lunes, 24 de febrero de 2014

DE LÁGRIMAS Y PAÑUELOS ► Un mundo más triste y más lerdo | El País Semanal | EL PAÍS

Un mundo más triste y más lerdo | El País Semanal | EL PAÍS



Un mundo más triste y más lerdo

Si lo que inventan los artistas es tan valioso, resulta contradictorio que se los trate en vida tan mal





Algunas cosas son “así” desde hace tanto que casi nadie se para a pensar, ni se pregunta, quizá ni siquiera sabe por qué son de esa manera. Hace unas semanas hable aquí de la piratería de libros, que en nuestro país chorizo va en lógico aumento, y por lo menos hubo reacciones. Unas sensatas, otras peregrinas e incomprensibles; no faltaron las airadas (“La cultura ha de ser gratis; dedíquese a otros menesteres para ganar dinero”), e incluso una compungida que se justificaba por su bajo nivel de ingresos y prometía abandonar la práctica en cuanto mejorara. Lo que pocos se plantean, me temo, es el motivo por el que las obras literarias, musicales, etc, pasan a ser del dominio público a los sesenta o setenta años, según los países, de la muerte de sus creadores. ¿Por qué constituyen una excepción en un mundo y en un sistema en los que todo se lega y se va heredando indefinidamente, de generación en generación y sin límite temporal ninguno? Las fortunas, el dinero, las tierras, las casas; la panadería, la zapatería, la empresa, la fábrica; el banco, los cuadros, el palacio y la modesta choza; el apartamento en la playa, los muebles, el reloj del bisabuelo y las joyas de la tatarabuela; el periódico familiar, la pastelería, el supermercado, las acciones …, todo se va dejando a los herederos ad aeternitatem.
He hablado de ello en otras ocasiones, pero tanto da mientras ningún gobierno se detenga a pensar en la injusticia que esto supone. ¿Por qué las obras artísticas, y por ende sus autores, sufren esta discriminación palmaria? Esas obras ni siquiera son compradas o ganadas, como la mayor parte de lo que he enumerado. Son “propiedades” en cierto sentido, pero no algo preexistente que pueda “adquirirse”, sino creado por quienes las conciben y realizan. Y, pese a eso, se ven castigadas, en comparación. Si la ley que las regula se aplicara a todo lo demás, no quedaría familia rica en el mundo, y la Duquesa de Alba carecería de patrimonio. Si las obras de arte pasan al dominio público (es decir, pueden editarse y reproducirse libremente transcurridos esos sesenta o setenta años, y ya nadie paga por disfrutarlas ni –ojo– por explotarlas, utilizarlas y manipularlas, o hacer criminales “versiones” o “adaptaciones” de ellas), es justamente porque se las considera un bien para la humanidad de tal calibre que no se puede restringir sine die el acceso a ellas. Tan sólo se ven emparejadas –si acaso– con los grandes descubrimientos científicos que benefician a toda la especie: las vacunas, la penicilina, la anestesia, cosas así. Hasta cierto punto es comprensible. Sería lamentable que no pudiéramos leer a Cervantes o a Shakespeare, ni oír a Beethoven o a Mozart, por las exigencias y cortapisas que impusieran sus más remotos descendientes, tal vez gente insensible y avariciosa y parásita. Pero también es una lástima que a nadie se le permita pasear por tal finca desde hace siglos porque pertenece a una familia que se la ha ido traspasando sin caducidad ni tope.
Si lo que inventan los artistas es tan descomunal y valioso que a sus herederos se les enajena por fuerza, a fin de que alcance a todos sin excepción, resulta contradictorio que a esos artistas se los trate en vida tan mal como se los trata hoy, y más aún por parte de un Gobierno iletrado y bárbaro como el actual de España. Si lo que hacen es, o puede llegar a ser, tan extraordinario y enriquecedor que se impide que quede en manos privadas indefinidamente –repito, a diferencia de lo demás–, ¿cómo es que no son una especie protegida a la que se cuida? La mayoría sentimos una gratitud profunda hacia Cervantes y Shakespeare, Beethoven y Mozart, y pensamos que si estuvieran aquí los abrazaríamos, les rogaríamos que escribieran o compusieran más e intentaríamos facilitárselo al máximo. “Por favor, no paguen impuestos”, les diríamos, por ejemplo, “que ya nos pagarán con creces con sus creaciones. Déjennos alguna más”. Claro que es imposible saber, en el presente, cuáles de nuestros contemporáneos seguirán siendo leídos al cabo de cuatro o dos siglos, cuáles beneficiarán de veras a la humanidad futura. Sin embargo, y por si las moscas, resulta que todas las obras, hasta las pésimas, están sujetas a la misma “condena”: no poder ser heredadas más que durante un tiempo determinado. En vista de lo cual, y lejos de otorgárseles a sus creadores algunas compensaciones y facilidades, la tendencia actual es a expoliarlos ya en vida, a privarlos de sus derechos o reducírselos, a tenerlos por unos caraduras y por individuos privilegiados (!). Shakespeare y Cervantes, Beethoven y Mozart, Velázquez y Caravaggio también tenían que pagar sus facturas, y la lista de genios que pasaron penurias es interminable. Hoy nos entristece que Van Gogh no vendiera un cuadro, que Cervantes y Dickens visitaran la cárcel y se llenaran de deudas, habiendo hecho tanto por nosotros. De haber vivido en una época como la actual, en la que además es fácil esquilmarles sus escasas ganancias con impunidad, es probable que hubieran abandonado pinceles y pluma, acuciados por la necesidad. Y que, como me decía ese lector airado, hubieran debido dedicarse a otros menesteres para procurarse el sustento. No me cabe duda de que, a cambio de haber satisfecho esa demanda de “cultura gratis”, el mundo sería hoy mucho más ignorante, más pobre, más triste y más lerdo.
elpaissemanal@elpais.es


el dispensador dice: te ratifico lo dicho en el documento anterior... para los estados ausentes y para los políticos envueltos en mesianismos demenciales... el arte... la cultura... el genio creativo... son una profunda molestia ya que inducen a los otros a "pensar", a reflexionar, a descubrir aquello que no alcanzan a ver con sus propios ojos, a repensar aquello que no logran comprender con sus propias mentes... entonces, esa clase política compuesta por miserias humanas exacerbadas, libera anticuerpos que niegan las expresiones culturales necesarias, esas que reciben las derechas de sus respectivas cunas sociales, asumiendo trascendencia superadora de banderas, fronteras, e idiomas... entonces, escritores, pintores, escultores, artistas de cualquier índole o factor, se ven aislados, ninguneados, excluídos, despreciados, y hasta descalificados por los medios corporativos que responden a los intereses políticos y/o económicos adversos a las fuentes...

y entonces se te caen las lágrimas... de la impotencia... 

y entonces recurres al pañuelo... para asumir que tu ausencia está inducida por las miserias de los editores y de los cultores de las culturas inversas, esas que siembran al revés, haciendo grandes y famosos a oportunistas de "cualquier cosa" que sea funcional a los intereses del imperio mezquino que gobierna el planeta humano...

y el mundo humano está triste y va despacio... debido a las lentitudes mentales, y de espíritu de los mentores miserables que caracterizan cualquier paisaje... justificando el descalificar al "genio creador" por meras cuestiones de conveniencias y oportunismos, esto es, nada distinto a lo que la Iglesia Católica hizo con la cultura humana antes de Galileo y después de él... ya que el pensamiento negador e inquisidor parte de allí, del creer que el otro es un esclavo y que debe ser felpudo de terceras ignorancias que ostentan el poder...

y el mundo humano está triste, sí, y anda tan despacio como las neuronas de los mezquinos que lo gobiernan... 
FEBRERO 24, 2014.-

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