viernes, 18 de abril de 2014

VIDAS SUBTITULADAS ▲ [Henciclo] interruptor - Traducciones, por favor - la columna de H enciclopedia

DESDE URUGUAY y para el mundo ►

interruptor_Traducciones, por favor







CONTRA EL DOBLAJE COMO POLÍTICA EDITORIAL



Traducciones, por favor

Amir Hamed



1. Película con estatuilla de pájaro


Para cualquier americano que escriba en esta lengua, conocer España, de alguna manera, implica una zambullida en los orígenes. Hace un par de décadas, la necesidad de investigar en Sevilla, en el Archivo de Indias, le sirvió a este columnista la oportunidad de recorrer por primera vez, y durante un mes largo, el país cuya literatura luce, entre otros, a Berceo, Manrique, al Arcipreste de Hita, Gonzalo de Rojas, Garcilaso de la Vega, Cervantes y Góngora, o al ignoto autor del Lazarillo de Tormes, a Quevedo, Calderón, Herrera, Bécquer, Valle Inclán y García Lorca. Con el tiempo, las visitas se repetirían pero, como todo lo inaugural, aquella experiencia fue irrepetible, comenzando por las sensaciones del primer día, en Madrid, cuando el columnista fue alojado por gente que partía para Asturias, mientras el dueño de casa venía en viaje desde alguna otra parte, probablemente Valencia.

Nada que hacer, más que esperar, el columnista, por entonces bastante macluhanizado, se resignó alegremente a la televisión, convencido de que, para entender una sociedad desconocida, era importante saber qué era qué televisión consumía. El zapping, por entonces, era práctica modestísima en España, y los madrileños se resignaban a cuatro canales estatales, con programas nacionales, de esos con animador y plató, más deportes y ocasionales películas. En uno de los platós se presentaba Ten years after, banda ya por entonces mómica, aunque Alvin Lee (hace no mucho finado en el médico, durante un examen de rutina) mantenía intacta su digitación supersónica; retirada la banda y venido el corte comercial, era hora de probar otros canales, y en uno, en profundo blanco y negro, compareció una escena aturdidora: Sydney Greenstreet, Peter Lorre, Humphrey Bogart y una mujer, Mary Astor, discutían alrededor de una pequeña mesa, en la que brillaba un ídolo macizo, un ave, acaso un águila, acaso otra cosa. Greenstreet, Lorre y Bogart habían rutilado en Casablanca, junto a Ingrid Bergman, y el columnista los había visto juntos, también, en otra película que se le escapaba de momento y que se le escapaba, precisamente, porque era esa misma que estaba viendo ahí pero que se presentaba bizarra, inexplicable, extranjera.

¿Cuánto tardó en reconocer lo que tenía frente a su nariz? En Chicago, donde por entonces vivía, no era inusual que la televisión abierta, ya entrada la noche, exhibiera clásicos de Hollywood, y allí el columnista, diez o 15 meses atrás, había tenido oportunidad de disfrutar de The Maltese Falcon, la versión fílmica que dirigió John Huston de la novela de Dashiell Hammet. Pero allí, en Madrid, mientras veía sostener a Bogart un ídolo igualito al Halcón Maltés, el columnista se sentía frente a una versión  imposible. “Tranquila, pollita”, le dice Bogart a Astor en la escena subsiguiente, llevando el extrañamiento a una cumbre brechtiana que por fin permitió descubrir que lo que se estaba exhibiendo era la película de Huston, salvo que doblada al peninsular. Recordó de inmediato las conversaciones que, en Chicago, tenía con condiscípulos sevillanos sobre cine, que en España se veían con un título y en el Río de la Plata, y en general en América Latina, con otro, como por ejemplo High noon, que los españoles obedientemente veían como Alto mediodía y los hispanoamericanos, más audaces, conocían como A la hora señalada.

Un par de semanas más tarde, en el país vasco, el cine de Vitoria  estrenaba Negocio de familia, dirigida por Sydney Lummet, con Sean Connery, Dustin Hoffman y Matthew Broderick en el elenco, y se desayuna entonces el columnista de que en los cines de España las películas no se subtitulaban; se doblaban, política al parecer antigua como el franquismo. Para el cinéfilo hispanomericano perder la voz y dicción de Vittorio Gassman, Al Pacino, Max von Sydow, Charlotte Rampling, Sofia Loren, Catherine Deneuve, Christopher Walken, Peter Sellers o siquiera el acento invariablemente escocés de Sean Connery era como perder media película; para el peninsular, sin embargo, no era así.

2. Doblar  
Dos décadas y media más tarde, es decir por estos días, el columnista, así como el resto del Comité editorial deinterruptor, se ha lanzado a un nuevo emprendimiento,interruptor revista, publicación en papel cuyo número uno acaba de entrar a imprenta. La revista incluye una sección de crítica de libros que llevó al Comité a ratificar que la traducción que sirven las editoriales ibéricas golpea como un instrumento desafinado al lector americano. Dicho de otro modo, estos libros, vertidos de otras lenguas al peninsular, le resultan cacofónicos al hablante americano, versiones imposibles que, como aquel tranquila, pollita de Bogart, ingresan al tímpano con la misma dulzura con que podría hacerlo un barreno. Leer estos textos en peninsular  comporta una lejanía incluso mayor a leer en español antiguo el Cantar del Mío Cid: uno se puede decir usuario de una variante diacrónica que se extraña del Cantar, pero este extrañamiento se vuelve radical con las actuales traducciones. Aquí la coartada del tiempo, de la evolución de la lengua, no ayuda: esos textos, sencillamente, están traducidos, a veces pésimamente, otras veces mejor, pero siempre en lengua ajena al hispanoamericano.

Esto responde, en primer lugar, a que el español peninsular es lengua otra, aunque se podría pensar también cada región y país hispanoamericano tiene su variante propia. Entonces, se podría pensar que mantiene la misma distancia el colombiano de Antioquia con el argentino de Paraná que con un toledano o un asturiano. Esto sin embargo, no es así: más allá de diferencias dialectales, se puede decir, existe una distanciaemocional entre las variantes de América y las de la península que es la misma que media entre una lengua que dobla y otra que subtitula. Cuando doblo, barro la lengua original; cuando subtitulo, escucho el original pero no lo borro: traduzco lo que dice. Afirmaba Walter Benjamin que la traducción debía, precisamente, exhibir su distancia, hacer saber su deuda para con el original. Una traducción leal, en el sentido de Benjamin, sería una que, como el subtitulado, permite advertir las dos lenguas juntas: la del origen y la de destino. Una traducción leal, que reconoce su deuda, no borra, no dobla.

La política de la editorial Anagrama, una de las que más novelas publica, hace precisamente lo contrario: evitar cualquier voz extranjera. Todo debe ser castellanizado, o mejor, todo debe ser peninsularizado: un escritor belga, holandés, inglés, alemán, o chino, debe ser vertido a un obsesivo castellano ibérico, y las jergas locales que pueda usar el original, vertidos a jergas de España.
El origen debe ser barrido. ¿Es esto antojo? Si se recuerda una discusión del siglo XX, tan tácita como necesaria, sostenida entre el español Miguel de Unamuno y el argentino Jorge Luis Borges, se entenderá que no, que esto no es antojadizo: hay razones para que Anagrama y otros sellos españoles traduzcan como lo hacen, pero también para que esto le resulte, además de imposible,  nocivo para un americano.

En primera instancia, se podría pensar que la discusión no era tal, y que sólo remitía a decibeles. Borges, por ejemplo, afirmaba que los españoles hablan a los gritos, siendo esto conducta típica de quienes desconocen la duda. Unamuno, emergido como literato en 1898, es decir, junto con la desaparición del imperio español, y de las colonias de ultramar, en el confinamiento a un país, en una sicología  nacional rastreable en Don Quijote y su complemento, Sancho, había afirmado antes que, si los españoles hablaban fuerte porque en esa lengua fue que se había gritado ¡Tierra, tierra!, aquello que un 12 de octubre profirió un grumete ni bien divisó las costas de Guanahani, isla a la que de inmediato el genovés Cristoforo Colombo rebautizaría como San Salvador. El argumento de Unamuno fue repetido, sin citar, por León Felipe, sólo que a la gritada tierra le agregó un también gritado Quijote y los gritos de la guerra civil.  

Si la lengua grita en España, y según confesión de parte, es por América. Ahora bien, ¿tienen la grita y el doblaje, y las traducciones de las editoriales españolas, algo que ver entre sí? Habría que pensar que no solo es esto así sino que su conexión es la misma que irrita el oído americano. Sin ir más lejos, si tierra, según dicen Unamuno y Felipe, es algo que se debe decir a los gritos, lo cierto es que en esa tierra, en todo momento, hubo gentes y voces desoídas, tal vez porque la Administración de Indias necesitaba gritar fuerte, y en castellano. Por cierto, el castellano iría imponiéndose en la península a partir del siglo XIII con Alfonso el Sabio, primero como lengua de cancillería y luego como lengua nacional, relegando a las demás de España (en un principio al árabe y al hebreo, luego al catalán, al valenciano, al euskera, al gallego), algo que complementará la administración virreinal aboliendo las lenguas indígenas de América. Ahora bien, si Alfonso el sabio era un rey traductor, que hizo conocer obras árabes y traducidas al árabe, entre ellas La escala de Mahoma o el Calila e Dimna, cabe pensar que el español todavía no se gritaba: la traducción era un recurso para negociar una divinidad con sus nuevos súbditos musulmanes y judíos, pero para 1492, caído el reino de Granada, zarpado Colombo desde Palos, comenzó para la lengua una historia diferente.

Gritar tierra, como celebran Unamuno y Felipe, era lo mismo que gritar Dios (y, borgeanamente, desconocer la duda): baste recordar aquel ejercicio administrativo de 1516, la lectura en voz alta, por parte de militar, sacerdote o escribano, del requerimiento, documento por el  cual los indígenas eran notificados en una lengua para ellos incomprensible, el castellano, de la existencia de un dios único, y de cómo su vicario en la tierra, el Papa, le había hecho donación al rey de España de esos territorios de los indios, y de que, en caso de que esos indígenas patidifusos no cumplieran con esta donación y servidumbre a Dios, serían sus viviendas y bienes arrasados, y ellos mismos, incluso, esclavizados.

La conquista y colonia, puede decirse, fueron ejercicios menos de traducción que de doblaje. Colón llevó un traductor de árabe, arameo y caldeo para comunicarse con chinos y japoneses que terminaron hablando en una variante de guaraní. El traductor, o lengua, como lo llamaban, invariablemente preguntaba por oro y entendía que el oro quedaba para allá, una señal por la que los indios, entiende Peter Hulme en su libro Colonial encounters, le estaban diciendo que se fuera de ahí. Otro momento mágico de doblaje es aquel en que Estebanillo, el lengua de Gonzalo Pizarro, le hace saber al Inca Atahualpa que la voz de Dios está en la Biblia, volumen que el Inca se lleva a la oreja y sacude, pero como nada escucha arroja al suelo. La masacre que desencadenó Atahualpa con su herejía fue bellamente contada, entre otros, por Garcilaso Inca de la Vega, primo del sonetista.

Obviamente, una tradición tan asentada como ésta, de la que se siguen haciendo eco las editoriales peninsulares, está, si se quiere, más allá del bien y del mal, ya que, al parecer, sigue viviéndose saludable para los españoles. Lo que cabe plantearse es si los hispanoaemericanos deben seguir resignándose a leer doblajes que les gritan tierra, tierra, o volver a hacerse cargo (lo hicieron durante las tres primeras partes del siglo XX, cuando Buenos Aires y México eran centros editoriales) de sus propias traducciones


el dispensador dice: sería bueno que bajo la vida de cada quien hubiese subtítulos que tradujeran, o intentaran hacerlo, lo que está queriendo decir respecto de sus verdaderas intenciones... sucede que esto es imposible, de momento lo es... subtítulos que habilitaran a descubrir que hay detrás (debajo) de un mentido "te amo"... subtítulos que permitieran leer lo que traducen los veredictos de jueces injustos, que facturan por condenar a las víctimas a ser "más víctimas" de lo que ya son... subtítulos que descubrieran qué hay detrás del discurso político atroz y acomodaticio de intereses personales en desmedro de los intereses de los muchos... sería bueno... pero sólo flota la perspectiva, mejor o peor, de cada quién... y la historia es una sola a pesar de aquellas perspectivas... y permanece incólume en sí misma, interpretada según los gustos del actor o del espectador, y traducido a piacere... espantosamente a piacere...

simultáneamente, los subtítulos permitirían saber qué pasa por la mente de aquel que no puede conjugar un verbo, desconociendo los sentidos del sujeto y sus predicados, evadiendo coincidir sustantivos y adjetivos, o bien, esmerándose en proferir una frase coherente en medio de actos incoherentes... sin embargo, la historia de los hechos genuinos pesa, y siempre condena a unos y salva a otros, o bien condena a los otros y salva a alguno, no siempre acertando con las intencionalidades subyacentes en el espíritu de cada quien...

la historia de las Américas, contada por los cronistas de las Indias, poco tiene que ver con las Américas y casi con las Indias, aunque sí ofrece versiones sesgadas de realidades mentidas, oportunistamente tergiversadas para enaltecer a los unos y denigrar a los otros... donde los asaltadores de voluntades ajenas aparecen como dioses, mientras que los asaltados y saqueados aparecen como ignorantes, hombres de un mundo primitivo donde imperaba la ley del garrote... hecho que no logró impedir que la verdadera historia fuese renaciendo de sus propias cenizas, subtitulando verdades esfumadas por la desidia de los tiempos... aquellos ignorantes eran gentes sabias en sus días y en sus vidas... y los supuestos adelantados no eran más que unos atrasados que veían a saquear bienes ajenos para favorecer a sus reyes y obtener, a su vez, favores de un raro Dios de culpas y pecados de los otros...

el tiempo sin subtítulos ha ido demostrando que los de aquí estaban en paz con ellos mismos, mientras que los que venían navegando, simplemente no tenían paz...

como sea, la historia la escriben unos para que los otros se las crean y aseguren cosas de las que no les tocó participar... haciendo que los reyes sean más reyes... y los súbditos sean meros mortales condenados a ser esclavos de oportunidad... lo cual impide que la historia real, esté por fuera de la escrita, enseñando hechos y cosas que se dan de bruces contra los cuentos... por entonces nadie imaginaba esto de internet y de Google, y de los navegadores, y lo de la telefonía satelital, y lo de la vida sin anónimos, y lo de las miserias humanas expuestas en la red... y allí se acabó con los corresponsales de guerras... lo que escriben los diarios poco y nada se corresponde con realidad alguna... lo que recitan los periodismos en la televisión no coincide con la vida de los muchos, anónimos, mortales, pobres, marginados, indigentes, olvidados, negados... omitidos intencionalmente por estados ausentes y políticos renuentes a cualquier responsabilidad... antes y ahora la historia se repite... unos usan a otros... unos viven de sus obsecuencias... otros son felpudos de conveniencias...

de allí que, siendo un rebelde reaccionario, me atraiga todo aquello que implique rebelarse contra el orden instituído por los idiotas que viven comodidades a costillas de los que no pueden hacerlo... de allí que, siendo un místico captador de mundos imaginarios, me haya convertido en un viajero singular de los tiempos perdidos y de los otros por perder, habiendo aprendido a desprenderme de mi cuerpo para poder estar presente con mi alma, en donde se me ocurra y cuando se me ocurra... el ADN sigue siendo un libro impenetrable que el hombre no ha aprendido a leer, cree que sabe de qué se trata, pero en verdad no sabe nada... y de allí que no le alcance el coco para descifrar esto de las dimensiones, las cuerdas, la antimateria, los agujeros negros, las energías autoconducentes, y los pocos intercambiables a partir del primer electrón de la primera órbita... de allí que se hayan perdido los sentidos de los santuarios como oráculos... de allí que nadie recuerde lo de los laberintos místicos... de allí que se haya tergiversado el significado de los Dioses en el Olimpo... y de allí que todo de igual... lo mismo un burro que un gran profesor... o bien un profesor cuyo oportunismo lo pone a salvo de sus escasos conocimientos... como sea, nada es como parece, y falta de subtítulos, cada quien hace la lectura que más le place...

curiosamente, el mundo humano se ha globalizado a pesar de las lenguas y sus dialectos... y también ha hecho lo propio a pesar de los credos... y también ha superado las ideologías... pero ello no ha sido suficiente para globalizar los sentidos de los afectos, sus importancias, sus legitimidades que van más allá de los sexos y de las alcobas... no ha sido suficiente para globalizar la justicia, cada vez más escasa y más renuente a ser interpretada como un hecho superior al propio hombre y a su propia vida... no ha sido suficiente para globalizar las sabidurías, atrapadas en raras inteligencias que permiten copiar, cortar y pegar para hacer que el otro se la crea y lo de por bueno, cuando en verdad se trata de un plagio... no ha sido suficiente para discernir la importancia de la razón por sobre la sin razón... y el hombre sigue intentando aprovecharse de su prójimo, restándole valor al valor... quebrando la ética de la lógica fundamentada en la filosofía... y rompiendo el puente que une las alquimias del pensamiento con las otras de las almas... y los subtítulos no alcanzan para suplir los vacíos... y los huecos superan largamente a las masas...

debería imponerse globalmente el estudio de las lenguas... desde la más tierna niñez... para enseñar al mundo que el pensamiento diverso es común a la existencia humana y que Babel es superable aprendiendo a entender al otro en su rol, en su circunstancia, en su decisión de ser por él mismo, como anónimo y como individuo... cuanto más lenguas se aprendan más se desarrollará el pensamiento matemático... en occidente se piensa de izquierda a derecha, tal se escribe... pero en oriente sucede la inversa, se piensa de derecha a izquiera tal se escribe... y allí residen numerosas diferencias que hacen al pensamiento mágico, a la historia de los genes, al ADN ancestral de las procedencias... y a sus mezclas... cuantos menos subtítulos... más obligación de escuchar que el otro dice o intenta expresar... cuantos menos subtítulos más compromisos con la responsabilidad del uno mismo... cuantos menos subtítulos más oídos afinados para descifrar los sentidos de los pentagramas según sus principios matemáticos...

la historia que se enseña no ha servido para que las generaciones que van llegando aprendan a saltear los errores, y estos se repiten una y otra vez como si nunca hubiesen sucedido... 

hace falta la lectura que afine los sentidos del alma... hace el aprendizaje que haga crecer al espíritu, colocándolo como rector de consciencias... eso hace falta... como también hace falta el regreso a las fuentes a partir de la recomposición de la ALEJANDRÍA del pensamiento científico no utilitario, no patentable, no escudado en falsas propiedades intelectuales que sostienen la enfermedad por sobre la salud, por simple conveniencia de partes...

hace falta sanar las almas a partir del ejercicio de las consciencias...

hace falta sanar los espíritus a partir del principio de las inocencias...

porque de lo contrario, el vacío gana, mientras el hueco impera.
ABRIL 18/19, 2014.-


No hay comentarios: