martes, 29 de abril de 2014

HUMANISMOS ▲ Inhumanidad humana | Cultura | EL PAÍS

Inhumanidad humana | Cultura | EL PAÍS



Inhumanidad humana

Nunca dejamos de pertenecer a nuestra especie, pero no siempre demostramos los valores que le son propios. Y admitir eso también forma parte de nuestra condición



El calificativo “humano” tiene un doble sentido: por una parte, señala la pertenencia a nuestra especie; por otra, supone ciertos valores como el reconocimiento de nuestros semejantes y su vulnerabilidad, la compasión, la cordialidad afable, la identificación con el otro que impone límites a la arrogancia de nuestro yo. Esos dos sentidos no siempre son fácilmente conciliables. Nunca dejamos de pertenecer a nuestra especie, pero no siempre demostramos los valores de la humanidad. Y admitir eso también forma parte de nuestra condición, como establece famosamente Terencio en El atormentador de sí mismo: “Soy humano y nada humano pienso que me es ajeno". Lo cual a veces, ante casos especialmente atroces y que nos humillan como especie, resulta un tormento intelectual y vital para cualquiera que no tenga su conciencia —su ADN humano— demasiado adormecida.

Treblinka’, de Chil Rajchman, es una crónica escueta y sin florituras de una estancia en el infierno
Incurrir en el abandono de la humanidad como comportamiento es algo que suele hacerse para obtener algún beneficio o ventaja tangible. La muerte tenía un precio, así se titula la película de Sergio Leone, y también la inhumanidad (o la muerte parcial de nuestra humanidad) cobra su precio en placer, riqueza, poder o lo que fuere. Pero ¿y cuando aparentemente no ocurre así? ¿Y cuando la inhumanidad resulta gratuita, sin recompensa comprensible salvo el contento diabólico de su propio ejercicio? El gran escalofrío. Lean ustedes Treblinka (ed. Seix Barral), el relato que hace de su paso por el campo de exterminio Chil Rajchman, uno de los pocos que sobrevivieron a él. Es una crónica escueta y sin florituras de una estancia en el infierno, pero resulta una lectura no sólo terrorífica sino también fantástica. ¿De dónde pueden salir esos guardianes, de cuya graduación o cargo concreto no suele preocuparse Rajchman que se refiere a ellos simplemente como asesinos: “Vino un asesino”, “me dijo otro asesino”…?. ¿Qué interés propio satisfacían en esa perpetua orgía de crímenes en cadena, mecánicos, suciamente horrendos?

¿Qué pensar entonces de esos monstruos cuyo comportamiento no era banal sino atroz? ¿Eran humanos como nosotros?
El hurto de los bienes de los prisioneros, que hubieran podido cometer sin tanto esfuerzo aniquilador, no explica ese despliegue de energía maligna. Tampoco querían reeducarlos, ni dar un escarmiento a otros como ellos, ni… Parece que el crimen mismo era la recompensa del crimen. ¿Qué pensar entonces de esos monstruos cuyas almas quizá eran banales, como quiso Hannah Arendt, pero cuyo comportamiento no era banal sino atroz? ¿Eran humanos como nosotros? ¿Tenemos que admitir que pese a su chapoteo en vísceras y sangre no deben resultarnos ajenos? ¿Cómo aceptar el tormento de semejante parentesco? Pero, al mismo tiempo… ¿cómo negarlo?
Los guardianes de Treblinka son un enigma para la humanidad compartida, como los jemeres rojos camboyanos, como los jovencitos que prenden fuego al mendigo que duerme arrebujado en sus harapos. Shakespeare dio voz turbiamente elocuente a malhechores movidos por la ambición, los celos o la envidia pero no sé cómo se las habría arreglado para hacer comprensibles a los criminales desinteresados. No lo consiguió, a mi juicio, Jonathan Littell en Las benévolas. Quizá sea imposible ponerse en su lugar, en ese lugar, volver a Treblinka. Resuena como último baluarte de humanidad la voz de Sócrates argumentando en el Gorgias que es mejor padecer injusticia que cometerla, mientras Calicles se negaba a escucharle…

el dispensador dice: me resulta difícil entender / comprender / descifrar / interpretar / dilucidar / descubrir / etcétera... el porqué de las intolerancias entre blancos y negros, entre blancos y rojos, entre blancos y amarillos, o bien hacer lo propio con las discriminaciones en contra de cualquiera y por cualquier motivo... cristianos versus judíos... cristianos versus musulmanes... cristianos versus budistas... cristianos versus cristianos... judíos versus musulmanes... y nuevamente un montón de etcéteras para los cuales no me "da el alma"... 

mucho más difícil me resultan los conflictos... las desidias... las codicias... las avaricias... las angurrias... los atropellos... las violencias... los gritos... y hasta las palabras mal usadas, entendiéndose por ello el herir al prójimo... provocarle un daño despreciando su condición humana, su calidad humana, su dignidad...

la historia humana está repleta de guerras... por ende abunda en conflictos de toda índole, siempre justificados por los unos e injustificados por los otros... siempre reflejando los bandos que se enfrentan tras un objetivo común que es destruirse, de alguna forma, arrasarse... 

el ser humano, aún en el nuevo siglo /milenio parece no haber descubierto que en un conflicto, cualquiera sea su índole, pierden todos, los que creen que ganan y los que pierden, los que se apropian del triunfo y los que relegan sus deseos y/o necesidades... exhibiendo la condición miserable del ser humano, el peor de sus lados, o si quiere el famoso "lado oscuro"... un ángulo donde no residen los humanismos y sí priman los instintos más bajos de la condición humana... algo que va desde la mentira hasta la traición... algo que va desde la agresión de palabra hasta el peor ejercicio de la violencia alcanzando la muerte de la víctima...

ante ello... me parece aberrante la conducta ejercida por el nazismo, como cualquier expresión que le resulte afín, por caso el asesinato masivo de armenios, la esterilización de centroamericanas y/o peruanas en distintos momentos de una misma historia atroz y repugnante, o las muertes causadas por los narcos, vestidos por ignorancias y violencias que sintonizan lo peor de la miseria humana... ¿para qué?... ¿para qué quitar el derecho al destino del otro?... ¿para qué derramar la sangre de los prójimos?... ¿para qué Siria... antes Líbano... Irak... Afganistán, Libia, Argelia, o cualquier otro?... ¿para qué fabricar dramas donde no los hay?... ¿para qué las tragedias en las vidas ajenas?... y siempre, cualquier respuesta converge hacia el poder y sus contrasentidos... hacia la política y sus mezquindades e ignorancias... hacia la economía y sus recetas injustificables... hacia todo aquello que quiebra los sentidos y los fundamentos de los humanismos, para reemplazarlos por los vacíos de las almas y los abismos de los espíritus negados de sí mismos...

el lado atroz del ser humano tiene tantas aristas y escalones como el infierno descripto por el Dante... indudablemente, esa característica distingue a ciertos humanos de los otros que no la tienen... traducido, hay humanos de forma pero sin contenidos... así como hay humanos que son lo que muestran... desde luego, en este punto bueno es aclarar que casi no existen los humanos que prescindiendo de sus sentidos habituales, desarrollan los ojos y oídos del alma, reconociendo el valor de las auras... lamentablemente, dicha capacidad se está extinguiendo, por alguna razón de peso específico, de densidad... y apenas si un puñado de humanos conservan una capacidad de la que no se puede hablar, porque se torna demasiado peligrosa... mucho más cuando la globalización ha "globalizado" las violencias en cualquiera de sus formas...

no es bueno ser injusto... pero el sentido de los imperios del lado oscuro, no aprenden... mucho menos es bueno ejercer algún tipo de violencia, pero esta sociedad humana es más violenta que la vigente en las etapas lejanas de la edad de piedra... observándose un desprecio hacia el nacer... hacia el engendrar... para luego revestirlos de temores y transitar la vida enfrentando a cualquier cosa, sosteniendo supuestos derechos que sólo reflejan lo torcido de las geometrías de ciertas almas, que necesitan producir daño en el prójimo para sentirse aprendices de dioses, o directamente creerse tales (dioses)...

por consiguiente, las expresiones inhumanas del ser humana son reflejo de profundas ignorancias... ignorancias que pueden, incluso, escudarse tras títulos y honores... o hacer lo propio tras posiciones del poder... poder denigrar al prójimo... desmerecerlo... negarlo... ningunearlo... burlarlo... violarlo... vejarlo... expulsarlo... excluirlo... en un ejercicio aberrante de aquella razón que no guarda "razón" alguna...

cada vez que se ejerce un daño... algo se quiebra... así como cada vez que se ejerce violencia sobre alguien, no sólo se le daña el cuerpo, sino mucho peor aún, se le daña el alma y se le daña el espíritu, dejándole huellas indelebles de cara a cualquier futuro... pero dado que el victimario apenas si puede ver con sus ojos, está incapacitado para apreciar las consecuencias de sus actos dañinos...

al llegar a este punto del Siglo XXI... apenas horas después del aniversario del holocausto judío, nada diferente a cualquier otro holocausto (nativos americanos a manos de inquisidores y colonizadores, armenios, musulmanes, tibetanos, vietnamitas... cualquiera)... cabe preguntarse qué es lo que está sucediendo con ciertos seres humanos y sus almas... con ciertos seres humanos y sus endiosamientos... con ciertos seres humanos y sus carencias de espíritus... llevándolos a producir tanto daño en sus prójimos... para luego regocijarse de ello y pavonearse socialmente, exhibiendo el "éxito" del daño producido...

mucho tienen que ver los medios y sus mediatismos deformantes...

mucho tienen que ver los mecanismos y los instrumentos del poder enloquecido que viste al mundo humano por estas horas...

mucho tienen que ver las corporaciones y sus interpretaciones deformadas de las realidades de los mortales, asumiendo que todos son números, asumiendo que todos son descartables, asumiendo que todos son esclavizables... asumiendo que son, en sí mismos, dueños de toda verdad comprable o vendible, por ende denigrable...

mucho tienen que ver los inquisidores que se apoderaron de los medievalismos oscurantistas, sosteniéndolos hasta nuestros días, como negocio mediante el cual Dios no es más que un instrumento oportunista para atropellar los valores fundamentales y las fuentes esenciales de la vida, de los tiempos respirables... traducido, si no hay Dios... no hay Iglesia... traducido, sin humanismos filosóficos, no hay humanos sino meros animales de la peor estirpe, calaña, sin linaje... peor que cualquier otra especie dinosáurica antidiluviana...

algunos seres humanos creen que los "humanismos" son móviles, intercambiables, negociables, deformables, adaptables... negando las esencias culturales... negando las dignidades de los otros... negando sus estados de consciencia... negando sus derechos ciudadanos y humanos... asumiendo que cualquiera es comprable o vendible según los antojos de los dueños del poder, autocreídos de inmortalidades acomodadas por raros privilegios divinos... 

al 29 de abril de 2014, los humanismos operan como un salvavidas... o el ser humano regresa a ellos... refundando los humanismos necesarios para las existencias... o ése mismo ser humano asistirá a su propia extinción, producida de la mano de su inhumanidad... de su intolerancia hacia el otro, del que no puede prescindir... jamás... porque hasta el día de hoy mismo, ningún ser humano ha llegado a la vida por propios medios. Nadie ha nacido si no es de madre... ABRIL 29, 2014.-




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