miércoles, 23 de abril de 2014

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DESDE DONOSTIA-SAN SEBASTIÁN, ESPAÑA, por MANU de ORDOÑANA ► para todos vosotros

Escritores independientes | serescritor.com



Los editores actuales no quieren arriesgar con escritores desconocidos y los agentes literarios están saturados con el club selecto de los consagrados, un círculo cerrado al que es difícil acceder. ¿Qué tiene que hacer entonces los escritores independientes  que no encuentran el cauce para dar salida a su capacidad creativa? La única alternativa es buscarse la vida. A la mayoría de ellos, les repele hacerlo, la actividad mercantil es prosaica, en la antípoda de la misión poética que el destino les ha deparado. Además ─alegan algunos─, el tiempo que van a perder en tal menester sería mucho más provechoso si lo emplearan en la creación literaria y dejaran ese trabajo en manos de profesionales expertos.
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Manu de Ordoñana
Donostia-San Sebastián
España



Escritores independientes

Categoría (El mundo del libroGeneralMarketing para vender librosPublicar un libro) por Manu de Ordoñana el 22-04-2014

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El atributo “independiente” aplicado al arte se utilizó por primera vez en el siglo XIX para designar a un grupo de pintores franceses que, no pudiendo exponer en el Salón de París por sus divergencias estéticas con la Academia, organizó en 1863 el primer “Salón de los Rechazados”, una feria alternativa abierto a todas las tendencias. Más tarde, crearon la Sociedad de Artistas Independientes para tomar a su cargo el certamen, que poco a poco se fue institucionalizando y terminó por rechazar los movimientos vanguardistas que vinieron después, primero el impresionismo y luego los demás.
En el siglo XX, el término se extendió a todas las manifestaciones artísticas, aplicándose también a ciertas formas del comportamiento humano, como el vestir, el tipo de trabajo o la manera de pensar, hasta el punto de acuñar una nueva expresión, “el movimiento indie” (independiente, autónomo, diferente), relacionado con el “hágalo usted mismo”, una forma nueva de entender la vida, fuera de las corrientes tradicionales que sustentan la cultura de los pueblos.
Dentro de esta corriente, se incluye la literatura independiente a la que se adhieren aquellos escritores que, cansados de no encontrar un cauce para su reconocimiento ─es cierto que algunos, no muchos, no pasaron por ese trance─, se han hecho cargo de todo el proceso para llegar directamente al cliente final, el lector que va a comprar su libro. Además de la producción literaria, el autor ha tenido que asumir la labor comercial, prescindiendo de los canales clásicos (editoriales, agentes literarios y distribuidores), que no son capaces de dar una respuesta a sus peticiones, mostrando así su desencanto.
Es verdad que también la prensa tiene su responsabilidad en este fenómeno. Sólo los autores “comerciales” merecen la atención de los medios. El crítico literario no tiene tiempo para dedicarlo a descubrir talentos, se limita a vehicular lo que recibe de la industria editorial, elabora una reseña sólo con el resumen o la propaganda que acompaña al libro. Merece la pena leer lo que opina Vargas Llosa sobre el tema en una mañana de confesiones literarias:
La crítica literaria tiene ahora más responsabilidades en un mundo con sobreinformación y sobreoferta de libros. Y es responsable de la marginalización que vive al haber perdido el protagonismo que tenía y debería recuperar. No tenemos críticos de gran responsabilidad tampoco en otras áreas. Parecen limitarse a reseñas, casi como publicidad, la han trivializado y han olvidado la función de dar los elementos para que la gente aprecie lo bueno o menos bueno de cada libro, y algo muy importante es que deben tener claro el lugar que esa obra ocupa en su contexto y contárselo a los lectores. Sobre todo en estos tiempos donde Internet tiende a dar el mismo valor a todo…”.
Estos escritores independientes ─¿no sería mejor llamarlos “escritores no comerciales”?─ se han convertido así en sujetos que se sitúan en los márgenes de la industria cultural, obligados a fundar una mini-empresa para administrar el negocio, no por voluntad propia, sino por pura necesidad. A la mayoría de ellos, les repele el nuevo oficio, la actividad mercantil es prosaica, en la antípoda de la misión poética que el destino les ha deparado. Además ─alegan algunos─, el tiempo que van a perder en tal menester sería mucho más provechoso si lo emplearan en la creación literaria y dejaran ese trabajo en manos de profesionales expertos. Y tienen razón.
El problema es que la situación ha cambiado. Los editores no quieren arriesgar con escritores desconocidos y los agentes literarios están saturados con el club selecto de los consagrados, un círculo cerrado al que es difícil acceder. Sólo lo consiguen aquellos autores perspicaces que saben interpretar lo que el vulgo prefiere, sin que la calidad literaria premie, basta con que entretenga. A él se reduce el negocio de la industria editorial, con él obtiene sus mejores beneficios, olvidando su vocación primigenia de descubrir nuevas talentos, con la excusa de una crisis económica que esconde otras razones más en línea con la ineficiencia y la falta de profesionalidad.
Se ha creado así un vacío que ha sido ocupado por una nueva especie de empresarios avispados que, con algunos conocimientos informáticos y buena dosis de osadía, han aparecido en el escenario literario para ofrecer un servicio de asesoría e intermediación en todo el proceso de comercialización del libro: la publicación, la distribución y la promoción. Generalmente, no tienen recursos económicos y, por eso, no asumen riesgos. La financiación del proyecto es por cuenta del autor que se compromete además a conceder la exclusiva para unos cuantos años, a cambio de una mísera remuneración. Si al menos, así terminaran las miserias…
Resulta que luego, como consecuencia de un contrato leonino, abundante en cláusulas redactadas con mucha floritura, llenas de promesas, pero huecas de obligación, el escritor comprueba que nadie se preocupa de la promoción del libro y que, si algo se hace, es por su cuenta y con pago anticipado. Pronto llega la desilusión primero y, más tarde, el enfado, al tener él que asumir esa ingrata tarea, restando tiempo a su misión trascendente: escribir.
¿Qué tiene que hacer entonces el escritor comprometido que no encuentra el cauce para dar salida a su capacidad creativa? La única alternativa es buscarse la vida. Por fortuna, las nuevas tecnologías lo facilitan. Existen hoy portales digitales ─Amazon es uno de ellos, pero no el único─ que permiten publicar libros a un precio razonable, incluso sin desembolsar un euro. Hay autores que, en poco tiempo, han obtenido éxito hasta el punto de entrar en la lista de “los 100 más vendidos”, con cientos de comentarios positivos en la red, una información precisa de las ventas y el abono puntual de sus ingresos. Algunos se han atrevido a contar su experiencia en la red.
Varios de esos autores que llegaron a saborear el éxito tras publicar sus novelas en Amazon, fueron luego “tentados” por editoriales de renombre con señuelos de fama y de dinero. Se dejaron engañar, entre otras cosas, porque les prometían hacerse cargo de la promoción de su obra, un cometido que la mayoría de los escritores elude. ¡Craso error! Se lamentaba así uno de ellos: “Desde que tengo editoriales que me “respaldan”, he trabajado en promoción como nunca, escribo menos que nunca, debo más dinero que nunca, gasto más que nunca y cobro menos que nunca”. No es un caso aislado, hay numerosos casos similares.
Los datos sobre su importancia varían según los países. Por un lado, la Federación de Gremios de Editores dice que la autoedición en España no supera el 10%, sobre un total de 70.000 libros publicados y que la cifra lleva siendo estable durante los últimos años. Por el otro, el número de libros autoeditados en Estados Unidos alcanzó los 235.000 títulos, un 43% del total. Pero todo es cuestión de tiempo: la conjunción entre Internet, la edición digital y la impresión bajo demanda harán el trabajo, un fenómeno que ya se puso de manifiesto en la pasada Feria del Libro de Frankfurt.
De hecho, la autoedición domina la venta de libros de Amazon. Y no hay que extrañarse. El editor tradicional gana dos veces más que el autor por la venta de un libro electrónico, a pesar de que el coste de producirlo es casi nulo, ya que no requiere impresión, almacenamiento ni transporte. Como resultado, los autores que autoeditan están ganando un 50% más de beneficio que sus homólogos en papel, a pesar de que la cifra de ventas es la mitad. Y todo eso, sin necesidad de arriesgar capital alguno, o muy poco, tan sólo lo justo para publicitarlos en la red.
Pero no todo son parabienes. La tienda online de Amazon es un bazar en el que se venden infinidad de artículos. La navegación es complicada, incluso para los iniciados, y no permite introducir títulos nuevos, de no ser “vendedor profesional”, en cuyo caso hay que pagar una cuota fija 30 euros al mes y se reduce la variable. Si uno aprende a moverse por su interior y consigue publicar, ha entrado en el purgatorio. El paso siguiente es salir de él cuanto antes, para lo cual es preciso adquirir visibilidad y darse a conocer. Algunos lo han conseguido sin gastar mucho dinero, incluso con obras de escaso mérito.
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el dispensador dice: inicié mis pasos literarios allá por los sesenta, en sus comienzos... recuerdo que mi maestro de séptimo grado primario, Antonio Fragalá, en la escuelita de la calle Echeandía, en el barrio de Mataderos, me decía y se repetía a sí mismo: "tú debes escribir", y a fines de esa misma década ya participaba en varias publicaciones, con mejor o peor suerte, descubriendo un espacio al que contribuían otros autores, otros artistas de las letras, incluyendo en ello algunos periodistas con mayúsculas... desde luego, por entonces las corporaciones no habían alcanzado la entidad que tienen hoy en día, y las personas sostenían vínculos genuinos que retroalimentaban a la cultura... las redes no eran electrónicas, sino de personas, sus sentires, sus sentimientos, sus capacidades, y sus propios descubrimientos... por entonces, publicar trabajos científicos, sólo demandaba conocimientos que se veían sometidos a paneles de científicos fundados y envueltos en sus éticas... un universo que se fue extinguiendo para mal de muchos y para bien de pocos...

el avance de las corporaciones editoriales, mezclando periodismo con letras, mezclando ciencia con conveniencias, mezclando patentes y propiedades intelectuales con genios desplazados, ha creado una visión despiadada y perversa de la realidad, tergiversando los fundamentos de la cultura, y priorizando los utilitarismos por sobre cualquier arte, cualquier sabiduría, cualquier genio... ahogando a los buenos... impidiéndoles destacarse... evitando que ocupen un lugar... y enalteciendo a cualquiera que brinda réditos relatando paparruchadas, morbos baratos, ciencias mentidas, corrupciones denunciadas, estas y otras escapadas... contribuyendo a deformar el pensamiento humano, imponiéndole mediatismos, y restándole valores... traducido: entiendo que el avance corporativo ha impuesto un retroceso mundial en el pensamiento humano, un pensamiento que sólo come lo que ya ha sido digerido por intenciones cínicas, hipócritas, y traidoras a las bases filosóficas del humanismo...

de allí que los autores privilegiados sean siempre los mismos... que sus letras repitan la misma versión desde distintos ángulos... vistiendo a la tragedia humana como algo natural y bueno... disfrazando los dramas para conferirles identidad social... y el resultado de esto es lamentable, porque el escenario pasa a depender de las conveniencias corporativas y de sus sociedades con los ámbitos políticos, oportunistas y traidores de cualquier causa, de cualquier idea, y peor aún, de cualquier ideología suprema...

insisto, lo que se compra y se vende, no tiene valor alguno... aún cuando por ello se reciba regalías... e insisto, creo en la iniciativa o si se quiere, en la empresa cooperativa, donde el panel, donde el conjunto, donde el consejo de la tribu, alienta a renovar sus propias bases dando la oportunidad a otros autores, a otros pintores, a otros escultores, a otros intérpretes de la realidad, generando una dinámica que se retroalimenta en lo social... pero claro está, al no haber códigos sociales, mucho menos los puede haber para finalidades eventualmente comerciales... y hoy el riesgo empresario se ha convertido en una simple excusa que habilita a repetir cíclicamente todas las recetas, una y otra vez, haciendo del negocio editorial un escudo que oculta los lavaderos financieros, aquí en los países emergentes en eterna emergencia, y allá en el núcleo del propio imperio matriz de cualquier cultura...

sin darse cuenta, desde los años noventa, o si Usted quiere desde la introducción de la "globalización", el mundo humano viene retrogradando fiero, esencialmente en lo que hace a sus fuentes, a sus humanismos, a sus bases filosóficas, a sus éticas y por consecuencia, a su cultura... ello, aunque no se crea, resta autores, resta pintores, resta escultores, resta artistas, resta bohemias, e impone desesperanzas y desesperaciones... y ello se puede apreciar en cualquier lugar de la Tierra, hoy mismo...

en este concierto, los nuevos creadores... se ven impedidos de hallar un lugar, ya que las corporaciones editoriales actúan al modo de las vallas de Melilla... tal vez llega uno de un millón... pero ése llegará herido y a punto de morir... asegurándoles a los editores que, de molestar, lo hará por poco tiempo... y así funciona la cosa... ¿que no te gusta la valla de Melilla?... bien, entonces te doy el ejemplo del Muro de Berlín... si no eres del partido, no publicas en el lado soviético... y si no respondes a los intereses aliados de la OTAN (NATO), tampoco podrás superar las mentiras de las pos-guerra... entonces, jugando a la batalla naval... agua, siempre agua... o bien hundido, de una... 

nuevamente, el creador es tal cuando lo envuelve la voluntad de ser, el genio creativo, y el esfuerzo consecuente con una creación que traduce lo que nadie antes dijo, vio, hizo, etc. ... y no hay nadie, en ninguna generación humana, que pueda condenar al otro por lo que piensa, por lo que sabe, por lo que conoce, o por lo que mueve a su voluntad... en todo caso, todo puede verse mejorado, perfeccionado, pero la fruta madura en el árbol... y si no hay árbol, no hay fruta...

algunos me han dicho que si hubiese permanecido en Europa, otra hubiera sido mi suerte... pero, dado que he formado parte de varias corporaciones alemanas, allá por los ochenta y noventa, sé de que te hablo... sé de su pensamiento pro-genio, así como reconozco que cuando copiaron las iniciativas del sueño americano, se quedaron sin objetivos, condicionados por principios aberrantes, atados a presupuestos virtuales, y dedicados negocios financieros que nada tenían que ver con el espíritu intrínseco que los había creado... léase, se subieron a la globalización sin considerar ni medir las consecuencias... y estas, hoy, están a la vista, mientras que la civilización humana está vestida de fracaso... donde dos tercios y más de la humanidad están caídas del sistema, y el tercio que permanece incluído, asiste diariamente a una máquina de picar carnes que arrasa con los que van siendo tragados por las cuchillas... perdóname por mi vehemencia, pero eso no suma, antes bien resta...

el pensamiento libre debe serlo sin condiciones... por ende el genio debe encontrar su lugar sin que ello implique una carrera con obstáculos, vallas cada vez más altas, insuperables cuando el ácido láctico satura los músculos... ABRIL 23, 2014.-

conclusión: cuando un autor no traduce lo que sabe o siente, la humanidad retrograda... y la civilización se niega a sí misma. el dispensador.


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