miércoles, 15 de enero de 2014

LAS VUELTAS ▲ muere juan gelman: ‘Verdad es’, el último poema de Gelman | Cultura | EL PAÍS

muere juan gelman: ‘Verdad es’, el último poema de Gelman | Cultura | EL PAÍS


Gelman en el año 2005. / FOTO: CRISTÓBAL MANUEL / VÍDEO: ATLAS

Muere a los 83 años el poeta argentino Juan Gelman

BERNARDO MARÍN México
La vida y la obra del premio Cervantes estuvo marcada por su compromiso político y el asesinato de su hijo en la dictadura

El poeta de los ojos tristes

Cuando en 2000 apareció la nieta, una joven robada por los militares, se alivió la pesadumbre pero mantuvo su rastro



‘Verdad es’, el último poema de Gelman

El poeta argentino entregó este texto a Joaquín Sabina, un testamento conmovedor sobre la muerte que se avecinaba

Juan Gelman le entregó en México a Joaquín Sabina en secreto, como dice el cantante y poeta, este poema último sobre los últimos tiempos de su vida, sobre la que se avecinaba. Es un inédito testamento conmovedor en el que no falta el hondo humor, cabal, del poeta que acaba de morir. Se lo dedicó a Sabina, escrito a mano.

Verdad es

Cada día
me acerco más a mi esqueleto.
Se está asomando con razón.
Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,
él siempre preguntándome, sin ver
cómo era la dicha o la desdicha,
sin quejarse, sin
distancias efímeras de mí.
Ahora que otea casi
el aire alrededor,
qué pensará la clavícula rota,
joya espléndida, rodillas
que arrastré sobre piedras
entre perdones falsos, etcétera.
Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.
Aguantarás el universo desnudo.

Juan Gelman
La Condesa DF
28 de octubre de 2013

La parábola del ciempiés

En su última entrevista con EL PAÍS, el pasado mes de abril, el poeta Juan Gelman se mostró como un hombre que ha perdido la esperanza, pero no el humor

Gelman, durante la entrevista el pasado mes de abril. / PRADIP J. PHANSE
Cuando Juan Gelman era niño su madre le contó muchas veces el mismo cuento. Había una vez un día, como cualquier día, en que una araña se encontró a un ciempiés en lo más profundo del bosque. “¿Cómo haces para caminar?”, le preguntó. “¿Mueves primero las cincuenta patas de la izquierda y luego las cincuenta de la derecha? ¿O veinte y veinte? ¿O diez y diez?”. El ciempiés se puso a pensar la respuesta… y ya no caminó nunca más.
Gelman recordaba esta historia cada vez que le preguntaban por qué escribía. O cómo concebía su poesía. Aunque estaba casado con una psicoanalista, no le gustaban demasiado esos ejercicios de introspección. Y prefería para algunas cuestiones intrincadas, las respuestas más sencillas. “El poema sale como sale. Cuando se escribió, murió. Si lo retoco me siento traicionando el mejor momento de la escritura”, dijo en una de sus últimas entrevistas, concedida a EL PAÍS el pasado abril en su domicilio del centro de la capital mexicana.
En aquel encuentro Gelman se mostró extraordinariamente cálido, como si recibiera la visita de unos amigos. Habló muy bajito, tan bajito que se mostró preocupado de que la grabadora hubiera podido realmente recoger su voz, y despacio, inclinándose sobre la mesa, para que no se perdieran sus palabras, que parecían salidas del fondo de una caverna. Aunque solo eran las once de la mañana, invitó al redactor y al fotógrafo a tequila mientras él tomaba café: el suyo y el que dejó el periodista. Y fumó parsimoniosamente varios cigarros, como si encontrara en el humo un apoyo para redondear las respuestas.
Por entonces, el poeta ya se sabía enfermo, aunque quitaba importancia a sus dolencias y se mostraba más preocupado por quienes le rodeaban. Iba a cumplir 83 años pero no se sentía tan viejo como para aceptar la mano de quien bienintencionadamente quería ayudarle a bajar de un autobús. “Aunque luego me costara horrores”, reconocía entre risas. Porque Gelman no había perdido el humor. Sus respuestas arrancaban con un inevitable “mire…”, contenían por lo general un argentínisimo “este…”, y concluían, salvo las más graves, con una mirada de niño pícaro y una risa entre dientes buscando la complicidad de sus interlocutores.
Más que una entrevista, el encuentro con Gelman fue un diálogo. El poeta tanto contestaba a las preguntas, como consultaba la opinión de redactor y fotógrafo. “¿Qué por qué mi último se llama Hoy? Pues pensaba que me lo dirían ustedes…”. Y se perdía en reflexiones infinitamente más interesantes que las cuestiones que se le formulaban para luego interrumpirse con un leve sobresalto: “Perdone, si quiere volvemos a la entrevista”.
Había una enorme tristeza en su mirada, pero ni asomo de rencor ni de odio, pese a las sombras terribles de su pasado. De hecho, tuvo que escribir un libro, el último, para explicarse lo que había sentido, o mejor dicho, lo que no había sentido, cuando condenaron a los culpables de la desaparición de su hijo y de su nuera durante la dictadura militar: nada.
Sus convicciones parecían tan firmes como llenas de matices sus respuestas. Tenía muchas dudas sobre la actuación del entonces recién elegido Papa durante el régimen militar, pero no descartaba que pudiera cambiar algunas cosas, para bien, en la Iglesia. Apoyaba al actual Gobierno de su país, pero encontraba positivo que surgiera una oposición "que propusiera cosas". Era amable, pero no diplomático: “Tenía un nieto que escribía poesías y… bueno… le dije que se dedicara mejor a la economía agraria. Me hizo caso y le va muy bien”.
En aquella entrevista Gelman se definió como un hombre sin esperanza en unos tiempos terribles. “Se ha montado un sistema para recortarnos el espíritu”, dijo. “Y lo peor es que percibo un cierto acostumbramiento”. Sin embargo, una lucecita en el fondo de sus ojos no parecía querer apagarse. “Hay tiempos especialmente negros y luego se dejan atrás”, reconoció, “no sé, tal vez tenga la confianza lastimada”. Aunque no tenía intención de vivir cien años –“Dios, si existe, se estará aburriendo en su eternidad”- mantenía la ilusión por ver casarse a sus nietos y que le dieran algún bisnieto. Y, desde la distancia, no perdía la fe en que los bohemios del Atlanta, el equipo de su barrio, regresaran algún año a la Primera División argentina.

A Juan Gelman: desde el fondo de un espejo

Alejo Stivel, cantante y compositor argentino, recuerda al poeta fallecido


En 1964, cuando Alejo Stivel tenía cinco años, Juan Gelman le dedicó un poema que vivió para siempre en su casa, incluso en el exilio español, tras el asesinato de su padre, el periodista y poeta Paco Urondo. Después de la muerte de Urondo, Gelman fue uno de aquellos amigos que acogieron a Stivel como padres o tíos. A ese poema se refiere el creador de Tequila en este texto de homenaje a su amigo muerto.

Conocí a Juan antes de tener uso de razón.
Él era el mejor amigo de mi papá, Paco Urondo, eso se traduce en que fue como un tío para mí.
Alejo Stivel, a los cinco años, en la foto con la que su madre acompañó el poema que le dedicó Gelman.
Durante años hubo en mi casa de la calle Venezuela en Buenos Aires, un sofá que él eligió para dormir alguna y otra noche.
Su voz siempre pausada, grave y a volumen muy bajo, me arrullaba y me inducía al sueño cuando desde mi habitación oía las charlas de mis mayores sobre política, literatura, o la vida en general.
Alguna vez también he tenido el privilegio de empezar a soñar abandonando la escucha de su particular manera de decir la poesía. Austera y socarrona.
Tenía una extraña mezcla de ternura y frialdad.
Su risa me contagiaba con la fuerte expresión de sus ojos, siempre a punto de salirse de sus órbitas.
También lo recuerdo impertérrito, enfrascado frente a la máquina de escribir (en ese entonces en las redacciones no había computadoras) mientras los chicos jugábamos y molestabamos a todos los periodistas en la redacción del diario La Opinión.

Antes de sacar el primer disco de Tequila, yo me emperré (sin éxito) en cambiarle el nombre a la banda.
Estuvimos toda una noche buscando un nombre nuevo, hicimos una larga lista y finalmente el nombre que elegimos para volver a desechar y adueñarnos definitivamente de Tequila era el título de un poema suyo que se llamaba Sefiní.
Siempre me he quedado con la espina de aquél posible nombre como homenaje a Juan.
Qué gracioso hubiera sido que Tequila se llame Sefiní.

Cuando yo tenía cinco años, en una de esas temporadas en las cuales
él usaba mi casa de refugio emocional o político, me escribió un poema.
Mi madre lo puso junto a una foto-retrato mía, lo amplió, hizo copias, las enmarcó y las repartió entre sus más íntimos amigos.

Toda la vida he sentido que ese poema fue mi conexión con Juan para siempre.

A pesar de pasar varias y largas temporadas sin vernos, Juan me saluda cada día desde el otro lado del poema. Desde el fondo de su espejo.
* Alejo Stivel es cantante, compositor y productor musical argentino y voz de la banda Tequila.
En donde vive Alejo
ni en el mar ni en el aire;
en un espejo
cuando se abre la mañana
Alejo sale y
sonríen todas las ventanas
pero él vive en el fondo de un espejo
en el aire, en el mar
todos lo quieren y
lo vuelven a extrañar
pero él vive en el fondo de un espejo
no en el que nos miramos
sino aquel que nos mira
como Alejo
Juan
18 de junio de 1964



el dispensador dice:
vida rara esta...
cuando crees tener todo,
en una vuelta... no tienes nada...
te quedas solo con tu alma,
sobrevives si tienes calma,
se te envuelve la paz,
si tu mirada es sana,
si el pensamiento te viste,
y también te salva...

vida rara esta...
ves hijos nacer,
ves hijos correr,
ves hijos crecer,
pero siempre hay un ogro agazapado,
mirando qué haces,
simplemente esperando,
para que el menor descuido,
te revele atrapado,
entre redes duras,
despreciado...
hay mucha gente ocupada,
odiando desde lo oscuro,
no soportando lo que otros saben,
burlándose de lo que otros han estudiado,
vendiéndose como educados,
cuando en verdad son ellos los cultores de la traición y los pecados...
pero pasas por esta Tierra para ir perdonando,
dejando atrás las mentiras,
dejando detrás a los que te han traicionado,
deseándoles la mejor suerte... que cualquier Dios les pueda haber dado...

y regresas a seguir andando,
a seguir viviendo según el designio dado,
a cumplir con el destino que te fue entregado,
ese que olvidas apenas nacido,
porque el umbral cambia,
en los tiempos respirados...
y la vida te envuelve en giros,
vueltas de trompo,
y otros hallazgos,
sin darte cuenta vas caminando,
tras la esperanza de sentirte "logrado",
y las convicciones te van modelando,
qué es lo que aceptas en un momento dado,
qué es lo que hace que huyas a la pradera de al lado,
y algunas cosas van comenzando,
mientras otras distintas se van esfumando,
a veces escuchas que te han amado,
pero lo íntimo sabes que has sido empañado,
por vistas nubladas y calzoncillos colorados...
y aún así, superas lo raro,
entiendes que no hay dueños de nada... en este lado...
que todo pertenece a un creador... que te está esperando...
para ver que has hecho,
en cada momento dado...

y las cirunstancias te van modelando,
a veces apruebas,
sin haber estudiado,
a veces repruebas,
habiendo estudiado,
si descubres las diferencias, 
habrás avanzado...
¿para qué has venido?...
esquina de algún pasado,
de pronto regresas,
para ser olvidado,
fuiste mientras fuiste,
pero vuelves a ser pasado,
cuando se consume el tiempo,
concedido para ser respirado...
y ya no estás aquí...
lo escrito ha quedado,
en la memoria de alguno,
que fue tocado...
solo esperas que la próxima vez....
las vicisitudes del libro de la vida...
te den el crédito por aquello alcanzado.
ENERO 15, 2014.-

tengo un karma que está por allí acumulando,
las vidas pasan... mientras las huellas van quedando...
hay relieves que te van mostrando,
tal como has sido según lo soñado...
ven escribe...
un poema te es mostrado...
el mundo de las ideas existe...
paralelo a algún lado...
lo he descubierto pero pasaré de largo,
me han dicho que no se revela la fuente,
a ningún ser humano...
así es que me quedo... 
aquí en las montañas vagando...
tal vez mañana suba hasta Muñano...
aunque si llueve en la altura...
me iré hasta Angastaco...
allí hay almas en paz que me están aguardando.
DEDICADO A: a las sapiencias de la paz de los silencios y sus sabidurías. 


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