martes, 1 de mayo de 2012

CONVERGENCIAS || Un mundo de coincidencias - La Gaceta

Un mundo de coincidencias - La Gaceta


Un mundo de coincidencias

Queremos ser merecedores de algo extraordinario y único, pero en realidad, vistos desde el cálculo de probabilidades, las coincidencias que alguna vez nos ocurrieron o nos ocurrirán son eventos comunes y ordinarios. Nuestra valoración de las coincidencias resulta de una visión selectiva de los hechos, de una construcción mental de regularidades.

Por Alberto Rojo - Para LA GACETA - Tucumán

En su poema Convergencia de los mellizos, Thomas Hardy equipara el choque entre el Titanic y el iceberg con una cita entre dos colosos: mientras se estaba construyendo el barco, "a una distancia oscura y silenciosa", dice Hardy, "también crecía el iceberg". La misma idea está en Deutsches Requiem, de Borges: "todo encuentro casual es una cita".

Sin embargo, mientras una cita requiere una voluntad previa y la concertación de un encuentro, una coincidencia no es el efecto de una causa. O, en todo caso, es el resultado del cruce de infinitas redes causales y, para los efectos prácticos, es completamente azarosa.

Lanzo una moneda. Si supiera el ángulo preciso con el que sale de mi mano, su velocidad exacta, las irregularidades de la superficie de la mesa en la que caerá y la velocidad de cada molécula con la que chocará en su trayecto y si, además, tuviera una computadora poderosísima, entonces sabría predecir si caerá cara. Pero la infinita operación incesante de ese millar de causas entreveradas es inaccesible, y el resultado es la simetría del azar: es igualmente probable que caiga cara o que caiga sello.

Ahora tiro, digamos, siete monedas. Es improbable que caigan siete caras seguidas. Eso es evidente para todos. Luego tiro cien monedas. La probabilidad de que salgan siete tiros iguales a partir de un tiro determinado (el 35, digamos) es muy baja, pero la probabilidad de que en algún lugar de la secuencia haya siete tiros iguales es mucho más alta (mayor al 50%). A menudo ignoramos la diferencia entre estas dos probabilidades, y atribuimos significados espurios a las coincidencias cuando, en realidad, no son sino consecuencias inevitables del azar.

Mi amiga Fortunata me llama por teléfono y me dice: "Esta mañana me encontré con un compañero del colegio que no veía hace años. Después, a la noche, cuando fui a cenar, volví a encontrármelo en el restaurante. Eso es increíble. Explicate eso." La respuesta es sencilla. Es improbable tener dos encuentros casuales con la misma persona el mismo día. Pero, como con el experimento de las monedas, no es lo mismo decir que el encuentro ocurra hoy a que ocurra alguna vez: en este caso el evento es mucho más probable.

Sucesos que, en forma aislada, son de baja probabilidad, tienen alta probabilidad de ocurrir en una secuencia larga. Ganar la lotería es muy improbable, y "sin embargo" hay casos documentados de gente que ganó dos y hasta tres veces a lo largo de su vida. Lo que para el doble ganador de la lotería es el destino, o la racha para el jugador que emboca ocho tiros libres seguidos, o el misterio de un sueño premonitorio que se cumple (entre tantos que no se cumplieron e ignoramos), son sólo circunstancias fortuitas en un mar de variaciones, de cuyo oleaje aleatorio cada tanto emerge, de pura casualidad, una perfecta magnolia de espuma.

Eventos comunesEstos equívocos abundan en la literatura. Tomemos por ejemplo El cuaderno rojo, de Paul Auster, un libro de historias verdaderas, divertido y muy bien escrito, pero que comunica una idea errónea de las coincidencias. En un capítulo cuenta que las cuatro veces que pinchó una rueda estaba con la misma persona en el auto. Lo razonable aquí es analizar la factibilidad estadística de estos eventos antes de atribuirles, o imponerles, algún significado místico. Auster opta por lo segundo y dice: "hasta hoy no puedo convencerme de que esos neumáticos pinchados no signifiquen algo". En otro episodio, Auster pierde una moneda de diez centavos en Brooklyn y, más tarde, el mismo día, encuentra una moneda de diez centavos. Y dice: "por absurdo que pueda parecer, tuve la certeza que eran los mismos diez centavos". La frase suena más a una expresión de deseo que a la certeza ante un hecho real. Si preguntamos a amigos o repasamos nuestra vida, es muy probable que encontremos eventos coincidentes que a primera vista nos sorprenden. Queremos ser merecedores de algo extraordinario y único, pero en realidad, vistos desde el cálculo de probabilidades, las coincidencias que alguna vez nos ocurrieron o nos ocurrirán son eventos comunes y ordinarios.

Nuestra valoración de las coincidencias resulta de una visión selectiva de los hechos, de una construcción mental de regularidades: vemos dragones en las nubes, conejos en la Luna, mujeres en la borra del café. Y como esos seres no aparecen sólo por azar, invertimos el razonamiento y pensamos que lo azaroso carece de formas y no admite patrones parciales. Al azar no le gusta la uniformidad. Basta ver el cielo. Las estrellas están al azar, pero forman cúmulos, grupos concentrados en algunas partes y huecos grandes en otras. No es uniforme como los cielos artificiales de algunos cuadros. Esos patrones parciales, los cúmulos estelares, son una encarnación más de las coincidencias.

El análisis cuidadoso de las probabilidades revela que las coincidencias son inesquivables, que su acaecer no tiene nada de raro, y que lo único sorprendente sería que nunca sucedieran.

© LA GACETA





PERFIL

Alberto Rojo nació en Tucumán. Se doctoró en Física en el Instituto Balseiro, fue investigador de la Universidad de Chicago y actualmente es profesor de la Universidad de Oakland. Publicó trabajos con el premio Nobel Anthony Leggett. Escribió en The New York Times, Popular Science y The Daily Telegraph. Acaba de publicar su libro El azar en la vida cotidiana (Siglo XXI editores).


el dispensador dice:
probabilidades convergentes,
sucesos coincidentes,
en circunstancias aparentes,
de cuestiones tan corrientes,
de las que eres inconsciente,
a pesar de mensajes surgentes,
de visiones de otras gentes,
que no por ser muy creyentes,
atendieron hechos recientes,
que al modo de sueños silentes,
llegaron a ocupar sus mentes,
comprendiendo que lo evidente,
no siempre es matemáticamente coincidente,
con el destino preferente,
de haber sido ángulo de una tangente,
o paralela de una palabra hiriente,
lo que comienza de repente,
puede manifestarse espontáneamente,
modificando la geometría presente,
abriendo una senda floreciente,
donde antes ardía un desierto fundiente...

así como no hay razón en la gracia,
tampoco lo hay en la desgracia,
cuando pretendes descifrar la escritura,
por sagrada que esta sea,
la explicación que se encuentra,
puede conducir a la locura,
existen esferas en la espesura,
donde el alma se desnuda,
rogando por un milagro se anuda,
la gracia con su levadura,
aquello que se concede no abunda,
pero es la llave que abre el portal de la ayuda...

Entonces...
De Wikipedia, la enciclopedia libre
La probabilidad mide la frecuencia con la que se obtiene un resultado (o conjunto de resultados) al llevar a cabo un experimento aleatorio, del que se conocen todos los resultados posibles, bajo condiciones suficientemente estables. La teoría de la probabilidad se usa extensamente en áreas como la estadística, la física, la matemática, la ciencia y la filosofía para sacar conclusiones sobre la probabilidad discreta de sucesos potenciales y la mecánica subyacente discreta de sistemas complejos.

Entonces...
los misterios son ángulos de las convergencias,
así como los milagros también lo son,
no puede haber concesión,
cuando no hay substancia en el corazón,
dependiendo de la oración,
lo que se desprende de la razón,
y dejando de lado la pasión,
halla certidumbre en la revelación,
desentrañando de la coyuntura su cuestión,
amparando un actor de amor,
que desatando el nudo del temor,
libera el ruego a la situación,
acercando el espíritu a su bendición.

El apuro deforma el sentido de las circunstancias, y aquello que se aparece como una mera casualidad, no es más que una convergencia causal donde el "misterio" del "milagro" se transforma en revelación, visión y gracia... ¿qué abre el portal del ruego a los cielos?... la FE, genuina... no la FE oportunista que se viste de tal para conseguir la bendición. Cuando la vida se va sumiendo en las urgencias, los ojos se tornan insuficientes para "ver"... los oídos hacen lo propio impidiendo "escuchar"... y aquello que parece ser "mañana" puede ser un espejismo de cualquier "ayer". Matemáticamente, cada vida porta su número... convergente con una ecuación que contienen al "ángel", la "consciencia"... y geometrías que se van enlazando a lo largo del desarrollo del cordón del destino. Las armonías hacen entonces, de la gracia, música... si te atreves a oirla y asumirla tal cual es, sin pretender razonarla, comprenderás que el misterio del milagro, no es más que una convergencia que se enlaza con tu propia FE. 


puedes creer que tienes el mundo en tus manos,
pero la realidad indica que el mundo te alberga,
por un lapso suficiente como darte la oportunidad de ser consciente,
que en la vida se debe ser paciente,
esperando que la oportunidad llegue,
a través de un esfuerzo creciente,
donde la voluntad sea fuente,
de la revelación en lo que se cree,
ello forma parte del temple,
donde lo que eleva, no sólo es lo que asciende,
la lámpara que no se enciende,
no ilumina lo subyacente,
de allí que aparece como prudente,
pensar prescindiendo de la mente,
toda fórmula puede ser elocuente,
cuando lo que impulsa suena decadente,
más vale entonces ser sapiente,
haciendo lecturas convergentes.
Mayo 01, 2012.-

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