domingo, 20 de enero de 2013

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El sonido de la naturaleza | elmundo.es

EL LOBO, ACENTO EXCLUSIVO


Carlos de Hita


El eco de su ahullido (sic) a través de las rocosas montañas causa verdadero estupor en el pastor que en plena noche busca el ganado perdido. Es una temeridad salir en las noches tempestuosas a los montes por donde transitan los rebaños; se expone uno a enfrentarse con los lobos con el riesgo de que mientras el hombre, y aún los perros, pierden el ánimo por la noche, el lobo lo recobra, como si la noche hubiese sido hecha solamente para ellos.
Salvador Teruelo, pastor, Los lobos de Morla.
 
Nunca le ha venido bien al lobo que se hable de él. "Como si la noche hubiera sido hecha solamente para ellos”, su vida transcurre en la oscuridad; sus correrías diarias por el monte comienzan a la luz incierta del crepúsculo; una buena parte de lo que se ha creído saber sobre ellos aparece bajo la no menos incierta luz de los mitos y las supercherías. Y en la actualidad, y no por primera vez, el lobo es noticia a la negra claridad de la exageración y el escándalo.

En el lobo, símbolo de lo salvaje que sobrevive en un mundo que cada vez lo es menos,  confluyen todos los aspectos de la conservación de la naturaleza. Cualquier plan de conservación, de desarrollo rural, se cruzará, antes o después, con el rastro de uno de estos merodeadores.

En los últimos tiempos el mundo rural se ha incendiado alrededor del lobo. Se afirma que las poblaciones han aumentado, sin que ningún censo riguroso hecho en el campo lo certifique. Las quejas por los ataques al ganado aumentan, y desde las asociaciones ganaderas, los sindicatos, los ayuntamientos y hasta las consejerías de medio ambiente se empieza a exigir el exterminio de la especie, con la vuelta a un lenguaje que no habíamos oído desde la desaparición de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos, allá por los tiempos predemocráticos.

Se trata de echarle las culpas al lobo. Nadie espera que un pastor simpatice con estos animales; no hay que menospreciar el drama que supone sufrir un ataque. Pero eso no debería desviar la atención de cuáles son los problemas reales de la economía agraria. Los zarpazos de los lobos a los rebaños de ovejas no son nada comparados con los que dan las subidas de los precios del pienso, la presión de los mayoristas o la indiferencia de los consumidores sobre el origen de la carne que compramos. Comemos carne barata criada en otros hemisferios, los ganaderos se arruinan, pero la culpa es del lobo.

Con lobos no hay paraíso, dicen, retorciendo un viejo lema que vendía cierto territorio como destino ideal para el turismo en la naturaleza. Sin lobos no hay subvenciones, se podría responder, en alusión al dinero público destinado a compensar a agricultores y ganaderos por las pérdidas e inconvenientes que les supone trabajar y vivir en el medio natural.


Foto
Un lobo aullando en el Centro de Naturaleza Cañada Real en Peralejo (Madrid). | Carlos de Hita.

Cuando un cargo público vocifera contra los lobos tras un ataque, en realidad se está acusando a sí mismo por no hacer efectivas y a tiempo las indemnizaciones previstas.  A cambio se intenta abrir una brecha entre ganaderos y conservacionistas; cualquier comentario público a favor o en contra del lobo es recibido con un fuego cruzado de aplausos y –me temo- insultos.  Como si unos y otros no fuéramos aliados naturales en una misma causa. La naturaleza y la economía rural comparten perspectivas sombrías, y más en tiempos de vacas flacas. La existencia de los lobos en un país tan habitado como este, mecanizado, cruzado por todo tipo de vías de comunicación, es un milagro demasiado bueno para no aprovecharlo. Y el mundo rural necesita,  si no milagros, sí todas las ayudas posibles. Los lobos libres son una carga, pero también un valor añadido cuando se convierten en símbolo. Que lobos y pastores puedan ser aliados suena a insensatez; pero también a argumento para convencer a la gente, a los consumidores, a los contribuyentes, de que la carne producida en zonas loberas vale más. Quien la compra está extendiendo un cheque con fondos para  la conservación de la naturaleza y de la economía que se sustenta en ella.

Copio para terminar una reflexión de mi amigo Luis Miguel Domínguez, una síntesis brillante de un problema tan complejo. No tenemos dudas: LOBO es futuro , calidad, valor añadido. LOBO es cultura, acento exclusivo. LOBO es economía real apegada a la tierra.

NOTA: El montaje sonoro de esta semana, por una vez sin palabras, utiliza los mismos elementos de una entrega anterior, La hora del lobo, publicada en noviembre de 2008. Para entender lo que hacen y dicen los lobos se puede acudir a ella en el archivo de este audioblog.


el dispensador dice: 
te diré que fue un aullido,
aquello que he sentido,
clamor de la noche,
reclamo de abrigo,
montes nevados como testigos,
el eco alfa así lo ha querido,
sólo la manada dimensiona a la tribu...

¿crees en milagros?,
allí está el misterio,
las existencias guardan,
equilibrios sin tiempos,
que reconoces por los vientos,
pero que se pierden,
cuando no hay sentimientos,
de allí lo sensible,
que lo hace posible,
cuando se ve con al alma,
otra realidad se percibe...

¿lo has mirado a los ojos?,
¿qué es lo que dice?,
¿lo has entendido?,
hay conexiones que existen,
sin que se atine a comprender,
qué lo hace, o bien...
que alquimia lo define,
sin embargo sucede,
vibra y persiste,
cuando te estás yendo,
sabes qué viviste...

el lobo porta,
linaje y estirpe,
hay ecos en el bosque,
él sabe que viniste,
no le des la espalda,
sabrá cuándo te fuiste,
tu sueño permanecerá,
marcado en las huellas,
justo donde estuviste...
algo permanece,
tejiendo los hilos,
de aquello que existe.
Enero 20, 2013.- 

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