eran flores,
cuando en verdad de los suelos emergían vapores,
de escombros, bombas, desprecios,
mientras los discursos hablaban de otros "nobles",
héroes de la nada que sin un cobre,
intentaban sobrevivir un día,
intentando explicar a los niños,
que eso jamás se repetiría...
pero el cuento regresó un día,
con iguales recetas mentidas,
uniones que se cultivan,
despreciando a los indefensos,
xenofobias y otros desprecios,
discriminaciones que no terminan,
pero toman entidad y exterminan,
misas que recriminan,
para luego apoyar lo opuesto,
haciendo del antivalor algo eterno,
que enaltece lo siniestro,
para luego vestir el morbo,
disfrazándolo de un "verbo",
cuando en realidad se trata de cuervos,
que se roban los sentidos de lo "nuestro"...
y nuevamente comienza el cuento,
con intolerancias y desprecios,
señalando con el dedo,
a los que no se arrodillan ante el infierno,
haciéndole reverencia al poder,
que indica que lo ajeno es propio,
según lo indicó el imperio,
repleto de espíritus vacíos,
que sólo reconocen lo que es perverso,
entonces se crean un verso,
al que visten de novela,
para distraer a los inocentes,
condenándolos según sus suelos,
robándoles los recursos,
explicándoles que "eso es bueno",
porque lo dijo algún rey,
que se quedó con el escudo,
que supo robar a tiempo,
para luego denigrar a sus súbditos,
repitiéndoles que "eso era bueno",
porque ellos salvarían sus almas,
cuando les sonara algún trueno...
sin embargo nadie creía nada,
porque todo sonaba a cuento...
hoy se repiten las historias,
como si fuese un teatro negro,
aunque no se vean fuegos,
todo lo que rodea está hirviendo,
cercado por los perversos,
codiciosos y angurrientos,
que vuelven a asaltar las esperanzas,
instalando las "crisis de los inciertos",
donde todo se torna posible,
magias ineludibles,
que evaporan una vez más,
el sentido de la palabra "nuestro",
aseverando que "eso es bueno",
y dejándote con lo puesto...
pero esta vez ya no es cuento,
ahora reina el siniestro,
que descendido a la Tierra,
desafina en su concierto,
asegurando que lo que hace,
es por el bien de todos,
y que las realidades visibles... no son más que deformaciones de un espejo...
por favor,
no le creas más,
sólo se trata de un cuento.
FEBRERO 21, 2014.-
el dispensador reflexiona: EUROPA transitó en el siglo pasado, dos terribles conflictos inducidos por los intereses y las conveniencias de unos pocos, que se tradujeron en cataclismos humanos... antes de ello, y después de ello, los poderes humanos han seguido cometiendo, siempre, los mismos errores... hasta hoy... y hoy, la humanidad está asistiendo a un medievalismo exacerbado que emana desde ciertos ángulos del poder económico que pretende salvarse imponiendo tragedias a los otros... el problema actual ya no es de "aliados" versus "Rusia"... el problema actual reside en la ausencia de los estados que, empleando las incapacidades políticas manifiestas, conducen a las sociedades humanas a un enfrentamiento de pobres contra pobres, de marginados versus marginados, de indigentes contra indigentes, o si se quiere, arrasan las culturas de modo de alcanzar un punto de quiebre que asegure la lucha entre ignorantes y protestantes y/o reclamantes y/o gentes que pretenden sostener como estandarte sus dignidades y sus valores...
este choque de gentes, producirá beneficios a unos pocos en desmedro de los muchos, esto es de todos sin excepción, porque aún cuando algunos puedan creerse a salvo, las circunstancias los atropellarán hasta devorarlos...
ya no hay estamentos militares capaces de enfrentarse... sí, hay gentes desesperadas que desean enfrentarse con otras frustradas, con muchas hipotecadas, y con otras tantas excluídas, porque cada quien cree que el culpable es el otro, el prójimo, que finalmente es tan ajeno como él, o bien tan inocente como él... y mientras crecen las xenofobias, las intolerancias, y las discriminaciones, los estados ausentes imponen cargas imposibles de transportar, porque ahogan los hechos culturales para convertirlos en impuestos que alimenten sus cajas negras... cajas creadas por corrupciones y lobbies para justificar hechos aberrantes comunes a los lavados de dineros del narcotráfico y el producido por las redes del tráfico de personas...
y nuevamente, el imperio oculto pretende licuar los humanismos para imponer la teoría de los dinosaurios... y una vez más los inocentes corren el riesgo de comerse a ellos mismos...
la ruina está en el alma de los hombres... sólo allí... y curiosamente, los ruines son los menos... y los inocentes, anónimos, desconocidos, son los más... que por desprevenidos pueden caer en las manipulaciones urdidas por los "ruines"...
pero esta vez... el cuento no puede repetirse... porque lo que está en juego, es la extinción de la especie humana...
FEBRERO 21, 2014.-
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