Viernes 18 de enero de 2013 | Publicado en edición impresa
Poesía
La raíz compleja de lo sencillo
Una antología del gran poeta triestino Umberto Saba permite redescubrir una voz lírica de engañosos tonos menores, en la que se entrevé una serena desesperación
Por Sandro Barella | Para LA NACION
Acaso el menos célebre de los escritores identificados con la ciudad de Trieste -el exiliado Joyce, Italo Svevo, más recientemente Claudio Magris-, el italiano Umberto Saba (1883-1957) ocupa en el mundo de las letras la clase de lugar que se reserva a las figuras cuya voz nunca se elevó de más. Su poesía proyecta un canto suave, sin estridencia, como música de cámara o como una melodía compuesta para un solo instrumento. Es una poesía acompasada, dicha al oído, con un sentido del pudor que rehúye el escándalo de la sorpresa o el ingenio, concentrada en el rigor de una búsqueda que está más allá del gusto de una época: "Amé palabras simples que ni uno/ osaba. Me encantó la rima flor/ amor,/ la más antigua difícil del mundo". Saba encuentra en la transparencia de lo sencillo la raíz compleja de los pensamientos, las pasiones y las cosas del mundo. Nacido en Trieste en 1883, de padre católico y madre judía, residió la mayor parte de su vida en su ciudad de origen, salvo un período durante la Segunda Guerra, cuando la promulgación por el régimen fascista de las leyes raciales lo obligó a refugiarse en Florencia y en Roma. Como bien anota en el prólogo a esta antología el poeta Rodolfo Alonso, a cargo de la traducción, su destino fue singular: "nada menos que ser buen poeta en una generación con cumbres como Ungaretti y Montale". Así pues, los poetas mayores del "hermetismo" proyectan su sombra, como suelen hacerlo en las diversas tradiciones poéticas las grandes voces. Pero bajo esas sombras siempre aparecen los necesarios tonos menores, como el que representan en la poesía italiana Saba, o, por poner un ejemplo posterior, Sandro Penna. Si se habla de destino, el del poeta está atado, además, a la vacilante condición de su doble origen, lo mismo que a la inestable situación histórica de Trieste, bisagra entre el Imperio Austro-Húngaro y la nación italiana. Así lo siente el poeta en un poema fechado en 1944, donde, además de rebelarse contra la opresión nazi-fascista, expresa su relación con la tierra que lo vio nacer: "Tenía una ciudad entre los montes/ rocosos y el luminoso mar. Mía/ porque ahí nací, más que de otros mía/ que joven la descubrí, y adulto/ por siempre con Italia la desposé en el canto".
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