martes, 8 de enero de 2013

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No basta con cambiar las bombillas... | EcoHéroes | Blogs | elmundo.es

Carlos Fresneda

Carlos Fresneda

Corresponsal en Londres.

No basta con cambiar las bombillas...



Foto: Isaac Hernández
Cambiar las bombillas. Comprar biológico o local. Abonarse a una cooperativa de consumo. Compostar la basura en casa. Moverse en bici por la ciudad... Annie Leonard hizo todo eso y mucho más, pero no notó un gran cambio más allá de su entorno personal.

    Las pequeñas acciones están bien, pero no son suficientes, ni van a servir para "salvar el planeta", como leemos en las portadas engañosas del perfector consumidor "verde". Si los cambios se quedan en uno mismo, si se limitan a los aspectos materiales,nos valdrán en todo caso para lavar nuestra conciencia de consumidores y poco más.

    Al menos eso es lo que piensa la sagaz autora de "La historia de las cosas" en su última entrega de aún más largo alcance: "La historia del cambio"... "Las soluciones no están a la venta. Comprar mejor y de un modo más consciente no es suficiente. Tampoco basta con "ser el cambio que quieres ver en el mundo", como decía Gandhi. Hay que "hacer" el cambio, y eso sólo es posible pasando a la acción colectiva".

    A sus 48 años, Annie Leonard se ha ganado a pulso su reputación como la comunicadora más directa, efectiva y popular al servicio de la causa ecológica. "La historia de las cosas" fue un auténtico viaje al fondo de la Tierra (y a todo lo que los humanos estamos haciendo con ella). El agua embotellada, los productos electrónicos o el endeudamiento personal pasaron luego bajo su peculiar y ácido análisis, ilustrado por los dibujos animados de Free Range Studios.

    Con "La historia del cambio" (nacida de su frustración de estos cuatro años), Leonard se ha propuesto desmontar los últimos mitos de la "Economía Dinosaurio" y hacer una llamada a la movilización ciudadana para buscar alternativas reales.

      Lo primero: reivindicar nuestra condición de ciudadanos... "Da la impresión de que hay un complot para reducirnos a la categoría de consumidores. Se diría que somos lo que consumimos y que hemos dejado de ejercer por desidia el "músculo" de ciudadanos. Nos olvidamos de que los grandes avance sociales en la historia se han producido precisamente por la presión de los ciudadanos, forzando los cambios políticos que en última instancia han permitido cambiar el sistema".

      Annie reconoce que su preocupación por todo lo que hay detrás del "sistema" le viene de niña, cuando se preguntaba por la invisible conexión entre la desaparición del bosque y la expansión de los centros comerciales en su Seattle natal. Su verdadera iluminación ocurrió en el vertedero de Fresh Kills, que durante medio siglo digirió más de 11.000 toneladas diarias de basura en Nueva York.

    "Cuando lo cerraron en el 2001, la montaña de desechos era 25 veces más alta que la estatua de la Libertad", recuerda. "Aquella visión impactante me dio mucho que pensar. ¿Quién puede haber concebido este sistema tan monstruoso? ¿Cómo permitimos que esto siga ocurriendo? Yo misma no acababa de entenderlo: tardé veinte años en hacer la conexión."

   Su experiencia en Bangladesh, India y Haití fue vital para acabar de atar los cabos sueltos. Annie Leonard se remonta a los estragos de la extracción: de la deforestaciones masivas en el Amazonas o en Indonesia a la decapitación de las montañas Apalaches o las arenas de alquitrán de Alberta. Como ocurre con los desechos, el sistema tiene la virtud de esconder las consecuencias de lo que consumimos desde el lugar de origen, casi siempre remoto, casi siempre a expensas de la explotación laboral, la corrupción política y el deterioro ecológico...

    "Y, aun así, hay una verdad fundamental que vale en todo el planeta. Lo que llamamos desechos son sobre todo recursos. Así, revueltos, no sirven para nada. Acabamos enterrándolos en un vertedero o, lo que es peor, quemándolos en una incineradora. Si los separamos, podremos volver a usarlos como papel, como metal, como vidrio, como compost para fertilizar la tierra".

      En "La historias de las cosas", convertido de un auténtico fenómeno en la red con doce millones de "pinchazos", Annie exploraba el ciclo completo, de la producción a los residuos, pasando por la distribución y el consumo. Ya entonces se dio cuenta que, pese a todos los esfuerzos, nuestro poder como consumidores tiene un techo natural.

    ... "Por mucho que nos esforcemos en menguar el cubo de la basura, la mayor cantidad de desechos es la que produce la industria. Y ahí es donde la presión social y la acción política son fundamentales. Necesitamos leyes de responsabilidad productiva en todo el planeta: el 80% del impacto de un producto se decide en la fase de diseño."

       La distribución es el tercer engranaje del sistema, y Annie Leonard nos recuerda como Walmart, la mayor cadena de supermercados del mundo, tiene un sistema informático de transporte y localización de sus mercancías que rivaliza con el del mismísimo Pentágono: "El movimiento de la relocalización ha empezado con los alimentos, pero se está extendiendo a otros campos, desde la extracción de recursos a la energía, como ocurre con el movimiento de Ciudades en Transición".

     Llegamos de esta manera al cuarto piso de la pirámide, acaso el más importante, el que da sentido al sistema: el consumo. "No me gusta que me llamen anticonsumista", puntualiza la autora de La historia de las cosas, "pero sí quiero denunciar los efectos del hiperconsumismo, que se produce cuando tomamos más recursos de los que necesitamos y que el planeta puede sostener."

      "Con el 5% de la población, Estados Unidos consume el 30% de los recursos y es responsable del 30% de los residuos", certifica Leonard, que posa para las fotos junto a las botellas de plástico compactadas por el Centro Ecológico de Berkeley, su pueblo adoptivo... "No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que harían falta de tres a cinco planetas si los 7.000 millones de habitantes de la Tierra imitaran las pautas de consumo del sueño americano".

     Conclusión: hace falta un nuevo paradigma (o un nuevo planeta), y en eso estamos: "La gente está cambiando su relación con las cosas. Ya no hace falta poseerlas y acumularlas, sino simplemente tener acceso a ellas: compartiéndolas, reusándolas, intercambiándolas, prolongando su uso para que no acaben en un vertedero... Y creando de paso comunidad."

          El "consumo colaborativo", la tendencia imparable que se está abriendo paso también en España, ilustra precisamente su visión de cambio: una gran idea, compartida por el mayor número posible de gente y puesta en acción... "Así es como realmente construimos el poder para propiciar los cambios reales. Dejando atrás la preocupación, la frustración y el miedo y creando espacios para la acción ciudadana".

       Todo esto lo dice Annie Leonard sin acritud y con una sonrisa abierta, en un tono muy lejano a la verborrea de los políticos al uso, que son gran parte del problema. La autora "La historia del cambio", criticada despiadadamente por republicanos y libertarios, no piensa sin embargo bajar la guardia y quiere seguir tendiendo puentes entre la crítica a la sociedad de despilfarro y la llamada a la acción "por un mundo posible y decididamente mejor".
el dispensador dice:
¿qué es lo suficiente?,
o bien,
¿qué es lo insuficiente?,
¿qué conforma el alma?,
o bien,
¿qué deforma tu mente?,
¿serán las perspectivas lejanas?,
¿serán las perspectivas recientes?,
¿será aquello olvidado por las premuras ingentes?,
¿o será lo otro evitado para no ocupar las superficies tangentes?,
hemos sido educados para sobrevivir,
asumiendo que el "otro" es un enemigo potencial,
que la hipocresía es parte de la moral,
que la filosofía es un paraje normal,
que la dignidad es algo formal,
que disponerla a la venta, da igual,
hete aquí lo infernal...

vivir no significa tener alma,
así como esgrimir espíritu no abunda en calmas,
apreciar no siempre es guardar distancia,
así como la vestimenta no hace a la elegancia,
ya que todo depende de las calidades,
equilibrios espaciales,
que confieren entidad a la persona,
exaltando las diferencias,
que inducen a las coincidencias,
para cual hace falta consciencia,
capacidad para ocupar presencia,
intelectualidad para discernir las ausencias...

¿dónde está el eje de la convicción?,
en ser parte activa de la naturaleza,
esa que por un rato te prestan,
para reconocerse presente,
en medio de abandonos y ausencias,
en no requerir clemencia,
cuando lo que se demanda es paciencia,
porque saber esperar es ciencia,
del sentido común y sus sapiencias...

la palabra no es suficiente,
los alardes se extinguen al faltar las gentes,
entonces se descubren las faltas,
argumentando que las cosas (que nos rodean)... no hablan...
burda e infeliz mentira,
que hace a las almas duras,
hablan los suelos y los aires,
tanto como hablan las aguas y los mares,
así como lo haces los fuegos y los vendavales,
o bien las piedras enteras... y sus hermanas desiguales...
todo ha de escucharse,
con el sentimiento abierto y a flor de piel,
ya que lo que no se escribe en papel,
suena más allá de las cuerdas, 
vibrando aún en todo lo que no se ve...

no puedes tener todo,
tampoco puedes acceder a todo,
la mayoría de las cosas no son de nadie,
aún cuando tengan dueños en sus codos,
en los campos donde hay abrojos,
estos optan por elegir el modo,
en que se prenderán según antojos,
demandando uso de anteojos,
a los miopes, pero también a los sordos,
que andan por la vida señalando a otros,
para descargar propias culpas,
convirtiendo a los espejos,
espejismos de propios pellejos,
que terminan desvirtuados,
de tanto quebrarse por añejos...

el mundo mejor se logra,
haciendo culto de la misericordia,
siendo solidario en cada hora,
asumiendo con compasión cada cosa que aflora,
ya que no sabes cuándo serás llamado,
a rendir cuentas por lo despreciado,
por las nostalgias, por aquello que añoras,
omitiendo que tus circunstancias,
cruzan a los caminos con rosas,
que si las aprecias las tomas,
y que si yacen perdidas, las lloras...

debes discernir los momentos,
como si se tratase del último de los vientos,
ofrecidos sentimientos,
que brotan libres de tiempos,
reclamando tu permanencia,
agregando valor de esencias,
ya que los sentidos se justifican,
cuando los fantasmas se ahuyentan...

todo lo que está a la venta,
no se compra,
no se renta,
porque su valor es escaso,
siempre asociado a fracasos,
de allí que ante los ocasos,
siempre se demandará alma,
como estandarte de presencias,
lo propio se hará con el espíritu,
como escudo de la propia gracia,
para finalmente levantar,
el ángulo de la consciencia,
geometría de la convicción,
que hace honor a las vivencias...

cuando te reclamen gestos de grandeza,
observa la espalda de las estelas,
que ellas te indicarán cuánta tela,
han usado robando velas,
que no han reconocido vientos,
porque a pesar de las miradas,
apenas son consecuencias,
de desprecios y otras soberbias.
Enero 08, 2013.-



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