martes, 27 de mayo de 2014

DE LOS PRECIOS ► El precio de la felicidad | Actualidad | EL PAÍS

El precio de la felicidad | Actualidad | EL PAÍS



UNIVERSOS PARALELOS

El precio de la felicidad

Pharrell Williams infravaloró la ansiedad contemporánea por formar parte de una comunidad virtual.





Europa se autocongratula: somos tolerantes, votamos a Conchita Wurst en número suficiente para lograr que ganara Eurovisión. Tal es la lectura de la propia Conchita, que destaca que los eurofans ignoraron la homofobia oficial de Rusia o Turquía ante su presencia.
 Cierto: conviene no olvidar que vivimos en un espacio de (relativa) libertad, una libertad desconocida en otras latitudes. La pasada semana, asistimos a un zarpazo de intolerancia que pasó casi desapercibido. Por lo menos en España, donde los horrores de Irán no provocan manifestaciones ni comunicados de condena.
 Seguro que conocen el efervescente “Happy”, de Pharrell Williams. Desde su publicación en 2013, se convirtió en fenómeno viral. Lo alentó el astuto Pharrell, que patrocinó lo que llamó “el primer video de 24 horas del mundo”, con 360 recreaciones del clip original. Muchos segmentos fueron rodados por profesionales, con steadicam y en Alta Definición; abundan las celebrities.

Creo que Pharrell infravaloró la ansiedad contemporánea por integrarse en una comunidad virtual. Por todo el planeta surgieron versiones donde los protagonistas proclamaban su felicidad. Hay una página web que, a estas horas, reúne 1.830 “Happy” más o menos caseros.
 Habría quedado como otro banal récord del mundo digital, de no apuntarse una productora de Teherán. Su “Happy” resulta enternecedor, por la sensación de que los protagonistas querían vestirse como hipsters occidentales y les falló el vestuario; las chicas parecen haberse quedado en el look de Madonna años ochenta.
Lo que a nosotros nos resultaba inocente, a ojos de las autoridades iraníes era “vulgaridad” y “daño a la castidad pública”. ¡Jóvenes tocándose mientras bailan en una terraza! ¡Mujeres que no llevanhiyab!. A las pocas horas de darse la alarma, la policía había detenido al menos a media docena de los participantes.

Ninguna hazaña detectivesca, que conste: el video Happy We are from Tehran incluía créditos. La TV gubernamental emitió un reportaje particularmente repugnante donde los arrestados –ellas, ahora con los obligatorios pañuelos de cabeza- aseguraban que fueron engañados, que creían participar en un casting. El jefe de policía extraía la moraleja: “nuestros queridos jóvenes deberían intentar evitar a ese tipo de gente. Actores, cantantes y ese tipo de problemas. Intenten evitarlos”.

Inmediatamente, Twitter ardía con la consigna #freehappyiranians. Intuimos que en el recalentado invernadero que es la política iraní, el asunto servía una vez más para enfrentar a aperturistas con guardianes de la ortodoxia revolucionaria. Fue el presidente de la República Islámica, el moderado Hasan Rohaní, quién resolvió el conflicto. Publicó un tuit: “la felicidad es un derecho de nuestro pueblo. No deberíamos ser demasiado duros con comportamientos causados por la alegría”. Los protagonistas apresados eran liberados tras pagar una fianza pero el director del video continua entre rejas.
¿Trivial? Cada cual tiene su balanza para calibrar el grado de autonomía individual en un país. De Irán, uno recibía mensajes contradictorios. Visitantes que traían historias de horror, diplomáticos que contaban que, en las residencias del norte de Teherán, una vez que traspasaban las puertas, sentían que habían vuelto a las fiestas del Madrid de la movida (usen su imaginación…)
Por cierto, tocar rock está vetado en Irán. Si las patrullas de la moral detectan un concierto, destrozan instrumentos y equipo. Terminan en la comisaria todos: músicos y público. Ya lo denunció The Clash, con “Rock the casbah”. Hace 32 años.

“La felicidad no es un proyecto muy interesante”

Profesor en una escuela de negocios, se define como “psicólogo popular”


Phillipe Gabilliet, profesor la escuela de negocios ESCP. / KIKE PARA
Philippe Gabilliet está de pie frente a una audiencia de adultos arregladísimos y estudiantes de punta en blanco que han venido a verle. Tiene el pelo rapado y no lleva corbata. Le asoma la tripa por la chaqueta abierta, lleva un micrófono de pinganillo y cuando habla delante de su audiencia sobre la asociaciónOptimistas sin Fronteras, que preside, adopta ese tono animoso y algo prefabricado de los motivadores profesionales. Se declara, lógico, un optimista nato.
“Mi humor natural siempre ha sido bueno, con energía. De niño era más callado porque salté un curso y mis amigos siempre eran un par de años mayores que yo”, explica el francés después de la charla. Era el “tío gracioso” de su clase, pero no cayó en la cuenta de que podía dedicarse a ello de forma profesional hasta mucho más tarde. A finales de los ochenta, con 30 años, tenía una próspera carrera como consultor de negocios. “Mis clientes estaban contentos conmigo porque yo era competente. Pero, sin previo aviso y sin razones médicas, llegaron varios inviernos en los que estaba deprimido. No tenía energía. Y comencé a plantearme qué es lo que deseaba hacer realmente”. En los noventa empezó a dar charlas motivadoras en grandes empresas. “Se alinearon mis deseos con las oportunidades que fueron surgiendo”, dice. Desde entonces, además de escribir libros sobre el optimismo, coordina el máster de negocios europeos de la universidad privada ESCP Europe (por las siglas, en francés, de Escuela Superior de Comercio). 
A pesar de su carrera en el mundo de los negocios y la consultoría, prefiere definirse como “filósofo popular”. Organiza eventos para promocionar su idea del optimismo, que aplica sobre todo a sus alumnos y al mundo de los negocios. “La felicidad no es un proyecto muy interesante”, mantiene. Quiere centrarse en “el camino”, en cómo conseguir una vida intensa y satisfactoria, sin pensar en un objetivo. “Ya tenemos muchos libros sobre cómo conseguir la felicidad. Presentan una idea limitada”. 

“La suerte no es un material en bruto”, mantiene este profesor
A sus alumnos los anima a que sigan su pasión, aunque esta no sea los negocios y resulte que se han equivocado de máster. “Ser optimistas significa centrarnos en nuestros puntos fuertes”. Es una cuestión de perspectiva y de tomar cartas en el asunto. Si no hacemos lo que nos llena, dice, no sirve de nada ser competentes: “Debemos volver a la pasión”. En sus charlas Gabilliet aboga por no desanimarse ante la crisis o el desempleo. “En los países desarrollados, más de la mitad de la población tiene trabajo”, propone como cambio de perspectiva antes de la conferencia. Su filosofía le ha servido para escribir varios libros y organizar proyectos con el respaldo del Estado francés.
“La suerte no es un material en bruto, sino uno refinado”. E ilustra con su propio caso: “Cuando yo tuve suerte, también tenía la mentalidad apropiada”. En su discurso se mezclan la responsabilidad individual y la teoría liberal de que uno forja su propio destino. ¿No corre el riesgo de echar la culpa a los más desfavorecidos de su situación? “Culpar implica un juicio moral que yo no hago”, contesta. “Pero la mala suerte no es algo permanente en la vida. Tenemos parte de responsabilidad sobre cómo actuamos. Un golpe de suerte no quiere decir que todo haya cambiado: tienes que estar listo para recibir ese buen azar, y pasar a la acción. Ganar la lotería te puede convertir de repente en un rico desafortunado, lo cual puede traerte problemas”.

el dispensador anota al margen ► La felicidad (del latín felicitas, a su vez de felix, "fértil", "fecundo") es un estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas (véase motivación). Se define como una condición interna desatisfacción y alegría que ayuda a muchas personas.

Según la filosofía occidental[editar]

La pregunta sobre la felicidad es esencial en el surgimiento de la ética en Grecia. Los filósofos encontraron respuestas muy diferentes, lo cual demuestra que, como decíaAristóteles, todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto intentamos aclarar cómo podemos serlo empiezan las discrepancias. En la filosofía griegaclásica hay tres posturas:
  • Ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo), postura defendida por Aristóteles. En cierto sentido, también Platón puede ser encuadrado en esta postura, si bien el horizonte de la felicidad, según Platón, se abre a la vida después de la muerte.
  • Ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie (cinismo y estoicismo).
  • Ser feliz es experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico (hedonismo). Es la postura que defiende Epicuro.

el dispensador dice: así como acción implica su reacción... así como cada palabra se verá reflejada en un hecho afin o contrapuesto... así como una intención puede modificar el curso de colisión de cualquier destino... del mismo modo, cada hecho humano tiene su precio, intrínsecamente... de allí que la felicidad no pase de ser una expresión utópica traducida en una zanahoria que parece estar allí, delante de los ojos de cada quien, pero que no pasa de ser un espejismo que sólo impulsa a ir hacia adelante... no más que eso...

puede hablarse de esperanza... ése algo que se traduce en una gracia concedida, convergente con otra alcanzada y traducida a una expresión genuina... 

la esperanza demanda el estado de las armonías funcionales a los equilibrios... algo que en occidente se desconoce, porque las sociedades occidentales están condicionadas por los apuros, por las urgencias, por el "apuro por vivir", por la "urgencia de tener" más que el prójimo, por la necesidad de un bienestar que se vuelve en contra de cualquiera ya que, alcanzadas las metas que se entendían como "bienestar", luego vienen los precios por sostenerlo (al bienestar)... y ellos conducen al drama de correr tras la famosa zanahoria que oscila delante de los ojos del pretendiente a una paz cada vez más inalcanzable...

traducido... la vida es simple, tanto como la gracia que cada quien recibe para poder nacer y transitar los tiempos respirables... en verdad no se necesita mucho para vivir en paz consigo mismo y en armonía con la naturaleza que rodea los sentidos y los sentimientos... pero luego... aparece la desesperación por tener, amarrocar, asegurar, para lo cual se hace imprescindible el desconocer al prójimo, al otro, al cercano o al lejano, haciéndolo funcional a intereses y conveniencias que quiebran cualquier armonía y rompen cualquier equilibrio... por ende, haciendo lo propio con almas, espíritus, consciencias y estados de gracia...

el tema no es menor... occidente está atrapado en inconsistencias e incoherencias... cuanto más se tiene peor se vive, y los ejemplos son demasiados... cuanto más se amarroca peor se vive, porque la consciencia humana se confunde y extravía en un desierto situado en la propia alma... y cuanto más se interna en dicho desierto, peores son las soledades, los engreimientos, el creerse más que los demás, o bien por sobre los demás... o peor aún, creyéndose a salvo de cualquier giro del destino... cuando en realidad, siempre sucede todo lo contrario... y cuanto más de posee, más se acerca la vida a un modelo de tragedia griega... 

el trabajo no salva... salva la motivación y el compromiso... salva la consciencia sobre sí mismo... la elaborada, la arada y cultivada... 

el techo no salva... salva el santuario del hogar alimentado con los nutrientes del destino propio... tomando el valor agregado que puedan "agregar" los prójimos a través de vínculos genuinos... haciendo el ejercicio del culto bidireccional, desde el "yo" hacia el otro y desde el "otro" hacia el yo... alimentando el sentido de los equilibrios armónicos... algo bien conocido en el oriente ancestral... desconocido en el occidente de los tiempos atropellados, que se gastan pero no se viven...

ser positivo no quiere decir ser feliz... ni felicidad implica positivismos...

el alma necesita nutrirse de los sentidos de la gracia que trae cada ser humano desde el mismo momento en que es engendrado, recibiendo por ello un destino... algo así como un código de barras que traducirá su karma y su aura durante un lapso demasiado efímero... dejando en claro que llegarás a aquí, a la Tierra, solo y con las manos vacías... y te irás de esta Tierra solo y apenas con el alma con la que viniste, y no más que eso... sí con los afectos sembrados y colectados...

las gentes occidentales viven imponiéndose precios que sintonizan con una escala imposible de encarar, o aún siéndolo, imposible de subir... porque dicha escalera se encuentra bajo una catarata de químicas provenientes de otros destinos, que a su vez dependen de sus propias mezquindades y/o sus propias miserias, así como también de sus propias virtudes, o sus propias soberbias, o sus propias obsecuencias... como sea, nadie puede escalar su propia escalera sin depender en algo de un tercero... y eso se aprende cuando aparece el imperio de las soledades y los abandonos... cuando alcanzas el silencio contigo mismo, ése que es implacable...

a lo largo de la vida vas aprendiendo... la felicidad no está en los títulos ni tampoco en los honores... la felicidad no está en el sexo ni en los placeres de índole alguna... la felicidad no está en el otro si antes no se siente en el "uno mismo"... la felicidad no está en la salud, porque cuando ésta impera, el ser es inconsciente de ello, hasta que la salud se pierde y se vuelve una condición de añoranza... la felicidad no está en el techo no revelado como santuario de la "paz con uno mismo"... la felicidad no está en el trabajo, porque el trabajo suele ser un condicionamiento de las habilidades para hacer lo que cada uno siente... ¿entonces dónde está?... y de allí los precios que se pagan sin alcanzarla...

la paz contigo mismo es un acto de felicidad... la armonía con tu consciencia es un acto de felicidad... el equilibrio con las fuerzas de tu propio ser implican un acto de felicidad... los puentes que generan los vínculos humanos ciertos, pueden trasuntar felicidad... pero cada armonía y/o cada equilibrio guardan, a su vez, sus propias condiciones de sostenibilidad, por ende tienen sus precios... si aprendes a vivir con ellos... comienzas a entender los sentidos de la vida... por el contrario, si te alejas de las fuentes, de las esencias, y te adentras en un desfiladero de consecuencias, terminas atrapado en una soledad que te devora... e igualmente te vas con las manos vacías, sin darte cuenta que el problema reside... en cuando te vas con el "alma vacía"... y como sea, ello no tiene regreso... MAYO 27, 2014.-

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