sábado, 12 de enero de 2013

EL OTRO ▲ La devastación y el afecto | Cultura | EL PAÍS

La devastación y el afecto | Cultura | EL PAÍS

CRÍTICA DE 'AMOR'

La devastación y el afecto

La posición de la cámara de Haneke extrae todo el potencial dinámico y narrativo del movimiento de sus personajes protagonistas


Michael Haneke da instrucciones a Emmanuelle Riva y a Jean-Louis Trintignant en el rodaje de 'Amor'.

En la entrevista que le hizo Guillermo Cabrera Infante, o su alter ego G. Caín, a Anthony Mann en 1958, publicada en la revista Carteles, el cineasta definía a Ernst Lubitsch como “un director que sabía exactamente dónde situar la cámara”. Y añadía: “Para un director de cine colocar la cámara es como encontrar la palabra justa un escritor”. Algo parecido podría decirse del austriaco Michael Haneke, cineasta que parece definir su identidad estilística en la precisión. A los pocos minutos de metraje de Amor, la posición de la cámara de Haneke logra no solo hacer inteligible la arquitectura del confortable piso donde vive el matrimonio protagonista —dos ancianos profesores de música—, sino también extraer todo el potencial dinámico y narrativo del movimiento de sus personajes sobre ese espacio… Dos notas que empezarán a extraviarse entre los renglones de una partitura limpia que, poco a poco, les irá resultando laberíntica, indescifrable.

Colocar la cámara en el lugar preciso quizá no sea suficiente para acreditar la grandeza de un cineasta. Hay otro factor muy importante en este Amor que el espectador ya no podrá quitarse jamás de encima —hasta ese punto este último trabajo de Haneke apela, incomoda, provoca y desafía a todos—: la voluntad de arriesgarse, de seguir siendo fiel a una poética, pero adentrándose en territorios inéditos. Haneke nunca había hablado antes —o, por lo menos, no así, no como aquí— del sentimiento. Amor encuentra su mejor síntesis en otro ejercicio de precisión: un plano y un contraplano. La mirada perpleja de quien se asoma a un abismo inesperado al sujetar el rostro del objeto de sus afectos. La mirada extraviada, vaciada de identidad, de Emmanuelle Riva, bloqueando por primera vez, en la más temprana intuición de la catástrofe, toda posibilidad de comunicación y reconocimiento.


AMOR
Dirección: Michael Haneke.
Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, Alexandre Tharaut, William Shimell.
Género: drama. Austria, 2012.
Duración: 127 minutos.
En Amor, un viejo matrimonio se enfrenta a la lenta, pero imparable enfermedad terminal de uno de sus miembros. La devastación del tiempo sobre el cuerpo y la identidad no es el único centro del discurso: la traumática negociación del afecto por parte del personaje encarnado por Jean-Louis Trintignant pulsa las notas más conmovedoras y, en ocasiones, agresivas del conjunto. Ante el cuerpo convaleciente de su esposa, el personaje de Trintignant rememora una película que vio en su infancia —quizá desvelando cómo le gustaría a Haneke que su Amor fuese recordado por un espectador aún incapaz de enfrentarse a todas sus cargas de profundidad— y habla de los sentimientos enfrentados tras asistir a un funeral. Pese a la mirada cartesiana de Haneke, Amor no es una película de certidumbres, sino todo lo contrario: no hay una sola respuesta posible, ninguna respuesta es fácil… al igual que esa bofetada que puntúa un momento clave y que inmediatamente es matizada por una eclosión de culpa.

Amor es puro Haneke, pero, al mismo tiempo, es algo que el austriaco no había hecho nunca: una película humanísima, sin autoengaños, ni infecciones sentimentales. Una obra mayor y… problemática.


el dispensador dice:
andaba por la vida buscando afectos,
la soledad crea espejismos donde todo está lejos,
escribía desde niño a la luz de las velas,
la imaginación había hallado su propia vereda,
comenzé a caminarla para esconder las penas,
acumulaba dramas como cualquier costa serena,
no es fácil vivir entre almas terrenas...
callaba los días observando las telas,
en ninguna pintura se expresaban las quejas...

caminé largo trecho entre infortunios,
vi el sol asomar en plenilunio,
creí haber hallado el tesoro esperado,
a poco de andar me vi defraudado,
con coloridos lazos me habían atrapado,
los sinsabores me estaban agobiando,
se hablaba de amor... sonaba pesado,
mediante palabras se me había traicionado,
se trataba de un aquelarre de seres extraños,
vivían de las sombras y a puro engaño,
disfrazados de humanos devoraban inocencias,
obligando a arrodillarse a cualquier presencia...
mientras eso hacían se mostraban afables,
se deleitaban sonriendo hasta desgastarte...
con la mochila vacía decidí perderme,
los dejé entretenidos creyendo comerme,
las ilusiones parecen inertes,
cuando salvan tu propia suerte...
me lancé al vacío esperando estrellarme,
apareció un hada decidida a salvarme,
me dijo: por qué haces esto?,
el infierno que ves les pertenece a ellos...
ven conmigo, cambiaré tu suerte,
no mereces ser comido por estas gentes...
volé con ella y me hallé a mí mismo,
aprendí que los afectos son puentes entre ríos,
crucé por ellos definiendo un ritmo,
hallé manos que expresaban lo mismo,
de eso se trata amar al que anda contigo,
sostener las miradas y sintonizar lo alquímico...

sumé palabras y nadé en el río,
las corrientes hablaban de aquello querido,
no hacían falta mentiras ni gritos,
regresar la vista no era perder el camino,
siempre había alguien esperando en la orilla,
es bueno navegar sobre una sola quilla...

hoy ya viejo y ahogado en canas,
he encontrado tanto que no tengo nada,
ando por la vida despreocupado,
descubro a las almas por lo que van pensando,
segundas intenciones los van devorando,
mientras elucubran matar a su hermano,
luego la misa salva sus cuitas,
salen a la calle a martirizar para ver quien grita,
es evidente que no han entendido,
que vivir es ser parte de un lapso concedido,
donde la eternidad no es lo pretendido,
sino atender al pájaro herido,
que golpea tu puerta para ser protegido...

ya no soy nadie,
vivo entre olvidos,
los recuerdos no me atormentan,
porque he visto el solsticio,
hallé verano en lugar menos pensado,
ahora camino junto a lo amado,
no importa mañana sino lo andado,
el trino que suena es aquel escuchado,
los venenos se han desvanecido en el pasado,
alimentando las miserias de espíritus dominados,
por la soberbia y el desprecio que han cultivado,
vistiendo de luces sus propios fracasos.
Enero 12, 2013.-

dependemos de un "otro" a cada paso,
si hay manos unidas no existe el fracaso,
pero en este camino nada es eterno,
hay que saber traspasar cada invierno,
asumiendo que siempre habrá un codo oportuno,
para salvar tu alma a partir de junio.

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