Lo enmascarado y lo contundente
Belén Gopegui publica ‘Rompiendo algo’, un compendio de artículos, conferencias, debates y prólogos en los que aborda las mismas inquietudes que permean sus novelas
Belén Gopegui, antes de una entrevista en Madrid en 2017. CARLOS ROSILLO
Las novelas de Belén Gopegui bordean a menudo el ensayo. Las tramas sirven sobre todo para hilar reflexiones y diálogos profundos en torno a temas que dejan clara la apuesta ideológico-narrativa (valga la redundancia) de la escritora. Gopegui, en sus propias palabras, no se pregunta por qué escribe, sino “desde dónde” escribe. Pero no hace metaliteratura. Por eso resulta tan interesante Rompiendo algo (Debolsillo), un compendio de cerca de 30 artículos, conferencias, debates y prólogos de la autora que habían sido publicados en Chile en 2014, con escasa repercusión en España, más ocho añadidos. No es que Gopegui ponga las cartas boca abajo en sus novelas y las voltee en sus intervenciones públicas (más bien unas y otras van de la mano), sino que —sin el colchón de la ficción— se escucha aún más claro el “pistoletazo en medio de un concierto”, el famoso símil de Stendhal con la política en una obra literaria que usa como título de una de sus conferencias.
A lo largo del cuarto de siglo que cubre la compilación, y en espacios que van de universidades a columnas de prensa o eventos de activismo, Gopegui adopta distintos recursos (una voz ajena, un tono más lírico o la crítica —con nombres y apellidos— a otros autores) para abordar las mismas inquietudes que permean sus novelas: la relación entre las letras y el poder (“toda literatura es, se sabe, política; preguntarse sobre literatura y política en las actuales condiciones significa preguntarse si la literatura, como la política, puede hacer hoy algo distinto de traducir, acatar o reflejar el sistema hegemónico”), la concepción de una escritura que no sea capitalista (“leemos en busca de instrucciones de lo posible”), la simbiosis entre forma y fondo (“quiero las historias de presos y quiero los jardines”) o cómo construir comunidad (“un novelista es también un catálogo de voces”) por medio de un acto eminentemente solitario como es sentarse ante un ordenador y teclear. En resumen, cómo parir “una buena novela que no sirva al enemigo”.
Aunque sus libros distan de ser un fenómeno editorial, Gopegui publica en un gigante (Penguin Random House) y cuenta con el relativo aplauso de crítica y lectores. Es decir, no es una outsider sin nada que perder. Por eso, algunas de sus argumentaciones suenan temerarias, en el buen sentido de la palabra, parafraseando a Antonio Machado. Como que “la novela del siglo XX es casi toda de una gran inverosimilitud”, a causa de “la prohibición de la política”; o su defensa de una literatura de encargo que “incorporaría la experiencia de la revolución soviética”, en contraposición al encargo implícito capitalista que suponen mecanismos como el éxito o la acusación de trazo grueso. “Salimos a la plaza del mercado como antes hacían los jornaleros. Salimos a vendernos, salimos a comprobar si hemos acertado con un encargo que no se formula explícitamente, pero que está ahí”.
En algunos de los textos, por los que asoman su admirada Carmen Martín Gaite, Juan Blanco, Rafael Sánchez Ferlosio, Rosalía de Castro, Karl Marx o Bertolt Brecht, Gopegui alude de pasada —como si no quisiera dar pistas al enemigo— al sabotaje y la infiltración contra el sistema. Una idea muy presente en varias de sus últimas novelas, como Acceso no autorizado (2011), El comité de la noche(2014) o Quédate este día y esta noche conmigo (2017). La autora de dos guiones cinematográficos (La suerte dormida y El principio de Arquímedes) lo ilustra con una imagen del cine bélico: el soldado coreano que se acerca en la noche a la trinchera enemiga y dice en inglés: "¡John!, ¿estás ahí?". “No renuncia a su lengua, adopta una que le permite asestar el golpe necesario”, explicaba en 2007 en la Universidad de California, en una argumentación con ecos del ensayo de Trotski Su moral y la nuestra. En Rompiendo algo, las piedras que lanza Gopegui están aún más desnudas: “Abogo por casi todo. Lo enmascarado y lo sutil, el abordaje directo y contundente, lo enmascarado y contundente, cualquier otra combinación”.
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