CULTURA
La generación del 14: la España de la rabia y la idea
Día 06/04/2014 - 14.26h
En la segunda década del siglo XX, jóvenes intelectuales
liderados por Ortega y Gasset señalan un nuevo proyecto
de futuro
ABC
«Entre 1905 y 1910 ha visto España surgir una generación nueva, una juventud más sabia, más austera y más disciplinada que lo que ha sido mi generación». Ramiro de Maeztu escribió estas palabras de autocrítica esperanzada en la revista «Europa», una de las publicaciones que encauzaron, en esos años, la propuesta demodernización política, reformismo social y toma de conciencia nacional.
Eran tiempos marcados por el desahucio del orden liberal europeo y la crisis de la civilización occidental, que alcanzó su paroxismo en las trincheras de la Gran Guerra y el ciclo de violencia revolucionaria, sucesor del conflicto bélico. Con la protesta del 98 irrumpió en nuestro país un nuevo tipo de intelectual, caracterizado por su compromiso social y su confianza en la transformación de la política, siempre que ésta se pusiera en manos de quienes podían asegurar la regeneración moral de naciones en decadencia.
Si en otros países había prevalecido un impulso regenerador, en España se desataría un proceso de verdadera nacionalización, de construcción de un auténtico pueblo capaz de ejercer su soberanía y defender un sistema constitucional con el que pudieran identificarse todos los ciudadanos. Los hombres que propugnaban esta idea de España, como lo hacía Maeztu, deseaban superar los tecnicismos regeneracionistas, pero también el gesto romántico, el ademán airado y los límites literarios en que se agotó la mocedad de la generación del 98.
Superar no debe traducirse como desdén o renuncia a aquellos sentimientos que permitieron alzar la voz en defensa de una realidad española amenazada. Suponía un ejercicio de control emocional, una vez acusado el golpe del Desastre y tomada la decisión de actuar colectivamente para impulsar la recuperación nacional.
Lo que ha concluido es el examen técnico o la exaltación lírica. Lo que comienza, a veces, con los mismos protagonistas o con hombres más jóvenes que se van uniendo a la tarea, es la movilización de una elite, decidida a formular un proyecto político ambicioso, no reducido al estrecho horizonte de una remodelación administrativa. En revistas como «Faro», «Europa» o «España», viveros de la mejor inquietud nacional, aquellos intelectuales nunca confundieron el pragmatismo con una técnica de gobierno carente de convicciones. Todo ellos deseaban encarnar el liberalismo definido por Ortega en 1908 como un ideal que «no es fantasía ni ensueño: es la anticipación de una realidad futura».
Años de transición europea
En el debate que había de cruzar esos años capitales, Unamuno, Maeztu y Machado pudieron templar sus armas en compañía de Ortega, Pérez de Ayala, Gómez Hidalgo, Araquistain, Azaña, Zulueta o Azcárate, a quienes se incorpora un Pérez Galdós venerable, símbolo de la entusiasta defensa de la tradición liberal española. Porque lo que caracteriza a estos hombres no es su fecha de nacimiento, sino su conciencia histórica común, madurada en el trance decisivo de unos años de transición europea.
La convivencia no siempre será fácil, y Ortega tomará el mando de una generación, incómoda ya con las tribulaciones místicas de un nacionalismo unamuniano al que costaba plantear la solución del problema de España en una perspectiva europea. Maeztu pondrá su escritura al servicio del liderazgo de Ortega, cuyas ideas denunciará tan ásperamente en el futuro. Y Antonio Machado, el poeta del 98, el autor de «Campos de Castilla», añadirá, en sucesivas ediciones, poemas menos dados al ensimismamiento del paisaje y más empeñados en despertar la razón histórica del pueblo que lo habita.
Ortega y Gasset dio forma definitiva a las sucesivas experiencias editoriales de aquella juventud, a la que se identifica por la fecha de la más célebre de sus intervenciones públicas, «Vieja y nueva política», de marzo de 1914. No deja de tener relevancia que, poco antes de la catástrofe europea y de la crisis de la Restauración, un pensador, un filósofo con voluntad de acción asumiera la tarea de señalar el camino que debía tomar un proyecto político. Ni Ortega ni sus compañeros habían sido ajenos a las vicisitudes de los partidos como lo prueban las esperanzas puestas en Canalejas, Melquíades Álvarez o Lerroux. Pero la amplitud de la convocatoria no se resigna solo a sustituir los exhaustos partidos dinásticos por las nuevas opciones republicanas.
Una puesta en forma
La ambición generacional es mucho más honda. Y, aparte de esa conferencia ya centenaria, Ortega la revelará en su primer libro,«Meditaciones del Quijote», también de 1914, en el que aboga por integrar la tradición ideológica española, sensorial e impresionista, y la del norte de Europa, conceptual y reflexiva. La tarea es, al mismo tiempo, política y cultural, labor de educación, de puesta en forma del pueblo español. Habrá que rechazar el idealismo fantasioso del Quijote, siempre y cuando no se acepte la aborregada pasividad deSancho Panza como ejemplo de realismo. Esta síntesis es la que propondrá también Maeztu, cuando reclame «colocar nuestra inteligencia sobre la emoción y sistematizar nuestra conciencia», y cuando recuerde, al elogiar la actitud de la nueva generación, que «el quijotismo triunfa cuando los quijotes, idealistas esforzados, se disciplinan y reparten el trabajo».
Esa labor de respeto a una tradición, de afirmación esperanzada de una empresa, es lo que Ortega calificó de lealtad a una circunstancia histórica. «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo». Por tanto, solo podemos salvarnos a sabiendas del lugar que ocupamos en un tiempo preciso, con sus propias exigencias. Ante el público congregado en el teatro de la Comedia, lo expresó de forma rotunda y brillante : «Esta nueva política… no puede reducirse a unos cuantos ratos de frívola peroración ni a unos cuantos asuntos jurídicos, sino que la nueva política tiene que ser toda una actitud histórica».
el dispensador dice:
hace falta...
gentes que siembren ideas,
que expresen voluntades,
que traduzcan esfuerzos,
que hablen poco,
que hagan algo por sus prójimos,
algo, poco, mucho,
extendiendo manos,
despejando inciertos...
hace falta...
gentes que pongan ganas,
que hagan silencio,
malgastando palabras,
que no digan aquello,
que fomente rabias,
que construyan de a poco,
para los que siguen,
el tiempo es efímero,
si el derecho no rige...
hace falta...
poner el hombro,
juntar voluntades,
para rescatar a los otros,
de entre los escombros,
hay que juntar esfuerzos,
en fines comunes,
hay que despejar los dramas,
para que no abrumen...
no sigas de largo,
piensa un momento,
no se es solidario mediante dineros,
no se es compasivo fabricando agujeros,
no se hace misericordia mediante tinteros,
es necesario compromisos ciertos,
donde haya manos y abrazos sinceros,
donde resolver cada paso,
no sea huella de pasajero...
no sigas de largo,
piensa un momento,
si el mundo sigue así,
solo quedará el viento,
lamiendo piedras,
peinando desiertos,
llevando aires,
para que respiren los muertos...
no sigas de largo,
hace falta gente que vea lejos,
que comprenda con poco,
se tapan los huecos,
se necesitan mañanas,
para los que vienen remando,
se necesitan ventanas,
para los que van naciendo,
porque del futuro depende el puerto,
si no se navega,
tampoco hay huertos,
si el ser humano no siembra "hermanos",
dentro de poco, sólo recogerá muertos...
por ello querido,
concéntrate en los ejemplos,
en los valores genuinos,
en las filosofías de los genios,
hace falta,
que las voluntades,
corran las arenas,
siembren praderas,
conduzcan a buen puerto...
hace falta,
que se unan las manos,
de una vez por todas,
entre los humanos,
dejando de lado a los agoreros,
a los oportunistas,
y sus mensajeros...
ven,
hagamos un mundo,
donde el valor... sea lo verdadero...
hace falta gente,
que sin exhibir soberbias,
una sus almas,
para asegurar mañanas,
donde la vida valga la pena,
dejando de lado las macanas,
que hoy aturden al mundo,
conduciéndolo a un infierno,
donde los recuerdos dañan...
hace falta...
regresar a las fuentes,
si no construyes...
te atropellan las circunstancias.
ABRIL 06, 2014.-
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