Historia de dos árboles.
En un llano había dos árboles. Se les podía ver desde cualquier lugar, estaban al borde de un camino entre dos cordilleras. Vivían allí solos. En medio de la naturaleza. Uno de ellos era alto y con el tronco robusto. Su copa bien poblada y ramificada mostraba su esplendor de verdor. A su lado, había un arbolito, mucho más pequeño, con pocas ramas y algunas hojas que trataban de brotar.El árbol grande miraba al arbolito atónito. No comprendía porque no crecía tan alto como el. Y día tras día le recriminaba: “¿Qué te pasa arbolito? ¿Porque no creces?” Este le miraba y por mucho empeño que ponía no conseguía crecer. Furioso el árbol grande le decía: “Eres un desagradecido. Yo que estoy aquí a tu lado, cuidándote y protegiéndote. Te protejo del viento y de la lluvia. Te protejo para que el sol no te dañe, te protejo de la nieve. ¿Y tu así me lo pagas?” El arbolito lloraba pero ni siquiera sus lágrimas conseguían hacer que creciera.
Por el sendero paseaba habitualmente un jardinero sabio. Cada vez que pasaba al lado de ellos meneaba la cabeza de lado a lado. Suspiraba y seguía su camino. Hasta que un día decidió que había que trasplantar al pequeño arbolito. Cogió sus herramientas y lo traslado unos cuantos metros, lejos del árbol grande.
Al ver esto, henchido y colérico el árbol grande empezó a recriminarle: “Insensato. ¿Qué haces? ¿Porqué alejas de mi al arbolito? ¿No ves que le estoy cuidando y nos hacemos compañía desde hace mucho tiempo? No alejes de mi a mi arbolito, yo le quiero y le protejo. Por favor, no lo separes de mi”. El jardinero hablo: “¿Pero no te das cuenta de lo que estás haciendo? Este arbolito necesita ver la luz del sol por sí mismo y no tamizada por lo que tus ramas le dejan ver. Necesita recibir el agua de lluvia por si mismo y no las gotas que caen de tus hojas. Necesita sufrir los avatares del tiempo para poder hacerse fuerte y grande como tu. Con el tiempo crecerá y será grande y fuerte. Será entonces cuando os toquéis de nuevo en lo alto de vuestras copas y vuestras ramas se unirán. Disfrutaréis juntos de la luz del sol, y de la lluvia. De los pájaros que anidaran en vosotros. Y estaréis los dos mucho más felices y contentos de ser dos árboles grandes, fuertes y robustos”
Se hizo el silencio y el árbol grande empezó a llorar. Y dijo: “Ahora me doy cuenta, que necio he sido sido. Ahora me doy cuenta que en mi afán de protección pensaba que le estaba dando la vida y en realidad se la estaba quitando. ¡Que egoísta he sido! Ahora me doy cuenta de todo.”
Sollozaba y no podía parar de llorar al darse cuenta de lo terriblemente injusto que había sido con el pobre arbolito. Cogió fuerza y grito al viento: “Crece arbolito mío crece. Crece mi amor, crece mi vida. Aquí te espero. Perdóname arbolito. ¡Perdóname! Llegará el día en que nuestras copas se junten y ese día seremos dichosos y nos sentiremos grandes. Crece grande y hazte fuerte”.
el dispensador dice:
plantarás un árbol,
porque tienes raíces,
aún cuando no las veas,
porque tienes ramas,
aún cuando no las sientas,
porque tienes hojas,
aún cuando no las escribas,
porque tienes frutos,
aún cuando no los reconozcas...
y porque además,
tú mismo eres fruto,
de otros tejidos de lo absoluto,
donde cada semilla tiene su espacio,
donde el tiempo circula en rulos,
donde tú eres "alguien",
apenas por un minuto...
debes plantar el árbol,
para que su tiempo te exceda,
hablando de lo fue de tu vida,
a quienes leen en sus hojas verdes,
a quienes comprenden el valor de sus hojas amarillas,
a quienes entienden por qué hay hojas rojas... sencillas...
cuando ya no ocupes tu espacio,
cuando sean otros los que respiran,
necesitarán de ése árbol,
para seguir sembrando otras vidas.
AGOSTO 27, 2015.-
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