sábado, 18 de octubre de 2014

CASTILLOS DE ARENA ▲ Los silencios de un violinista | Cultura | EL PAÍS

Los silencios de un violinista | Cultura | EL PAÍS


Los silencios de un violinista

Svenja Leiber ha querido retratar en su libro 'Los tres violines de Ruven Preuk' el desastre político y humanitario de Alemania en el siglo XX



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La autora alemana Svenja Leiber.


La catástrofe política y humanitaria que significó el siglo XX paraAlemania es el tema que la autora Svenja Leiber (Hamburgo, 1975) ha querido retratar a través de la vida sin heroísmos de un violinista en su libro Los tres violines de Ruven Preuk (Malpaso). En la novela la guerra no es descrita de manera directa. Leiber delinea las vidas de los personajes bajo el peso sombrío de la devastación bélica, la cual se transforma calladamente en una desolación hacia el interior de cada individuo y que se impone hasta la tercera y cuarta generación.
La escritora se inspiró en el pasado histórico y en su reflexión crítica sobre el semblante actual en su país. “Esta actitud de que estamos otra vez bien y somos nuevamentealguien es bastante difícil de soportar. Reconstruimos nuestra capital cada vez más bonita con una actitud de vencedor que a mí particularmente no me gusta. Quería escribir sobre quiénes somos realmente”, concluye.

El amor es la cara opuesta del arte
Svenja Leiber
La narración comprende el período entre 1911 y 1975. En la primera parte el personaje central es Ruven, un chico de pueblo que a pesar de su talento para el violín no lograra alcanzar la fama como solista, sino que acabará tocando después de la guearra en la orquesta de Hamburgo. Un trabajo rutinario, casi técnico, desprovisto de su pasión inicial por la música. En la segunda parte la novela se concentra en la vida de su hija Marie, que crece huérfana de madre y a merced de sí misma. Su padre está ausente en la guerra y cuando regresa un muro de silencio los distancia. Cada uno reconoce en el otro el dolor y la culpa que ha marcado sus vidas.
En la figura de Marie la escritora trata de explorar dos temas: la manera como la sociedad alemana “quiso llenar con el ‘vacío’ del milagro económico la asolación que quedó tras la Segunda Guerra Mundial” y el abandono emocional que experimentan los familiares y parejas de artistas.
“El egocentrismo se le perdona a los genios, pero son más los artistas que no alcanzan la fama o logran ninguna obra que justifique el esfuerzo”, coinciden autora y personaje. Ruven reflexiona al final del libro sobre sus pasos de músico que parecen haber recorrido un territorio baldío.

EL anhelo es el potencial creativo. El deseo constante por algo que incluso es indefinible
S. Leiber
El otro tema del libro es el vínculo entre el amor y el arte. La división entre estos dos atraviesa la vida de Ruven, quien “no encuentra la fuerza para vivirlos de manera conjunta”. El protagonista no se casa con su amor verdadero, la judía Rahel, por obstáculos sociales. En vez de vencer todo impedimento, se “refugia en un matrimonio de conveniencia y no lucha por el amor de su vida”, dice Leiber.
“El amor es la cara opuesta del arte y viceversa. Para crear se necesita de esa entrega total que requiere el amor, y el amor sin la fuerza creadora y renovadora del arte no perdura”. Leiber considera que el eros y la creatividad son dos componentes cercanos. El eros no por su componente físico erótico sino por su poder de cautivar.
Ese deseo esencial de expresión y el tener que “venderse en el mercado artístico” es algo que Ruven no logra. No solo es el talento sino también la fuerza para romper obstáculos. “Así como el arte no puede existir sin amor y viceversa, tampoco puede realizarse sin una gran fuerza de voluntad”, comenta la escritora que describe el fracaso personal y artístico de su personaje como un fracaso de su sociedad en el siglo XX.
Ruven vivirá cautivo de Rahel toda la vida. Un anhelo eterno que es un tópico, pero que tiene un significado profundo en la novela, “el anhelo es el potencial creativo. El motor para crear es ese deseo insatisfecho y constante por algo que incluso es indefinible”, afirma la escritora.


el dispensador dice:
los violines no necesitan estar,
para sonar en el recuerdo,
para transformar el olvido,
en un testimonio abierto,
pentagrama sin notas,
sólo acordes de un mismo desierto...

violines de arena,
construyendo castillos,
que por detrás se quedan,
que se llevan las aguas,
mientras la playa se queja,
de la mirada imponderable,
de lo filtrado,
de lo salado,
del castillo que se va desmoronando,
mientras el desconcierto gana,
mientras las cuerdas hablan...
mientras se mece lo que se acerca,
mientras el tiempo aleja...

suena el violín,
parece una simple queja,
pero es reclamo de cuerdas,
mientras el alma piensa,
buscando su propia respuesta,
se suma un piano en cadencia,
notas que traducen la espera...
se licúa el dolor,
cuando la distancia pesa,
pero allá atrás todo flota,
alguien espera,
que le devuelvan el destino,
que transitó en su pena,
mientras la mezquindad que reina... es ajena...
muchas miradas,
perdidas sin horas entre estepas,
demasiadas miserias,
en falsas praderas...

reescribir el destino,
demanda la memoria activa,
de los que nada reciben,
a pesar de sus propias velas,
a pesar de lo que sus alas despliegan,
con su sola presencia,
humildad de silencios que mueven brisas,
mientras el tiempo se esfuma,
allá debajo... en aquella tierra...
demasiados mezquinos,
peores miserias,
nadie regresa el destino,
donde mora la paz... de la ancestral inocencia.
OCTUBRE 18, 2014.-


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