lunes, 14 de abril de 2014

SEGUNDA OPORTUNIDAD ► Marta Aponte Alsina, los muertos son amantes caprichosos >> Papeles Perdidos >> Blogs EL PAÍS

Marta Aponte Alsina, los muertos son amantes caprichosos >> Papeles Perdidos >> Blogs EL PAÍS



SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Marta Aponte Alsina, los muertos son amantes caprichosos

Por CRISTINA RIVERA-GARZA
Marta-aponte















Confesión primera: tengo la impresión de que San Juan es la ciudad más parecida en el mundo a Tijuana.

Confesión segunda: desde que conocí a Marta Aponte Alsina, escritora de Puerto Rico, leo a Marta Aponte Alsina.
En una isla repleta de escritoras importantes, desde la gran Mayra Santos-Febres hasta la inteligentísima Vanessa Vilches, por mencionar sólo a dos, la obra de Aponte destaca por derecho propio.
“Soy cortadora de hombres y compositora de boleros”, dice Violeta Cruz de sí misma en las primeras páginas de Sexto sueño, la novela que Marta Aponte Alsina publicó en el 2007 con la editorial madrileña Veintisiete Letras. Tan directa como mordaz, tan sucinta como punzante, la anatomista de profesión avanza en su tarea con la exactitud del escalpelo: “traer del más allá uno de los seiscientos cadáveres que disec[ó] en [su] carrera”. Elegido a través de un método tan aleatorio (una serie de números aparecidos en una sesión espiritista) como del que se había servido el ahora cadáver para seleccionar a su víctima (un niño al que asesinaría con saña en el así llamado “crimen del siglo” a inicios del XX y en Chicago), Nathan Leopold se convierte en la ausencia que convocará a las palabras para producir, paso a paso, su vida. Resucitar es un verbo atroz.
Se trata, en efecto, del sonado caso de aquel hombre que, junto con Richard Loeb, por aquel entonces ambos estudiantes de la Universidad de Chicago, recibiría una condena de por vida por asesinato, más noventa y nueve años por secuestro. Se trata del mismo hombre que, después de sobrellevar 33 años de prisión, decidió trasladarse, de entre todos los lugares del mundo, a Puerto Rico, la isla donde según confirman documentos varios se casó con una florista y cultivó la filantropía hasta el día de su muerte en 1971. El tema, que ya ha fascinado a autores de tan variada estirpe como Alfred Hitchcock o Richard Wright, se transforma en un verdadero tour de force en la prosa lúcida y feroz de Alponte Alsina. En la caja china de su propio abismo, con un sentido del humor que son en realidad muchos, “[e]n el sexto sueño los muertos se pasean por el cuerpo de los vivos. O, para expresarlo en palabras demasiado claras: se siente vivir a la muerte”. Esto, francamente, es cierto.


En el epígrafe de María Zambrano que precede a la novela, hay una referencia explícita al momento que persigue la novela: se trata del instante último, del segundo imperecedero en el que se deshace “ese nudo que une aún a las almas de los recién muertos con el aire de la vida”. Y, para contar ese momento, ¿se le atrapa o se le deja ir? “Una novela no se descuartiza como un cadáver”, asegura la novela de Marta Aponte Alsina. “Se construye como las pirámides, escribió Flaubert”, añade, segura de sí misma. Sólida. Pero esta novela piramidal que es en realidad un sueño que está más allá del quinto, está narrada (al menos en una de sus instancias) por alguien que corta (aunque cortar no de derecho a contar). De capítulos breves y saltos en el tiempo, con súbitos cambios entre la primera y la segunda y la tercera persona, metanarrativa a ratos, autoimprecadora en otros, la novela es un cadáver descuartizado sobre una mesa que parece una pirámide.
Cómplice lector: “Los muertos son amantes caprichosos”, eso también es cierto.
En algún momento de la novela, justo después de que la doctora Cruz ha conocido a un hombre muy hermoso, la novela declara que “los hombres son vasos frágiles”. La misma novela ha dicho antes lo mismo, en voz del Resucitado, acerca de las mujeres. La idea del recipiente. Y ese vaso que, de acuerdo con Rilke, se rompe, como todo, dentro de las venas. Un estrépito. Así aparece ese Sexto sueño después del quinto, mucho más allá del cuarto. Lejos ya del primero.
En la novela, una abuela acusa a su nieta, la protagonista de nombre Violeta Cruz, de encontrarse en el quinto sueño, sólo para que la nieta retobe, con flagrante complicidad y estirándose con placer, que no estaba en el quinto, sino en el sexto sueño. Allá. Más allá. Por si fuer necesario, Marta Aponte lo precisa aún más: “Si el sexto sueño fuera un lugar sería tu casa, lector cómplice”. Heme allá, pues. O aquí.
Lo dije ya: San Juan es el lugar más parecido en el mundo a Tijuana.
* Cristina Rivera-Garza, su último libro es El mal de la taiga


el dispensador dice:
no recuerdas por qué huiste,
no sabes por qué volviste,
sólo sabes que la ausencia,
guarda presencia y existe,
cuando el alma no resiste,
cuando el espíritu que supo herirse,
queda a la vera de algún camino,
tratanto discernir los motivos,
por los cuales se nace... se existe...

algunos muertos,
no todos,
suelen regresar a sus amados en sueños,
a veces para reproducir momentos,
a veces para lucir deseos,
a veces atormentando tiempos,
a veces arremolinando vientos...
despertando en el desconcierto,
de saberse acompañado,
por las químicas de alguien muerto,
cruzado oportunamente,
cuando las miradas no eran desiertos...

y la segunda oportunidad persiste,
más allá de las dimensiones,
entrelazando corazones,
cuando se esquivaron los cuerpos,
a veces no hay explicaciones,
para negar los sentidos,
que conllevan los encuentros...
de allí la importancia de saber andar,
de noche y por los desiertos,
de allí la importancia de saber navegar,
sin brújula en océanos lentos...

hubo una segunda oportunidad,
que los hados tejieron,
que los duendes sostuvieron,
de cara a algún suceso,
y así como así se produjo,
lo que cualquiera hubiese negado,
aún a pesar de haber trajinado,
siempre se llega a algún puerto,
en barco, balsa, caminando contra el viento,
siempre se puede alcanzar un punto,
transitando a paso lento...
y las miradas son suficientes,
para romper con el sentido de los tiempos,
se conjugan ciertos alientos,
mezclándose los efluvios,
de las sinrazones de los cuerpos,
escuchándose ciertos truenos,
gemidos y otros entuertos,
que mezclan las incertidumbres,
entre los vivos y los muertos...

pero al despertar... es sólo un sueño...
aquí no ha pasado nada,
es sólo una pesadilla,
alguien se parecía a un hada,
salpicando arenas en el desierto...
nadie sabe de las pesadillas,
que acontecen en el ajeno,
si no te cuenta en sincero,
todo pasará de largo... sólo se trataba de un sueño...
ABRIL 14, 2014.-

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