sábado, 10 de mayo de 2014

TESTAMENTO ► Los testamentos de Mahfuz | Cultura | EL PAÍS

Los testamentos de Mahfuz | Cultura | EL PAÍS



EL LIBRO DE LA SEMANA

Los testamentos de Mahfuz

Obra póstuma del premio Nobel egipcio, 'Los sueños' (Alianza) es el álbum de recuerdos en el que el gran narrador árabe mezcla realidad y fantasía, costumbres e ideología





En 'Los sueños' transitamos con Mahfuz por el mítico pero desmitificado El Cairo. / PASCAL MEUNIER / CONTACTO


De no surgir ya a estas alturas un nuevo caso de testamentos traicionados, como los llamó Kundera, no habrá ya nunca más un nuevo libro del Nobel de 1988. Los sueños es por partida doble su libro definitivo: es el que cierra una trayectoria de más de medio siglo de narrativa y se diría un epítome de su prolífica obra. Los sueños es póstumo porque Mahfuz murió en 2006. Los sueños es esencial porque en él conviven en paz sus distintos estilos y sus temas múltiples, sus géneros heteróclitos y sus poliédricos intereses. Es un centón de plata repujada, o una caja de cartón con cenefas en la que se ordenan ideas y recuerdos, o un álbum de fotografías en el que se confunde la vida real con el deseo y la fantasía, o el diario personal de un ideólogo costumbrista, o de un costumbrista ideólogo.
Los sueños es delicioso y tentador como una baklava que paladeas deambulando por un viejo local con las paredes colmadas de fotografías en blanco y negro de escenas y de estampas que no puedes dejar de observar y que acaban absorbiéndote. Todas ellas fueron publicándose, como retazos de la ficción y de la memoria, en revistas cairotas entre 1999 y 2005, compilándose en sendos volúmenes en inglés en 2004,The dreams, y en 2007, Dreams of departure. Los últimos escritos del que tal vez fue el más grande narrador árabe desde Sherezade, dotado de una capacidad insólita para reproducir el ritmo, el bullicio y las vidas cruzadas de la ciudad de El Cairo, como hicieron Joyce con Dublín, Dos Passos con Nueva York o Jorge Amado con Salvador de Bahía.
Los sueños es delicioso y tentador como unabaklava que paladeas deambulando por un viejo local con paredes colmadas de fotografías 
Las frituras y los colores pastel, Arcadias de cítaras y jazmín y miserias de la mezquindad humana, los avejentados despachos funcionariales y las voces lejanas trenzadas en conversaciones enmarañadas como la vida misma y sus sentimientos enfrentados, y a la vez con madera de cronista social, viendo el mundo desde un lugar mágico que solo él conocía, entre los antepasados fastuosos y los ignotos descendientes, observando la mosca posada en el vidrio del vasito de té y a un tiempo atento al cambio social de la civilización árabe. También Mahfuz podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirse rey de un espacio infinito, el que incluye el de la abstrusa condición humana, el de quienes han sido condenados a la periferia del mundo, el del conflicto entre lamodernidad y la religión, el de las lindes entre una marginalidad tangible y un paraíso de ficción, y el que no distingue entre la decepcionante realidad y el imaginario ecuánime y feliz.
Pasando páginas de Los sueños recordamos a Greta Garbo, vemos a una mujer en un diván, oímos ladrar a los perros callejeros cuando el sol decae y nos dejamos llevar por la algazara de los cafés, escuchamos confidencias familiares agazapados detrás de una celosía imaginaria. Sentimos la intensidad de la palabra —“tuve la sensación de que la tristeza lo había inundado todo, como una repentina niebla”— e imaginamos carruajes tirados por caballos alados, acompañamos al narrador en su recuerdo de amores adolescentes entre jardines perfumados, oímos voces nocturnas de antiguas novias, entramos en baños públicos y barberías, y transitamos por el mítico pero desmitificado El Cairo.
Los sueños deja entrever ecos de las descripciones en El Cairo Nuevo(1945; traducción en Alianza, 2011) y Jan Aljalili (1946; traducción en Alianza Editorial, 2007) de un barrio cairota bajo la convulsión ideológica de los años treinta y cuarenta (“¿cuándo daría una conferencia sobre Freud y Marx igual que podía darla sobre Maimónides?”); contiene el realismo costumbrista de su novela de referencia El callejón de los milagros (1947; traducción en Booket, 2011), que retrata la vida cotidiana de una urbe en ebullición en la que la radio sustituye a los poetas que recitan el Corán. También reconstruye en forma de teselas de un mosaico social incompleto el Egipto islamista liberándose de la tutela colonial de Occidente, al que dedicó su imprescindible Trilogía de El Cairo (una saga familiar entre 1917 y la Segunda Guerra Mundial escrita a mediados de los cincuenta e integrada por las novelas Entre dos palaciosPalacio del deseo y La azucarera); contiene trazas de los frutos metafísicos de su ciclo existencialista iniciado con su novela El ladrón y los perros (1961; traducción en Plaza & Janés, 1991); recuerda aquellas conversaciones irónicas e inacabadas sobre el Egipto contemporáneo hasta el asesinato de Sadar que le insuflaban vida eterna a El café de Qúshtumar (1984; traducción en Booket, 2007); continúa en buena medida la atmósfera onírica de ensoñación, entre lo espiritual y lo fantástico, que asfixia los espléndidos relatos de El séptimo cielo. Relatos de lo sobrenatural (1973-1999; traducido por Alianza Editorial, 2009).
Lean Los sueños de Mahfuz como si mirasen una serie de Klee o una colección de Morandi, o como si escuchasen las piezas que integranGnossiennes de Satie, variaciones exquisitas sobre conceptos y sentimientos. El maestro cairota contempla la naturaleza y escucha a sus indignos hijos, dialogando con una y otros en una conversación que se querría interminable y que él quiso fragmentar en delicados retales que llamó sueños, el mejor de los cuales fue siempre —lo sabe cualquier lector de su ineludible Palacio del deseo, “¡Oh, los que os afanáis persiguiendo la felicidad! Yo la he encontrado en la palabra vacía, en la confusa lengua extranjera, en el silencio también, y en nada”— su férrea voluntad de escribir para erradicar de este mundo el desencanto.

Los sueños. Naguib Mahfuz. Traducción de Mariano Antolín Rato. Alianza. Barcelona, 2014. 381 páginas. 22 euros
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el dispensador dice: el hecho de caminar te libera... acomodándote las ideas... subiendo y bajando escaleras... cambiando subrepticiamente de veredas... 
he regresado a la fuente de los afectos del Líbano... no tengo idea de por qué esto ha sucedido... qué gracias convergentes han permitido que esto ocurriese en este tiempo... por qué ha tenido la razón que ocupar un sitial en el alma de Miguel, el Contador Público Nacional... Aquim... pero nada sucede porque sí, y cuando los tiempos se cumplen, las gracias descienden en las formas menos pensadas... manifestándose afectos perdidos o lastimados... uniendo a las almas de bien en el aquí y en allá...
tal de dije... siempre me he dejado llevar, a sabiendas que la barca está a merced de Dios, su voluntad y sus vientos... y que dicho Dios no es cristiano, ni tampoco judío, ni musulmán, ni budista, ni nada que segmente espíritu alguno...  
cuando he tropezado, más de una vez, más de dos veces, siempre, no me he sentido frustrado, simplemente me he levantado para seguir caminando hacia el mañana necesario... ése que se despliega justo delante de cada quien...
sé que los que se fueron, están cerca mio... puedo sentirlos...
Miguel es enaltecedor de las amistades surgentes y de los afectos emergentes, porque se caracteriza por su paz...
observo que la vereda por la que él camina es más extensa que la que transito, y así debe ser... pero la vida le ha dado la llave de la convergencia, y ambos cumplimos con la razón de confluir hacia una fuente única, sencilla, de silencios prolongados y reflexiones produndas, tanto como océanos sin fondo...
los sueños que sueñas aquí son una conexión con la eternidad de la cual provenimos y a la que debemos regresar cada vez... en verdad, la vida respirable es una sucesión de sueños que te preparan para un nuevo despertar en el allá de las intangibilidades paralelas... 
vienes a nutrir el karma y su memoria...
vienes a sostener un altar y a construir uno nuevo que te habilite a escalar un peldaño más...
vienes a enaltecer el aura, mejorándole el color...
y cuando la convergencia se produce traduciéndose en cruce... te vas con la misión cumplida... 
me he cortado el cabello en cuarto creciente, siempre... nadie lo ha notado, pero siempre debe ser en cuarto creciente lunar... al igual que con cualquier otra actividad o decisión de la vida... siempre en creciente...
habíamos cruzado la medianoche... nos confundimos en un abrazo... nos miramos a los ojos a sabiendas que la eternidad estaba allí, junto a nosotros... bendiciéndonos... y la paz nos envolvió para siempre jamás. MAYO 10, 2014.-



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