domingo, 6 de mayo de 2012

ANÓNIMOS EN LA LEGIÓN EXTRANJERA || Heroínas de mil rostros - 04.05.2012 - lanacion.com  

Heroínas de mil rostros - 04.05.2012 - lanacion.com  

Viernes 04 de mayo de 2012 | Publicado en edición impresa
Libros y autores

Heroínas de mil rostros

En los cuentos de La legión extranjera, protagonizados generalmente por mujeres, la brasileña Clarice Lispector se revela a sí misma por medio de sus curiosos personajes
Por Débora Vázquez | Para LA NACION





Hija de ucranianos judíos, criada en Recife. Huérfana de una madre paralítica poco antes de cumplir los nueve años. Lectora voraz de las fábulas de Monteiro Lobato. Clarice Lispector (Tchechelnik, 1920-Río de Janeiro, 1977) supo desde temprano cuál sería su lugar en el mundo: "Cuando era pequeña pensaba que el libro era una cosa como un árbol, como una mesa, como la comida. Cuando descubrí que también tenía un autor, yo dije ?eso quiero ser'". A pesar de que sus primeros cuentos fueron rechazados en la sección de contribuciones infantiles del Diario de Pernambuco, por narrar sensaciones en lugar de una trama, la escritora permaneció fiel a su estilo. Es que como lo sintetizó con un neologismo João Guimarães Rosa -el otro gran renovador de la literatura brasileña del siglo XX-, Lispector "descrevive", suerte de fusión entre el describir y el vivir, algo muy propio de los escritores malditos y de los santos.

La legión extranjera , segundo volumen de relatos de la autora publicado originalmente en 1964, puede ser leído hoy como si hubiese sido escrito ayer. Ocurre que lo que importa en Lispector no pasa por capturar lo comarcal o el espíritu de una época. Pasa por el costado más intuitivo y hasta supersticioso del ser, por la tornadiza dialéctica de las relaciones humanas y sobre todo por la convivencia díscola de uno consigo mismo. "Monja alegre y monstruosa, pobre de mí", se lamenta, lejos del amparo de su pupitre, la protagonista de "Los desastres de Sofía".

Los personajes de Lispector son en su mayoría mujeres. Heroínas de mil rostros con una única voz. Pitonisas paganas que saben de antemano que no existe un grial pero que tampoco pueden evitar salir a su encuentro. Niñas de escuela primaria que sueñan con sus maestros mientras duermen "enroscadas", como acusa la empleada de Sofía en el cuento inaugural de La legión extranjera , adolescentes baudelerianas ávidas de estrenar su angustia ("El mensaje"), o mujeres adultas capaces de dejarse intimidar por "los ocho años altivos y bien vividos" de una vecinita trigueña, como se evidencia en el duelo verbal librado entre la escritora -álter ego de la autora- y la Ofelia del cuento que presta título a este libro. No es casual que heroínas como las de Lispector, que saben -como las de Marguerite Duras- lo que significa habitar un espacio, en silencio, apropiándoselo, sepan también cómo habitar a los otros, o en los otros, como por telepatía. Quizás ésta haya sido una de las razones por la cual Lispector fue invitada al Primer Congreso de Brujería llevado a cabo en Bogotá en 1975. Un convite que no declinó y en el que decidió leer "El huevo y la gallina", uno de los relatos más herméticos de esta compilación.

Los animales en la literatura de Lispector son un buen contrapunto para comprender aquello que los hombres no son. Algo compacto, sin fisuras. El miedo puro del pollito de "La legión extranjera" no puede competir con los vaivenes anímicos de la escritora protagonista de ese cuento. La indiferencia perfecta del basset de pelo rojizo en "Tentación" tampoco es comparable a la mezcla de desazón y sorpresa que experimenta la jovencísima pelirroja con hipo, que ve alejarse al perro con la sospecha de que se trataba de "su otra mitad en este mundo". Por otra parte, la relación de Lispector con los objetos -tal como ella lo expresó en una entrevista que, extrañamente, la encontró en Buenos Aires en marzo de 1976 para participar de la Feria del Libro- intenta asemejarse a la comunicación que Van Gogh establecía con sus muebles, sus zapatos. Es decir, un vínculo en el que las cosas, al igual que las personas, estén investidas de un "áurea" que roce lo espiritual.

Si bien las narraciones de corte surrealista -"Monos"- no están ausentes en La legión extranjera , como tampoco ciertos cuentos de apariencia liviana que cortejan el ejercicio literario -"La quinta historia"- o encumbran un suceso banal -"Tentación"-, lo que prima en el conjunto es el registro trágico. Cada drama está considerado desde la perspectiva del que lo sufre y no desde lejos, distanciado. En otras palabras, el narrador en tercera persona es empático, maternal, ágil para ponerse en el lugar del otro y adoptar su escala de valores. Hay en Lispector una obsesión por puntualizar la edad de sus personajes, y un talento extraordinario para escribir desde esa edad. Como si no hubiera enfermedad pequeña, cada cuento de Lispector invita a que el lector se sienta dentro de un cuadro del vía crucis. Sus soliloquios en primera persona son intensos, crudos, certeros. Suerte de radiografías magnificadas del dolor en las cuales ninguna terminación nerviosa escapa a la lupa de su hiperpercepción. Lispector es diestra a la hora de fabricar personajes que se creen sobrevivientes del apocalipsis, aunque la única baja en sus vidas, y en el texto, haya sido la de un ave de corral. Pese a su origen semita, el imaginario cristiano es recurrente en el interior de sus relatos, en los títulos de sus cuentos y de sus libros, como es el caso de La pasión según G. H. o El vía crucis del cuerpo , de reciente publicación en la misma colección de esta editorial en la que los textos críticos ocupan cerca de la mitad de cada volumen. No obstante, las más de las veces, este imaginario católico es empleado como mera matriz para secularizar lo bíblico o, en su defecto, expandir sus fronteras.

Escritora incontestable, Lispector no se conforma con el cliché del bien decir, o con decir de menos por temor a equivocarse. Prefiere ir hasta el fondo, pecar por exceso -"una alfombra está hecha de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir un único hilo; mi enredo viene de que un relato está hecho de muchos relatos"- y dejarse vencer por el lenguaje -"las palabras me anteceden y me sobrepasan, me tientan y me modifican, y si no me cuido será demasiado tarde: las cosas se dirán sin que yo las haya dicho"-, tal como lo confiesa la narradora de "Los desastres de Sofía", acaso una escritora futura. No profesional, amateur , libre, como se define la propia Lispector, y como son las escritoras que pueblan con insistencia sus textos. Como si Clarice Lispector no pudiera haber sido otra cosa, no pudiera haber sido, tampoco en la ficción, más que sí misma.





el dispensador dice:
África no sólo cobija arenas y calores,
también guarda realidades anónimas,
extraviadas en recuerdos escasos,
propios de áreas desérticas,
no sólo de occidentales aventureros,
también de otros destinos que fueron tentados por lo incierto,
oportunidad de "ser alguien" en un desierto,
o quizá, "ser nadie", un sin nombre enfrentando vientos,
se percibe un eco francés común a las legiones,
legiones de anónimos sin horizontes,
legiones de desconocidos sin testigos,
curiosamente no sólo las arenas cambian de lugar,
lo mismo sucede con las almas refugiadas...

Desiertos adentro,
pensamientos sin puertos,
puedes descubrir que los afectos son huertos,
mujeres que adivinas por su ojos azules,
mujeres con pieles de un negro amarronado,
mujeres que saben atravesar distancias sin guía alguna,
mujeres que sólo hablan cuando la palabra se traduce en sentido,
mujeres que no saben de reclamos, sí de esfuerzos,
mujeres que exhiben una singular inteligencia,
mujeres que conservan la privacidad de sus cuerpos,
apenas enseñando ojos que saben ver aquello que no es visible,
y allí se asume, en la rudeza extrema de un clima raro,
que lo imperceptible es lo importante,
que lo invisible es significante,
que sólo las manos pueden ayudarte,
cuando la soledad se transforma en arte...

Nadie cuenta las historias anónimas,
y esas son las trascendentes...
Nadie atiende a los desconocidos,
pero ellos son los que construyen espacio,
justo donde se ahogan los temerarios...
Nadie toma nota de esas rutinas,
y nadie sabe de esos días,
es impenetrable aquello que no se imagina...
Más allá de las caravanas y sus camellos,
todo es mucho más duro que un sueño,
si allí no se asume ser parte del suelo,
el pensamiento no hallará consuelo,
y perdidas fortalezas llenas de dudas intensas,
son huestes de ecos de una legión extranjera,
justo allí donde nadie espera,
que el mañana esmerile lo que se siembra...

nuevamente los héroes son los nunca vistos,
los que saben regresar sin necesidad de ir,
o bien, los que saben ir a sabiendas que no habrá necesidad de volver,
y ello enaltece las diferencias,
porque allí, vivir es en sí mismo una ciencia,
donde el sentido común eleva,
y donde no hay espacio para las soberbias,
claro está, no sólo cuestión de letras,
es prudente hablar con las arenas,
y eso, eso no es para cualquiera,
caminar sobre la grava anula la pena,
la atención demanda escuchar la piedra,
allí nadie reconoce la palabra "suerte",
la conciencia y su voz es el mejor puente,
atenderla descubre las fuentes,
despreciarla, conduce a la muerte.
Mayo 06, 2012.-



las miradas van cambiando a lo largo del día,
si sabes leerlas, sabrás que existes... y para qué los haces

todos, en algún momento de la vida,
somos legionarios sin lengua,
adaptados a esmeriladas arenas,
que oxidan el alma y producen penas,
cuando avanzas en busca de leñas,
para concentrar una hoguera,
descubres que la legión no llama a cualquiera,
más allá de las sensaciones,
los desprecios y sus soberbias,
al alcanzar la cima de las dunas,
donde las plantas se queman,
y los vacíos se llenan,
justo allí los ojos brillan,
en lágrimas de lejanías plenas.

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